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LP marzo 2019 (1)

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CRUCERO<br />

Olinda, Brasil, bella y colonial<br />

Buena música de<br />

Nueva Orleans<br />

hasta Río<br />

Subite a un novedoso itinerario a bordo del Crystal<br />

Symphony, un barco de gran lujo.<br />

Texto GUIDO MINERBI Fotos CARMEN SILVEIRA<br />

Todos los colores de Willemstad,<br />

capital de Curaçao Arriba: Abajo:<br />

esculturas en Willemstad.<br />

Zarpamos de New Orleans -capital del “Dixieland”- y llegamos a Río de<br />

Janeiro, reino de la samba y la bossa nova, en 19 días.<br />

Navegamos por el majestuoso Mississippi hasta el Golfo de México. El río<br />

reflotó nuestra adolescencia y las aventuras de Tom Sawyer y Huck Finn de<br />

Mark Twain, quienes lo hicieron en una balsa mientras que nosotros en un<br />

barco con lujos como pocos.<br />

Ya en el Caribe, recordamos las aventuras del valiente Corsario Negro de<br />

Emilio Salgari. La primera escala fue en Grand Cayman, territorio de ultramar<br />

del Reino Unido. Tan famoso como paraíso fiscal como por sus amplias playas<br />

de arena coralina y mar turquesa. Frente al puerto, la isla parece un<br />

descomunal “duty free shopping”. Los vehículos van por la izquierda y esquivan<br />

variopintos gallos que se pasean orgullosos.<br />

La segunda isla del itinerario es parte de otro reino, el de Holanda. Amarramos<br />

en Willemstad, capital de Curaçao, muy cerca del centro. No hay gallos allí,<br />

sino inofensivas iguanas en las veredas. Un puente flotante sobre barcazas une<br />

las dos partes de la ciudad: Otrobanda y Punda. Ésta es más señorial, con<br />

casas estilo Ámsterdam, tiendas prestigiosas, bares y restaurantes refinados.<br />

Se habla holandés, pero todos manejan algo de inglés y español. El idioma<br />

local, el papiamento, es incomprensible para nosotros. Nos asombraron<br />

canales y puentes que parecen salidos de un cuadro de Van Gogh y un<br />

mercado flotante de frutas, verduras y pescado.<br />

El Symphony zarpó luego hacia Grenada, ex colonia de España, Francia y,<br />

finalmente, Inglaterra, con un mar que invita al buceo. Las especias son su<br />

producto principal. Sobresale la producción del 75 por ciento mundial de nuez<br />

moscada. Colón la descubrió y la llamó Concepción, pero no desembarcó<br />

porque los habitantes le parecieron poco amistosos.<br />

La última escala fue una isla en el Atlántico, que forma parte de la Guyana<br />

Francesa. Es la Ile Royale, parte de un archipiélago con la Ile du Diable (Isla del<br />

Diablo) y St. Joseph. Napoleón III hizo construir allí tres penitenciarías donde<br />

vivieron 80.000 reclusos. El más recordado fue Henri Charrière, autor de<br />

“Papillon”. La isla está hoy casi deshabitada: sus escasos habitantes hablan<br />

francés y se manejan con euros. Recubren estas islas espesas junglas tropicales<br />

llenas de monos del tamaño de perros medianos. Comen cocos de las<br />

palmeras y se entretienen tirando las sobras a los turistas que recorren los<br />

estrechos senderos. Por suerte, los monitos no tienen buena puntería…<br />

Tras esta esquirla de Francia, nos dirigimos a las brasileñas Recife y Salvador<br />

de Bahía antes de llegar a Río de Janeiro. En Salvador fue inevitable otra<br />

asociación literaria, pues allí ubicó Jorge Amado a su novela “Doña Flor y sus<br />

dos maridos”.<br />

El crucero concluyó en Río de Janeiro, “cidade maravilhosa”. Al entrar en la<br />

espléndida Bahía de Guanabara el crucero también había unido a las dos<br />

mayores capitales del Carnaval: el “Mardi Gras” de New Orleans y el<br />

“carnaval carioca” de las “escolas de samba”.<br />

crystalcruises.com<br />

Marzo <strong>2019</strong><br />

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