JIMÉNEZ URE ANTE LA CRÍTICA (REVISIÓN 2019) SELECCIÓN DE MOISÉS CÁRDENAS

Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure. Críticos venezolanos y extranjeros opinan sobre la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure.

19.04.2019 Views

cuentos. Los breves me gustaron en particular. A veces, los largos me subyugaron como El corazón de las tinieblas de CONRAD. Ya contaba 20 años. Era en 1935. El año en que falleció el General Juan Vicente GÓMEZ, después de una dictadura ejercida como Presidente Constitucional o como Jefe del Ejército, el cual él mismo había creado. GÓMEZ, su poder, su terrible soledad. Con el tiempo, me fui apartando un poco del género narrativo al cual había sido fiel hasta los años 50. De allí en adelante, exigí algo más que leer historias bien o mal aderezadas. Elegí. El trabajo con la poesía me alejaba de la narrativa, cuando no encontraba en ella alimento para la inspiración poética y la aventura interior del espíritu. La literatura por la literatura misma empezó a aburrirme. La literatura es para algo más, pensaba, no sólo forma y técnica. Discriminé. Hallé aliento y pensamiento en GALLEGOS, LAWRENCE, HESSE, MALRAUX, HUXLEY; CÉLINE me asombró. Y así llegué a leer los primeros cuentos de JIMÉNEZ URE: quedé conquistado. El título era ya un hallazgo sugerente de misterio: Acarigua, escenario de espectros. Los publicaba unas ediciones desconocidas. Era en 1976. El librito contenía relatos atroces; todos podían llamarse con el título

de uno de ellos: Umbral de otros mundos. El personaje central, el protagonista inocultable, era la muerte; no como especulación filosófica o espiritual, sino como avasallante presencia en el aquí. JIMÉNEZ URE, a los 24 años, imagina once situaciones, once historias para la actuación de la muerte o, mejor dicho, para conocer la entrada hacia la muerte absoluta. Por lo tanto, sus invocaciones mortales no acceden al absoluto de la muerte, pero sí develan brutalmente la condición humana capaz de todo. Elucubración no propiamente de estética narrativa, sino de metafísica existencial, admitiendo que el hombre sopesa su cadáver. Estos cuentos iniciales, si bien mantienen la acción de muerte en el discurso escrito, revelan algo que pertenece a la Filosofía, al innatismo, a las búsquedas esotéricas; que lo pensado es más real que la realidad empírica y que la muerte física, anecdótica, accidental o buscada, el suicidio, el tormento, el crimen, son umbral de otro mundo sin reflejo. De modo que la obra toda de JIMÉNEZ URE se mantiene dentro de estos parámetros y da lugar al despliegue de situaciones límites, paroxismáticas, que operan como negativos de un arte de pensar insólito, donde fuerza las fronteras de la realidad para asomarse, en vano, hacia otro mundo, en un

cuentos. Los breves me gustaron en particular. A<br />

veces, los largos me subyugaron como El corazón de<br />

las tinieblas de CONRAD. Ya contaba 20 años.<br />

Era en 1935. El año en que falleció el General<br />

Juan Vicente GÓMEZ, después de una dictadura<br />

ejercida como Presidente Constitucional o como<br />

Jefe del Ejército, el cual él mismo había creado.<br />

GÓMEZ, su poder, su terrible soledad.<br />

Con el tiempo, me fui apartando un poco del<br />

género narrativo al cual había sido fiel hasta los<br />

años 50. De allí en adelante, exigí algo más que<br />

leer historias bien o mal aderezadas. Elegí. El<br />

trabajo con la poesía me alejaba de la narrativa,<br />

cuando no encontraba en ella alimento para la<br />

inspiración poética y la aventura interior del<br />

espíritu. La literatura por la literatura misma<br />

empezó a aburrirme. La literatura es para algo<br />

más, pensaba, no sólo forma y técnica.<br />

Discriminé. Hallé aliento y pensamiento en<br />

GALLEGOS, <strong>LA</strong>WRENCE, HESSE,<br />

MALRAUX, HUXLEY; CÉLINE me asombró.<br />

Y así llegué a leer los primeros cuentos de<br />

<strong>JIMÉNEZ</strong> <strong>URE</strong>: quedé conquistado. El título era<br />

ya un hallazgo sugerente de misterio: Acarigua,<br />

escenario de espectros. Los publicaba unas ediciones<br />

desconocidas. Era en 1976. El librito contenía<br />

relatos atroces; todos podían llamarse con el título

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