JIMÉNEZ URE ANTE LA CRÍTICA (REVISIÓN 2019) SELECCIÓN DE MOISÉS CÁRDENAS

Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure. Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure.

19.04.2019 Views

perversiones, aberraciones y vicios irredimibles donde se desdibuja cruelmente la condición humana y que el narrador presenta de forma cruda, sin embargo ya desde la publicación de su primer volumen en este género: Trasnochos, poemas, 1970-1986, publicado en 1987, pasando por Luxfero (1991) y Lucubraciones (1994), dicha escritura poética, asumida en medio de espacios de angustioso desvelo, de reflexión vital o de furor existencial se vino a constituir en una estancia propicia para el cultivo de sus meditaciones, intuiciones, visiones, de manera concisa, alejada un tanto de su torrencial caudal narrativo poblado de seres inquietantes, esperpénticos, de pesadilla. El mismo autor había declarado en el postscriptum de Trasnochos: «[…] La poesía es un género menos difícil que la prosa y, sin embargo, rara vez los críticos encaran a los tramposos y los flojos de la síntesis filosófica. Indistintamente, he dedicado igual tiempo a la narrativa, la poesía o el ensayo. Si antes no quise publicar poemas fue porque no sentí la urgencia de los literatotastros por acreditarme […]». Así, en algunos de sus cuentos, novelas o noveletas, el narrador JIMÈNEZ URE había insertado poemas suyos y de otros autores, o fragmentos de ellos, en boca de algún personaje con tono irónico o desolado. Incluso en su última

novela, Desahuciados (1999), el propio autor se incluye, con su segundo apellido, como un poeta apocalíptico de la Centuria XX, habitante de una anti-utopía ubicada en un país convulso en un futuro no muy lejano, e incluye varios textos, entre ellos uno de tono inquietantemente metafísico. Cito un fragmento del mismo: «[…]Morí y no se produjo el fin de los tiempos,/Sólo me fragmenté en la paz:/Una quietud condicionada,/Perdurable si logras trascender/Los espacios de luz donde somos[…]» Pero en el texto que nos ocupa, Confeso («Universidad de Los Andes», Vicerrectorado Académico, 2000), el tono y los temas del libro se encuentran bien alejados de inquietudes metafísicas; se centran, más bien, en la reflexión filosófica o existencial, la concreción de algunas obsesiones, el aforismo, la actitud irreverente, la recusación radical de ciertos valores políticos. Por ejemplo, en un fragmento del poema número XI, su autor sentencia con sorna: «[…] Al miserable que pretende dirimir mediante la ventaja/Que el Poder otorga, fíjale el día de su muerte y ríe durante la espera[…]»(Ríe). Por el contrario, en el texto número VII, nos dice su autor, el verdadero poder reside en el lenguaje del creador, cuya práctica debería asumirse como oficio sacramental: «[…] La palabra es el máximo y auténtico poder que de

novela, Desahuciados (1999), el propio autor se<br />

incluye, con su segundo apellido, como un poeta<br />

apocalíptico de la Centuria XX, habitante de una<br />

anti-utopía ubicada en un país convulso en un<br />

futuro no muy lejano, e incluye varios textos, entre<br />

ellos uno de tono inquietantemente metafísico.<br />

Cito un fragmento del mismo: «[…]Morí y no se<br />

produjo el fin de los tiempos,/Sólo me fragmenté en la<br />

paz:/Una quietud condicionada,/Perdurable si logras<br />

trascender/Los espacios de luz donde somos[…]»<br />

Pero en el texto que nos ocupa, Confeso<br />

(«Universidad de Los Andes», Vicerrectorado<br />

Académico, 2000), el tono y los temas del libro se<br />

encuentran bien alejados de inquietudes<br />

metafísicas; se centran, más bien, en la reflexión<br />

filosófica o existencial, la concreción de algunas<br />

obsesiones, el aforismo, la actitud irreverente, la<br />

recusación radical de ciertos valores políticos. Por<br />

ejemplo, en un fragmento del poema número XI,<br />

su autor sentencia con sorna: «[…] Al miserable que<br />

pretende dirimir mediante la ventaja/Que el Poder<br />

otorga, fíjale el día de su muerte y ríe durante la<br />

espera[…]»(Ríe). Por el contrario, en el texto<br />

número VII, nos dice su autor, el verdadero poder<br />

reside en el lenguaje del creador, cuya práctica<br />

debería asumirse como oficio sacramental: «[…]<br />

La palabra es el máximo y auténtico poder que de

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