JIMÉNEZ URE ANTE LA CRÍTICA (REVISIÓN 2019) SELECCIÓN DE MOISÉS CÁRDENAS

Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure. Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure.

19.04.2019 Views

El Oscuro procede/Y nada impide que con su develamiento, las cosas que proyecta/Se sucedan más allá de quien llaman El Supremo […]» (Elogio de la Palabra, p. 13). Por otro lado, la palabra escrita es igualmente instrumento esencial en nuestra guerra cotidiana, como sostén y defensa en un mundo hostil, carnívoro: «[…] Que mis enemigos se cuiden porque, a partir del alba,/Me transformo en palabras y todos me perciben en mayúscula[…]» (Elogio de la Palabra, supra). La palabra, pues, y por extensión la literatura, en un mundo que naufraga en la decadencia y donde el hombre se percibe como el verdugo del hombre, se arraiga y florece en los recovecos del espíritu brindándonos la posibilidad de una renovación interior, como queda determinado en el texto número XXV:«[…] La literatura es un encuentro permanente con la muerte y resurrección;/Es hallarme, de súbito, en un intenso y epistolar vínculo con quien seduce mi espíritu[…]» (p. 37). La filosofía, hermana de la poesía, fuente original del asombro, es denigrada en nuestros días, y acorralada en los basureros del intelecto por la mente racionalista que amenaza devorarlo todo: «Obvia e intelectualmente inferiores, abundan criaturas/Que ven a la filosofía cual basura urbana

camuflada en preciosa piedra» (Denigrada filosofía, p. 5) Para JIMÉNEZ URE poeta, en líneas generales, el hombre de nuestro tiempo es un ser mutilado interiormente, guiado por oscuros intereses políticos o gregarios, alejado de cualquier auténtica aventura espiritual individual, habitante de un mundo que oscila entre la fragmentación, la dispersión, la muerte. Enderezarlo sólo sería posible llevando a cabo una mutación de todos los valores espurios existentes, cosa de por sí utópica. En este turbio panorama donde moran autómatas, entes cercenados moral y vitalmente, la sociedad le parece ser víctima de una funesta fatalidad donde sólo refulge nítidamente la imagen tormentosa y brutal de la muerte. En Similar a un patíbulo, texto XIX, declara: «[…] No puedo afirmar que siempre es nefasto el advenimiento de la muerte;/No puedo dejar de ver al mundo similar a un patíbulo,/donde todos seremos –finalmente- ejecutados[…]»(p. 27). Pero frente al obvio escepticismo que trasuntan estas páginas: «[…] Soy quien no sueña despierto,/Y merezco la calificación de escéptico:/Un rango que no se confiere y se gana mediante la Razón[…]», afirma en el texto No sueño despierto (p. 40), sin embargo su autor apuesta discretamente por una obvia esperanza al imponer, como creían algunos

El Oscuro procede/Y nada impide que con su<br />

develamiento, las cosas que proyecta/Se sucedan<br />

más allá de quien llaman El Supremo […]» (Elogio<br />

de la Palabra, p. 13). Por otro lado, la palabra<br />

escrita es igualmente instrumento esencial en<br />

nuestra guerra cotidiana, como sostén y defensa en<br />

un mundo hostil, carnívoro: «[…] Que mis enemigos<br />

se cuiden porque, a partir del alba,/Me transformo en<br />

palabras y todos me perciben en mayúscula[…]» (Elogio<br />

de la Palabra, supra). La palabra, pues, y por<br />

extensión la literatura, en un mundo que naufraga<br />

en la decadencia y donde el hombre se percibe<br />

como el verdugo del hombre, se arraiga y florece<br />

en los recovecos del espíritu brindándonos la<br />

posibilidad de una renovación interior, como<br />

queda determinado en el texto número XXV:«[…]<br />

La literatura es un encuentro permanente con la muerte<br />

y resurrección;/Es hallarme, de súbito, en un intenso y<br />

epistolar vínculo con quien seduce mi espíritu[…]» (p.<br />

37).<br />

La filosofía, hermana de la poesía, fuente original<br />

del asombro, es denigrada en nuestros días, y<br />

acorralada en los basureros del intelecto por la<br />

mente racionalista que amenaza devorarlo todo:<br />

«Obvia e intelectualmente inferiores, abundan<br />

criaturas/Que ven a la filosofía cual basura urbana

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