JIMÉNEZ URE ANTE LA CRÍTICA (REVISIÓN 2019) SELECCIÓN DE MOISÉS CÁRDENAS
Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure. Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure.
espuesta corporal, a esas imágenes voluptuosas. Sobreviene el clímax y recomienza el deseo, pensado como angustia metafísica que precipita la descarga precoz: vuelve el deseo inextinguible, desesperante. El relato sigue en Mérida, donde se entera que Juddiee ha muerto. Detalle lujoso, tal vez simbolista: una esclava trae el té. Luego, en la visita al sepulcro, el desenfreno necrófilo. Vuelve a nuestra memoria aquél «Homenaje a la Necrofilia» que ejecutó Carlos CONTRAMAESTRE bajo El Techo de la Ballena. En un tiempo virtual más cercano, JIMÉNEZ URE condena a la Moral: así como RIMBAUD manifiesta: «[…] Hoy día sé saludar a la belleza […]». El lector piensa también en el Conde de LAUTREMONT. Y no se trata que señale influencias. La asociación parece impuesta por algunas ferocidades de los relatos. En este joven autor confluyen numerosos antecedentes: de ellos brota su plena originalidad. Sin que obste lo dicho sobre el no-folklorismo del autor, el Mito del Ocioso (pp. 18-19) se sitúa en una población petrolera abandonada. La visión de Tía Juana reverbera con el sol del S. XXI. El solitario personaje de estos enunciados ejecuta un acto onanista, proponiendo la antítesis entre su producción y la del pozo, sugerente, infecunda. De
su breve manantial biológico brotan criaturas humanas, rascacielos, automóviles, «smog»: en suma, la cultura industrial del S. XX que éste preciosista abrevia en notas apuntadas sobre una laminilla de oro. Adviértase que el salto se da hacia atrás, mientras el taumaturgo exclama «[…] Saltad, hijos míos: sentencio que seáis mi imagen y semejanza […]». Rescritura de las escrituras. Como sucede en la poesía del sobresaliente Juan CALZADILLA, el autor de Suicidios suele desdoblarse. Así ocurre en El Hotel (pp. 83-86). Trama de joven maestro donde la estructura y sus elementos inter-juegan mientras se «desfasan» los tiempos y lugares. El autor describe la llegada de Gustavonovof al albergue pueblerino. Un palíndromo, recurso renovado, invierte el primer párrafo instalándose como segundo. Inesperado, pero potencialmente amenazador, un agente de policía indica al hotel adecuado, actitud a la que reacciona este personaje de nombre eslavo adoptando la posición de «firme». Por un carril paralelo se mueve el sujeto-narrador, alojado en habitación cómoda, húmeda, fría, de mohosas paredes. Aprecia el baño caliente, se desliza desnudo en la cama, atiende a su deseo inextinguible, señalando «[…] que los estoicos tienen por inteligente al hombre que de tal modo combate el
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El relato sigue en Mérida, donde se entera que<br />
Juddiee ha muerto. Detalle lujoso, tal vez<br />
simbolista: una esclava trae el té. Luego, en la<br />
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nuestra memoria aquél «Homenaje a la Necrofilia»<br />
que ejecutó Carlos CONTRAMAESTRE bajo El<br />
Techo de la Ballena. En un tiempo virtual más<br />
cercano, <strong>JIMÉNEZ</strong> <strong>URE</strong> condena a la Moral: así<br />
como RIMBAUD manifiesta: «[…] Hoy día sé<br />
saludar a la belleza […]». El lector piensa también<br />
en el Conde de <strong>LA</strong>UTREMONT. Y no se trata<br />
que señale influencias. La asociación parece<br />
impuesta por algunas ferocidades de los relatos.<br />
En este joven autor confluyen numerosos<br />
antecedentes: de ellos brota su plena originalidad.<br />
Sin que obste lo dicho sobre el no-folklorismo del<br />
autor, el Mito del Ocioso (pp. 18-19) se sitúa en<br />
una población petrolera abandonada. La visión de<br />
Tía Juana reverbera con el sol del S. XXI. El<br />
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