1-Soy el numero Cuatro - Pittacus Lore
—Estaba en la nave con nosotros. Y entonces me acuerdo de lo que creía que era un animal de peluche que jugaba conmigo. En realidad, era Bernie Kosar, aunque por aquel entonces su nombre era Hadley. Caminamos juntos hacia el perro. Me agacho y paso la mano por su costado. —Tenemos que darnos prisa —me apremia Henri otra vez. Bernie Kosar no se mueve. El bosque está vivo, envuelto en un torbellino de sombras que no puede significar más que una cosa, pero no me importa. Acerco la cabeza a la
caja torácica del perro. Oigo el bumbum, muy leve, del latido de su corazón. Le queda aún una chispa de vida. Está cubierto de profundos arañazos y cortes, y la sangre parece manar de todas partes. Tiene una pata delantera torcida en una postura antinatural, rota sin duda. Sin embargo, sigue vivo. Le levanto tan suavemente como puedo, acunándolo en mis brazos como a un niño. Henri me ayuda a levantarme, y entonces mete la mano en el bolsillo, coge otra piedrecilla de sal y se la mete en la boca. Eso me hace preguntarme si estaba hablando de sí mismo cuando
- Page 1068 and 1069: esperando que el cañón me parta e
- Page 1070 and 1071: los que ya estaban aquí. Así que
- Page 1072 and 1073: No damos ni cinco pasos antes de qu
- Page 1074 and 1075: nuevo contra el suelo. El rostro. A
- Page 1076 and 1077: luna solitaria. Ni un solo soplo de
- Page 1078 and 1079: otra? No necesito saberlo. Echo a c
- Page 1080 and 1081: Entro en el estadio, atravieso a la
- Page 1082 and 1083: todavía siento su presencia, y me
- Page 1084 and 1085: los ojos se me abren de par en par
- Page 1086 and 1087: hacia delante hasta que ya no puedo
- Page 1088 and 1089: terminados en garras de rapaz, capa
- Page 1090 and 1091: al principio, pero enseguida me doy
- Page 1092 and 1093: siquiera, o eso también me lo esto
- Page 1094 and 1095: CAPÍTULO TREINTA Y DOS DESPUÉS DE
- Page 1096 and 1097: desayunaba. ¿Cuánto tiempo debe d
- Page 1098 and 1099: afilados, cuernos enroscados como l
- Page 1100 and 1101: patas traseras, y Bernie Kosar tien
- Page 1102 and 1103: hacer nada para impedirlo. Y yo no
- Page 1104 and 1105: como ha llegado. En este momento, s
- Page 1106 and 1107: invadido por algún tipo de dolor.
- Page 1108 and 1109: manos son demasiado grandes y la ho
- Page 1110 and 1111: partes trozos de cerebro, carne y c
- Page 1112 and 1113: CAPÍTULO TREINTA Y TRES LA IMAGEN
- Page 1114 and 1115: que le he visto coger del cofre ló
- Page 1116 and 1117: —¿Están todos bien? —pregunto
- Page 1120 and 1121: decía que nos quedaba poco tiempo.
- Page 1122 and 1123: Unas ramitas chasquean detrás de n
- Page 1124 and 1125: magullados, y sin más armas que nu
- Page 1126 and 1127: delante de nosotros, y allí es don
- Page 1128 and 1129: más fuerte. «Así que este es el
- Page 1130 and 1131: aterra. Pero Henri está conmigo, y
- Page 1132 and 1133: siento en ella la rabia ni la malic
- Page 1134 and 1135: estia a actuar, pero esta vacila fr
- Page 1136 and 1137: mujeres y niños. Los mogadorianos.
- Page 1138 and 1139: Caigo de bruces sobre el césped. A
- Page 1140 and 1141: ligeramente abiertos; cada respirac
- Page 1142 and 1143: oca. —Venir aquí, a Paradise, no
- Page 1144 and 1145: cañones, y sus sonidos y luces tra
- Page 1146 and 1147: propio ser empezara a desvanecerse.
- Page 1148 and 1149: ojos, está Sarah. Deja caer el cuc
- Page 1150 and 1151: los casos, trae una negrura impenet
- Page 1152 and 1153: prolonga con el alocado abandono de
- Page 1154 and 1155: digo. Unos ojos luminosos y amables
- Page 1156 and 1157: cae rodando por un lado de la cara.
- Page 1158 and 1159: —¿Dónde estamos? —pregunto.
- Page 1160 and 1161: de la cama y después me agacho par
- Page 1162 and 1163: fue difícil. Sólo teníamos como
- Page 1164 and 1165: la mano suavemente sobre su cabeza.
- Page 1166 and 1167: lo llevas? Ella asiente y contesta:
caja torácica d<strong>el</strong> perro. Oigo <strong>el</strong> bumbum,<br />
muy leve, d<strong>el</strong> latido de su<br />
corazón. Le queda aún una chispa de<br />
vida. Está cubierto de profundos<br />
arañazos y cortes, y la sangre parece<br />
manar de todas partes. Tiene una pata<br />
d<strong>el</strong>antera torcida en una postura<br />
antinatural, rota sin duda. Sin<br />
embargo, sigue vivo. Le levanto tan<br />
suavemente como puedo, acunándolo<br />
en mis brazos como a un niño. Henri<br />
me ayuda a levantarme, y entonces<br />
mete la mano en <strong>el</strong> bolsillo, coge otra<br />
piedrecilla de sal y se la mete en la<br />
boca. Eso me hace preguntarme si<br />
estaba hablando de sí mismo cuando