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OhMyDog! Edición 54

Brenda & Bronx

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Columna<br />

Por Isabel Estrada<br />

“Ay, de aquel que se resigna”<br />

Vuelvo de la India. Inútil intentar describir todo; por demasiados<br />

sensaciones, visiones, emociones. Pero me concentraré<br />

en aquello, que allí adonde vaya, miro, veo, siento,<br />

sufro: el mundo animal. Por lo tanto y por ser la razón por<br />

la cual trabajo y escribo en este momento esta columna,<br />

allá voy.<br />

De niña mi madre nos leía por las noches a Kipling. Mis<br />

sueños se poblaban entonces de monos, elefantes, camellos,<br />

cobras, pájaros parlanchines, pavos reales y vacas amigables.<br />

De grande soñé con visitar ese país para reencontrarme<br />

con los personajes que habían poblado mi infancia.<br />

Mi visita a Jaipur coincidió con el Festival mas importante<br />

de la India: El Festival de la Luz, Diwali. La ciudad entera se<br />

preparaba para celebrar.<br />

A poco de introducirme entre las caóticas calles del centro<br />

una enorme masa gris, llamo mi atención. Era un elefante, y<br />

esperaba paciente en un semáforo, entre bocinazos y estruendos.<br />

Su cabeza estaba cubierta por pintura amarilla. Sus<br />

patas, peladas . No tuve el coraje de mirar sus ojos.<br />

Haciendo equilibrio, una madre mono, con un pequeño en<br />

la panza, se balanceaba curioseando lo que miles de personas<br />

organizaban trepadas a los andamios... para festejar.<br />

Mi mirada volvió a la calle. Entre el incesante hormigueo,<br />

mis entrenados ojos empezaron a ver… perros. Alli estaban.<br />

El primero, al que le faltaba una pata, me recordó a<br />

mi adorado Angelito. Mas allá, me concentré en una masa<br />

negra y opaca al que le faltaba un ojo. Pensé con optimismo<br />

que mi Topacio vivía feliz sin ellos. Delante mío, cruzó una<br />

perra flaca con las ubres colgando, seguramente en busca<br />

de alimento para sus bebés, escondidos quien sabe en que<br />

rincón de ese bullicioso aglomerado. La cuenta siguió hasta<br />

que me rendí, emocionalmente agotada. Bajé la mirada con<br />

horror. Eran miles. Pero lo que más llamó mi atención es<br />

que casi sin excepción, todos yacían inmóviles. En el cordón<br />

de la vereda o en mitad de la calle. Sobre el capot de un<br />

auto y por todos lados. Dormían? Carecían de fuerzas de-<br />

Foto | Clara de Estrada<br />

bido a la desnutrición? Los pocos que circulaban, lo hacían<br />

lentamente. La tristeza y la desesperación eran infinitas.<br />

Me fue imposible detectar- tan solo una- cola flameando,<br />

moviéndose con alegría. Se distinguir en un animal el sufrimiento<br />

y la desesperanza. Si.. la desesperanza. Pero poco<br />

sabía hasta el momento acerca de la la resignación. Las dos<br />

últimas noches de mi estadía, los fuegos artificiales se prolongaron<br />

durante toda la noche. Toda. Yo imaginaba camellos,<br />

elefantes, monos y a todos mis adorados protagonistas<br />

de “Cuentos de la Selva” junto a los miles y miles de perros<br />

que yacían en las calles, huyendo despavoridos hacia..<br />

donde? Lo mismo sucedía en todo el país, averigué.<br />

“Ay!, de aquel que se resigna”, decía George Sand..<br />

María Ortiz Byrne<br />

Diseñadora de Indumentaria y Profesora de<br />

Historia del Traje en FADU UBA.<br />

mariaortizbyrne.com.ar

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