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CRUCERO<br />
Olinda, Brasil, bella y colonial<br />
Buena música de<br />
Nueva Orleans<br />
hasta Río<br />
Subite a un novedoso itinerario a bordo del Crystal<br />
Symphony, un barco de gran lujo.<br />
Texto GUIDO MINERBI Fotos CARMEN SILVEIRA<br />
Todos los colores de Willemstad,<br />
capital de Curaçao Arriba: Abajo:<br />
esculturas en Willemstad.<br />
Zarpamos de New Orleans -capital del “Dixieland”- y llegamos a Río de<br />
Janeiro, reino de la samba y la bossa nova, en 19 días.<br />
Navegamos por el majestuoso Mississippi hasta el Golfo de México. El río<br />
reflotó nuestra adolescencia y las aventuras de Tom Sawyer y Huck Finn de<br />
Mark Twain, quienes lo hicieron en una balsa mientras que nosotros en un<br />
barco con lujos como pocos.<br />
Ya en el Caribe, recordamos las aventuras del valiente Corsario Negro de<br />
Emilio Salgari. La primera escala fue en Grand Cayman, territorio de ultramar<br />
del Reino Unido. Tan famoso como paraíso fiscal como por sus amplias playas<br />
de arena coralina y mar turquesa. Frente al puerto, la isla parece un<br />
descomunal “duty free shopping”. Los vehículos van por la izquierda y esquivan<br />
variopintos gallos que se pasean orgullosos.<br />
La segunda isla del itinerario es parte de otro reino, el de Holanda. Amarramos<br />
en Willemstad, capital de Curaçao, muy cerca del centro. No hay gallos allí,<br />
sino inofensivas iguanas en las veredas. Un puente flotante sobre barcazas une<br />
las dos partes de la ciudad: Otrobanda y Punda. Ésta es más señorial, con<br />
casas estilo Ámsterdam, tiendas prestigiosas, bares y restaurantes refinados.<br />
Se habla holandés, pero todos manejan algo de inglés y español. El idioma<br />
local, el papiamento, es incomprensible para nosotros. Nos asombraron<br />
canales y puentes que parecen salidos de un cuadro de Van Gogh y un<br />
mercado flotante de frutas, verduras y pescado.<br />
El Symphony zarpó luego hacia Grenada, ex colonia de España, Francia y,<br />
finalmente, Inglaterra, con un mar que invita al buceo. Las especias son su<br />
producto principal. Sobresale la producción del 75 por ciento mundial de nuez<br />
moscada. Colón la descubrió y la llamó Concepción, pero no desembarcó<br />
porque los habitantes le parecieron poco amistosos.<br />
La última escala fue una isla en el Atlántico, que forma parte de la Guyana<br />
Francesa. Es la Ile Royale, parte de un archipiélago con la Ile du Diable (Isla del<br />
Diablo) y St. Joseph. Napoleón III hizo construir allí tres penitenciarías donde<br />
vivieron 80.000 reclusos. El más recordado fue Henri Charrière, autor de<br />
“Papillon”. La isla está hoy casi deshabitada: sus escasos habitantes hablan<br />
francés y se manejan con euros. Recubren estas islas espesas junglas tropicales<br />
llenas de monos del tamaño de perros medianos. Comen cocos de las<br />
palmeras y se entretienen tirando las sobras a los turistas que recorren los<br />
estrechos senderos. Por suerte, los monitos no tienen buena puntería…<br />
Tras esta esquirla de Francia, nos dirigimos a las brasileñas Recife y Salvador<br />
de Bahía antes de llegar a Río de Janeiro. En Salvador fue inevitable otra<br />
asociación literaria, pues allí ubicó Jorge Amado a su novela “Doña Flor y sus<br />
dos maridos”.<br />
El crucero concluyó en Río de Janeiro, “cidade maravilhosa”. Al entrar en la<br />
espléndida Bahía de Guanabara el crucero también había unido a las dos<br />
mayores capitales del Carnaval: el “Mardi Gras” de New Orleans y el<br />
“carnaval carioca” de las “escolas de samba”.<br />
crystalcruises.com<br />
Marzo <strong>2019</strong><br />
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