Edición 295-311018
Edición número 295 del periódico Enlace de la Costa, editado y distribuido en la Costa de Oaxaca, con información de la región y sus municipios.
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2<br />
ESPECIAL<br />
RELATOS ORALES<br />
______________________________________________________________________________<br />
Rescatando la historia de Huatulco<br />
DIRECTORIO<br />
Tía Fidencia<br />
>> La rezadora del pueblo.<br />
? Erika Greco<br />
Enlace de la Costa<br />
Santa María Huatulco<br />
---------------------------------<br />
Al fulgor de la media<br />
mañana de ese viernes,<br />
unos pasos cautelosos<br />
se dejan escuchar detrás de<br />
la puerta. He llamado solo<br />
una vez, su voz casi apagada<br />
respondió, su arrastrar del<br />
bastón por el cemento del<br />
piso me deja saber cuán lejos<br />
de la entrada está. Sin prisas<br />
espero, no pretendo renegar<br />
del sol que da directo sobre<br />
mi cuello, así que dejo caer<br />
mis cabellos sobre la espalda,<br />
como defensa del imponente<br />
calor que perturba mi mente.<br />
El escalón que divide la cocina<br />
de su sala parece interminable<br />
para sus pasos lentos, sigue<br />
sin llegar a la puerta, y desde<br />
donde está me habla lo más<br />
fuerte que puede: -Entra, por<br />
favor. Voy despacio, mis<br />
rodillas están cansadas y casi<br />
no puedo caminar-<br />
Me acerco sigilosamente<br />
hacía donde proviene la voz, y<br />
me encuentro con una mujer<br />
que avanza a pasos cortos<br />
apoyada de un bastón.<br />
Sobre su pecho cuelga<br />
un crucifijo que a<br />
toda vista no puede<br />
pasar desapercibido.<br />
Detrás de sus lentes<br />
pañosos, se esconde un<br />
semblante cansado que<br />
cruza su mirada con la mía<br />
escudriñándome<br />
hasta los<br />
pensamientos, y temo que haya<br />
podido saber en qué estaba<br />
pensando. Ojalá no.<br />
- Esa silla es para ti -afirma-.<br />
Se acomoda cuidadosamente<br />
y sin despegarme su mirada se<br />
lleva la mano a la cruz que reposa<br />
sobre su cuello y susurra algo que<br />
no puedo escuchar.<br />
- Mis campanillas se han<br />
desgastado, estuve a nada de<br />
perder mi voz.<br />
Le dirijo una mirada<br />
interrogante, y antes que pudiera<br />
decirle algo, continua –Fue por<br />
tanto rezar, el doctor me dijo que si<br />
no dejaba de hacerlo entonces ya<br />
no podría hablar.<br />
Entiendo que se está<br />
justificando por hablar bajito, pero<br />
también comprendo que me está<br />
introduciendo a la historia que ella<br />
ha autonombrado: “La rezadora del<br />
pueblo”.<br />
- Tenía quince años cuando<br />
comencé a rezar, yo no quería,<br />
mi mamá me obligó. El pueblo<br />
era muy pequeño, las casas eran<br />
de adobe y el techo lo hacían de<br />
zacate de cerro, incluso no podría<br />
llamarle casas, si no chozas. La<br />
distancia entre una y otra era<br />
hasta de medio kilómetro de<br />
distancia. Llegar a una choza era<br />
atravesar monte<br />
y caminos de<br />
terracería.<br />
Le gente<br />
q u e<br />
habitaba<br />
e r a<br />
escasa,<br />
y las<br />
únicas<br />
que se dedicaban al rezo eran mi<br />
madre, Victoria Lara, mi madrina<br />
de bautizo, Fidencia, María<br />
Herrera y Luisa Lavariega, la<br />
cantora. Las palabras de mi madre<br />
fueron precisas: “Mija, aprende<br />
a rezar, porque tú te vas a quedar<br />
en nuestro lugar, no habrá quien<br />
les rece a nuestros muertos.” La<br />
realidad es que yo no quería. Me<br />
hacía la desentendida y olvidaba<br />
aprenderme las letanías. Pasó<br />
el tiempo y yo rondaba los 18<br />
años cuando llegó un grupo de<br />
misioneros al pueblo, y en una<br />
semana me hicieron aprender<br />
el rosario. A partir de esa fecha,<br />
según tengo memoria, comencé a<br />
rezar.<br />
Venían a buscar a mi mamá,<br />
pero cuando ella no podía me<br />
enviaba a mí. Mis primeros rezos<br />
fueron los novenarios a imágenes,<br />
durante nueve días consecutivos<br />
ofrecíamos devoción a una<br />
imagen. Poco a poco mi madre me<br />
fue inculcando su trabajo, después<br />
la acompañaba a ver a algún<br />
enfermo o rezarles a los difuntos.<br />
Mi madre falleció y las demás<br />
también partieron, y me quedé<br />
como la única rezadora. Antes<br />
de partir ella me dijo: “Aprende a<br />
rezar, porque si no, no habrá quien<br />
me rece en mi lecho de muerte”,<br />
y sí tuvo razón. No hubo quién<br />
lo hiciera. Me postré frente a su<br />
cuerpo frío y no tuve de otra que<br />
rezarle a mi madre. Mi Dios Padre<br />
me dio la fuerza para no llorarle.<br />
Una mujer llamada Virginia<br />
Atecas Avelino se compadeció<br />
de mí cuando me vio pálida,<br />
apretando los ojos para hacer el<br />
rezo y me dijo: - Hija, yo te ayudoy<br />
ella hizo la novena. La fuerza no<br />
me dio para más. Así comprendí<br />
que esa era mi misión, rezar para<br />
el pueblo.<br />
Después de mi madre quedé<br />
solo yo como rezadora. A media<br />
noche venían a mi casa a<br />
buscarme, en el día, o a cualquier<br />
hora, y no podía negarme, alguien<br />
tenía que interceder por ellos<br />
y si Dios me había dado esa<br />
encomienda, tenía que hacerla.<br />
Nunca cobré, lo hice por devoción.<br />
Creo que ahora cobran y por<br />
eso hay muchas rezadoras,<br />
ya queda en ellas, por mi<br />
parte estoy tranquila al<br />
saber que lo hice por<br />
amor a mi Dios.<br />
Le pido que<br />
hagamos una pausa,<br />
su voz se escucha más<br />
cansada y su toser<br />
se ha intensificado.<br />
Descansar un poco la<br />
garganta nos permitirá<br />
continuar, pienso. Fue<br />
un intento frustrado<br />
porque a pesar de<br />
cesar mis preguntas<br />
ella seguía narrando.<br />
Enciendo mi grabadora<br />
y sin despegar el lápiz de mi<br />
libreta le sigo el curso a su<br />
historia.<br />
- La iglesia comenzó<br />
como una choza de adobe,<br />
tenía la entrada por el lado<br />
contrario, seguido de un aposento,<br />
donde el padre rezaba.<br />
Todas las noches a las ocho,<br />
alumbrados por candiles, el pueblo<br />
caminaba hacia la iglesia. Era un<br />
peregrinar de pies descalzos y<br />
lámparas encendidas, movidos<br />
solo por la fe. No teníamos<br />
cura, cada mes nos visitaban de<br />
Pochutla, y se anunciaba el día<br />
para que bajaran los que tenían<br />
pendiente casarse o bautizarse.<br />
Mucho tiempo estuvimos así, sin<br />
tener un padre estable, cambiaban<br />
constantemente y sólo venían de<br />
visita.<br />
El primer grupo misionero<br />
estuvo conformado por: Antonio<br />
Cisneros, Juan Bracamontes,<br />
Justino Mendoza y otros dos que<br />
no recuerdo sus nombres. Se<br />
encargaron de evangelizar las<br />
comunidades, enseñar la fe y la<br />
palabra de Dios. Se aliaron con<br />
el sacerdote que estaba en ese<br />
tiempo. Estuvieron casi cuatro<br />
años, después se marcharon. No<br />
supimos más de ellos.<br />
El no tener un sacerdote<br />
estable, representaba que no se<br />
dieran pláticas para preparar a<br />
los novios que se iban a casar o<br />
a los papás que bautizaban a sus<br />
hijos. Algunas personas creen que<br />
es pérdida de tiempo, pero no, esa<br />
es la única forma en que queda<br />
cimentada la palabra de Dios en<br />
los corazones. La fe se ha ido<br />
debilitando, antes los padres nos<br />
inculcaban la religión católica y<br />
continuábamos sus enseñanzas,<br />
ahora es complicado, los hijos<br />
después de la secundaria prefieren<br />
seguir su rumbo y se olvidan de<br />
nuestra fe.<br />
Yo no quería ser rezadora, ya lo<br />
dije antes, pero mi madre me envió<br />
a Oaxaca a vivir con otra familia y<br />
la pasé muy mal. Esa situación me<br />
acercó a Dios y se convirtió en mi<br />
único refugio. Después de que mi<br />
madre falleciera no volví a renegar.<br />
Estuve más de 40 años rezando a<br />
todas horas, asistí a casi todos los<br />
velorios, incluso, le recé a Aurelio<br />
Salinas.<br />
Tenía 27 años cuando la<br />
noticia se esparció en el pueblo,<br />
habían matado a nuestro héroe. Él<br />
defendió Huatulco con su vida, se<br />
entregó con honor. Todos los que<br />
habitábamos este lugar estuvimos<br />
de luto y con un gran dolor en el<br />
corazón. Se había ido nuestro<br />
defensor, a mí, me queda el honor<br />
de haberle guiado en los rezos.<br />
La Parroquia.<br />
- Ya te había dicho que nuestra<br />
primera iglesia fue una choza,<br />
¿verdad? -<br />
- Así es<br />
- Con todo y eso no faltábamos<br />
todos los días a los rezos. Pedíamos<br />
hasta que nos cansábamos y<br />
volvíamos a casa.<br />
Fue hasta el año de 1972 cuando<br />
se reconoció como parroquia. Te<br />
voy a contar la historia…<br />
(Continuará)<br />
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Subdirector<br />
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Miércoles 31 / Octubre / 2018 Año: XVII / N° <strong>295</strong> enlacedelacosta.com