1-Soy el numero Cuatro - Pittacus Lore
terminados en garras de rapaz, capaces de desgarrar cualquier cosa que toquen. Me olisquea y lanza un rugido, un rugido ensordecedor que me habría arrastrado hacia atrás si no estuviera apoyado en un árbol. Abre sus fauces, mostrando lo que deben de ser otros cincuenta dientes, cada uno tan afilado como el anterior. Da un zarpazo con la mano libre y parte en dos todos los árboles que golpea, diez, quince o más. Se acabó el huir. Se acabó el pelear. La sangre sigue brotando del corte de mi espalda; me tiemblan las manos y las piernas. El puñal sigue en
la cintura de mis pantalones, pero ¿qué sentido tiene cogerlo? ¿Qué puede hacer una hoja de diez centímetros contra una bestia de doce metros? Para ella sería como la punzada de una astilla, y no haría sino enfurecerla. Mi única esperanza es morir desangrado antes de que me mate y me devore. Cierro los ojos y acepto la muerte. He apagado las luces de las manos. No quiero ver lo que está a punto de ocurrir. De pronto, oigo un movimiento detrás de mí. Abro los ojos. «Uno de los mogadorianos debe de estar acercándose a mirar», pienso
- Page 1038 and 1039: se separan y dan un salto desde uno
- Page 1040 and 1041: pueda llegar a hacerle. —¡Seis,
- Page 1042 and 1043: aplastarle, Henri desaparece. El pu
- Page 1044 and 1045: mecen por el efecto de una suave br
- Page 1046 and 1047: doy la vuelta y no veo nada al prin
- Page 1048 and 1049: pequeño puñal. Veo el proyectil t
- Page 1050 and 1051: más brillante en este nuevo mundo.
- Page 1052 and 1053: distancia que nos separaba con un p
- Page 1054 and 1055: horas entrenando en el patio con He
- Page 1056 and 1057: desafiante, se lleva una mano detr
- Page 1058 and 1059: árboles. Ya lo comprendo: es el ar
- Page 1060 and 1061: como si me hubiera caído un rayo e
- Page 1062 and 1063: medida que se acerca. Intento desvi
- Page 1064 and 1065: muerte blanca viene certera hacia m
- Page 1066 and 1067: primero. Espero que no sea el últi
- Page 1068 and 1069: esperando que el cañón me parta e
- Page 1070 and 1071: los que ya estaban aquí. Así que
- Page 1072 and 1073: No damos ni cinco pasos antes de qu
- Page 1074 and 1075: nuevo contra el suelo. El rostro. A
- Page 1076 and 1077: luna solitaria. Ni un solo soplo de
- Page 1078 and 1079: otra? No necesito saberlo. Echo a c
- Page 1080 and 1081: Entro en el estadio, atravieso a la
- Page 1082 and 1083: todavía siento su presencia, y me
- Page 1084 and 1085: los ojos se me abren de par en par
- Page 1086 and 1087: hacia delante hasta que ya no puedo
- Page 1090 and 1091: al principio, pero enseguida me doy
- Page 1092 and 1093: siquiera, o eso también me lo esto
- Page 1094 and 1095: CAPÍTULO TREINTA Y DOS DESPUÉS DE
- Page 1096 and 1097: desayunaba. ¿Cuánto tiempo debe d
- Page 1098 and 1099: afilados, cuernos enroscados como l
- Page 1100 and 1101: patas traseras, y Bernie Kosar tien
- Page 1102 and 1103: hacer nada para impedirlo. Y yo no
- Page 1104 and 1105: como ha llegado. En este momento, s
- Page 1106 and 1107: invadido por algún tipo de dolor.
- Page 1108 and 1109: manos son demasiado grandes y la ho
- Page 1110 and 1111: partes trozos de cerebro, carne y c
- Page 1112 and 1113: CAPÍTULO TREINTA Y TRES LA IMAGEN
- Page 1114 and 1115: que le he visto coger del cofre ló
- Page 1116 and 1117: —¿Están todos bien? —pregunto
- Page 1118 and 1119: —Estaba en la nave con nosotros.
- Page 1120 and 1121: decía que nos quedaba poco tiempo.
- Page 1122 and 1123: Unas ramitas chasquean detrás de n
- Page 1124 and 1125: magullados, y sin más armas que nu
- Page 1126 and 1127: delante de nosotros, y allí es don
- Page 1128 and 1129: más fuerte. «Así que este es el
- Page 1130 and 1131: aterra. Pero Henri está conmigo, y
- Page 1132 and 1133: siento en ella la rabia ni la malic
- Page 1134 and 1135: estia a actuar, pero esta vacila fr
- Page 1136 and 1137: mujeres y niños. Los mogadorianos.
terminados en garras de rapaz,<br />
capaces de desgarrar cualquier cosa<br />
que toquen. Me olisquea y lanza un<br />
rugido, un rugido ensordecedor que<br />
me habría arrastrado hacia atrás si no<br />
estuviera apoyado en un árbol. Abre<br />
sus fauces, mostrando lo que deben de<br />
ser otros cincuenta dientes, cada uno<br />
tan afilado como <strong>el</strong> anterior. Da un<br />
zarpazo con la mano libre y parte en<br />
dos todos los árboles que golpea, diez,<br />
quince o más.<br />
Se acabó <strong>el</strong> huir. Se acabó <strong>el</strong><br />
p<strong>el</strong>ear. La sangre sigue brotando d<strong>el</strong><br />
corte de mi espalda; me tiemblan las<br />
manos y las piernas. El puñal sigue en