JIMÉNEZ URE ANTE LA CRÍTICA (REVISIÓN 2019) SELECCIÓN DE MOISÉS CÁRDENAS

Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure. Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure.

19.04.2019 Views

Por otra parte, la alteridad representa la posibilidad de habitar mundos eminentemente disímiles, en los cuales, sin embargo, el hombre pareciera no tener escapatoria, posibilidad de redención, justificación de sí mismo. El Otro irrumpe, algunas veces abruptamente, otras desde una sutil ironía, desde detrás de la máscara que le oculta su verdadero rostro, o desde el fondo del Mal que instaura el permanente enfrentamiento, la tensión, o la disyuntiva entre los mundos binarios de El Bien y El Mal. Este enfrentamiento puede apreciarse en su cuento «El supremo de Imperio», con el cual abre su citado libro Moralejas. En este sentido, la escenificación de la alteridad representa la escenificación de una conciencia que fustiga al hombre ante su propia disimilitud. Otto Rank sostiene que “El síntoma más destacado de las formas que adopta el doble es una poderosa conciencia de culpa», (Rank, 1976: p. 122). Los ámbitos de la ironía y la paradoja se cruzan constantemente con lo grotesco, lo abyecto, lo absurdo, lo perverso y lo dionisíaco, para recrear una tensión límite dentro de la cual subsiste, agónicamente, el sujeto. Ironía y paradoja en cuanto mirada que fustiga, que acosa, y aún, que se burla, resquebrajando los valores sobre los cuales ha venido sustentándose el ser humano, el sujeto de la postmodernidad. En este sentido, la

locura del personaje femenino de su cuento «La casa nº 500», reconoce en su entramado, los trasvasamientos de la ironía y las paradojas, que instauran lo extraño, lo caótico y lo demencial. Si la narrativa de JIMÉNEZ URE se abisma por caminos extraños, inexplicables, la fisura gestada, en cuanto obra literaria, dentro de las letras venezolanas, no ha sido suficientemente estudiada, salvo casos muy precisos y valiosos, como los de Rafael RATTIA y Juan LISCANO, por sólo mencionar a dos de sus más serios estudiosos. Su escritura escatológica ha permitido la observancia de una narrativa que se sustenta desde planos disímiles, y que casi a la par ha sido desarrollada por ese otro excelente escritor venezolano, Gabriel JIMÉNEZ EMÁN, autor de textos breves como Los Dientes de Raquel, (1973) y Saltos sobre la soga, (1975). La valoración de JIMÉNEZ URE está dada no sólo desde el extrañamiento de su narrativa, sino desde la aproximación a esos ámbitos otros, desde donde juega con la ficción, la ciencia, la religión, la filosofía, el demonismo, etc., creando una fisura en la realidad, en el lenguaje, en la manera tradicional de narrar y contar. El crítico y estudioso español Alfredo PÉREZ ALENCART, considera a la ironía como una de las grandes herramientas de JIMÉNEZ URE: «El autor que

Por otra parte, la alteridad representa la<br />

posibilidad de habitar mundos eminentemente<br />

disímiles, en los cuales, sin embargo, el hombre<br />

pareciera no tener escapatoria, posibilidad de<br />

redención, justificación de sí mismo. El Otro<br />

irrumpe, algunas veces abruptamente, otras desde<br />

una sutil ironía, desde detrás de la máscara que le<br />

oculta su verdadero rostro, o desde el fondo del<br />

Mal que instaura el permanente enfrentamiento, la<br />

tensión, o la disyuntiva entre los mundos binarios<br />

de El Bien y El Mal. Este enfrentamiento puede<br />

apreciarse en su cuento «El supremo de Imperio»,<br />

con el cual abre su citado libro Moralejas. En este<br />

sentido, la escenificación de la alteridad representa<br />

la escenificación de una conciencia que fustiga al<br />

hombre ante su propia disimilitud. Otto Rank<br />

sostiene que “El síntoma más destacado de las<br />

formas que adopta el doble es una poderosa<br />

conciencia de culpa», (Rank, 1976: p. 122).<br />

Los ámbitos de la ironía y la paradoja se cruzan<br />

constantemente con lo grotesco, lo abyecto, lo<br />

absurdo, lo perverso y lo dionisíaco, para recrear<br />

una tensión límite dentro de la cual subsiste,<br />

agónicamente, el sujeto. Ironía y paradoja en<br />

cuanto mirada que fustiga, que acosa, y aún, que<br />

se burla, resquebrajando los valores sobre los<br />

cuales ha venido sustentándose el ser humano, el<br />

sujeto de la postmodernidad. En este sentido, la

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