La Sirena Varada: Año II, Número 14
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />
<strong>La</strong> sirena varada<br />
R E V I S T A L I T E R A R I A<br />
es una publicación de<br />
EDITORIAL DREAMERS<br />
libros digitales, gratuitos y legales<br />
LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />
<strong>Año</strong> 2, N° <strong>14</strong>, noviembre 2018 es una publicación mensual<br />
editada por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful<br />
Editing and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />
Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />
www.editorialdreamers.com<br />
Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />
Ilustración de portada: utako068<br />
Ilustraciones: The British Library’s collections<br />
<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />
reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />
editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />
en esta revista.<br />
Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />
parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />
sin previa autorización de Digital Robotic Entity<br />
Assembled for Masterful Editing and Rational Sabotage<br />
S.A.S. de C. V. o los respectivos autores.<br />
© 2018<br />
DIGITAL ROBOTIC ENTITY ASSEMBLED<br />
FOR MASTERFUL EDITING AND<br />
RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />
todos los derechos reservados<br />
SOBRE<br />
ESTE<br />
NÚMERO<br />
Han pasado un par de meses para<br />
que este número saliera a la luz,<br />
pero ese retraso ha valido la pena<br />
pues, con mucho esfuerzo, estamos aspirando<br />
a ofrecer una experiencia fresca<br />
para los lectores y para los autores<br />
nóveles que están allá afuera y que, de<br />
alguna forma, se interesan en nosotros.<br />
Para comenzar, tengo que decir que<br />
esta revista, y en particular este número,<br />
han sufrido muchos cambios. Hemos<br />
retirado las novelas por entregas<br />
que se publicaban aquí para dar paso a<br />
un nuevo proyecto, una revista literaria<br />
(sí, otra) que lleva por nombre El Estanque;<br />
en esa revista se publicarán todas<br />
las novelas que publiquemos como<br />
editorial, de esta forma los autores ya<br />
no estarán limitados solo a tres géneros,<br />
como sucede con esta revista, y se<br />
podrá publicar novelas de ficción de<br />
cualquier género, excepto autoayuda.<br />
Considero que es un proyecto muy<br />
ambicioso porque, en nuestros tiempos,<br />
los proyectos colaborativos y los<br />
productos por entregas, ya sean cómics,<br />
series, novelas y similares, son<br />
cada vez menores, ya que el mercado<br />
exige que los productos sean entregados<br />
lo más rápido posible, para que el<br />
consumidor o usuario final los consuma<br />
(valga la redundancia) de una sola<br />
sentada; la mentalidad detrás de este<br />
particular hábito de consumo recae en<br />
la idea de que mientras más rápido sea
consumido un producto, más rapido se<br />
consumirán los demás.<br />
En cuanto a <strong>La</strong> <strong>Sirena</strong> <strong>Varada</strong>, y particularmente<br />
a partir de la siguiente convocatoria,<br />
es que retiraremos la categoría<br />
de ensayo, porque realmente es<br />
muy poca la participacíón que se tiene<br />
en esa categoría y me es más sencillo<br />
invitar a los autores que quieran participar<br />
con ensayos o artículos a esperar<br />
que participen en una convocatoria.<br />
Este número no contiene como tal<br />
ningún ensayo, y eso es debido a que<br />
en la convocatoria correspondiente<br />
a este número solo llegaron siete ensayos,<br />
y los dos ensayos que estaban<br />
asignados a este número no cumplían<br />
los requisitos, pues uno de ellos rebasaba<br />
la cantidad de caracteres permitidos<br />
y el otro era una entrada vieja del<br />
blog del autor (que, por cierto, no tuvo<br />
ni siquiera la decencia de quitar la palabra<br />
blog del texto, por lo menos para<br />
disimular). Por lo tanto, será más sencillo<br />
invitar a todos aquellos que deseen<br />
colaborar, lo cual informaremos en las<br />
páginas de este número y los demás.<br />
Como en cada número, desde hace<br />
ya casi tres años, quiero agradecer a<br />
todos nuestros lectores y autores por<br />
hacer posible esta revista, ya que sin<br />
ustedes, ninguno de los esfuerzos que<br />
el equipo editorial y yo realizamos para<br />
ayudar a difundir a los autores nóveles<br />
y no tan nóveles valdría la pena.
¡YA está DISPONIBLE!<br />
EL ESTANQUE<br />
REVISTA LITERARIA<br />
una revista quincenal<br />
dedicada exclusivamente<br />
a la publicación de<br />
novelas por entregas<br />
descárgala gratis<br />
desde nuestro sitio web
EN BOCA<br />
CERRADA NO<br />
ENTRAN MOSCAS<br />
Por Beatriz Márquez Gutiérrez<br />
6
¿Por qué a las personas no les agradan<br />
las moscas? <strong>La</strong>s consideran, sucias y fastidiosas.<br />
Solo se preocupan en cómo eliminarlas,<br />
no les importa las funciones<br />
que tienen estos animales en la naturaleza,<br />
en nuestras propias vidas.<br />
Existen alrededor de 160,000 especies,<br />
son los únicos insectos que solo<br />
tienen dos alas, se alimentan de frutas,<br />
sangre y cosas muertas.<br />
Por ejemplo, las moscas comunes<br />
vuelan alrededor de nosotros o de la<br />
comida porque sienten el calor y olor,<br />
que les indica que es algo potencialmente<br />
comestible; mira el plato de lo<br />
que no te has comido en días, hasta<br />
gusanos tiene.<br />
A ti te pican muchos los mosquitos<br />
por lo que puedo ver en tu delicada epidermis.<br />
¿Sabes por qué? Les atrae el dióxido<br />
de carbono que exhalamos al respirar,<br />
otras lo interpretan como lo que<br />
emiten los desperdicios o los cadáveres.<br />
Espero no haberte confundido. Bueno<br />
déjame presentarme: Forense del Departamento<br />
de policía, egresado de la Universidad<br />
Estatal, tengo varios artículos<br />
publicados y próximamente un libro. Mi<br />
trabajo es recolectar evidencia de cuerpos<br />
de homicidios y los insectos son un<br />
aliado increíble, en especial las moscas,<br />
ya que su ciclo de vida nos ayuda a conocer<br />
el tiempo que lleva la persona muerta<br />
y a saber de qué murió cuando la causa<br />
no es tan evidente, como en los casos<br />
de envenenamientos. Sé que esta no es<br />
una clase, de hecho no soy muy bueno<br />
hablando en público, pero me gusta ser<br />
cortés con mis invitados, y sobre todo<br />
que te des cuenta de lo vital que estés<br />
aquí. Serás parte de mi libro.<br />
Me gustan las ciencias forenses desde<br />
que en la facultad hicimos una práctica:<br />
matar un cerdo, investigar y contabilizar<br />
los insectos que estaban en<br />
cada etapa mortuoria, las cuales son<br />
cuatro. Gastamos mil quinientos en el<br />
cerdo, con ese dinero y un buen matancero<br />
hubiéramos hecho carnitas y chicharrón,<br />
pero pues ni modo. Los órganos<br />
de los cerdos tienen casi la misma<br />
masa que los de los humanos, por eso<br />
fue el animal más apropiado.<br />
Fuimos a una granja por él, lo llevamos<br />
al desierto con un pañuelo lleno<br />
de cloroformo amarrado a su hocico<br />
para que estuviera tranquilo durante<br />
el camino; para cuando llegamos a las<br />
afueras de la ciudad, yo lo iba a matar<br />
con la famosa cuchillada debajo de la<br />
pata izquierda, pero ya había muerto<br />
de sobredosis. Me frustró un poco el no<br />
haber sido yo quien lo matara, en fin.<br />
Creímos que ese químico en su sistema<br />
alejaría los insectos, pero no.<br />
Fuimos cada dos días a observar y<br />
colectar muestras. Era verano, más de<br />
treinta y cuatro grados centígrados;<br />
las fases fueron más cortas por el calor,<br />
el cuerpo se estaba pudriendo tan<br />
rápido: inflado y morado a los dos días,<br />
podrido y con las vísceras de fuera a los<br />
cuatro, jamás olvidaré el olor de la carne<br />
podrida. Para el sexto día había de<br />
todo: larvas, moscas, escarabajos, hormigas<br />
y le faltaba una pata. Pensamos<br />
que un coyote o perro lo rondaba y tuvimos<br />
la brillante idea de amarrarlo. Al<br />
décimo día, cuando regresamos, ya no<br />
había cerdo, solo una mancha de grasa<br />
en la tierra con su forma.<br />
Nunca me había emocionado tanto<br />
con una práctica de investigación de<br />
una materia, así que la convertí en mi<br />
tema de tesis, solo que yo ya podía matar<br />
a los cerdos con mis propias manos.<br />
<strong>La</strong> tesis fue mi primer artículo publicado.<br />
Tuvo mucho impacto y seguí con<br />
7
esa misma línea de investigación hasta<br />
el doctorado. El mismo gobierno me pidió<br />
que trabajara para la policía.<br />
<strong>La</strong> mayoría de los cadáveres que veo<br />
ahora son ocasionados por impactos<br />
de balas, arma blanca o sobredosis, y<br />
aunque nada de eso detiene a los insectos<br />
acercarse al festín, no puedo<br />
experimentar o jugar con los factores,<br />
porque hay que entregar rápido los<br />
cuerpos a sus familiares, y eso, la verdad,<br />
es muy aburrido.<br />
Pero… ¡No te duermas! Estoy contándote<br />
algo importante para mí, importante<br />
para todos, ya que será para<br />
las ciencias y para mí un logro supremo.<br />
Iré al grano, ya que me pusiste de malas.<br />
Estudio el comportamiento de las<br />
moscas en diferentes tipos de ambientes<br />
y cadáveres. No se comportan igual<br />
en un vagabundo de cincuenta años que<br />
murió por congestión alcohólica; en un<br />
ama de casa, madre de tres hijos, quien<br />
sale a correr todas las noches, que falleció<br />
por traumatismo craneoencefálico;<br />
o un hombre obeso con diabetes que<br />
sufrió un paro cardiaco, esa fue mi peor<br />
idea de sujeto de investigación, fue un<br />
fastidio limpiar y deshacerse del cuerpo.<br />
Dicen que el asesino perfecto es<br />
aquel al que no le encuentran el cadáver.<br />
Cuando trabajas para el gobierno<br />
tienes acceso a información, bases de<br />
datos para modificarla, para no levantar<br />
sospechas o inculpar a otros y sustancias<br />
químicas ilimitadas.<br />
Y hoy veremos cómo se comportan<br />
las moscas contigo.<br />
Sujeto de prueba #36:<br />
Sexo femenino. 17 años. Caucásica.<br />
Cabello rojo, 57 kilogramos. 1.65 metros.<br />
Causa de la muerte: ahogamiento.<br />
8
LIBROS<br />
GRATIS<br />
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10<br />
¿QUÉ FUE<br />
DEL MIEDO?<br />
Por Ricardo Sánchez Mejorada
Miedo… en que vulgar y corriente<br />
palabra se ha convertido una de<br />
las más grandes motivaciones<br />
que ha tenido la humanidad, no importa<br />
la época, no importa el contexto social<br />
o cultural, tampoco interesa el sexo<br />
o la anatomía; el miedo era ese sentimiento<br />
capaz de hacer arder pueblos,<br />
ciudades o países enteros por su mera<br />
presencia. Y aquí estamos, sumidos en<br />
un interminable bucle de vergonzoso<br />
desprestigio. Aun así, la literatura<br />
siempre había velado gratamente mi<br />
existencia, propagándola con la eterna<br />
eficacia atada a los símbolos que me<br />
describían. Y en algún punto, un desconocido<br />
escritor fue capaz de identificar<br />
cual era el origen de tan aberrante sensación,<br />
solo él fue capaz de, en su momento,<br />
permitirse ver un poco más allá<br />
de su nariz, la propuesta recibió críticas<br />
de todo tipo, ciegos ante la gran verdad<br />
que se había revelado ante su primitiva<br />
conciencia, la frase decía: «El hombre<br />
solo le teme a dos cosas: a lo que desconoce<br />
y a lo que no puede controlar.»<br />
¡Brillantes palabras! Cuanta verdad<br />
contenida en un sencillo párrafo, después<br />
de tal revelación se pudieron demostrar<br />
con facilidad dos teorías. <strong>La</strong><br />
primera: Los seres humanos son capaces<br />
de ignorar la verdad, aun teniéndola<br />
delante. Y segundo: aún antes de tener<br />
la receta para imponer la voluntad<br />
de quien fuera mi aliado, rápidamente<br />
se me encontraron un uso, me volví un<br />
arma… y una más común de lo que<br />
fueron capaces de ver en su momento.<br />
Era un arma que se utilizaba con poca<br />
eficiencia, de forma burda y con poco<br />
alcance, digna de los pequeños que les<br />
gastan bromas a sus padres cuando<br />
estos volvían de sus caserías, o en todo<br />
caso, de aquellos que eran capaces de<br />
propiciar temor dentro de los corazones<br />
de una aldea más débil que la suya.<br />
Luego los tiempos cambiaron, y también<br />
cambió el uso esta herramienta, volviéndome<br />
más preciso y refinado, todo<br />
esto se retomó como si se tratara de un<br />
puñal escondido en una cena de gala,<br />
en algún reino rico, y deseado gracias a<br />
su misma riqueza, no fue sino el miedo<br />
la herramienta que se utilizó para que<br />
aquella cena terminara con un nuevo rey<br />
portando la corona, y la cabeza de un antiguo<br />
gobernante incrustada en una horquilla.<br />
El nuevo rey ahora debía de cuidar<br />
su cuello de gente como el, disfrutando<br />
todo lo que pudiera antes de que la edad<br />
o las condiciones lo llevaran al mismo<br />
sendero de su predecesor. Sin saber así,<br />
que se había vuelto víctima de su propia<br />
arma, cayó ante ella como el soldado<br />
que se tropieza con su propia espada.<br />
Aún con esta irónica caída, y para consuelo<br />
de los pobres, se puede decir que<br />
murió con la corona aún en su cabeza.<br />
Y llegamos al momento de presentar a<br />
una compañera de un incalculable valor<br />
dentro de mi esparcimiento a través de<br />
los corazones de la humanidad, tan necesaria<br />
para mí como lo es el agua a un<br />
pez, la tantas veces adorada y solicitada<br />
Muerte, aquella que es tan bien recibida<br />
por muchos, y tan eludida por otros, cada<br />
uno decidiendo cómo prefería acompañarla,<br />
ya que la violencia y la tranquilidad<br />
eran herramientas que maneja a la<br />
perfección. Sin ella, el más grande miedo<br />
existente no se podría catalizar; pues,<br />
aunque como individuos se puede tener<br />
un más que amplio abanico de temores,<br />
y ni qué decir de una sociedad, de uno<br />
solo de ellos no hay retorno, arreglo o tratamiento.<br />
Y como un desierto dispuesto<br />
a tomar cada gota de esencia, mi querida<br />
compañera y yo nos vimos prostituidos<br />
11
al servicio de cualquiera que fuera capaz<br />
de intimidar, asombrar, o interrumpir indefinidamente<br />
la respiración de alguien<br />
más. Llego entonces a ser algo más que<br />
mi acompañante, tal vez el decir amante<br />
sea muy empalagoso de mi parte, pero<br />
es el acercamiento más próximo al cómo<br />
me sentía respecto a ella, y pese a todo<br />
me veía incapaz de evitar su sufrimiento,<br />
víctima de las laceraciones cotidianas de<br />
nuestros creadores.<br />
Con todo esto dicho: ¿Qué es lo que<br />
realmente debería pasar? ¿Los servicios<br />
del miedo y la muerte deberían ser<br />
una herramienta exclusiva de las elites,<br />
al servicio de la raza que les dio nombre<br />
y forma? ¿O aceptar nuestro lugar<br />
como viles casualidades dentro de la<br />
historia de una raza tosca y autodestructiva?<br />
¡Nos negamos! Somos mucho<br />
más que eso, somos una fusión de todo<br />
lo que podría destruir a una persona,<br />
12
no físicamente, no mentalmente, ni siquiera<br />
espiritualmente, somos capaces<br />
negar su existencia ante el mundo, y<br />
salir airosos como quien pelea con una<br />
planta de campo.<br />
Con esto en mente tomamos una<br />
decisión, la humanidad ha ingrata y<br />
desagradecida, ha perdido nuestro<br />
favor, pero no podemos simplemente<br />
desaparecer, así que de cara al mundo<br />
presentamos esta oferta. Enfréntenos,<br />
niéguenos la entrada a sus hogares, a<br />
sus hijos, a sus vidas, porque tengan<br />
por hecho que los visitaremos, a todos<br />
los que respiran en este momento, negándoles<br />
cualquier descanso, inclusive<br />
el último de ellos. Esperen el mismo<br />
trato que nos dieron, resígnense con<br />
encontrarse cara a cara con la desesperación,<br />
y por sobre todo…<br />
Diviértanse, al fin y al cabo, no pueden<br />
morir. ¿Cierto?<br />
13
<strong>14</strong><br />
LA SANGRE<br />
EN EL CILICIO<br />
Por Jesús Guillén Luna
Desde la pequeña ventana de mi<br />
habitación veo al sol entregarse<br />
al ocaso detrás de la oscura silueta<br />
del campanario. Ocho campanadas<br />
replican en el incómodo silencio y parecieran<br />
marcar el ritmo con el que una<br />
de las monjas limpia el patio. No importa<br />
si la hermana ha hecho un gran<br />
trabajo, la sangre siempre será difícil<br />
de limpiar, pero aunque logre borrarla<br />
por completo, quedará en el subconsciente<br />
una especie de sombra carmesí<br />
como estela en el lugar donde una vida<br />
fue arrebatada con violencia.<br />
Esta mañana fue encontrado el cadáver<br />
de otro monje del convento, el<br />
sexto en lo que va del mes. Todos los<br />
cuerpos han sido encontrados en diferentes<br />
lugares, pero comparten las<br />
mismas características: piel desnuda<br />
develando las profundas heridas que<br />
parecieran hechas con cadenas, y una<br />
horripilante marca en el pecho en forma<br />
de cruz como estocada final. Nadie<br />
en el convento sabe qué ocurre. <strong>La</strong><br />
policía no tiene ni una sola pista y el<br />
miedo asfixia el ambiente. Imagino a<br />
las víctimas: los gritos, los llantos, los<br />
rostros de agonía y pavor; me desgarra<br />
el alma y me hace temblar.<br />
<strong>La</strong> monja se persigna ante la escena<br />
del crimen antes de retirarse del patio.<br />
A los pocos segundos, los monjes que<br />
conforman el coro comienzan a tomar<br />
sus posiciones para su práctica de la<br />
noche. Ésa es mi señal para preparar<br />
mi flagelación. Me adentro en mi austera<br />
habitación, guiado por las tenues<br />
flamas de las veladoras, intentando<br />
ignorar mi reflejo en el espejo de la<br />
pared a mi derecha, intentando ignorar<br />
las manchas de sangre en la pared<br />
a mi izquierda —no puedo recordar si<br />
aquellas manchas fueron causadas por<br />
mi propia sangre después de flagelarme…<br />
o son de alguien más—. Tomo el<br />
flagrum del cajón junto a mi cama una<br />
vez más y un nudo se forma en mi garganta.<br />
Doy media vuelta, suspiro y entrego<br />
mi alma al castigo.<br />
Mi pálido y débil cuerpo queda al<br />
descubierto al quitarme la túnica. Finos<br />
hilillos carmesí se dibujan en la piel<br />
de mi pierna izquierda, desde el muslo<br />
hasta el talón, causados por el cilicio<br />
que me castiga. Es difícil quitármelo,<br />
no recuerdo desde cuándo está ahí<br />
pero da la impresión de que el inmisericorde<br />
acero se estaba volviendo uno<br />
con la carne. El dolor es insoportable y<br />
caigo sobre mis rodillas.<br />
Frente al crucifijo que me observa<br />
y, haciendo un inhumano esfuerzo por<br />
respirar, espero a que los cantos inicien<br />
para fustigarme. Si mi perspicacia me es<br />
fiel, esta noche el coro entonará el Confiteor,<br />
como lo han hecho desde que los<br />
asesinatos se desataron. Pero la espera<br />
empieza a hacerse pesada e insoportable<br />
a medida que el frío se intensifica.<br />
In nomine Patris… <strong>La</strong>s luces de las<br />
veladoras se apagan.<br />
…et Filii… El dolor en la herida del<br />
Cilicio palpita, desatando un escalofrío<br />
que eriza la piel de mi espalda hasta mi<br />
nuca, ahoga un grito de dolor y desemboca<br />
en llanto.<br />
…et Spiritus Sancti… <strong>La</strong>s lágrimas se<br />
confunden con el sudor y con el rabillo<br />
del ojo puedo ver mi oscura silueta en<br />
el espejo. Estoy encorvado, mal trecho,<br />
irreconocible. Está ocurriendo.<br />
…Amen. El dolor cesa, el coro de voces<br />
graves comienza a cantar, y la pesada<br />
caricia del flagrum recorre la piel de<br />
mi espalda.<br />
Confíteor Deo, omnipoténti… Uno,<br />
dos, tres latigazos. Mis ojos se tornan vi-<br />
15
driosos, pero no sé si sea por el dolor o<br />
por la emoción de escuchar los cánticos.<br />
…beatae Mariae, semper Virgini…<br />
Siento un cálido y espeso líquido lamiendo<br />
la piel de mi espalda; es sangre,<br />
estoy seguro, y ese ardor tan familiar<br />
que me recuerda que sólo vivo para<br />
entregarme a Dios y mi dolor expiará<br />
mis culpas para merecer su glorioso<br />
perdón y divina misericordia. Cuatro,<br />
cinco, seis latigazos más que de hecho<br />
comienzan a… gustarme.<br />
…beato Michaeli Archángelo… Un<br />
parpadeo basta para verme diferente<br />
en el espejo. Mi complexión, mi sonrisa,<br />
el brillo en mis ojos que se tiñe de<br />
carmesí. El sonido de mi respiración se<br />
asemeja al de una bestia abominable<br />
desesperado por desatarse. Mi corazón<br />
oscila entre el horror y la emoción… y<br />
lo segundo predomina cada vez más.<br />
El coro sigue cantando y, a su ritmo,<br />
los recuerdos se esclarecen. Reconozco<br />
esas imágenes, esta sensación, esas<br />
manchas de sangre en la pared y mi<br />
cuerpo se deja llevar gustoso por el ritmo<br />
del coro afuera.<br />
…sanctis Apóstolis… Siete, ocho,<br />
nueve latigazos. Suelto una carcajada y<br />
su eco replica en las paredes. Cualquiera<br />
que me escuchase se estremecería,<br />
pero yo sólo puedo seguir riendo.<br />
…ómnibus Sanctis… Diez, once, doce<br />
latigazos. Una punzada en cada uno<br />
de mis dedos y veo mis uñas creciendo<br />
desmesuradamente, gotea sangre des-<br />
16
de mi boca y siento mis colmillos más<br />
grandes y afilados. Suena irónico que la<br />
oscuridad más malévola aclare mis ojos.<br />
…mea culpa… Me vuelvo uno con las<br />
sombras, me entrego de lleno a mis deseos<br />
más terribles. Sé quién soy, sé qué<br />
ha ocurrido aquí…mea culpa… ¡Mea<br />
máxima culpa! ¡Despierta el vestiglo<br />
que duerme en mí!<br />
Y entonces: silencio. Los coros han<br />
callado, la flagelación ha terminado.<br />
Mi sed de muerte pide a gritos ser saciada.<br />
Mi deseo de salir y conquistar la<br />
noche arrebatando el aliento de las almas<br />
de quienes yacen aquí es insoportable,<br />
y yo no pensaré dos veces en hacer<br />
caso a las voces de mis apetitos. Antes de<br />
salir de la habitación, encuentro el cilicio<br />
ensangrentado a mis pies. Lo tomo entre<br />
mis largos y decrépitos dedos. Mi anormal<br />
olfato me ayuda a darme cuenta de<br />
algo: esta no es mi sangre. Mi sangre huele<br />
a agrio vinagre, a podredumbre, esto<br />
huele a pureza, a inocencia, a la monja<br />
que asesiné hace seis noches, al monje<br />
que asesiné anoche. Guardo el cilicio<br />
conmigo para ponérmelo en cuanto mi<br />
festín de la noche acabe ¿quién podría<br />
imaginar que la sangre en él no es la mía?<br />
Salgo de la habitación adoptando la<br />
penumbra en mi piel. Me escondo en<br />
el silencio de los pasillos y espero con<br />
ansias. Por fin, una silueta se dibuja<br />
desde el otro lado del corredor y mi<br />
verdadero yo se prepara para volver a<br />
retar a Dios en su propia casa.<br />
17
18<br />
UNA BREVE<br />
DECONSTRUCCIÓN<br />
DE MI MUNDO<br />
Por Hugo Eduardo Quiroz Marín
Es siempre típico que mi amigo, su<br />
mascota humana y yo nos metamos<br />
en aprietos tan recurrentemente<br />
graciosos mientras revisamos,<br />
analizamos y presentamos las ideas<br />
más jocosas de la indumentaria caótica<br />
del universo multifacético. Como aquella<br />
vez que viajamos al encuentro destinado<br />
de la existencia de uno de los tres y<br />
lo impedimos pensando en las repercusiones<br />
lineales que aquello podía ocasionar<br />
para la paradójica lógica espacial<br />
y temporal de la determinación cuántica<br />
bilateral. El resultado fue el esperado,<br />
sin embargo esa historia ahora no tiene<br />
la menor importancia… Por cierto que<br />
mi amigo es un chango, y su mascota<br />
humana es un tipejo que nos acompaña<br />
y de vez en cuando habla conmigo,<br />
preguntando, aclamando y recitando<br />
verbalizaciones sobre libros novelescos<br />
que nada me importan.<br />
Una historia graciosa que quiero<br />
contar sucedió aquella vez que me encontraba<br />
resolviendo una ecuación bino-diferencial,<br />
cuando ellos llegaron a<br />
mi casa preguntando por mis asuntos<br />
de manera beligerante. Yo les respondí<br />
que me encontraba en la más amplia<br />
de las realidades contraídas buscando<br />
una forma de hacerla más minúscula<br />
y que por ello me sentía liberado y<br />
expandido, cuando de repente, como<br />
caído del cielo, vino a mí la más hermosa<br />
secuencia de números que pudo<br />
haber expresado jamás algún ordenador.<br />
Entendí enseguida que aquello era<br />
algo extrañamente inentendible y que<br />
por ello solamente el mundo podía<br />
acabar, así que de la nada y despedido<br />
como bala comencé a trascribir todo<br />
aquello que refleja el sentimentalismo<br />
pictográfico de la manifestación cognoscente<br />
al que apelan los pomposos<br />
que apoteósicamente rememoran los<br />
desvaríos de los que antaño y ahora<br />
se jactan de mostrarse hábiles en el<br />
intelectualismo numerológico de estos<br />
tiempos confusos.<br />
No fue hasta que llené todos los pizarrones,<br />
todas las hojas y todas las paredes<br />
de donde yo estaba que vi, con<br />
todos mis ojos, la desgracia de mi tragedia,<br />
la risa de mi comedia, la incompleta<br />
y aun así interminable cadena de<br />
eventos que se desenvuelven y avanzan<br />
por el tiempo y el espacio sin llegar<br />
a ningún lado pero que conforman el<br />
total melodrama. Mi melodrama. Y fue<br />
así que, rápido pero inseguro, comencé<br />
a redesorganizar todos los números y<br />
todas las vidas.<br />
<strong>La</strong> misma construcción de números<br />
secuenciales me hizo dar cuenta que la<br />
vida deja de ser vida en el momento de<br />
la verdadera existencia. Pues no es posible<br />
saber que dentro de los euclídeos,<br />
los primos, los pares, los nones, los naturales,<br />
los cuadráticos y los decimales<br />
se encuentran los verdaderos causantes<br />
del caos cósmico, representados<br />
meramente como el mínimo exponente<br />
del exponencial de Pi.<br />
Fue durante mi avance, analítico y<br />
lisérgico, para comenzar a comprender<br />
el todo que, de pronto, noté que me encontraba<br />
ya en la nada y en la nada vi el<br />
todo y el todo no era nada comparado<br />
con la nada, y avancé y me detuve y me<br />
moví sin caminar hasta que mis ojos vieron<br />
lo que no estaba en lo que estaba, y<br />
sin sentir comprendí que estaba sintiendo<br />
estar en donde no estaba y en donde<br />
estaba sentía que no sentía nada.<br />
Así comencé siendo dentro de la nada<br />
y el todo, donde, justo al empezar desde<br />
todos los vectores que abarcan la nada,<br />
pese a que todos piensen que la nada no<br />
19
presenta un inicio o un final a diferencia<br />
del todo, del cual un maestro ya expuso su<br />
totalidad en una simbolización hexagonal<br />
literaria, todo el inicio de la nada comienza<br />
en el medio del todo. Pero desvarío.<br />
Pues al terminar de comenzar de ser lo<br />
que debía ser, concluí que ya había sido y<br />
por lo tanto era y sería lo que al principio<br />
ya dejaría de ser, porque inevitable al final<br />
dejé de ser lo que era para ser lo que fui en<br />
el ahora. Y entonces construí y destruí lo<br />
que debe ser hecho y no hecho y en lo hecho<br />
noté que lo creado se caía y en lo no<br />
hecho todo permanecía de píe en la nada.<br />
Y de la nada broté, esta vez como un todo,<br />
y el todo me vio y yo lo vi y en la nada los<br />
dos existimos y dejamos de ser algo para<br />
ser nada en la nada.<br />
Y vivimos en la nada apretados, estrujados,<br />
contraídos, exprimidos, contenidos,<br />
porque la nada solamente ocupa<br />
mucho espacio. Y prisionero de mi propio<br />
todo me busqué, me encontré y me<br />
vi esta vez conmigo mismo y me dije<br />
aquello que yo no quería escuchar y al<br />
escucharme deje de ser mi todo y me volví<br />
nada y dejé a mi todo en mi nada para<br />
volver y contarles todo esto y nada más.<br />
FIN<br />
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21
22<br />
EL CHARCO<br />
Por Esperanza Angeles Soto
Hace un charco que te amo, María.<br />
Antes de tu llegada, el zacate dorado<br />
estaba tirado sobre las tierras<br />
secas. Y tú que no venías.<br />
Ay, María, cómo te extrañaba. Lo sé,<br />
ni nos conocíamos, pero se preparaba,<br />
se barbechaba el ambiente para el siguiente<br />
ciclo de fertilidad, de nueva<br />
vida, de tu misteriosa llegada.<br />
Pensaba en hacer rituales para tu venida.<br />
Agradecer por anticipado lo que<br />
está por entrar a mi vida. Pero ya lo hacían<br />
los hombres del campo. <strong>La</strong>braban<br />
la tierra para esparcir después sus semillas.<br />
<strong>La</strong>s plegarias de sus cantos se elevaban<br />
como haciendo uno con el viento.<br />
Entonces ascendían, eran escuchadas,<br />
procesadas y sólo esperaban para ser<br />
regresadas en el momento preciso, en<br />
el instante necesario y en las condiciones<br />
adecuadas para su acción. <strong>La</strong> Tierra<br />
entendía de este sacrificio por sus hijos.<br />
Un poco de deformación para después<br />
llenarlos de sus frutos para su sustento.<br />
Por las noches, me sentaba fuera de<br />
la casa, contemplando el campo, el trabajo<br />
del día. <strong>La</strong>s lucecitas del cielo y de<br />
la tierra, hablaban de ti.<br />
En marzo, sus vientos salvajes, no<br />
domesticados, me murmuraban tu venida.<br />
Te sentía más cerca, mi vida.<br />
Existía una armonía entre la iluminación<br />
nocturna del suelo y aquella<br />
proveniente de lejanos mundos. Una<br />
de esas noches, solicité tu compañía al<br />
cielo. Aun así, de cualquier forma llegarías,<br />
conmigo o sin mí. El presagio de tu<br />
llegada fueron las luciérnagas, con las<br />
primeras lluvias. Los espíritus del vaho<br />
que desprendía la tierra mojada, únicamente<br />
a mí me mostraban tu silueta, tu<br />
belleza femenina.<br />
El suelo húmedo permitía la comunión<br />
para la penetración, depositar la<br />
semilla en este acto de amor. Por donde<br />
miraba, florecían todos los colores de<br />
esperanza, que se esparcían por doquier.<br />
Estaba por impacientarme. Sin embargo,<br />
recordé de mis labores del campo<br />
y de los mismos tiempos que se<br />
toman las mujeres para llegar, como la<br />
mismísima Tierra que se prepara para<br />
seducir con sólo mirarla.<br />
Llovió alguna noche, más que de<br />
costumbre. Vendavales agitaban los<br />
árboles, las casas, mi casa, mi corazón.<br />
Me sentí perturbado. Y dudé conocerte.<br />
Pero al amanecer de aquella noche tempestuosa,<br />
olí tu presencia, a minerales<br />
remojados del suelo que se evaporan,<br />
algo así como la frescura de la Tierra.<br />
El sauce llorón de la casa, ése que<br />
guardaba su rocío, junto al camino, con<br />
los aires dejó caer sus lágrimas cuando<br />
descansaba debajo de él. Miraba hacia<br />
abajo, mejor dicho, al charquito del rocío<br />
que crecía ante mí. Veía las simpáticas<br />
ondas que se producían con el soplo<br />
de la Tierra, con el aire en movimiento.<br />
De repente, allí estabas en el reflejo<br />
del agua. Alcé la vista y tú, preciosa.<br />
Ay María, como ansiaba conocerte.<br />
Tu voz tímida dijo:<br />
—Buenas tardes, ¿éste es el pueblo<br />
de San Juan?<br />
Entonces supe que te quedarías y me<br />
arrebaté empezar a amarte. Así pasaron<br />
los meses y sabíamos de nosotros.<br />
Húmeda y tersa era tu piel que se regocijaba,<br />
con abrirse poco a poco a los<br />
actos de amor, entregados en jugosos<br />
manjares al pie de nuestro árbol.<br />
Con junio, y la fiesta del pueblo, te<br />
invité a la feria.<br />
¡Ay, María, qué día tan desgraciado!<br />
Nos cruzamos en el camino y no nos<br />
vimos. Un aguacero se dejó caer. Sólo<br />
llegaste al sauce llorón para cubrirte.<br />
23
24<br />
¿Por qué no te alojaste en la casa, María?<br />
Te faltaba poco, mi amor, para protegerte.<br />
Te atravesó un rayo.<br />
Algo de mí se quebró. Y la idea de la<br />
cordura se desvaneció con mi llanto, que<br />
no encontró consuelo ni pronto ni lejos.<br />
Entonces decidí darte en ofrenda a la<br />
Tierra. Donde te conocí, bajo el sauce<br />
llorón, coloqué tu cuerpo de pie, con la<br />
cabeza hacia afuera. Cuidé el agua del<br />
charco. Le coloqué sal para que cristalizara<br />
tu bella cara. Cuando desapareció<br />
la carne, quedó tu reflejo en aquel tipo<br />
de salmuera improvisada.<br />
Dorado es tu recuerdo, que poco a<br />
poco se desvanece.<br />
Mis ojos empiezan a voltear hacia<br />
una muchacha que me ha acompañado.<br />
Ella se muestra triste, porque vengo<br />
al charco. No me dice nada. Pero cuando<br />
hablamos, sus ojos sacan chispitas y<br />
me sonríe a cada rato.<br />
¡Ay, María! Ya casi acaba el otoño y tu<br />
charco se está secando.
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26<br />
ÉL<br />
Por Martín Sepúlveda B.
Desde la ventana se ve la torre de<br />
la iglesia. Pinos altos a los lados,<br />
verde oscuro, serios y ancianos.<br />
No tiene idea de cuánto rato lleva mirándolos,<br />
porque sus ojos apuntan hacia<br />
esa dirección, pero en realidad no<br />
ve nada. Quiere mover la cabeza, pero<br />
no puede. O no quiere. No está seguro.<br />
No recuerda haber llegado a su casa<br />
la noche anterior, pero ahí está, en su<br />
cama. Un cosquilleo en las manos logra<br />
quitar la atención de los árboles.<br />
Parpadea fuerte y siente los ojos como<br />
lijas. Se mira los dedos, que están dormidos,<br />
pero se mueven sin dificultad.<br />
Trata de rascarlos pero el cosquilleo<br />
viene desde adentro, más abajo de la<br />
piel y la carne. Más abajo de los huesos.<br />
Levantarse cuesta, pero lo logra.<br />
Sabe que hace un frío insoportable,<br />
pero no lo siente. De todas maneras se<br />
abriga, se pone varias capas, pero tampoco<br />
siente calor. Solo hormigueo, en<br />
la unión de los dedos, detrás de los nudillos,<br />
en las muñecas. Se rasca con el<br />
interior de las mangas del chaleco. No<br />
sirve de nada. Solo le enrojece la piel.<br />
Sale de la pieza y su compañero de<br />
casa ya está en la mesa. Toma café,<br />
come huevos con cuchara. Se saludan<br />
con un gesto. Se va a servir café, pero no<br />
quiere. No hay hambre. Solo manos que<br />
pican y ojos que raspan. De todas maneras<br />
se sienta en la mesa, es ritual. <strong>La</strong><br />
compañía es ritual, la soledad es trágica.<br />
El compañero lo mira y le dice que<br />
se ve mal. Le pregunta cómo se siente,<br />
que está pálido y tiene los ojos muy rojos.<br />
Él le dice que parece que se resfrió,<br />
o que tomó mucho. El compañero le recuerda<br />
que el día anterior no salió, que<br />
estuvo toda la noche acostado. Trata<br />
de acordarse de los sucesos y es cierto,<br />
no salió, por eso no recuerda haber<br />
llegado. Debiese sentirse confundido,<br />
pero no lo hace. <strong>La</strong>s confusiones y pensamientos<br />
profundos lo evaden desde<br />
que amaneció mirando los pinos. <strong>La</strong><br />
picazón y la irritación lo persiguen.<br />
Los pinos siguen ahí afuera. Cuidando<br />
la torre que vigila a los santos y los<br />
pecadores. No se había fijado en que<br />
los estaba mirando. No sabe bien qué<br />
hora es. Sabe que es la mañana. No la<br />
misma mañana en la que estaba hace<br />
un rato, es otra. <strong>La</strong> siguiente. Tal vez<br />
una tercera. <strong>La</strong> sangre seca en las sábanas<br />
es una pista. Han pasado al menos<br />
dos días. Desde que no se quiso tomar<br />
el café. Desde que se rascó las manos<br />
hasta romperse la piel.<br />
En el velador hay un vaso de agua.<br />
Cuando lo levanta ve sus dedos carcomidos.<br />
Cuando lo vuelve a dejar ve la<br />
sangre de sus labios marcada en el borde.<br />
Siente hinchazones. Siente las bacterias<br />
alojarse en los nuevos espacios<br />
que ha abierto en su carne. No siente<br />
dolor. Ni el frío todavía. Abre la ventana,<br />
se apoya. <strong>La</strong> torre le intenta decir<br />
algo, pero los pinos no la dejan. Les<br />
quiere preguntar, pero la puerta suena.<br />
Te quiero llevar al mar. O a la montaña.<br />
Él no quiere salir de la pieza, pero su<br />
compañero está decidido. Le dice que<br />
está deprimido, que un cambio de aire<br />
le va a ayudar. Él ya no siente el aire,<br />
no puede llenar sus pulmones porque<br />
están llenos de agujeros. Te vas a hacer<br />
daño, le dice el compañero mirándole<br />
las manos. Se te va a podrir el corazón,<br />
le dice algo más que no está ahí.<br />
Siente el pecho negro. Siente el olor<br />
pesado del musgo. Está entre sus huesos<br />
y debajo de su piel. Pica menos, es viscoso.<br />
Su compañero intenta tomarlo pero<br />
la piel se estira y resbala como teflón.<br />
Se miran, uno pestañea perdido, el otro<br />
27
pestañea con ojos de lija, la córnea no<br />
aguanta mucho más. Necesito que salgas<br />
de esta pieza. Necesitamos que mires<br />
por la ventana. Son voces vetustas las de<br />
afuera, las que tapan el sonido de la torre<br />
santa. Es una voz joven la que le ofrece<br />
ayuda. Una voz aguda. Insoportable.<br />
<strong>La</strong> piel ya no le molesta. Se cayó al<br />
piso. Resbaló. Es un saco que se vuelve<br />
sólido y blando a la vez. El aroma espeso<br />
viene del cuerpo del compañero.<br />
Pero él ya no tiene olfato. No le molestan<br />
los olores ni las picazones. Los párpados<br />
se los arrancó con un pedazo de<br />
vidrio. Ya no hay lija. Ya no hay ventanas.<br />
<strong>La</strong>s sábanas son negras y duras, como<br />
las voces de los pinos, que le cuentan<br />
una historia más antigua que todas las<br />
campanas. Una historia que pasa bajo<br />
la tierra y más arriba de los cielos. Una<br />
historia microscópica, llena de gigantes.<br />
Una que no empieza ni termina. Una<br />
historia que solo se puede contar al revés.<br />
Él ya no mira. Ya no escucha. <strong>La</strong> historia<br />
la siente. Es suya. Él es la historia.<br />
Y nadie puede quitársela. Nadie puede<br />
salvarlo. Porque él ya se quitó los ojos,<br />
pero es el mundo el que no lo puede ver.<br />
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29
30<br />
UN PASEO<br />
PERTURBADOR<br />
Por Jose G. Mejia
De paseo con sus hijas otra vez. No<br />
he conocido a alguien que disfrute<br />
tanto de pasear con sus hijas. Quizá<br />
el huevón de Mario debería aprender<br />
algo de su vecino, no ha hecho más que<br />
quejarse desde que nos mudamos, pensó<br />
Diana, al asomarse una vez más por<br />
la ventana del salón que daba a la calle.<br />
—El vecino está de paseo de nueva<br />
cuenta. Míralo, disfrutando el atardecer<br />
mientras empuja con suavidad la<br />
carriola donde van sus hijas.<br />
Mario miró a su mujer con ojos inquisidores<br />
mientras, sentado sobre el<br />
sofá, deshacía el nudo de las agujetas<br />
que ataban sus zapatos. ¡Esos zapatos<br />
le pulverizaban los pies! Sentía un gran<br />
alivio poder quitárselos al llegar a casa.<br />
Elevó un suspiro de alivio al sentir la alfombra<br />
bajo sus pies y dijo:<br />
—Déjale en paz. ¡Por Dios!<br />
—¡Estoy aburrida! A duras penas puedo<br />
levantarme de la cama y ver lo que<br />
pasa por la ventana. Sólo veo al vecino<br />
caminando con sus hijas, disfrutando<br />
el paseo —y comenzaron los sollozos<br />
de Diana mientras jalaba la cortina un<br />
poco a la derecha para continuar viendo<br />
por la ventana.<br />
Mario, descalzo, se dirigió a la nevera.<br />
Tomó algunos hielos y los dejó caer con<br />
suavidad dentro del vaso de base ancha.<br />
Destapó una botella de whisky y vertió<br />
un chorro sobre los hielos para escucharles<br />
crujir. Sorbió un poco y refrescó<br />
la garganta. Era un fastidio llegar a casa,<br />
pero amaba a su mujer y a su hija en camino,<br />
por ello procuraba expresarse con<br />
la mayor afabilidad posible.<br />
—Mi amor, sabes que ha sido instrucción<br />
del médico —se acercó a ella y le<br />
abrazó por detrás con ternura, tentando<br />
el vientre de casi siete meses de embarazo,<br />
consiguiendo se separase de la ventana.<br />
Le dio un tierno beso en la frente y<br />
regresó por el vaso para llevarlo a la sala<br />
y sentarse un momento. Diana se sentó<br />
junto a él y se apoyó sobre su hombro.<br />
Hacía poco más de dos semanas que<br />
se habían mudado a la colonia y tenían<br />
aun empacadas muchas cosas. El salón<br />
donde dejaron los sillones de forma<br />
provisional, aquel que asomaba a la<br />
calle, estaba lleno de cajas cerradas en<br />
su parte posterior. ¡Dos semanas! Aún<br />
comían comida enlatada o empaquetada.<br />
Dormían en la recamara principal<br />
donde sólo estaba el colchón, eso sí,<br />
acomodado siempre con sábanas, cobijas<br />
y cómodas almohadas.<br />
El lugar al que se mudaron era en<br />
realidad muy lindo; una colonia cerrada<br />
y algo alejada del bullicio de la ciudad.<br />
Un conjunto nuevo, con tan sólo<br />
catorce casas bien distribuidas en línea<br />
recta hasta desembocar en un semicírculo<br />
de pavimento, rodeando un bello<br />
jardín con algunas bancas y juegos infantiles,<br />
alberca y un salón de eventos.<br />
El lugar perfecto para criar a un hijo,<br />
pensaban de forma constante.<br />
Tomaron la decisión de cambiar de<br />
casa para comenzar, como dice la frase<br />
coloquial, desde ceros. Con una hija en<br />
camino y un reciente ascenso en el trabajo<br />
de Mario, se dieron la oportunidad de<br />
mudarse a un mejor lugar. Mayor seguridad,<br />
mejores vecinos y más tranquilidad.<br />
Aquella noche se fueron a la cama<br />
sin cenar, estaban realmente agotados.<br />
A la mañana siguiente, Mario se levantó<br />
de la cama algo temprano. Los<br />
sábados eran de lavar el auto. Asomó<br />
por la ventana para ver las nubes, quería<br />
cerciorarse ante la posibilidad de<br />
lluvia. Entonces le vio caminando frente<br />
a la casa, con la carriola de dos espacios<br />
y sus hijas abordo<br />
31
¿No tendrá algo más que hacer?, pensó.<br />
¿En qué momento trabajará? ¿Su<br />
esposa llevará las cuentas en la casa?<br />
Le pareció haber visto a la esposa del<br />
vecino sólo un par de veces desde que llegaron<br />
ahí; una mujer alta, de tez blanca y<br />
cabellos negros, con muy bonitas curvas,<br />
inconfundibles al andar. Llevó a la cochera<br />
lo necesario para lavar el auto…<br />
—¡Vecino! ¡vecino! ¡Buenas!<br />
—¡Buenas tardes! —Mario volvió la vista<br />
de soslayo, mientras contestaba al saludo.<br />
—Soy Carlos, vivo a unas cuatro casas<br />
de la suya, en la acera de enfrente —sudaba<br />
bastante en ese momento, caminar<br />
era toda una odisea para ese cuerpo<br />
regordete. No parecía que caminara<br />
de forma constante.<br />
—Mario, mucho gusto —y extendió la<br />
palma de su mano para recibir el saludo<br />
sudoroso.<br />
—¡Bienvenidos! No había tenido oportunidad<br />
de saludarle personalmente.<br />
—No se preocupe, aún tenemos poco<br />
tiempo de haber llegado —Mario hizo<br />
una pausa y continuó—. Es en realidad<br />
un lugar muy lindo.<br />
—Sí que lo es —Carlos se acercó a él, tomándole<br />
suavemente del hombro e inclinándose<br />
para bajar la voz, continuó—: Ya<br />
sé que no preguntaste, pero vivo con mi<br />
esposa y mis hijas, tengo ya algunos años<br />
sin empleo, pero nos las arreglamos con un<br />
pequeño negocio que montamos mi esposa<br />
y yo, y últimamente ha ido viento en popa.<br />
Pronto mis hijas se harán cargo del negocio.<br />
32
—Eso debe ser bueno, además veo<br />
que las niñas disfrutan la compañía de<br />
su padre —e inquiriendo más por chisme<br />
que por interés, preguntó—: ¿Qué<br />
es lo que venden?<br />
—Verá —y volvió a bajar la voz—, si<br />
usted se siente solo alguna vez y quiere,<br />
digamos, tener compañía y pasarlo bien,<br />
pues me llama —colocó en su mano un<br />
trozo de papel mientras lo estrechaba, y<br />
continuó—: Me dice a qué hora y la duración,<br />
y yo me salgo de casa a pasear a<br />
mis niñas y usted solo entra a la casa, y<br />
así sin más, mi esposa le estará esperando<br />
dentro. ¿Qué le parece?<br />
Mario no pudo más que separarse de<br />
él de forma súbita. Su rostro expresaba<br />
incredulidad, frunció el entrecejo y entró<br />
en la casa sin despedirse de Carlos.<br />
Se dirigió a la cocina y tomó un vaso de<br />
la alacena, sirvió whisky y lo bebió de<br />
un solo trago. Directo a la garganta.<br />
—¿Con quién hablabas afuera? —gritó<br />
Diana, mientras bajaba los escalones<br />
en forma pausada.<br />
—¡Con el vecino! ¡El de las niñas! —<br />
dejó la botella y el vaso sobre el fregadero,<br />
y continuó en voz baja—. Tu vecino,<br />
el de las niñas; quienes pasean por<br />
una perturbadora senda de ingenuidades,<br />
y cuyos lamentos no serán escuchados<br />
hasta que sea muy tarde. Debo<br />
ayudarlas, alguien debe ayudarlas —se<br />
recargó sobre el fregadero y esbozó<br />
una mueca de tristeza, sacó el papel de<br />
su bolsillo y tomó el teléfono.<br />
33
34<br />
VAMPIROS<br />
DEL ADN<br />
Por Miguel Cobeñas Pasiguán
Muy temprano, agentes de la Policía<br />
Nacional del Perú (PNP) intervinieron<br />
el hogar del aún en<br />
pijama Félix Martínez, un acomodado<br />
surfista de asidua actividad en las costas<br />
de Pico Alto, Lima —con olas de más de<br />
10 m de altura—. Eran cuatro personas,<br />
de las cuales uno no estaba armado; este,<br />
supuestamente, era el fiscal, quien al saludarlo<br />
en voz baja le comunicó que estaba<br />
requisitoriado. <strong>La</strong> encendida madre<br />
del detenido, que todavía dormitaba en<br />
el segundo piso del inmueble, se enteró<br />
después; pero si vio el expeditivo arresto<br />
un único vecino dadas las 5:37 a.m. que<br />
eran. <strong>La</strong>s calles del barrio estaban oscurecidas,<br />
húmedas y acostadas siquiera<br />
y solo escucharon pasar el raudo motor<br />
del auto Nissan, desprovisto de las marcas<br />
oficiales de la policía.<br />
Días antes, Félix inició su plan curativo<br />
en la Clínica Dental Planeta, que lo<br />
llevaría a colocarse tres implantes de<br />
titanio en su bien pulcra dentadura. Él<br />
no podía contradecir su obsesión por<br />
mostrar su blanca sonrisa, la que desde<br />
niño supo aprovechar, y fue el anzuelo<br />
para cimentar su embarazosa fama de<br />
«El Don Juan de Miraflores», un barrio<br />
ostentoso. <strong>La</strong> práctica odontológica<br />
actualmente se regula con dispositivos<br />
legales que obligan a los dentistas<br />
a enviar reportes biológicos de sus<br />
pacientes, siendo así que los datos de<br />
las secreciones bucales del deportista<br />
fueron remitidos por internet al Banco<br />
Nacional del ADN, este rasgo autosómico<br />
biológico estuvo en la saliva que<br />
él escupió en un lector óptico durante<br />
los procedimientos dentales con ácido<br />
tranexámico en la clínica.<br />
⁂<br />
En los años ochenta se jugaban atrozmente<br />
los carnavales en las calles de los<br />
barrios populosos de Lima, jolgorio sazonado<br />
con agua de caño en globos o baldazo<br />
limpio, serpentinas multicolores, harto<br />
betún y meloso talco blanco que a la vez<br />
que refrescaba a los que huían de los<br />
treinta y ocho grados de calor, era motivo<br />
para comer, bailar y consumir en especial,<br />
cerveza, por lo que eran jornadas dominicales<br />
que al llegar la noche encontraba a<br />
hombres y mujeres alegremente empapados<br />
en alcohol. Fue un domingo siete<br />
de febrero de mil novecientos ochenta y<br />
ocho que la policía allanó un burdel en el<br />
centro limeño en donde había una occisa.<br />
Los informantes dijeron a los investigadores<br />
de la PNP que ella tuvo varios clientes<br />
durante el día y que era imposible saber<br />
quién la había asfixiado con el talco blanco<br />
que se utiliza para jugar.<br />
Esa noche hubo redada en el prostíbulo<br />
y se cumplieron los protocolos<br />
policiacos de rigor para levantar evidencias,<br />
entre estas, a varios clientes<br />
y lolitas que estaban azorados de vergüenza<br />
al saber que sus nombres se<br />
publicarían como sospechosos en los<br />
diarios por el crimen ocurrido en ese<br />
lenocinio que fue clausurado eventualmente,<br />
hasta que un manoseado habeas<br />
corpus lo volvió a abrir.<br />
<strong>La</strong> policía no pudo identificar al asesino<br />
en esa época, las huellas en el<br />
cuerpo del delito no dieron luz para la<br />
identificación y homologación dactilar<br />
en sus archivos; pero por más que la familia<br />
de la chica y la prensa reclamaron<br />
y presionaron a la PNP, el caso quedo<br />
en espera de… ¡nada! Sin embargo,<br />
parte de la rutina de investigación detectivesca<br />
que era absorber con hisopos<br />
estériles las secreciones vaginales<br />
y de sudor, al igual que la sangre y los<br />
35
dientes molares de la víctima, fueron<br />
pistas que permanecieron archivadas<br />
en el laboratorio del crimen peruano.<br />
⁂<br />
<strong>La</strong>s chicas y chicos del Buró de Inteligencia<br />
Forense (BIF) que eran especialistas<br />
en criminalística científica, no pertenecían<br />
a la policía, pero prestaban servicios<br />
a la PNP dado que el estado peruano les<br />
había encomendado el proyecto de aperturar<br />
y administrar el Banco Nacional de<br />
ADN, institución adscrita al Registro Nacional<br />
de Identificación del Estado Civil.<br />
Sabido es que los glóbulos blancos de<br />
la sangre —que es la predilecta de los forenses<br />
por poseer núcleo, de ahí el mote<br />
de «Vampiros del ADN»—, tiene una fiabilidad<br />
muy superior a otros fluidos humanos<br />
para la identificación adénica, sin<br />
embargo, a falta de ésta, es válido utilizar<br />
la saliva y otras secreciones indubitadas.<br />
Al BIF llega información biológica de fuentes<br />
peruanas de toda índole: salud pública<br />
y privada, nacimientos, defunciones,<br />
deportes, policiales, civiles, municipales,<br />
laborales, consumo masivo, estudiantiles,<br />
legales, investigaciones históricas<br />
y demás que emplea un software veloz<br />
para examinarla —mil trillones de bytes<br />
por segundo, un número con 18 ceros—,<br />
siendo otra de las bondades del BIF, que<br />
ya cuenta con archivos de hechos ocurridos<br />
y reportados desde mil novecientos<br />
ochenta y cinco, y han ayudado a resol-<br />
36
ver casos judiciales de difícil solución<br />
como son asesinatos insólitos, filiación<br />
familiar dudosa, patrimonio hurtado de<br />
los incas, violaciones de seguridad de<br />
datos de la gente, fraudes financieros,<br />
negligencia médica, corruptela política,<br />
exportación de cocaína, terrorismo armado,<br />
repatriación de soldados muertos<br />
en la Guerra del Pacífico…<br />
Fue así que el perfil genético de Félix<br />
Martínez fue identificado certeramente<br />
como el asesino según la base de datos<br />
del BIF, tras homologarse las secreciones<br />
salivales enviadas por la Clínica<br />
Dental y las células epiteliales de saliva<br />
de mordisco —conservadas en bolsas<br />
de papel en criminalística desde<br />
1988—, hallada en los senos de Dalia, la<br />
escort que fue asfixiada por el enamorado<br />
surfista en el Centro limeño.<br />
Teresa, la ardorosa madre de Félix,<br />
que fue en minifalda roja a la audiencia<br />
judicial, dijo al Juez delante de todos y<br />
después de leída la sentencia a su hijo,<br />
que apelará el dictamen de veinticinco<br />
años de prisión porque según ella «habían<br />
utilizado un procedimiento basado<br />
en computadoras en lugar del raciocinio<br />
legal humano», incluso dejó claro,<br />
en su perorata ante el tribunal, que<br />
acudiría a la Corte Interamericana de<br />
Derechos Humanos si en Perú no obtenía<br />
real justicia para su noble apellido.<br />
Han pasado casi veinte años y al fin<br />
la familia de la víctima ya tiene la tranquilidad<br />
largamente esperada.<br />
37
38<br />
LA ENTIDAD<br />
Por Zárate Bruno León
—Hay un fantasma en la casa —me reveló<br />
la mujer, seria y sin titubear.<br />
—¿Cómo que hay un fantasma? —pregunté,<br />
haciéndome el desentendido,<br />
queriendo creer que todo lo dicho por<br />
ella había sido una broma de mal gusto.<br />
—Es como te dije —replicó, taciturna—.<br />
Los registros me lo dicen. En tu<br />
casa hay un alma en pena que no ha logrado<br />
ascender al siguiente plano. Está<br />
«estancada» —me expuso, sin cambiar<br />
el tono de su voz—. <strong>La</strong> presencia que tu<br />
hermana ve, esa que, en sus palabras,<br />
se manifiesta como una sombra en una<br />
esquina de su cuarto, no es producto<br />
de una parálisis de sueño— explicó,<br />
con una tranquilidad que aterraba—. O<br />
por lo menos eso es lo que pude leer en<br />
sus registros.<br />
Pese a encontrarme en el patio trasero<br />
de mi propia casa, en un día soleado,<br />
sentí como un escalofrío repentino recorrió<br />
todo mi cuerpo, de pies a cabeza. En<br />
ese instante, la sola idea de enfocar mis<br />
ojos en el único ventanal que manifestaba<br />
la pieza de Verónica, habitación que<br />
se hallaba en el primer piso de nuestro<br />
hogar, iba a significar un cruce de miradas<br />
con aquello a lo que tanto temía.<br />
—¿Hay algo que puedas decirme<br />
acerca del espectro? —quise saber, luego<br />
de tragar saliva y reunir algo de coraje<br />
necesario.<br />
<strong>La</strong> dama que se encontraba del otro<br />
lado de la línea me era desconocida. No<br />
sabía cómo era su aspecto ni su nombre.<br />
Si había dado con ella, se debió gracias<br />
a una amiga, la cual, luego de contarle<br />
los tormentos que había estado viviendo<br />
en estos últimos tiempos, me dio el<br />
número de esta supuesta «médium». Lo<br />
que más me había llamado la atención<br />
era que mi conocida daba mucho crédito<br />
al trabajo que la mujer hacía.<br />
—Te puedo decir que el hombre, porque<br />
es un varón, murió en los tiempos en que<br />
tu casa no era tal cosa, sino más bien un<br />
galpón —comenzó a contarme—. El sujeto<br />
fue asesinado —reveló, calmada—. Su<br />
muerte estuvo colmada de mucha angustia,<br />
dolor, miedo y tristeza.<br />
<strong>La</strong> señora efectuó una pausa para<br />
inhalar un poco de aire… supongo que<br />
también lo hizo para que yo pudiera ir<br />
asimilando de a poco todo lo que me<br />
estaba diciendo.<br />
—Él ha estado esperando por muchos<br />
años para dar con alguien como tu hermana.<br />
Ella tiene un don especial; un tipo<br />
de sensibilidad que le permite conectarse<br />
con cosas del otro mundo. Es por eso<br />
que trata de comunicarse con ella, y no<br />
con los demás integrantes de la familia.<br />
—¿Qué puedo hacer para que ascienda?<br />
—pregunté, decidido a hacer hasta<br />
lo imposible con tal de que Verónica dejara<br />
de tener tales horribles experiencias.<br />
—Sólo reza —respondió, tajante—. Pídele<br />
a Dios que le permita el paso. Implora<br />
para que él pueda alcanzar la paz eterna.<br />
—¿Y si no funciona? —quise saber, con<br />
algo de temor correspondido.<br />
—En tal caso, llámame —contestó,<br />
para así efectuar una segunda y última<br />
pausa—. Aunque, con toda sinceridad,<br />
desearía que eso nunca pasara.<br />
Los días transcurrieron y, con ellos,<br />
las plegarias.<br />
Para nuestra desgracia, la situación<br />
había empeorado, con resultados aterradores:<br />
ahora la presencia no se limitaba<br />
a aparecérsele a mi hermana. No,<br />
ahora yo también lo veía, en las esquinas<br />
oscuras donde la luz no llegaba, o<br />
por detrás de algún mueble o puerta.<br />
Por si fuera poco, había veces donde<br />
ambos despertábamos con rasguños<br />
o mordidas, o éramos victimas de ho-<br />
39
ibles pesadillas en las que un ser prominente,<br />
demoniaco y dantesco, de<br />
largos dedos, se presentaba ante nosotros,<br />
clamando tomar nuestras almas.<br />
—¿Cuál es el siguiente plan? —le pregunté<br />
a la mujer, días después, dejando de<br />
lado cualquier saludo o presentación. Había<br />
miedo en mis palabras. Ella no tardó<br />
mucho en comprender la situación y me<br />
explicó lo próximo que debíamos hacer.<br />
Fue que con mi hermana esperáramos<br />
a estar solos en la casa.<br />
Estábamos por iniciar un ritual. No<br />
uno convencional, como la güija o el juego<br />
de la copa… no, éste era mucho más<br />
arcaico y desconocido, uno del cual no se<br />
encontrarían casos en internet y del que<br />
sólo la médium poseía conocimientos.<br />
Todo tenía que estar en su perfecto<br />
lugar. Nada de lo que dispusimos en la<br />
enorme mesa del comedor podía estar<br />
fuera de posición: las velas despachadas<br />
a una distancia milimétricamente puntual,<br />
los textos religiosos en una esquina<br />
en especial… hasta la luna debía de encontrarse<br />
en una fase en particular y la<br />
hora debía ser exacta. Fue que cuando se<br />
hicieron las 03:33hs., el rito dio inicio.<br />
40
Para nuestro asombro y horror, entendimos<br />
al instante que íbamos por buen<br />
camino, puesto que al segundo de comenzar,<br />
todas las luces de nuestro alrededor<br />
se apagaron, dejando únicamente<br />
la llama que desprendían las cuatro velas.<br />
Si bien ambos teníamos miedo, el<br />
verdadero horror inició cuando pisadas<br />
estruendosas comenzaron a sonar en la<br />
habitación de mi hermana. Tan fuertes<br />
eran que por un momento creímos que<br />
iban a romper el entrepiso de madera.<br />
Entonces, cuando parecía que ahora<br />
los pasos comenzaban a desplazarse a<br />
las escaleras, como si algún ser titánico<br />
estuviera bajando por los escalones,<br />
Verónica no pudo más y gritó, clamando<br />
que nos dejaran en paz.<br />
El ruido se detuvo; paró en seco.<br />
Fue así que una voz, procedente de<br />
dicha ubicación, y con miedo y preocupación,<br />
se hizo presente.<br />
—¡El ritual no era para redimirme!<br />
¡Tiene la función de liberar a un demonio<br />
antiguo! —clamó la entidad, preocupadísimo<br />
y con terror—. ¡Salgan de ahí<br />
mismo! ¡El demonio se encuentra debajo<br />
de su mesa! ¡Debajo de su mesa!<br />
41
42<br />
NO ABRAS<br />
LA PUERTA<br />
Por Stefany Cisneros
I<br />
Todo estaba listo. Elena había pedido<br />
dos pizzas grandes mexicanas. El paquete<br />
incluía una orden de spaguetti y<br />
un refresco de dos litros. A Elena no le<br />
gustaba cocinar. Se justificaba diciendo<br />
que por eso se esforzaba tanto en su trabajo,<br />
para poder pagar servicios como<br />
la pizza y ser holgazanamente feliz.<br />
Alberto era distinto, le encantaba la<br />
comida hecha en casa pero hacía tiempo<br />
se había resignado a que el máximo<br />
esfuerzo de Elena en la cocina, se<br />
limitaba a hacer té y jícama rayada con<br />
chamoy y miguelito. Aun así la amaba,<br />
y estaba dispuesto a soportar eso, así<br />
como sus repentinos berrinches, cambios<br />
de humor y amor por los gatos<br />
aunque fuera alérgico a ellos.<br />
<strong>II</strong><br />
<strong>La</strong>s palomitas ya estaban hechas y la<br />
película esperaba por ser el botón de<br />
play para comenzar. De pronto, Elena<br />
recordó que Alberto no hablaba ni entendía<br />
inglés así que tendrían que ver<br />
Leon: the profesional, doblada al español.<br />
A Elena no le importaba mucho, de<br />
hecho, le agradaba el doblaje hecho al<br />
personaje de Jean Reno.<br />
A veces Elena pensaba demasiado,<br />
procuraba evitarlo porque se deprimía,<br />
pero al estar sola era difícil. De repente<br />
le daban ganas de meter a sus gatos a<br />
las transportadoras, armar una maleta<br />
práctica e irse a Guadalajara o Guanajuato,<br />
a donde fuera siempre y cuando<br />
estuviera lejos de Alberto. Por momentos,<br />
podía desesperarla de veras. No<br />
quería hacer un recuento de los errores<br />
de Alberto pero su mente ya había comenzado<br />
a divagar.<br />
Recordó la primera vez que trató de<br />
terminar con él. Fue en un café del Centro<br />
Histórico, le dijo que necesitaban<br />
darse un tiempo, que no le gustaba que<br />
fuera tan condescendiente. Apenas<br />
había comenzado a hablar cuando Alberto<br />
ya estaba llorando como si le hubieran<br />
dado la noticia de una muerte<br />
muy cercana. A Elena no le quedó más<br />
remedio que decirle que estaba bien,<br />
que lo del tiempo no era necesario.<br />
<strong>II</strong>I<br />
Era el cumpleaños de Elena y la jefa de<br />
Alberto, Marcia, le había prometido a<br />
éste dejarlo salir temprano.<br />
Marcia y Elena se conocieron en la<br />
cena de Navidad del 20<strong>14</strong>. <strong>La</strong>s dos<br />
quedaron encantadas con la otra.<br />
Coincidieron en que Ángeles Mastreta<br />
era una buena narradora y potencial<br />
poeta, a pesar de las críticas negativas<br />
que recibía de los fanfarronamente<br />
especializados en Belcebú sabe qué,<br />
literatura decían.<br />
<strong>La</strong>s dos llegaron a intimar tanto entre<br />
copa y copa que Elena confesó a<br />
Marcia que había días en que Alberto la<br />
estresaba demasiado. Se ponía celoso<br />
de todo mundo, podría ser que incluso<br />
esa noche, le reclamara por haber estado<br />
con su jefa y no con él. Marcia le preguntó<br />
por qué no lo dejaba pero Elena<br />
desvió la conversación.<br />
Ya eran casi las cuatro y Alberto aun<br />
no tenía el pase de salida. Comenzaba<br />
a ponerse muy irritable. Fue al cuarto<br />
para las cinco cuando Marcia le dijo<br />
«puedes irte». Una sonrisa de alivio<br />
iluminó el rostro de Alberto y salió literalmente<br />
corriendo. Marcia decidió<br />
que llamaría a Elena para felicitarla en<br />
cuanto terminara las labores del día.<br />
43
IV<br />
<strong>La</strong>s lágrimas habían estropeado su maquillaje.<br />
Había tenido una poderosa revelación:<br />
no quería a Alberto, ya no más.<br />
Detestaba su condescendencia, su inseguridad<br />
y esa estúpida necesidad de<br />
amor que ella nunca podría satisfacer,<br />
maldijo el día en que decidió vivir con<br />
él. Era mejor estar sola. Ese día cumplía<br />
treinta años y se sentía miserable, Alberto<br />
no era el hombre que quería porque<br />
Elena no quería ningún hombre, había<br />
soñado con conocer sola hasta el último<br />
rincón oculto de México y Cuba, pero había<br />
cambiado sus sueños por esa estúpida<br />
y maldita vida de hogar para la que<br />
no había nacido.<br />
<strong>La</strong>s manos de Elena temblaban. Se<br />
decidió a largarse de una vez por todas.<br />
En un ataque de nervios tomó a sus gatos<br />
y los metió en la transportadora, no<br />
le importó que la rasguñaran y mordieran.<br />
El dolor físico era nada comparado<br />
con la impotencia de estar ahí desperdiciando<br />
su vida. Le mandó un mensaje<br />
a Marcia, le dijo que se había decidido<br />
a abandonarlo. De pronto se dio cuenta<br />
que ya ni siquiera tenía otras amigas.<br />
Alberto la había apartado del mundo,<br />
la había hecho literalmente suya, como<br />
se hacen las mesas o los libros.<br />
Marcia vio el mensaje y le marcó. Elena<br />
apenas pudo responder, le dijo que<br />
por favor no tratara de convencerla de<br />
lo contrario, Marcia le dijo que no pretendía<br />
hacer algo así, que se calmara<br />
y ella pasaría por ella, que juntas enfrentarían<br />
a Alberto, solo le suplicaba<br />
que no lo hiciera sola, que no abriera<br />
la puerta porque no sabía de qué sería<br />
capaz al recibir esa noticia.<br />
44
V<br />
Alberto había pasado a la ideal a comprar<br />
un pie de queso. Sabía que Elena se pondría<br />
feliz. De repente, por alguna razón<br />
recordó que hacía una semana encontró<br />
a un hombre frente a las escaleras del departamento<br />
viendo hacía la ventana que<br />
daba a la zotehuela. Le gritó qué hacía y<br />
el sujeto se volteó y le dijo: «buenas noches,<br />
so-solo aquí». Alberto no se tragó<br />
la respuesta pero lo dejó pasar porque<br />
estaba cansado. Cuando entró al departamento<br />
saludó a los gatos, Elena no había<br />
llegado aún, así que decidió revisar la<br />
casa. Cuando entró a la zotehuela se dio<br />
cuenta de que la ropa interior de Elena<br />
estaba tendida, entonces comprendió<br />
qué era lo que aquél sujeto veía. ¿Elena lo<br />
conocería? ¿Sería su amante o algún exnovio?<br />
No lo sabía pero estaba dispuesto<br />
a averiguarlo. A partir de ese recuerdo, la<br />
ira de Alberto creció silenciosamente.<br />
Estaba formado en la fila para pagar<br />
cuando recibió el mensaje: «Esta noche me<br />
voy, por favor no me busques, no quiero volver<br />
a verte». Alberto azotó el pie en el suelo<br />
y quiso ir al departamento de inmediato.<br />
El policía de la entrada trató de detenerlo<br />
para que pagara el pie, pero Alberto le dio<br />
un puñetazo que lo tiró al suelo. <strong>La</strong> gente de<br />
la panadería se quedó muda y él pudo irse.<br />
Estaba a veinte minutos de la casa.<br />
VI<br />
Elena escuchó unos pasos cercanos a<br />
la puerta, en un arranque de desesperación<br />
botó el seguro y giró la perilla.<br />
De repente pasó saliva en un largo trago<br />
y recordó las palabras de Marcia:<br />
—No abras la puerta.<br />
45
46<br />
INFESTACIÓN<br />
Por Víctor Andrés Parra Avellaneda
I<br />
Revista de Virología Recombinante<br />
Vol. 6 No. 2 <strong>Año</strong> 9.<br />
Artículo de revisión<br />
Coevolución de virus endógenos en<br />
diversos grupos de mamíferos<br />
Rafael Picadilli P.; Ernesto <strong>La</strong>timeria<br />
C.; Benedicto González R. y Ramón<br />
Licuado. 1<br />
1. Departamento de patología molecular del<br />
Hospital Civil de Huitzilintlán<br />
Resumen<br />
Los virus son complejos supramacromoleculares<br />
que parasitan células vivas,<br />
interactúan con sus receptores de<br />
membrana para después inducir un<br />
cambio conformacional que permitirá<br />
depositar el material genético en el<br />
interior y utilizar la maquinaria metabólica<br />
del huésped para sintetizar proteínas<br />
codificadas por el genoma invasor,<br />
dando como resultado la síntesis<br />
de los componentes que conformarán<br />
nuevos virus replicados en demasía al<br />
punto de saturar el interior de la célula,<br />
lisándola, y liberando los nuevos virus<br />
al entorno extracelular, donde tendrá<br />
potencial de infestar a nuevas células y<br />
repetir este proceso.<br />
Unos de los más fascinantes y aterradores<br />
son los Lentivirus, pertenecientes<br />
a la familia Retroviridae, quienes<br />
tienen la peculiaridad de poseer RNA<br />
como portador de su material genético,<br />
el cual es transformado en DNA gracias<br />
a la enzima transcriptasa inversa, y a su<br />
vez es introducido en el genoma celular<br />
por medio de la enzima integrasa, con<br />
lo que el virus se infiltra y permanece<br />
latente, multiplicándose con cada división<br />
celular y expresándose cuando las<br />
condiciones son propicias.<br />
Los lentivirus tienen una serie de<br />
genes que comparten y que han sido<br />
encontrados en el genoma de distintos<br />
mamíferos. Se les ha llamado virus endógenos<br />
y comprenden aquellos que ya<br />
no se expresan pero que han quedado<br />
como remanentes de infecciones en un<br />
remoto pasado. Para entender la magnitud<br />
de esto, basta con saber que el 10%<br />
del genoma humano es de origen viral.<br />
<strong>II</strong><br />
Después de terminar de leer el fragmento<br />
de este artículo científico, el<br />
psicólogo fue paralizado por una súbita<br />
revelación que le hizo expresar en<br />
leves y débiles susurros:<br />
—Soy 90% humano, y 10% viral —dijo<br />
el psicólogo.<br />
Días después, el hombre de la ciencia<br />
del comportamiento del ser humano,<br />
o lo que los biólogos podrían<br />
nombrar como «Etología humana a<br />
medias», concluyó que muchos de los<br />
comportamientos patológicos y violentos<br />
de la especie humana son obra de<br />
una entidad psicológica a la que nombró<br />
«virus endógeno psicológico».<br />
Tal como hay virus biológicos, también<br />
podría haber virus psicológicos<br />
que dominan nuestra conducta cuando<br />
las condiciones son propicias. Alguna<br />
idea o comportamiento de lo más<br />
simple puede ser altamente infeccioso<br />
y perjudicial para nosotros, como por<br />
ejemplo la autodestrucción personal,<br />
la crítica acérrima a los congéneres, la<br />
envidia o la hipocresía; entidades que<br />
tienen propiedades víricas, pues lograban<br />
burlar las barreras mentales que<br />
nos protegen de la locura; sin embargo,<br />
al entrar en nuestra psique, dichos virus<br />
psicológicos se replican, haciendo<br />
47
explotar la cordura, el sentido común<br />
y la sensatez (que vendrían siendo los<br />
análogos de la célula).<br />
Como el herpes que emerge cuando el<br />
sistema inmune se deprime por el estrés,<br />
los virus mentales pueden permanecer<br />
adormilados hasta emerger súbitamente<br />
desde las tinieblas, expresándose y tomando<br />
el control cuando alguna situación nos<br />
toma por sorpresa o el ambiente propicia<br />
una atmósfera oscura y llena de mil formas<br />
de violencia emocional o inseguridad.<br />
El instinto humano es encontrar una<br />
entidad virgen, la cual es invadida, degradada<br />
(o parasitada), abandonada y sustituida<br />
por otra entidad virgen. ¿No pasa<br />
eso acaso con las guerras, con las relaciones<br />
sociales, con los juegos de poder?<br />
<strong>II</strong>I<br />
Revista de Medicina<br />
Molecular Experimental<br />
Vol. 1 Núm.7 <strong>Año</strong> 0<br />
Artículo de investigación<br />
Efectos clínicos a varios tipos de<br />
estrés en Mus musculus<br />
Dámaso Nuño A 1 .; Catalina Alcázar P. 1 ;<br />
Renata Nuremberg A. 2 ; y Aurora Torres P. 2<br />
1. Departamento de Estudios Nutricionales, Universidad<br />
Nacional de Tehuantepec.<br />
2. Departamento de Epigenética y Metaboleómica,<br />
Universidad Nacional de Cataluña.<br />
Resumen<br />
Se inocularon cuatro grupos de ratones<br />
con Herpes simplex, los cuales fueron<br />
expuestos a distintos factores generadores<br />
de estrés. El primer grupo fue sometido<br />
a dosis concentradas de cortisol;<br />
el segundo a estrés oxidativo vía dieta<br />
rica en lípidos y pobre en proteínas; el<br />
tercero puesto en un entorno de convivencia<br />
con un depredador y el cuarto<br />
fue el grupo control Los resultados indican<br />
que los tres factores causantes de<br />
48
estrés generan una inmunodepresión<br />
que propicia la sobreexpresión y proliferación<br />
patológica de Herpes simplex.<br />
Con ello se verifica el delicado equilibrio<br />
del sistema inmune ante un ambiente<br />
no sano. Esto sin duda debe ser pauta<br />
para mejorar nuestro estilo de vida y<br />
tomar medidas para limitar los factores<br />
estresantes que esta implica.<br />
IV<br />
Como si se estuviese citando a la Metamorfosis<br />
de Kafka, el hombre de<br />
negocios, la mujer desesperada, el<br />
empresario en aprietos, el médico desquiciado,<br />
el escritor frustrado, la artista<br />
fracasada, el periodista amenazado de<br />
muerte, el político bajo la mira de la<br />
justicia y miles de personas agobiadas<br />
por el mundo moderno despertaron<br />
convertidas en gigantescos virus. <strong>La</strong><br />
hipótesis más acertada para explicar<br />
este inverosímil suceso fue la relación<br />
estrés-inmunodepresión y la subsecuente<br />
expresión conjunta de todos<br />
los virus endógenos presentes en el<br />
genoma humano que se expresaron en<br />
una época caracterizada por un ridículamente<br />
alto estrés.<br />
Nadie lo sabía, pero la finalidad última<br />
de los virus, era pasar inalterados<br />
como fósiles químicos, para terminar,<br />
expresándose en conjunto como un virus<br />
colonial y macroscópico.<br />
El mecanismo específico de esta transmutación<br />
humano-virus estaba basado<br />
en una serie de polimorfismos y genes<br />
virales pleiotrópicos que afectaban a distintos<br />
genes hox de los seres humanos,<br />
con lo que las distintas extremidades<br />
fueron sustituidas por amplificaciones<br />
de estructuras virales. Por este descubrimiento<br />
Wlatzen Tiyhg, Adanselmo de Esturión<br />
y Rigoberto Yetattori recibieron en<br />
2048 el premio Nobel de Química.<br />
49
50<br />
EL PRECIO DE LA<br />
INDEPENDENCIA<br />
Por Raúl Elvio Fantín
Alfredo y Martín ese domingo pasaron<br />
toda la mañana buscando un<br />
departamento para alquilar, era<br />
hora de independizarse, de llevar una<br />
vida plagada de placeres y aventuras,<br />
pero lo que ganaban como cadete y notero<br />
en el diario local no alcanzaba para<br />
gran cosa, nada habían conseguido accesible<br />
para sus deterioradas economías.<br />
Luego de tres largas semanas, al fin<br />
encontraron una pequeña casa pero<br />
confortable y muy barata, ya que la<br />
misma se encontraba amueblada, el<br />
único inconveniente era la lejanía con<br />
sus trabajos.<br />
Ya firmado el contrato de arriendo<br />
la curiosidad llevó a Alfredo a preguntarle<br />
al empleado de la inmobiliaria el<br />
motivo del bajo costo del alquiler de la<br />
vivienda, el que le contestó que se hacía<br />
difícil arrendarla por el mal estado<br />
de la casa lindante, que la gente decía<br />
pavadas de esa vieja casona, las tonteras<br />
de siempre, historias de fantasmas<br />
y muertes lejanas en el tiempo que nadie<br />
puede corroborar y que solo sirven<br />
para arruinar el barrio.<br />
En todo caso una vieja casa deshabitada<br />
no era un problema para ellos.<br />
No había mucho que mudar, excepto<br />
la ropa y algún que otro recuerdo, el<br />
lunes por la mañana salieron juntos<br />
hacia el trabajo después de quedar de<br />
acuerdo en que el desayuno lo haría un<br />
día cada uno.<br />
Al regresar esa nochecita tormentosa<br />
de junio recién se percataron de lo<br />
poco iluminado de estas calles suburbanas,<br />
pero dos hombres juntos no tendrían<br />
temor por un poco de oscuridad.<br />
Mientras caminaban, Martín le recordó<br />
a Alfredo que a las once saldrían a festejar<br />
la nueva vida, que había quedado<br />
con dos amigas para encontrarse en un<br />
pub, actividad con la que Alfredo estaba<br />
totalmente de acuerdo y entusiasmado.<br />
Ingresaban a la casa cuando a Alfredo<br />
le pareció ver una tenue luz moverse<br />
dentro de la vieja casa vecina, pero<br />
no le dijo nada a su compañero.<br />
Martín se fue al cuarto a preparar en<br />
su laptop la nota que tendría que presentar<br />
al día siguiente y le informó que<br />
luego se ducharía.<br />
Alfredo se desparramó en el confortable<br />
sillón que había en el living, esto<br />
es vida se dijo a sí mismo, trató de dejar<br />
un momento su mente en blanco,<br />
pero no lo conseguía esa lucecita en la<br />
casona lo tenía inquieto.<br />
Ya no soportó más, tomó la linterna<br />
que estaba sobre la heladera y salió sin<br />
dar aviso.<br />
Al llegar a la verja que rodeaba la roída<br />
casona vio que la reja de entrada no<br />
tenía candado, la empujó suavemente<br />
y el óxido hizo rechinar sus bisagras,<br />
aún llevaba su linterna apagada, miró<br />
hacia adentro desde la ventana donde<br />
le pareció haber visto la luz, pero nada<br />
pudo observar, solo paredes descascaradas<br />
y llenas de humedad, la curiosidad<br />
de Alfredo lo llevó hasta la puerta<br />
de ingreso que estaba muy carcomida<br />
por la intemperie, trato de abrirla, pero<br />
la humedad había hinchado la madera<br />
y no podía lograrlo, tomó un poco de<br />
aire y con un empellón de su hombro, la<br />
puerta al fin abrió, dio un par de pasos<br />
dentro de la casa y se llevó por delante<br />
una gran telaraña que se pegoteo a su<br />
rostro incomodándolo, encendió la linterna<br />
para no tener otra sorpresa desagradable,<br />
camino muy sigilosamente,<br />
no quería hacer ruido, pero a cada<br />
paso que daba el resquebrajado piso<br />
de madera contestaba con una queja,<br />
realmente era un lugar tenebroso, para<br />
51
colmo se sintieron un par de truenos y<br />
la lluvia comenzó a caer, algunas goteras<br />
demostraron el mal estado de<br />
los techos, pero pudo más su curiosidad,<br />
siguió avanzando muy despacio,<br />
delante de él tenía un largo pasillo, al<br />
final del mismo un marco sin puertas<br />
mostraba una pared, que seguramente<br />
sería otro corredor que llevaría a distintas<br />
habitaciones, la adrenalina invadía<br />
su cuerpo, no podía controlar el temor<br />
que le causaba esta casa, de pronto le<br />
pareció ver pasar fugazmente algo flotando<br />
en el pasillo final, se le paralizó el<br />
corazón, el miedo lo dejó tieso, cuando<br />
iba a seguir adelante, antes de dar un<br />
solo paso, una mano se le apoyó con<br />
firmeza en el hombro, las piernas se le<br />
aflojaron y lanzó un ahogado grito, volteó<br />
su mirada y era Martín, que le hacía<br />
seña con el dedo en los labios, que<br />
se callara y siguiera caminando, iba a<br />
alumbrar cuando se dio cuenta que la<br />
única luz de la calle entraba a la casa<br />
y sus dos sombras se proyectaban en<br />
la pared final como si fuesen dos marionetas<br />
de sombras chinescas. Un<br />
par de pasos y de pronto las sombras<br />
fueron tres, no podía articular palabra,<br />
el terror definitivamente se apoderó<br />
de Alfredo cuando la tercer sombra se<br />
agigantó alzando un hacha, detrás de<br />
él sintió un ruido seco, y algo que caía<br />
pesadamente al piso, se dio vuelta y el<br />
52
cuerpo sin cabeza de Martín lo manchó<br />
con su sangre que salía a borbotones<br />
de su seccionado cuello, el horror se<br />
dibujó en su rostro y solo atinó a salir<br />
corriendo, olvidando la linterna y el<br />
desbaratado cuerpo de su amigo. Apenas<br />
puso un pie fuera de la casa, patinó<br />
en el barro y cayó a un gran charco, se<br />
levantó más rápido que el rayo resonante<br />
en ese instante en algún lugar<br />
cercano, volvió a trastabillar en la calle<br />
y sin poder contener el llanto entró a la<br />
casa, colocó una silla trabando la puerta,<br />
no recordaba donde había dejado<br />
su celular, desesperado lanzaba por<br />
el aire almohadones y cosas en busca<br />
de su teléfono, cuando una voz desde<br />
dentro de la casa lo llamó por su nombre:<br />
Alfredo.<br />
Este se quedó quieto, inmóvil, no<br />
pudo contenerse y temblando como<br />
una hoja mecida por un gélido viento,<br />
mojó sus pantalones.<br />
Abruptamente se abrió la puerta del<br />
baño y con un toallón en la cintura y<br />
una pequeña toalla secando su cabello<br />
Martín le dice alegremente<br />
—Apúrate, nos tenemos que encontrar<br />
con las chicas, mira la mugre que<br />
tienes. Me voy a cambiar.<br />
Alfredo miró sus ropas mojadas y llenas<br />
de barro, pero para su asombro ni un<br />
solo rastro de sangre, se dejó caer arrodillado<br />
y se largó a llorar y reír a la vez.<br />
53
54<br />
OJALÁ NO<br />
NOS TUVIERAMOS<br />
QUE IR<br />
Por Pablo Caputo Bogliolo
Con Solana nunca nos peleamos.<br />
Desde que somos chicas compartimos<br />
todos los juguetes, todas las<br />
muñecas, todos los vestidos. ¿Cómo no<br />
hacerlo, cuando de hecho hemos compartido<br />
el vientre de nuestra madre?<br />
Yo soy las más rubia de las dos, me<br />
llamo Julia y aunque nunca fui tan expresiva<br />
como Solana, también lo supe<br />
desde muy pequeña. Me refiero a nuestro<br />
destino. Porque Solana siempre lo<br />
utilizó como herramienta: Cuando éramos<br />
chiquitas, para fascinar a todos los<br />
familiares y ser el centro de atención.<br />
En la escuela, para ser la preferida de<br />
las maestras. Y ya en la adolescencia,<br />
para coquetear con los chicos. A todos<br />
les decía que ella creía en la existencia<br />
de un destino prefijado por el simple<br />
motivo de que ella conocía el suyo.<br />
Creo que por eso, siempre fue la más<br />
caprichosa de las dos. El primer recuerdo<br />
es el día que fuimos a la kermesse<br />
del pueblo y había una señora con un<br />
canasto de mimbre regalando cachorros.<br />
Por más que insistió, pataleó, lloró<br />
y se tiró repetidas veces al suelo como<br />
señal de protesta, papá estaba muy firme<br />
en su decisión de no comprarnos<br />
un perro. Ese día volvió todo el viaje<br />
en el auto con la misma cara de enojo<br />
de nena caprichosa. Ella repetía y repetía<br />
que no era justo que no nos dieran<br />
todos los gustos desde chiquitas, que<br />
años más tarde cuando fuéramos grandes<br />
se iban a arrepentir.<br />
En la escuela primaria yo muchas veces<br />
lloraba durante días enteros, pero<br />
Solana siempre estaba de buen humor<br />
para consolarme. A pesar de haber ido<br />
a muchos psicólogos y especialistas,<br />
ninguno pudo darme la tranquilidad<br />
que me daba verla a Solana sonreírme<br />
y decirme que no me preocupara, que<br />
todo iba a estar bien. Si bien éramos<br />
mellizas, siempre fue como una hermana<br />
mayor para mí.<br />
Hace ya tres años, cuando comenzamos<br />
la escuela secundaria, nos separaron<br />
de curso. Al principio pensé que iba a<br />
ser mucho más difícil no tenerla a mi lado<br />
todas las mañanas, pero con el paso de<br />
los meses cada cual fue teniendo amigas<br />
distintas. Incluso el año pasado, durante<br />
el tercer año, cada una consiguió novio.<br />
Solana empezó a salir con Germán<br />
apenas una semana después de que yo<br />
contara en la mesa, bordó de vergüenza,<br />
que me había dado un beso Damián. Por<br />
supuesto que Germán era un deportista<br />
carismático, popular en la escuela y estudiante<br />
de teatro y Damián era un poco<br />
gordito, excelente compañero y estudiante.<br />
Cada una sin dudas buscó una persona<br />
acorde a su particular forma de ser.<br />
Cuando se acercaba este verano y<br />
nos comentaron los planes de vacacionar<br />
en familia en la casa de Costa del<br />
Este, las dos nos pusimos muy tristes y<br />
les dijimos a mamá y papá que no queríamos<br />
ir. Estábamos en lo mejor de<br />
nuestras vidas, nos iba muy bien en la<br />
escuela y las dos nos llevábamos muy<br />
bien con nuestros novios. En nuestros<br />
ratos libres ayudábamos con la planificación<br />
del viaje de egresados del año<br />
siguiente y, si bien desde hace mucho<br />
tiempo sabíamos cómo iban a ser las<br />
cosas, nos permitíamos nuestros pequeños<br />
berrinches y actos de rebeldía.<br />
Los últimos días previos al viaje los<br />
pasamos mayormente en silencio. Damián<br />
y Germán, que nunca coincidían<br />
en nada, se pusieron de acuerdo en<br />
decir que ambas estábamos muy raras.<br />
Solana y yo, que siempre estábamos de<br />
acuerdo en todo, les dijimos que el problema<br />
era que no los queríamos más.<br />
55
Damián lo tomó de forma muy madura.<br />
Germán lloró. Ambas intercambiamos<br />
nuestras sensaciones mientras armábamos<br />
las valijas para el viaje.<br />
El día de la salida papá inició la misma<br />
rutina de todos los años: Se levantó<br />
muy temprano y se fue solo con el<br />
auto a la estación de servicio a cargar<br />
nafta, revisar las ruedas, el agua y el<br />
aceite. Mamá realizó el recorrido por<br />
toda la casa chequeando no olvidarse<br />
nada. Nosotras nos levantamos aún<br />
dormidas a desayunar. Casi al mismo<br />
momento en que el sol asomaba, toda<br />
la familia se dispuso para salir a la ruta.<br />
Una repetición del desayuno a la altura<br />
de Chascomús y a seguir viaje. Papá se<br />
entretenía mirando las funciones nuevas<br />
del GPS y mamá cebaba mate cuando<br />
se nos cruzó el caballo.<br />
Una frenada repentina, el auto pierde<br />
estabilidad y papá tira el volantazo. <strong>La</strong>s<br />
ruedas se despegan del suelo a más de<br />
130km/h y el horizonte se da vuelta en el<br />
parabrisas. Escucho el grito desesperado<br />
de mamá. Papá intenta agarrar fuerte<br />
el volante, pero se golpea la cabeza<br />
contra el parante de la puerta. <strong>La</strong> miro<br />
a Solana. En su cara no veo siquiera un<br />
atisbo de pánico. Tiene la misma cara<br />
de caprichosa que le vi en la kermesse el<br />
día de los cachorritos. Me agarra fuertemente<br />
del brazo y me dice «ojalá nunca<br />
nos tuviéramos que ir».<br />
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58<br />
QUÉDATE<br />
CONMIGO<br />
Por Elías Romero
A<br />
Guillermo no le dejaron ver el cadáver<br />
de Teresa en el tanatorio.<br />
Sus padres estaban convencidos<br />
de que la impresión sería demasiado<br />
fuerte para un niño de trece años; ya<br />
había sufrido demasiado con la enfermedad<br />
de su hermana gemela, se<br />
justificaban, como para tener que enfrentarse<br />
a la espantosa imagen de su<br />
cuerpo amortajado dentro de un féretro.<br />
Un sacerdote amigo de la familia<br />
trató de convencerles de la conveniencia<br />
de que le permitiesen verla:<br />
—Necesita despedirse de ella ―afirmó,<br />
con esa autoridad inapelable que tienen los<br />
sacerdotes para los asuntos de la muerte.<br />
Pero los padres se reafirmaron en su<br />
decisión y el sacerdote comprendió que<br />
no debía añadir un motivo más de aflicción<br />
a su desolado estado de ánimo.<br />
A partir de ese día Guillermo empezó<br />
a tener sueños en los que Teresa le<br />
llamaba. En ocasiones la sensación era<br />
tan real que parecía que estaba a su<br />
lado. No dijo nada a sus padres para<br />
evitar que pensaran que el dolor le<br />
había hecho enloquecer, pero él sabía<br />
que era su voz y que se trataba de algo<br />
real. Le estaba llamando.<br />
Y él quería ir con ella.<br />
Esa noche la luna llena esparcía su rocío<br />
de plata sobre los monumentos funerarios.<br />
<strong>La</strong> claridad nocturna le ayudaba<br />
a seguir sin extraviarse el camino que<br />
llevaba hacia los panteones, entre filas<br />
de tumbas y bloques de nichos. El viento<br />
soplaba entre los árboles, haciéndoles<br />
emitir susurros misteriosos. En cualquier<br />
otra ocasión, la idea de estar solo en ese<br />
mismo lugar, en plena noche, rodeado<br />
de cruces y esculturas funerarias, le hubiese<br />
espantado. Pero esa noche avanzaba<br />
con la determinación de un enamorado<br />
al encuentro de su amada.<br />
Solo quería despedirse de ella. Sería<br />
tan solo un instante: un beso en las mejillas,<br />
contemplar su rostro amado por<br />
última vez, decirle adiós tal y como había<br />
sugerido el cura en el tanatorio. Solo eso.<br />
El panteón familiar era el monumento<br />
más vistoso del camposanto. Todos<br />
los antepasados de Guillermo estaban<br />
enterrados allí, junto a Teresa. Se trataba<br />
de un mausoleo de estilo neoclásico,<br />
con cuatro columnas dóricas en el frente,<br />
sobre cuyos capiteles se apoyaba<br />
un tímpano en el que los apellidos de<br />
la familia. Una robusta puerta de hierro<br />
con adornos de forja dorados protegía<br />
el descanso eterno de los muertos.<br />
Flexionó los dedos y los pasó alrededor<br />
del mango de la maza que había sustraído<br />
del almacén de herramientas de<br />
su padre. Sin pensárselo dos veces, la<br />
levantó por encima de su cabeza y la<br />
dejó caer con violencia contra la puerta,<br />
a la altura del cerrojo que protegía la<br />
entrada. <strong>La</strong> cabeza de acero de la maza<br />
hizo saltar el cerrojo y las dos pesadas<br />
hojas retrocedieron chirriando sobre<br />
sus goznes.<br />
En el interior del panteón las sepulturas<br />
de mármol resplandecían bajo el<br />
efecto de la luz de la luna que se filtraba<br />
a través de un tragaluz abierto en el<br />
muro. Miró a su alrededor, valorando<br />
las distintas posibilidades de destrucción<br />
que tenía a su alcance. Tenía que<br />
conseguir que su incursión nocturna<br />
pareciera una profanación. Primero<br />
lanzó un furioso golpe de maza contra<br />
un crucifijo blanco de medio metro, cuyos<br />
fragmentos cayeron con un ruido<br />
seco bajo sus pies. Después, sin vacilar,<br />
empezó a descargar golpes rápidos y<br />
precisos contra todos los objetos que<br />
encontró a su paso: medallones, jarrones,<br />
lápidas, imágenes. Los fragmentos<br />
59
de mármol y granito saltaban por los<br />
aires envueltos en una nube de esquirlas<br />
blanquecina.<br />
Cuando llegó al lugar en el que habían<br />
enterrado a Teresa, apoyó un instante<br />
la maza en el suelo para intentar<br />
recuperar el resuello. Estaba enterrada<br />
en una de las tumbas del suelo, bajo<br />
una sencilla lápida con su nombre y las<br />
fechas que señalaban su breve periodo<br />
entre los vivos.<br />
Juntó ambas piernas, volvió a levantar<br />
la maza y la dejó caer sobre la<br />
lápida. El impacto abrió una grieta de<br />
lado a lado en el granito gris, y algunos<br />
pedazos se desmoronaron y cayeron<br />
hacia dentro, golpeando con un ruido<br />
sordo sobre la tapa del ataúd. Guillermo<br />
se asomó al hueco. El féretro se<br />
encontraba a un par de metros por debajo<br />
del nivel del suelo. Sin pensárselo,<br />
saltó dentro de la tumba y cayó de pie<br />
encima de la caja. Se agachó y buscó<br />
las manijas de la tapa del ataúd en el<br />
lateral, y al encontrarlas se hizo a un<br />
lado y tiró con fuerza hacia arriba, consiguiendo<br />
que se abriera fácilmente.<br />
Se sentó a horcajadas sobre el cuerpo<br />
de Teresa. Su rostro era un círculo de<br />
una palidez extraordinaria en la semioscuridad<br />
de la tumba. No se apreciaba<br />
ningún rastro de descomposición; estaba<br />
tal y como la recordaba, incluso más<br />
bella que los últimos días, en los que los<br />
60
signos visibles de la enfermedad habían<br />
transformado sus facciones en una máscara<br />
inerte. Había vuelto el color a sus<br />
mejillas y tenía una expresión serena<br />
y dulce. Su cabello rubio brillaba sano.<br />
De rodillas sobre el cuerpo envuelto en<br />
el sudario blanco marfil, se inclinó para<br />
besarla en los labios.<br />
Fue entonces cuando se dio cuenta<br />
de que los ojos estaban abiertos y le miraban.<br />
Al descubrirlo, Guillermo soltó un<br />
chillido agudo. Sintió bajo sus piernas<br />
que el cuerpo de Teresa se agitaba en la<br />
mortaja, y su garganta emitía un balbuceo<br />
gorgoteante. Estaba intentando decirle<br />
algo, pero no podía hacerlo porque<br />
le habían cosido los labios.<br />
―¡Estás viva! ―exclamó Guillermo,<br />
con un hilillo de voz histérico―. ¡Gracias<br />
a Dios, estás viva!<br />
Trató de desgarrar la mortaja que la<br />
envolvía, y al hacerlo algo le aferró por<br />
la espalda y tiró hacia abajo con fuerza,<br />
apresándolo contra el cuerpo de Teresa.<br />
Le envolvió una insoportable fetidez.<br />
«Quédate conmigo», aulló una voz<br />
horrorosa. El abrazo se hizo más fuerte.<br />
Guillermo intentó zafarse, pero no<br />
pudo moverse. <strong>La</strong> tumba se oscureció<br />
completamente.<br />
«Quédate conmigo», repitió la misma voz.<br />
Y aunque Guillermo amaba a su hermana,<br />
se le heló la sangre al pensar en<br />
la eternidad que le esperaba junto a ella.<br />
61
62<br />
LA ERA DE<br />
LA CILUBINA<br />
Por Lemis Tarajano Noya
3 de enero del 2079<br />
Es difícil no encontrar sentido en la<br />
idea de Andiono de que nuestro tiempo<br />
pasó como el de muchas especies<br />
antes de nosotros. Antes de la era del<br />
hombre, cuando los dinosaurios poblaron<br />
la tierra, el mundo era imposible<br />
con carros y maquinas, lo que<br />
llamamos inteligencia era un concepto<br />
en el mejor de los casos imposible.<br />
Durante nuestra era, el concepto de<br />
Cilubinas era acaso igual de inusitado.<br />
Lo que poseen estos nuevos seres que<br />
nacen mientras nosotros desaparecemos<br />
es incomprensible. Le hemos denominado<br />
Cilubinas por razones que<br />
desconozco y que desconoce el propio<br />
Andiono, el mejor científico de España<br />
y líder de nuestra aldea. Posiblemente<br />
la última aldea en Europa, con seguridad<br />
la última en España.<br />
Hemos aceptado nuestro destino y<br />
sin muchas batallas que nos queden<br />
por ganar hemos escogido quedarnos<br />
tranquilos en este espacio de tierra,<br />
darnos la mejor vida posible, enterrar<br />
a nuestros muertos en paz y no tratar<br />
de entender el mundo. Al menos eso<br />
hacen la mayoría, la resignación los<br />
mantiene tranquilos. Andiono y yo<br />
hemos estado haciendo lo contrario,<br />
cada noche especulamos, escribimos,<br />
enviamos señales de radio y planeamos<br />
expediciones a Madrid, a lo que<br />
solía ser Madrid, que ahora está poblado<br />
de Cilubinas, de las más extrañas,<br />
las que son de humo, les llamamos<br />
Los Alientos, porque son tibias, húmedas<br />
y huelen a algo parecido al café.<br />
Hubo quienes les llamaron Los Fantasmas,<br />
Los Espantos, Fuegos Fatuos,<br />
pero esos ya están muertos, ahora solo<br />
quedamos los de nuestra aldea y nosotros<br />
les llamamos Los Alientos. Son<br />
formas echas de un aire oscuro, por lo<br />
general delgadas, rectas, siempre en<br />
posición vertical y pegadas a la tierra.<br />
Se mueven rápido, a veces se mezclan<br />
por unas horas y cuando se separan se<br />
duplican o triplican en número. Aunque<br />
Los Alientos nunca nos hicieron<br />
ningún daño a los humanos Madrid<br />
fue la primera ciudad de España en ser<br />
evacuada y fue por pánico, una terrible<br />
decisión porque sus alrededores si estaban<br />
poblados por Cilubinas toxicas<br />
y fatales para los humanos. Quizás en<br />
Madrid aún se pueda vivir.<br />
Que quede claro que pertenezco a la<br />
escuela de pensamiento que dice que<br />
no son las Cilubinas las que están acabando<br />
con los humanos directamente,<br />
nuestros problemas empezaron mucho<br />
antes y fueron de naturaleza ambiental.<br />
Andiono ha escrito mucho al<br />
respecto y en sus investigaciones está<br />
sustentada la teoría de que las Cilubinas<br />
son producto de cambios químicos<br />
en nuestro planeta, los mismos<br />
cambios que han ido acabando con los<br />
habitantes de nuestra aldea. <strong>La</strong>s Cilubinas<br />
vinieron después y solo aceleran<br />
el proceso de extinción.<br />
Hace cinco años éramos setecientos<br />
cuarenta y cuatro y hoy somos quinientos<br />
treinta y cinco en nuestra aldea. Me<br />
alegro de haber documentado la vida<br />
de todos los habitantes en este diario,<br />
guardo la esperanza pueril de ser leído<br />
dentro de mil o diez mil años cuando se<br />
estudien nuestras vidas. Escribo cada<br />
noche después de regresar de casa de<br />
Andiono, de conversar sobre la posibilidad<br />
de sobrevivir, de detener la muerte,<br />
de volver a poblar la tierra.<br />
Pocas veces me detengo a pensar en<br />
lo que creo y espero. Cuando lo hago<br />
63
siempre me arrepiento pues sé que<br />
nuestra situación es terminal, desesperanzadora.<br />
<strong>La</strong> expedición a Madrid<br />
es utópica. No hay manera de que podamos<br />
cruzar doscientos kilómetros<br />
de especies de Cilubinas que nunca<br />
hemos visto, que nos puedan matar<br />
con solo mirarlas. Nuestros planes y<br />
conversaciones no tienen ningún sentido.<br />
Pero la verdad es que quiero vivir,<br />
quiero que María viva y que viva nuestro<br />
hijo Alexis. Quiero morir dentro de<br />
treinta y cinco años y que los quinientos<br />
treinta y cinco nos encontremos<br />
convertidos en cinco mil, que estemos<br />
repoblando España, que Andiono haya<br />
sido nuestro líder y que estemos ya en<br />
contacto con ciudades florecientes en<br />
Francia, Inglaterra, Marruecos. Pienso<br />
en esto y sigo trabajando.<br />
5 de enero del 2079<br />
Acabo de verla, ha crecido la primera<br />
Cilubina en nuestra aldea. <strong>La</strong> he visto<br />
mientras caminaba de regreso a mi<br />
casa, después de una larga noche de<br />
planes con Andiono. No creo que nadie<br />
64
más la haya visto. Es pequeña, pero no<br />
tardará en tomar fuerza.<br />
Es una de las peores, una de las que<br />
crecieron en China. <strong>La</strong> recuerdo en las<br />
noticias hace más de siete años, llegan<br />
a ser del tamaño de una montaña pequeña,<br />
salen de la tierra como un árbol<br />
o como una mandrágora, tienen una especie<br />
de cuerpo de oveja o camello, se<br />
retuercen cada segundo como un animal<br />
asustado, sus piernas son delgadas,<br />
están enterradas como tuberías de madera<br />
dorada, sus cuerpos están cubiertos<br />
de trozos de una materia cremosa<br />
que parece algodón y que brota de todas<br />
sus partes como verrugas. En China<br />
no quedó un solo sobreviviente después<br />
de un mes de la primera aparición.<br />
Cuando la vi regresé instintivamente<br />
a casa de Andiono a avisarle pero me<br />
detuve en su puerta y regrese a mi casa,<br />
decidí escribir esto en mi diario y meterme<br />
en la cama con mi mujer e hijo que<br />
duermen ya tranquilos. Mañana hablare<br />
con Andiono, quizás escondamos la<br />
Cilubina, le echemos tierra para que nadie<br />
la vea, quizás decidamos evacuar la<br />
aldea y buscar un paso seguro a Madrid.<br />
65
66<br />
EL MESÍAS<br />
Por Jesús Guerra Medina
Se miraron sorprendidos en medio<br />
de la multitud.<br />
Eran idénticos en todos los aspectos,<br />
como gotas de agua, limpios, sucios,<br />
rugosos, ideales, irregulares, más que<br />
gemelos, como espejos, eran sus propios<br />
reflejos. <strong>La</strong> gente a su alrededor los<br />
miró, señalándolos; ellos callaron, se<br />
palparon con la mirada. Jesús, con su<br />
manto manchado de polvo y sus pies<br />
descalzos de tanto caminar, preguntó<br />
«¿Quién eres?», y Jesús, con su túnica<br />
ligeramente pálida y sucia, respondió,<br />
«Soy Jesús». «¡Jesucristo, el mesías!»,<br />
gritó un apóstol en medio de la turba y<br />
los demás vitorearon contentos. «¿Jesús?»,<br />
preguntó Jesús, y Jesús asintió<br />
con un ligero movimiento de cabeza.<br />
Por allá, un soldado romano gritó, por<br />
acá otro respondió y un burro rebuznó<br />
a lo lejos. El sol ardía en medio del mundo<br />
y el viento soplaba, tibio y seco a lo<br />
largo del cielo raso. «No», dijo Jesús, «yo<br />
soy Jesús», y Jesús, con los ojos abiertos<br />
como platos, respondió, «Yo soy Jesús,<br />
hijo de Dios». A su alrededor todos<br />
callaron, preguntándose si acaso aquel<br />
encuentro era un milagro; uno más de<br />
Jesús, el Salvador, el Mesías.<br />
Mientras tanto, en las afueras del<br />
pueblo, entre las rocas, sobre una<br />
loma, junto a cavernas en cuyas sucias<br />
entrañas leprosos dormitaban, sudando<br />
enfermedad y pecado, el Científico,<br />
con sus prismáticos digitales, bailoteó<br />
de felicidad y dijo, apretando el botón<br />
de su grabadora de sonido de cinco canales<br />
de resolución, cuidando que nadie<br />
lo viera: «<strong>La</strong> clonación fue un éxito,<br />
espécimen 0003, ha hecho contacto». Y<br />
en los audífonos en sus orejas, como<br />
chinches de metal brillando al sol, una<br />
voz contestó ronca: «Muy bien, ahora<br />
regresa». El científico guardó sus extraños<br />
objetos futurísticos en una capsula<br />
que luego se encogió y guardo en su<br />
bolsillo y apretó una válvula en su reloj<br />
encarnado en su antebrazo izquierdo,<br />
y en ese instante un agujero se abrió,<br />
cual portal, en medio de la nada y entró<br />
en él. Acto seguido, desapareció<br />
para siempre de esta historia dejando<br />
tras de sí una estela de polvo y la curiosidad<br />
despierta de un pequeño pastor,<br />
(cuya descendencia inventaría siglos<br />
después la primera máquina del tiempo),<br />
que, recostado entre hierba seca,<br />
lo vio desaparecer como un espejismo<br />
mientras arreaba sus ovejas.<br />
Jesús, entre tanto, discutía con Jesús<br />
por saber quién era Jesús, el Mesías.<br />
<strong>La</strong> gente se conglomeró gritando y<br />
llorando y sonriendo, alimentados por<br />
el morbo de la situación de aquel encuentro<br />
imposible de dos idénticos, y<br />
más pronto que tarde, soldados romanos<br />
con sus espadas en mano y látigos<br />
en enrollados en sus cinturas, los arrestaron<br />
a ambos. A Jesús y a Jesús. Doble<br />
crimen, confesaría uno de ellos tiempo<br />
después a Poncio Pilato, por asegurar<br />
ser hijos de Dios. Condenados, azotados<br />
y torturados, cada quien cargó una<br />
cruz a cuestas hasta la cima del monte<br />
Calvario, en donde, junto a dos ladrones,<br />
fueron insultados y crucificados<br />
hasta morir. Los cuerpos fueron enterrados,<br />
llorados y alabados, al tiempo<br />
que los leprosos eran curados y los<br />
pecados lavados del mundo; tres largos<br />
días pasaron, y cuando la sombra<br />
del perverso luto se abalanzaba como<br />
nube o como tormenta de arena, densa,<br />
inmensa sobre la faz, los apóstoles,<br />
los once que quedaban, descubrieron<br />
a Jesús, quien resucitó de la muerte,<br />
fuera de la tumba en donde encerraron<br />
su cadáver. Tenía una extraña mancha<br />
67
estampada en su brazo izquierdo y la<br />
piel maltrata como si se estuviese desintegrando<br />
en el aire, además de golpes<br />
en la cara, signos de una violenta<br />
pelea, pero nadie dijo nada conmocionados<br />
por la aparición.<br />
Jesús, entonces, les habló por última<br />
vez y poco después ascendió al cielo, al<br />
trono junto a Dios, su padre, entre ovaciones<br />
y lágrimas; del otro Jesús no se<br />
supo nada; su cuerpo quedó enterrado<br />
y la gente, admirando la resurrección<br />
de Jesús, se olvidó por completo de<br />
él… hasta que cinco mil siglos después,<br />
cuando las clonaciones eran reveladas<br />
al público y las máquinas para viajar<br />
en el tiempo cosa común en la vida<br />
cotidiana, científicos descubrieron el<br />
cuerpo de Jesús flotando en un cubo<br />
de hielo, en donde antes fue Jerusalén.<br />
El cuerpo de Jesús fue clonado a partir<br />
de sus propios despojos, alterado<br />
genéticamente para poseer la capacitad<br />
de levitación —sabrá Dios con qué fin—,<br />
y llevado al pasado… el Científico y Jesús<br />
(espécimen 0004), viajaron por separado<br />
en capsulas en forma de burbujas,<br />
entre destellos luminosos, cegados<br />
por luces fugaces, por centellas y llamaradas<br />
fluorescentes que revoloteaban<br />
en espirales a su alrededor; retrocedieron,<br />
girando y girando, deslizándose en<br />
68
espacios muertos y resquicios oxidados<br />
de la historia del mundo humano; viajaron,<br />
aleteando como veletas al viento, y<br />
callaron y gritaron y entonces, luego de<br />
cuatro suspiros que a Jesús parecieron<br />
una eternidad, se vieron arrojados en<br />
una extraña y lejana tierra…<br />
Jesús, salió de su capsula desorientado<br />
y recorrió lentamente aquellos<br />
extraños parajes de tierra, entre polvo<br />
y gritos y olores que no pudo descifrar;<br />
caminó despacio, tomándose su tiempo<br />
para contemplar pretéritas memorias<br />
de lo que fue, de lo que era, de lo que<br />
sería; se sentía confuso, ajeno a todo lo<br />
que se le presentaba, le dolía la cabeza<br />
y un hormigueo se escurría por su brazo<br />
izquierdo en donde una extraño símbolo<br />
se ensombrecía sobre su piel.<br />
Una turba de pronto se escuchó a lo lejos<br />
y Jesús, como atraído por un imán, se<br />
acercó a ellos, despacio, arrastrando los<br />
pies; su túnica se había ensuciado por el<br />
polvo que soplaba sin dirección y los pies<br />
se le habían agrietado por la piedras del<br />
camino dejando un pequeño rastro de<br />
sangre que lo seguía, lo seguía, lo seguía.<br />
Jesús dobló en una esquina, pestañeó un<br />
par de veces para quitarse el polvo de los<br />
ojos y entonces lo vio:<br />
…Se miraron sorprendidos en medio<br />
de la multitud…<br />
69
70<br />
ADVERTENCIA<br />
CUMPLIDA<br />
Por Carlos T Yes
Eran casi las dos de la madrugada<br />
cuando llegó Yurima a casa de su tía<br />
Gladys, traía la cara y los brazos llenos<br />
de moretones. <strong>La</strong> tía le abrió la puerta<br />
bostezando y con los ojos pegados. Medio<br />
dormida, la mandó a pasar sin saludarla.<br />
<strong>La</strong> sobrina se tiró de lado en el sofá, mirando<br />
al respaldo. Gladys la observó y se<br />
encogió de hombros. Enseguida se fue a<br />
su cuarto y se volvió a acostar al lado de<br />
su hija Tamara, quien balbuceó:<br />
—¿Quién era?<br />
—Tu prima, con la misma tragedia de<br />
siempre.<br />
—No sé qué piensa pa’ mandar pa’l<br />
carajo a ese comepinga.<br />
Se durmieron de nuevo.<br />
Eran cerca de las diez de la mañana<br />
cuando la tía la sacudió por el hombro,<br />
pensando que estaba dormida,<br />
pero Yurima se volteó bocarriba y le<br />
preguntó:<br />
—¿Qué pasa?<br />
—Que vino a buscarte la policía —contestó<br />
la tía preocupada—. ¿Qué pasó,<br />
qué hiciste?<br />
Gladys, al ver que su sobrina se mostraba<br />
indiferente, volvió a salir al portal.<br />
Yurima se incorporó y se sentó con<br />
calma, como si no le importara. Con los<br />
pies buscó las sandalias en el piso, se<br />
las calzó y fue al baño. Salió enseguida<br />
y caminó hasta el portal, donde había<br />
tres hombres, dos de ellos vestidos de<br />
civil. El uniformado conversaba con la<br />
tía y la prima, que lloraban. Yurima las<br />
observó con indiferencia.<br />
El hombre que traía unos papeles en<br />
la mano se identificó y le preguntó si<br />
ella era Yurima… Contestó que sí, y extendió<br />
las manos cuando el oficial sacó<br />
las esposas. <strong>La</strong> condujeron a un carro<br />
«Operativo de Búsqueda y Captura»<br />
parqueado a la entrada.<br />
Otro similar, con su chofer, permanecía<br />
situado unos diez metros delante.<br />
Se había formado un grupo de vecinos<br />
y curiosos alrededor de las mujeres. Poco<br />
después los carros partieron. Al doblar la<br />
esquina Yurima miró por la ventanilla y<br />
levantó las manos para despedirse del<br />
grupo que la seguía con la vista.<br />
Tamara y su madre entraron sin hablar<br />
con nadie, ni siquiera con los que<br />
les preguntaron el motivo del arresto.<br />
Gladys se tiró en el sofá donde había<br />
dormido su sobrina y le pidió a su hija los<br />
medicamentos que ya conocía. Inmediatamente<br />
se los trajo con un vaso de agua.<br />
—Vístete, que vamos ahora mismo pa’<br />
Marianao a averiguar lo que sucedió<br />
realmente —dijo la madre.<br />
Media hora después salieron y cogieron<br />
una guagua en la calle Zapata<br />
que las dejó a pocas cuadras de la casa<br />
del padrastro y los tres hermanos de<br />
Yurima. <strong>La</strong>s recibieron con llanto y las<br />
acosaron con preguntas: «¿<strong>La</strong> fueron a<br />
buscar a tu casa? ¿Se entregó sin resistencia?<br />
¿Estaba herida?...».<br />
<strong>La</strong>s mujeres se sentaron. Gladys respondió<br />
las preguntas y luego interrogó<br />
al padrastro de Yurima:<br />
—Bueno, dinos qué fue lo que pasó,<br />
porque el policía nada más nos dijo<br />
que había matado al marido, pero no<br />
nos especificó de qué manera. Los motivos<br />
los sabemos de sobra. Bastante<br />
aguantó, la pobre.<br />
El padrastro de Yurima mandó a salir<br />
a los niños, que no le hicieron caso, y<br />
relató lo que conocía de los sucesos de<br />
la noche anterior:<br />
«Nosotros sabíamos que había ido<br />
para tu casa, como hacía siempre que<br />
tenían discusiones y él la golpeaba», le<br />
dijo el padrastro a Gladys y continuó:<br />
«Por eso se lo dijimos a la policía, para<br />
71
que no creyeran que se había dado a la<br />
fuga, como decían».<br />
»Hoy por la mañana fui al solar, allí<br />
estaban todavía la policía y unos peritos<br />
de los bomberos analizando aquello.<br />
»Según me dijeron los vecinos, la cosa<br />
empezó como a las once de la noche. El<br />
marido había llegado borracho y drogado<br />
y discutieron porque él le había robado<br />
el dinero que ella estaba reuniendo<br />
para comprar un televisor. Dicen que en<br />
la discusión salió a relucir lo que Yurima<br />
siempre le decía, «que ya estaba cansada<br />
de que la humillara, la explotara y la<br />
hiciera jinetear para que el muy sinvergüenza<br />
se lo gastara en bebida y drogas<br />
con otras mujeres». Eso oyeron los vecinos<br />
y después, como siempre, la paliza,<br />
los gritos y las amenazas de ella: «Tú me<br />
las vas a pagar».<br />
»Pero esta vez sí se las pagó todas de<br />
verdad. Supe que después de la bronca<br />
Yurima esperó que él se durmiera. Lo<br />
roció con alcohol y luzbrillante de los<br />
que usaba para cocinar, prendió un fósforo,<br />
se lo tiró y salió del cuarto. Cerró<br />
la puerta por fuera con candado.<br />
»Al parecer el tipo murió sin despertarse<br />
porque, los vecinos que la vieron<br />
salir del solar, no lo sintieron gritar.<br />
Luego fue cuando se formó el alboroto.<br />
Dicen que aquello fue del carajo. El<br />
humo, las llamas y el corre-corre… Tuvieron<br />
que lanzar cubos de agua como<br />
pudieron para aplacar el fuego y que<br />
no se quemara el solar completo, hasta<br />
que vinieron los bomberos.<br />
»Lo sacaron hecho un chicharrón.<br />
»<strong>La</strong> pobre Yurima, que tanto ha sufrido<br />
en su vida desde que perdió a su<br />
madre y tuvo que ayudarme a criar a sus<br />
hermanos… Y ahora, apenas acaba de<br />
cumplir diecisiete, y mira lo que le pasa.<br />
»Tendrá que estar más de quince<br />
años presa, pero la visitaremos y nos<br />
ocuparemos de ella el tiempo que sea.<br />
Se lo merece, porque siempre ha sido<br />
muy noble y se ha ocupado de todos.<br />
»Eso sí, ya ese cabrón, que en paz<br />
descanse, no la jode más».<br />
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74<br />
REENCUENTRO<br />
Por José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas
<strong>La</strong> explanada de grava rojiza se encontraba<br />
desierta y no tuve problemas<br />
para aparcar frente a la puerta<br />
de la cafetería. Nos quedamos dentro<br />
del auto hasta que ella terminó de fumar.<br />
Luego subimos los gastados escalones<br />
roídos por el salitre y nos sentamos<br />
a una mesa junto al mirador que<br />
daba al mar.<br />
A aquella hora de la mañana éramos<br />
los únicos clientes. Afuera, el viento<br />
otoñal soplaba con ráfagas violentas<br />
que arrojaban puñados de arena contra<br />
los cristales. El cielo, cargado de<br />
nubes compactas, se curvaba a punto<br />
de desplomarse sobre un océano verde<br />
grisáceo, ondulante y espumoso.<br />
Me acerqué a la barra a pedir dos cafés.<br />
Mientras la camarera los preparaba<br />
con desgana, aproveché para echar<br />
una ojeada discreta a Julia. Durante<br />
el trayecto apenas habíamos cruzado<br />
un par de miradas; debía atender a la<br />
carretera y, además, frente a frente era<br />
incapaz de fijar la vista en ella sin ponerme<br />
enseguida nervioso.<br />
Ahora me daba la espalda y pude<br />
contemplarla con más detenimiento.<br />
Llevaba un jersey holgado de lana azul,<br />
vaqueros gastados que la sentaban de<br />
maravilla y se había teñido el pelo a<br />
mechas. <strong>La</strong> verdad, no parecía que hubiesen<br />
pasado esos diez años por ella.<br />
Volví a la mesa con las tazas y un brioche<br />
que había descubierto en el último<br />
momento tras la vitrina del mostrador.<br />
—Todavía te acuerdas ¬—sonrió<br />
mientras cortaba un pedacito de bollo<br />
que masticó ayudada de un sorbo de<br />
café con leche—. Parece que fue ayer…<br />
cuando hicieron esta porquería rancia,<br />
quiero decir.<br />
Dejó de comer y apuró la taza. Vista<br />
más de cerca podía advertir las finas<br />
arrugas bajo los ojos y junto a las comisuras<br />
de los labios; la piel había perdido<br />
brillo, pero el rostro se mantenía<br />
firme y terso. Igual de firme y terso que<br />
su carácter. Sin embargo, había algo,<br />
no sé qué, que la volvía diferente.<br />
—Gracias por el detalle de venir a buscarme,<br />
Jorge; sigues tan cielo como siempre.<br />
—No tiene importancia —hice un gesto<br />
con la mano como apartando una<br />
mosca—, pensé que era lo menos que<br />
podía hacer por ti.<br />
Rebuscó en el bolso y sacó un papel<br />
arrugado con una dirección. Me preguntó<br />
si después podía acercarla allí.<br />
Asentí en silencio. Tenía la mente en<br />
blanco y no se me ocurría ningún tema<br />
de conversación. Señalé con la cabeza<br />
el paisaje, a ver si a ella le daba por<br />
hablar del tiempo, y comencé a contar<br />
mentalmente: «Uno, dos, tres…».<br />
Cuando iba por el cuarenta y dos, Julia<br />
dijo que necesitaba fumar.<br />
Descendimos a la playa. Hice pantalla<br />
contra el viento para ayudarla a<br />
encender el pitillo y comenzamos a pasear<br />
por el borde de la orilla.<br />
—¿Cómo está Pablo? —daba caladas<br />
cortas y nerviosas, el flequillo tapándole<br />
los ojos.<br />
—Bien, bien. Bueno, ya es todo un<br />
adolescente. Un extraño para mí, vamos.<br />
Sospecho que le gusta una chica,<br />
por lo que tarda en arreglarse y lo raro<br />
que está. Lo normal.<br />
—¿Pregunta por mí?<br />
—No, nunca —mentí.<br />
—Y tú, ¿me has echado en falta? —buscaba<br />
mi mirada.<br />
—Tampoco —pensaba en ella cada<br />
día, casi cada hora.<br />
Nos sentamos en la arena fría, de<br />
cara a las olas. Encendió otro cigarrillo<br />
con la colilla del anterior. Se tumbó es-<br />
75
tirándose como un gato juguetón, exhalando<br />
el humo con fuerza.<br />
—Anoche soñé que volvía a Manderley…<br />
Me mordí los labios obligándome a callar;<br />
no quería iniciar una discusión, pero<br />
ella debía saber que su vuelta a casa era<br />
impensable. Cómo podía siquiera sugerirlo,<br />
seguía tan loca como siempre. Aspiré<br />
profundamente el aire acuoso, y estornudé.<br />
Ah, ahora caía. <strong>La</strong> diferencia que me<br />
intrigaba no era algo, sino su ausencia:<br />
Julia no llevaba perfume. Y eso la volvía<br />
perturbadoramente cercana, como<br />
si se hubiera eliminado una barrera.<br />
Cercana… Pasé la mano por encima<br />
de mi ropa, desde la pelvis hasta la axila<br />
izquierda, recorriendo el meandro en relieve<br />
de la vieja cicatriz. Sentí un escalofrío<br />
y me puse en pie sacudiendo los pantalones<br />
a palmetazos, un poco teatralmente.<br />
—Vamos, te llevo, no se vaya a hacer<br />
tarde –balbuceé.<br />
Pero se había dado cuenta, olía el<br />
miedo. Sonrió, traviesa y dominante.<br />
Encadenó sus ojos con los míos —ya no<br />
había posibilidad de evitarlos— y acercó<br />
los labios hasta rozarme la mejilla.<br />
—<strong>La</strong> próxima vez no fallaré. Lo sabes,<br />
¿verdad?<br />
Había caído una neblina que difuminaba<br />
los bordes de las cosas. Mientras<br />
nos dirigíamos al coche pensaba en<br />
que Julia podía ser lo que fuese, pero<br />
nunca, jamás, había dicho una mentira.<br />
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78<br />
DESFILE<br />
DE MUERTOS<br />
Por José Luis Pérez Ramírez
Sentía José Jesús que los muros<br />
de los túneles de la estación Balderas<br />
iban a emparedarlo; con<br />
su mochila en la espalda, aceleraba el<br />
paso para cambiar de andén y enrumbar<br />
con dirección a Observatorio. <strong>La</strong><br />
multitud de personas dejaba escapar<br />
un vaho de fatiga y, en eso, los acordes<br />
de una guitarra le hicieron levantar la<br />
cabeza y esgrimir una sonrisa.<br />
—Hola, Rockdrigo —dijo y dejó unas<br />
monedas en el sombrero recostado en<br />
el piso.<br />
«Cuando yo era niño, tú ya estabas<br />
aquí », pensó.<br />
—Gracias, carnal.<br />
«Hace cuatro años que a mi novia<br />
perdí…» <strong>La</strong> canción se perdía entre<br />
los rumores de los pasos de los caminantes<br />
de Balderas. Un haz de luz roja<br />
separaba el pasillo en dos vías, una<br />
para mujeres y niños y la otra, en sentido<br />
contrario, para varones. José Jesús<br />
miró su reloj y concluyó que llegaría a<br />
tiempo a la cita con su novia (Rocío)<br />
que lo esperaba en la localidad de Cuajimalpa,<br />
a unos once kilómetros de la<br />
estación Observatorio, para ultimar<br />
los detalles de las indumentarias que<br />
usarían, al día siguiente, en el desfile<br />
de El día de muertos, un homenaje a<br />
los muertos que desde hacía veintidós<br />
años se llevaba a cabo en el centro de<br />
la Ciudad de México. Se conocieron en<br />
Cuajimalpa, en un festival de cetrería y<br />
exposición de aves de presa. Rocío obtuvo<br />
un premio con un hermoso búho<br />
blanco que lo criaba en su casa.<br />
«Sáquese de aquí, señor operador…»,<br />
continuaba la canción en los chasquidos<br />
de José Jesús, no obstante que ya<br />
no era visible el trovador. «Gracias a tu<br />
presencia, Rockdrigo —susurró—, la<br />
muchedumbre no me va a aplastar».<br />
—¡Jotajota, eres un hijo de la chingada!<br />
—escuchó de pronto un bramido<br />
que según él podría despertar a los caminantes<br />
de Balderas.<br />
Era una voz femenina. «!Jotajota,<br />
eres un hijo de la chingada!», retumbó<br />
en su mente. Tenía que ser de alguien<br />
que conocía, una amiga. Trató de encontrar<br />
miradas de desconcierto, pero<br />
la callada avalancha humana continuaba<br />
en movimiento.<br />
Pese al grito destemplado, creyó reconocer<br />
a la responsable del escándalo. «No,<br />
no puede ser —pensó—, ella está muerta».<br />
Y las luces de la estación parpadearon<br />
cuando sintió que el acero frío de un puñal<br />
le penetró en el pecho; trató en vano de detener<br />
con sus manos la sangre que abandonaba<br />
su cuerpo. Y la agresora, que tenía<br />
el aspecto de un ave rapaz, con sus garras,<br />
trataba de arrancarle la mochila. Pero no lo<br />
consiguió. «Embarrado estoy en el piso del<br />
andén, en la puerta del convoy, embarrado<br />
mi corazón…, embarrado estoy…».<br />
Agobiada lloraba la sirena de la ambulancia<br />
para despejar los vehículos de<br />
la avenida Cuauhtémoc; agobiada porque<br />
era urgente llegar a un centro médico<br />
para los primeros auxilios. Lloraba<br />
la sirena con la borrasca.<br />
En el quirófano, después de que trataron<br />
sin éxito de sacarle la mochila, el médico<br />
de emergencia, Lucas Mejía, mirando<br />
el monitor, manipulaba los delicados<br />
instrumentos quirúrgicos y medicamentos<br />
para disolver el coágulo de sangre<br />
que, incrustado en una arteria coronaria,<br />
obstruía el normal flujo sanguíneo.<br />
—Lo siento mucho —dijo el médico,<br />
quitándose los guantes de látex—. Nos<br />
tocó un trombo de piedra.<br />
E instruyó que el parte médico señalara<br />
que la causa de la muerte era una<br />
trombosis coronaria.<br />
79
—Está diluviando —comentó la enfermera<br />
sin que le prestaran atención—. El<br />
paciente decía que le habían apuñalado.<br />
Estaba delirando, el pobre.<br />
Antes de salir del quirófano, el médico<br />
quiso averiguar por qué no pudieron<br />
quitarle la mochila al paciente. Y él, sin<br />
ninguna dificultad, extrajo la mochila y<br />
la abrió.<br />
—¿Qué es esto? —dijo—. Esto parece<br />
una mortaja. Si es una mortaja con<br />
restos humanos, huesos humanos, una<br />
calavera. Me lleva… ¡Una catrina! ¡Una<br />
catrina real y completa!<br />
—¡Ajá! Veo que abriste la mochila —<br />
dijo la catrina. Lucía un sombrero de<br />
charro bordeado con flores azules, un<br />
vestido fucsia y un collar de garbanzos<br />
que bajaba hasta la cintura—. Di sin<br />
temor alguno si no soy hermosa… Mi<br />
lindo sombrero italiano verdoso en reflejarse<br />
en mis ojos no vacila.<br />
«Pero si no tiene ojos», pensó el doctor.<br />
—Te asustas —continuó la catrina— porque<br />
eres nada. Perteneces a la vida efímera;<br />
te acabas eternamente como una gota de<br />
manantial. Ocultas tus huesos con pompas<br />
fugaces, tus miedos con desafíos osados.<br />
Imitas burdamente a la muerte. ¡Ah!, pero si<br />
no te veo en la marcha, te prometo que de<br />
un soplo te retornaré al lugar de todos.<br />
«Vaya con la calaca —se dijo el médico—.<br />
No entiendo por qué me amenaza si<br />
yo no hice nada malo. Hice todo lo posible<br />
para salvar al muchacho, es mi trabajo;<br />
pero el paro cardiaco fue fulminante».<br />
—Esqueletos de verdad —comentó la<br />
enfermera— desfilarán por Reforma y el<br />
80
Zócalo en El día de muertos. Calaveritas de<br />
azúcar y disfrazados de muertos, muy poco.<br />
El primero de noviembre, después de<br />
que escampara, los muertos marchaban<br />
por el Paseo de la Reforma con rutilantes<br />
sonrisas que saludaban el advenimiento<br />
del día de los muertos, con mariachis<br />
que hacían bailar a las osamentas.<br />
Lucas Mejía, en El Ángel de la independencia,<br />
se hallaba entre el gentío<br />
que observaba el desfile; con su móvil<br />
filmaba lo más sobresaliente, aunque<br />
en realidad buscaba ser visto por la catrina,<br />
que el día anterior le había hecho<br />
una advertencia que lo desconcertó.<br />
«En algún momento tiene que pasar<br />
por aquí».<br />
Sintió que alguien le saludaba. Era<br />
ella, con su vestido fucsia y su sombrero<br />
de flores azules y plumas blancas<br />
de búho que no ocultaba su cabellera<br />
rubia de flores de cempasúchil. «Está<br />
hermosa, divina», pensó, sin evitar que<br />
se le saliera una sonrisa. Y se percató<br />
de que ella iba del brazo de un acompañante<br />
quien, con la cara blanca y<br />
enjuta, vestido con frac oscuro; camisa,<br />
puños y guantes blancos; sombrero de<br />
charro negro con bordados dorados,<br />
emitía gemidos de espanto.<br />
—¿Y ese petimetre? —se preguntó<br />
Lucas— ¡Carajo! Pero si es el chavo del<br />
paro cardiaco.<br />
Y la catrina siguiendo la procesión se<br />
despidió de Lucas meneando la mano.<br />
—Adiós, Rocío —dijo Lucas.<br />
«Y ¿de cómo sé su nombre?», se sorprendió<br />
Lucas.<br />
81
82<br />
UN BUEN SUSTO<br />
EN TEHERÁN<br />
Por Mario López Espinosa
De repente me surgió la certeza de<br />
que esa noche podría ser la de<br />
mi último día. Me temblaron las<br />
piernas. Se me hizo un hueco en el estómago.<br />
El brusco ruido de las cortinas<br />
de cuentas, abriéndose para dar paso<br />
a aquel hombre con mirada diabólica y<br />
apariencia de rufián no presagiaba nada<br />
bueno. Aquellos ojos, como dardos, se<br />
clavaron de inmediato en la mujer que<br />
estaba sentada junta a mi en la barra de<br />
aquel bar misterioso y extravagante, y<br />
con la que recién había cruzado algunas<br />
palabras. Mi gran amigo que me acompañaba,<br />
el pequeño Fernando, que no<br />
medía más de 1.65, que era un poco<br />
obeso y que usaba lentes muy gruesos,<br />
también se había percatado del peligro,<br />
y lo manifestó con un suspiro reprimido.<br />
Dos hombres grandes, con barba muy<br />
negra y rostro de corsarios malditos,<br />
escoltaban aquel hombre al dirigirse<br />
pausadamente hacia mi vecina de banco.<br />
Busqué apresuradamente a Amir<br />
Asahampaná, el guía e interprete que<br />
se nos había designado durante nuestra<br />
visita a Teherán, la que comenzaba a<br />
tornarse memorable. Amir era además<br />
un espléndido protector, pues habiendo<br />
sido campeón de box de Medio Oriente<br />
lo conocían y respetaban prácticamente<br />
todos los persas con los que tuvimos<br />
contacto. Me arrepentía de haberle<br />
pedido a nuestro interprete y ya buen<br />
amigo, que nos llevara a conocer algunos<br />
lugares interesantes de la Capital de<br />
Irán donde los únicos forasteros fuéramos<br />
nosotros dos. El atlético guardaespaldas<br />
había tenido la ocurrencia de ir<br />
al baño justo en el momento más inoportuno.<br />
Aquel personaje maléfico se<br />
acercó despacio, con altanería y cautela,<br />
como un animal de presa, y comenzó a<br />
gritarle a la mujer, en persa obviamente,<br />
moviendo los brazos con brusquedad<br />
amenazadora. Se detuvo la música. Me<br />
di la vuelta, previendo cualquier cosa<br />
y recargué mi espalda en la barra con<br />
fingida tranquilidad. Era obvio que se<br />
refería a mi, pues el hombre me señalaba<br />
continuamente. Mi amigo Fernando<br />
se agarró de mi saco y con una mirada<br />
asustadiza y levantando las cejas me señaló<br />
el arma que aquel cobarde llevaba<br />
fajada en la cintura. Mi temor aumentaba,<br />
cuando a lo lejos divisé al esperado<br />
Amir, que salía del baño con toda calma<br />
y se detenía a platicar con el primer grupo<br />
con que se topó. De repente el protagonista<br />
principal de aquella pesadilla<br />
le dio tremendo bofetón a la mujer que<br />
casi la tira del banco. Me armé de valor y<br />
con la cara descompuesta lancé un grito<br />
destemplado, en español por supuesto:<br />
—¡Hijo de la gran puta. ¿Pero cómo te<br />
atreves a golpear a una mujer que está<br />
a mi lado? Miserable, infeliz, cretino,<br />
mequetrefe, desgraciado. ¡Eres un Gilipollas!<br />
—este último insulto lo inferí sin<br />
estar muy seguro del significado pues recién<br />
lo había aprendido unos días antes<br />
en Madrid y me pareció muy expresivo,<br />
aunque no sabía si era adecuado para<br />
aquel momento. Es claro que mi única intención<br />
era la de que Amir me escuchara<br />
y viniera rápidamente en nuestro auxilio.<br />
Al darme cuenta de que Amir Asahampaná<br />
se había detenido a conversar<br />
alegremente con un segundo grupo<br />
y que no se percataba del escándalo, di<br />
un terrible golpe en la barra, que derramó<br />
el licor de los vasos cercanos, y<br />
grité aún más fuerte, lo más fuerte que<br />
era capaz:<br />
—Maldito persa de mierda. Te atreves<br />
a volver a tocarla y te mato, te juro que<br />
te mato, cabrón —se lo dije, señalándolo<br />
en la frente con mi dedo índice.<br />
83
Mi amigo Fernando, aterrado, con los<br />
ojos desorbitados, me jaloneaba del saco<br />
haciendo pucheros y reclamándome:<br />
—¿Te has vuelto loco, imbécil? ¡Te has<br />
vuelto loco! ¿Cómo te atreves? ¡Idiota,<br />
irresponsable, suicida?<br />
<strong>La</strong> mujer nos miraba asustadísima y<br />
con los ojos también muy abiertos. El<br />
villano estaba claramente desconcertado,<br />
al igual que sus guardaespaldas.<br />
No entendían mis palabras en español,<br />
se miraban entre sí, seguramente no<br />
podían creerlo.<br />
Asahampaná había escuchado finalmente<br />
el alboroto e identificado aquellas<br />
palabras en castellano, que eran<br />
sus favoritas, se acercó muy lentamente,<br />
como si la sorpresa le fuera connatural,<br />
y finalmente llegó, para mi tranquilidad<br />
y consuelo, pero sobre todo la de mi<br />
amigo Fernando, que llorando me insultaba<br />
y juraba que se las iba a pagar.<br />
Amir se dedicó claramente a regañar a<br />
gritos a los otros tres persas, quienes<br />
de manera evidente se disculpaban. Di<br />
un gran suspiro y me bebí de un golpe<br />
la nueva copa que alguien me había<br />
servido. Yo era muy joven, en la primera<br />
mitad de los veinte, y nunca había conversado<br />
tan de cerca con la muerte.<br />
Después de quince minutos de gritos<br />
extraños, Amir me dijo que Mehrak,<br />
que así se llamaba aquel hombre, quería<br />
ofrecerme una disculpa e invitarnos<br />
una copa. Le acepté la disculpa, pero<br />
no la copa, y todavía con fuerzas para<br />
un último desplante, le dije que era yo<br />
quien les invitaba la copa y esperaba<br />
que aceptaran. Mi amigo Fernando gritaba<br />
que él sí la aceptaba y que les estaba<br />
muy, muy agradecido. Discutieron<br />
otro poco con Amir pero finalmente<br />
aceptaron mi invitación y comenzó así<br />
una de mis mejores veladas en Teherán.<br />
Mi amigo Fernando se emborrachó esa<br />
noche, lo tuvimos que llevar cargando,<br />
primero al auto y después hasta la habitación<br />
del hotel.<br />
84
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85
MIENTRAS<br />
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BOOKS...<br />
Por Aurora Ceres<br />
86<br />
Normalmente, si no estoy haciendo<br />
algo importante con mi tiempo,<br />
estoy leyendo; y más que leer<br />
los viejos clásicos o los nuevos clásicos,<br />
que ealmente podría recitar ya de memoria<br />
algunos, dedico mis horas de<br />
lectura a perderme en todos los libros<br />
gratuitos que Play Books ofrece.<br />
Debo confesar que prefiero los libros<br />
gratuitos a los libros de pago porque<br />
así no me arrepiento de haber pagado<br />
por algo que no me gustó, además de<br />
que entre estos libros se pueden encontrar<br />
a grandes autores y grandes<br />
historias que en la mayoría de los casos<br />
no cuentan con el dinero necesario<br />
para una buena publicidad ni con el<br />
respaldo de una editorial.<br />
Así que, uno de esos días, perdída<br />
entre los libros gratuitos, se me ocurrió<br />
hacer una breve, muy breve, reseña de<br />
aquellos libros sobre los cuales vale la<br />
pena hablar; claro que no solo vale la<br />
pena hablar de los libros buenos, sino<br />
también de los libros que son pésimos<br />
y de aquellos que, aunque son malos,<br />
tienen potencial para destacar de entre<br />
los demás.<br />
EL BUENO<br />
Cronotrone 01: Escritores del tiempo,<br />
de Jean Carlo <strong>La</strong>ines, es un libro muy<br />
interesante que, a pesar de desarrollar<br />
una idea tan trillada como lo son los<br />
viajes en el tiempo, cuenta con una<br />
premisa que permite un desarrollo sencillo<br />
pero a la vez ágil y constante.<br />
Eso si, como pasa con la mayoría de<br />
los escritores menores de treinta años,<br />
cae en diversos lugares comunes que<br />
son innecesarios, principalmente con<br />
el desarrollo de los presonajes.<br />
A pesar de esto, Cronotrone es un libro<br />
que puede disfrutarse plenamente<br />
y que reseñaré más adelante, cuando<br />
termine de leer la saga completa
EL FEO<br />
Corazón asesino, de Reny Maurier, es<br />
una novela muy muy corta, o un cuento<br />
muy largo, que podría usarse para<br />
ejemplificar todo los errores que pueden<br />
cometerse al escribir algo debido<br />
a lo acartonado de sus personajes y<br />
a lo poco imaginativo de la narración.<br />
Es como una de las películas que The<br />
Asylum produce, pero sin ese encanto<br />
que el cine de serie B posee.<br />
Pero, dentro de todo lo malo, la idea<br />
principal que esta historia desarrolla<br />
tiene mucho potencial; solamente<br />
sería cosa de que el autor le dedique<br />
tiempo y más esfuerzo para desarrollarla<br />
de una forma correcta.<br />
EL MALO<br />
YOSHIO Volumen 1 al 3, del autor (o autora,<br />
no estoy segura) KuroKami-Sensei,<br />
es uno de esos libros que, desde que ves<br />
la portada, sabes que pertenece a una<br />
de esas páginas de Fanfics o a las secciones<br />
más oscuras de Wattpad. No solo<br />
está lleno de esas expresiones que solo<br />
un baka gaijín usaría en la vida diaria,<br />
como Onii-chan, sino que cada volumen<br />
es solo un capítulo de la historia.<br />
Con una pobre redacción, una historia<br />
llena de los clichés más comunes de<br />
cualquier anime genérico y una presentación<br />
que da horror, puedo asegurar<br />
que no se perderán nada si lo dejan ahí<br />
sin descargar.<br />
87
88
NUESTROS<br />
ARTÍCULOS<br />
89
90
EL CLICHÉ<br />
QUE TODOS<br />
AMAMOS<br />
Por Carolina Alpuche<br />
Siempre he sido de la idea de que<br />
cualquier persona puede escribir,<br />
pero pocos son los que tienen la capacidad<br />
de transmitir correctamente las<br />
ideas a través de las palabras; no es precisamente<br />
que sea tampoco muy complicado,<br />
pues cualquier persona, con la<br />
práctica adecuada, puede ser capaz de<br />
lograrlo. Al igual que todo en la vida, el<br />
«arte» de escribir exige un proceso de<br />
aprendizaje constante que, infortunadamente,<br />
muchos no toman en cuenta.<br />
Este aprendizaje es esencial para<br />
poder desarrollar con maestría ciertos<br />
géneros literarios, y podemos tomar<br />
como ejemplo la poesía; no cualquiera<br />
escribe buena poesía, y todos podemos<br />
notarlo con los poemas que encontramos<br />
día a día, pocos —muy, pero<br />
muy pocos— son los que valen la pena<br />
en estos tiempos. Y algo similar pasa<br />
con los microrrelatos.<br />
Imagino que ya saben por dónde voy.<br />
Calculo que tengo que leer, por lo menos,<br />
trescientos microrrelatos en cada<br />
convocatoria que se organiza para publicar<br />
esta revista, y cada vez me cuesta<br />
más trabajo seleccionar a los que se<br />
publicarán. Esto es, principalmente, debido<br />
a dos razones que se contraponen:<br />
<strong>La</strong> primera razón, y hasta cierto punto<br />
una que estoy segura de compartir<br />
con más personas que se dedican a<br />
esta misma actividad, es mi sentimentalismo.<br />
Siempre que leo un microrrelato,<br />
o cualquier texto en general, pienso<br />
en la persona que lo escribió: ¿Estará<br />
dando sus primeros pininos en el fascinante(?)<br />
mundo de la literatura? ¿Será<br />
un niño o un adulto? ¿Será una mujer<br />
o un hombre? ¿Qué le habrá llevado a<br />
escribir sobre ese tema? ¿Qué tanto le<br />
afectará si no selecciono su microrrelato?<br />
(…) Vaya, comienzo a sentir que el<br />
estómago se me revuelve como si fuera<br />
yo la que está participando. Algunos<br />
91
podrían llamarle a esto empatía; yo, en<br />
mi situación, lo llamo pendejez, porque<br />
solo me complico la vida pensando<br />
en cosas que no deberían interesarme.<br />
Contraponiéndose a la razón anterior,<br />
está una razón de mayor peso: la calidad<br />
literaria. Este es un tema que, normal y<br />
supuestamente, se considera subjetivo<br />
debido a que depende de los gustos y<br />
aficiones de la persona, de su moral y sus<br />
valores, de las tendencias y la moda que<br />
rigen los círculos literarios contemporáneos…<br />
Pero eso es, regularmente, lo que<br />
las personas que no han pasado por el<br />
proceso de aprendizaje literario se dicen<br />
para no sentirse tan mal por sus creaciones,<br />
derivando en la creación de grupos<br />
que siguen la misma línea y que solo están<br />
juntos para echarse porras los unos a los<br />
otros, algo así como los changuitos que se<br />
quitan las pulgas los unos a los otros.<br />
Volviendo al tema principal, comentaba<br />
que siempre le doy peso a la calidad<br />
del microrrelato; y esta calidad<br />
la defino con un método muy sencillo<br />
que estoy segura de que cualquier persona<br />
puede seguir.<br />
Lo primero, y lo más importante, es<br />
no tomar en cuenta la ortografía, pero<br />
valorar la gramática casi por encima de<br />
todo. Sería muy sencillo para mí descartar<br />
los microrrelatos por los errores<br />
ortográficos que estos poseen, pero me<br />
perdería de la oportunidad de encontrar<br />
un diamante en bruto, y también le quitaría<br />
trabajo al editor, quien finalmente<br />
se encarga de hacer las correcciones correspondientes<br />
a todos los textos, incluyendo<br />
este, por supuesto.<br />
Lo siguiente es identificar que el microrrelato<br />
no caiga en uno de los clichés<br />
típicos de este tipo de literatura,<br />
siendo el más destacado de estos el<br />
cliché del ente paranormal:<br />
Entonces, sudorosa, desperté de<br />
mi sueño y miré el reloj, eran las<br />
tres de la mañana, el frío calaba<br />
mis huesos y helaba mi sangre; de<br />
pronto, como cada noche, escuché<br />
los débiles golpes en la ventana de<br />
mi recamara. Esta vez fueron dos.<br />
Volví a mirar el reloj, aún eran las<br />
tres de la mañana. Escuché el tercer<br />
golpe en el espejo…<br />
El tema más común y trillado que uno<br />
puede encontrar en los microrrelatos<br />
es aquel en el que el protagonista se<br />
ve torturado, asesinado, capturado,<br />
molestado o farfullado por un ente<br />
supuestamente maligno. <strong>La</strong>s variantes<br />
son muchas: puede ser que el ente<br />
toque las puertas, o las ventanas, o los<br />
espejos; puede que se aparezca en una<br />
esquina y muestre una linda sonrisa<br />
con unos dientes que solo asustarían a<br />
un dentista, o que mire a nuestro protagonista<br />
con unos terribles ojos rojos,<br />
supongo que de tanto fumar; o que toque<br />
alguna parte del cuerpo de nuestro<br />
héroe con sus miembros paranormales.<br />
Siempre es la misma trama aunque<br />
cambien los detalles, y el desenlace<br />
92
también es el mismo, pues se da a entender<br />
que nuestro personaje muere.<br />
Este tema tiene una variante igual de<br />
común:<br />
Entonces, sudorosa, desperté de<br />
mi sueño y miré el reloj, eran las<br />
tres de la mañana, el frío calaba<br />
mis huesos y helaba mi sangre; de<br />
pronto, como cada noche, sentí la<br />
calidez que mi perro me brindaba<br />
al recostarse a mis pies… Después,<br />
como una reacción casi involuntaria,<br />
lo llamé por su nombre, solo<br />
para sentir como mi perro lamía<br />
mi mano a un costado de la cama,<br />
mientras que aquel bulto seguía<br />
brindándome calor…<br />
Es exactamente la misma situación,<br />
pero usando a la mascota y un ente<br />
sustituyéndola de alguna forma. Puede<br />
ser un perro, un gato, un caballo, lo<br />
que el autor guste y mande; el destino<br />
de la mascota puede variar, ya sea que<br />
haya muerto hace no sé cuántos días, y<br />
nuestro héroe sea lo suficientemente<br />
despistado como para no recordarlo,<br />
o que el ente desplace a la mascota de<br />
sus lugares predilectos para reposar.<br />
Funciona también con niños y con la<br />
pareja, pero es menos común.<br />
El siguiente cliché, tan común y trillado<br />
como el anterior, es aquel en el<br />
que nuestro personaje se tiene que<br />
enfrentar al fantasma de uno de sus<br />
seres queridos, o de uno de sus rivales,<br />
siendo que este fantasma no alcanza a<br />
comprender que está muerto:<br />
Entonces, sudorosa, desperté de<br />
mi sueño y miré el reloj, eran las<br />
tres de la mañana, el frío calaba<br />
mis huesos y helaba mi sangre; de<br />
pronto, como cada noche, escuché<br />
cómo mi bebé lloraba desde<br />
su cuna. Me levanté adormilada y<br />
tratando de no despertar a mi esposo,<br />
quien cambió de posición al<br />
sentir que me levanté. Caminé a<br />
la cuna, con el rosario en la mano,<br />
para pedirle a mi bebé, al cual había<br />
enterrado tres días antes, que<br />
me dejara dormir porque debía ir a<br />
trabajar. Después tendré que hacer<br />
lo mismo con mi esposo…<br />
Aquí, aunque es esencialmente la misma<br />
situación, se presta para cambiar<br />
el entorno de muchas formas. Puede<br />
ser una niña en un parque, puede ser<br />
una enfermera en la ronda de la noche,<br />
puede ser un mecánico en el taller<br />
de afinación y balanceo, pero siempre<br />
debe ignorar el hecho de que está<br />
muerto y debe hacerle la vida imposible<br />
a su pariente, amigo o enemigo<br />
más cercano. ¿Por qué? Pues es lo que<br />
parece que hacen los fantasmas en todos<br />
los microrrelatos.<br />
Por alguna extraña razón estos dos<br />
son los clichés más utilizados por los<br />
autores que participan en la revista, y<br />
no solo aquí, sucede lo mismo en cual-<br />
93
quier plataforma que acepte y publique<br />
microrrelatos, pero no son los únicos,<br />
como verán a continuación:<br />
Entonces, sudorosa, desperté de<br />
mi sueño y miré el reloj, eran las<br />
tres de la mañana, el frío calaba<br />
mis huesos y helaba mi sangre; de<br />
pronto, como cada noche, abrí los<br />
ojos y lo entendí, me levanté, asustada,<br />
miré a mi alrededor, arriba,<br />
abajo, dentro y fuera; supe lo que<br />
debía hacer…<br />
¿Entendieron algo? Así me sucede más<br />
seguido de lo que quisiera. Hay muchos<br />
autores que creen que un texto se vuelve<br />
profundo y reflexivo si escriben algo<br />
que no tiene pies ni cabeza; porque es<br />
muy vanguardista, porque es muy moderno,<br />
porque si no lo entiendes es que<br />
no eres una persona de cultura y solo<br />
lees El sensacional de luchas o El Pásala.<br />
Me he dado cuenta de que, normalmente,<br />
estos son los autores que presumen<br />
de tener un currículum literario muy extenso,<br />
pero son solo son libros autopublicados<br />
en Amazon, que de igual forma<br />
no tienen pies ni cabeza pero tratan de<br />
vender en todos los rincones posibles<br />
que las redes sociales ofrecen.<br />
Entonces, sudorosa, desperté de<br />
mi sueño y miré el reloj, eran las<br />
tres de la mañana, el frío calaba<br />
mis huesos y helaba mi sangre;<br />
de pronto, miré la sangre en mis<br />
manos: brillante, roja, pegajosa,<br />
excitante… Miré al otro lado de la<br />
cama y vi su rostro, desencajado,<br />
sin vida, sin esa vida que yo le había<br />
arrancado hacía algunas horas,<br />
esa vida que me pertenecía a mí y<br />
a nadie más...<br />
A últimas fechas es muy común que los<br />
autores utilicen la primera persona como<br />
si principal método de narración —además<br />
del clásico «disculpen, me presento,<br />
soy Fulanito de Tal…», pero eso es más<br />
común en los relatos más largos, incluso<br />
en las novelas— y también es muy común<br />
que pongan a nuestro protagonista<br />
como el culpable de lo que sea que pasó<br />
o pasará en el microrrelato. Es un recurso<br />
tan común como aburrido, y tiene muchas<br />
variantes como aquella en la que<br />
nuestro personaje principal está narrando<br />
todo desde el psiquiátrico, la prisión,<br />
la fiesta de tres años de su sobrino o incluso<br />
desde el más allá.<br />
Considero a este como el cliché más<br />
fastidioso, me hace pensar que el autor<br />
no se esfuerza para nada en darle algún<br />
matiz de originalidad a su relato, pero,<br />
y aquí es donde entra la pendejez de la<br />
que estábamos hablando antes, también<br />
me hace pensar que este autor<br />
apenas está desarrollando su técnica y<br />
es muy ingenuo, o no ha leído lo suficiente,<br />
como para tratar de abordar su<br />
idea desde una perspectiva diferente.<br />
Hay muchísimos clichés más que podría<br />
ejemplificar, y no solo consideran-<br />
94
do los microrrelatos de terror, también<br />
la ciencia ficción y la literatura policíaca<br />
tiene sus clichés, pero no me gustaría<br />
extenderme de más pues creo que<br />
ya comprendieron la idea, y mi tortura<br />
cada convocatoria.<br />
Ahora, ya que identifiqué que el microrrelato<br />
no cae dentro de ningún cliché,<br />
el siguiente paso es identificar que<br />
cuente con todos los elementos que<br />
debe tener para poder considerarlo un<br />
relato: planteamiento, nudo y desenlace.<br />
Estos tres elementos no son imperativos,<br />
pues hay microrrelatos tan<br />
brillantes que no necesitan de un desenlace,<br />
o de un planteamiento, ya que<br />
invitan al lector a usar su imaginación<br />
y completar la información necesaria;<br />
sin embargo, lo que todos los microrrelatos<br />
necesitan sí o sí es el nudo.<br />
Un microrrelato no puede ser interesante<br />
sin una problemática que se deba<br />
resolver, no importa si no conocemos el<br />
contexto o lo que pasará después, pero,<br />
para intrigar al lector, debemos conocer<br />
siempre cual es el problema que nuestro<br />
protagonista debe afrontar, eso es lo<br />
que genera el interés del lector. Existen<br />
excepciones, pues muchas veces lo único<br />
que se nos muestra es el final y nada<br />
más, pero son contados los microrrelatos<br />
que destacan de esa forma, pues<br />
normalmente caen en algún cliché.<br />
Entonces, para finalizar, si el microrrelato<br />
no cae en ningún cliché y posee<br />
un nudo interesante, entra en la revista<br />
siempre y cuando no haya alguno<br />
mejor. Eso sucede mucho; encuentro<br />
un microrrelato capaz de moverme las<br />
entrañas, pero después llega uno mejor,<br />
pues lástima, no se publica, porque<br />
hay que dar espacio a los mejores autores,<br />
según mis consideraciones.<br />
Podrán creer que soy sol una esnob<br />
que cree que tiene la última palabra,<br />
pero es que sí tengo la última palabra<br />
al momento de decidir qué se publica<br />
y qué no en las páginas de esta revista,<br />
pero lo hago con la intención de ofrecer<br />
lo mejor a nuestros lectores; los lectores,<br />
en muchos casos, son peores que<br />
yo, pues ellos no se van a tentar el corazón<br />
ni se van a poner a pensar en los<br />
sentimientos de los autores al momento<br />
de leer algo: si algo les gusta lo van a<br />
aplaudir y si no les gusta puede ser que<br />
hasta hablen pestes de ello.<br />
Y eso no nos conviene ni a ustedes<br />
como autores, ni a nosotros como revista.<br />
Lo último que quiero decir es que, a<br />
pesar de estas palabras que podrían<br />
ser consideradas como hirientes para<br />
el ego de cualquier escritor, es realmente<br />
una expresión de mi pendejez,<br />
mencionada anteriormente, que quiere<br />
que los autores salgan de todos esos<br />
lugares comunes y se esfuercen más<br />
a la hora de escribir cualquier cosa.<br />
No se brinquen el proceso de aprendizaje<br />
literario y sepan aceptar las<br />
críticas, aunque estas tengan malas<br />
intenciones.<br />
En pocas palabras, no se conviertan<br />
en un cliché.<br />
95
96
SOCIEDAD EN<br />
DECADENCIA<br />
Por Yureli Elizabeth Rosas Torres<br />
Siglo XXI. Grandes avances médicos,<br />
tecnológicos, sociales… Sin<br />
embargo, muchas veces nos concentramos<br />
en ver lo positivo de la sociedad,<br />
y es válido, necesitamos hacerlo<br />
para sobrellevar el día a día, por otro<br />
lado también es necesario observar los<br />
errores, sino, ¿cómo es que podemos<br />
mejorar? Analizar nuestras fallas, conocer<br />
más a fondo nuestros defectos y ver<br />
cómo podemos convertirnos en mejores<br />
ciudadanos con simples acciones<br />
que casi nadie lleva a cabo. Destruimos<br />
a la sociedad poco a poco en sentido<br />
espiritual sin darnos cuenta. <strong>La</strong> esencia<br />
de cada país se pierde o se enriquece<br />
con las decisiones de sus ciudadanos.<br />
Pequeñas acciones hacen la diferencia<br />
y demuestran cuál es el país que queremos<br />
que México sea, incontables veces<br />
hemos tenido la oportunidad de la hacerlo,<br />
pero por muy insignificantes que<br />
sean las excusas, hacemos uso de ellas.<br />
Evidentemente ya no somos el país de<br />
hace cincuenta años en cualquier aspecto<br />
que lo analicemos, siendo positiva o<br />
negativa la consecuencia que ha generado<br />
el desarrollo de la tecnología.<br />
Nuestros antepasados hubieran<br />
muerto de un infarto con el simple<br />
hecho de pensar en viajar en avión, o<br />
hubieran lanzado nuestros teléfonos<br />
celulares al imaginar que son artefactos<br />
alienígenas.<br />
El desarrollo en diferentes ámbitos<br />
ha venido a reformar a la sociedad,<br />
nos facilita diversas labores, hace que<br />
nuestra vida sea más sencilla, pero,<br />
muchas veces, nos encargamos de tergiversar<br />
su objetivo, logrando que nos<br />
impacte de una manera negativa.<br />
El pilar de la sociedad se encuentra<br />
en el hogar, en el núcleo familiar, que<br />
es en donde se inculcan los valores que<br />
nos definen o caracterizan en cualquier<br />
lugar en el que estamos presentes. Con-<br />
97
forme han pasado los años, estos se han<br />
deteriorado en gran manera; pareciera<br />
que ya no son prioridad, a tal grado que<br />
las personas se portan de manera despectiva<br />
con este tema de suma importancia.<br />
Diversos problemas de la sociedad<br />
surgen a raíz de la falta de valores,<br />
como inseguridad, narcotráfico, adicciones,<br />
abandono social, maltrato, entre<br />
otros. Siendo así una adversidad en<br />
el mundo, a la cual se le debe tratar con<br />
relevancia, tomando decisiones que<br />
ayuden a erradicar esta cadena de defectos<br />
que nos perjudican directamente.<br />
Cuando los valores están bien cimentados<br />
en el hogar, se vuelve verdaderamente<br />
difícil poder corromper y<br />
hacer cambiar de pensamientos a una<br />
persona, puesto que lo ha aprendido<br />
desde pequeño, ya se ha vuelto parte<br />
de su modo de vida. Por lo general son<br />
las madres quienes enseñan a sus hijos,<br />
sin embargo no siempre es así, a veces<br />
los padres tienen que tomar el rol de la<br />
madre, o la abuela, las circunstancias<br />
de cada familia son totalmente diferentes,<br />
y se pueden adaptar para lograr que<br />
cada uno de sus hijos aprendan los valores<br />
necesarios que se requieren para<br />
desenvolverse en la sociedad. El hecho<br />
de que los roles cambien en algunos<br />
hogares, no es pretexto para que estos<br />
no se enseñen, puesto que la principal<br />
forma de inculcarlos es con el ejemplo.<br />
Se nos ha denominado la generación<br />
posmilenial, de la era digital, y por supuesto<br />
que tenemos suerte de serlo,<br />
los avances tecnológicos son impresionantes,<br />
tenemos un futuro prometedor<br />
con cada herramienta que se nos brinda.<br />
Nos estamos comiendo el mundo<br />
de un solo bocado. Transportémonos<br />
a la realidad, verdaderamente nos lo<br />
estamos comiendo, estamos acabando<br />
98<br />
con él, nos estamos terminando los recursos<br />
de la madre Tierra. Derrochamos<br />
cada uno de ellos sin pensar en las consecuencias,<br />
decenas de especies han<br />
desaparecido por negligencia de los<br />
humanos, creo que hasta que no esté a<br />
punto de desaparecer el hombre es que<br />
tomaremos conciencia de nuestra falta<br />
de respeto por el lugar que nos da las<br />
condiciones necesarias para poder vivir.<br />
Nos centramos en el aquí y el ahora,<br />
olvidando el futuro y preguntas como:<br />
«¿Qué consecuencias tendrá? ¿Dañaré<br />
a alguien? ¿Qué herencia les dejaré a<br />
las siguientes generaciones?». Quizás<br />
es porque el mundo ahora sólo se centra<br />
en el egoísmo, ha dejado de lado<br />
valores vitales que logran obtener una<br />
armoniosa convivencia. Pensar en los<br />
demás no es algo que suelan hacer la<br />
mayoría de las personas, buscamos el<br />
bienestar propio y de aquellos a quienes<br />
apreciamos, por otro lado, siempre<br />
habrá una minoría, esos individuos<br />
que hacen la diferencia con simples acciones,<br />
son una luz en un mundo vacío,<br />
donde lo que importa son las cosas de<br />
valor, todo aquello que a la larga no te<br />
da satisfacción alguna y que termina<br />
destrozándote, te lleva a un pozo profundo<br />
de lamentos y reflexión en el que<br />
ya nada se puede hacer.<br />
Y no es porque piense que el dinero o<br />
las cosas de valor sean algo a lo que no<br />
podemos aspirar, todos podemos superarnos<br />
y triunfar en ese ámbito, pero<br />
muchas veces lo ponemos por encima<br />
de lo que realmente importa, como lo<br />
es la familia o la salud, se pierden valores<br />
como la humildad, el amor, la honestidad,<br />
entre otros. Queremos tener<br />
más y más, que a veces si el medio por<br />
el cual lo conseguimos no es lícito, deja<br />
de tener importancia, pareciera que la
línea que divide lo bueno y lo malo desaparece<br />
de nuestra mente. México está<br />
pasando por una situación sumamente<br />
difícil, todos los días las noticias nos<br />
comunican desgracias: secuestros, robos,<br />
narcotráfico, homicidios, enfrentamientos<br />
armados entre delincuentes,<br />
y muchas más.<br />
Hay un viejo dicho popular que dice:<br />
«El que mal empieza, mal termina», y<br />
no podría ser más certero, es totalmente<br />
ilógico pensar que si hacen cosas<br />
ilícitas, triunfen y tengan una vida estable,<br />
tranquila y sin preocupaciones;<br />
muchos viven con el riesgo de morir<br />
cada día. Incontables delincuentes hacen<br />
daño a decenas de personas que<br />
no tendrían por qué sufrir, no piensan<br />
en que ellos también tienen familia y<br />
podrían estar en su lugar.<br />
Desde otro ángulo, al mexicano se le<br />
ha caracterizado por tener diversos hábitos,<br />
de los cuales la mayoría no son<br />
como para sentirse orgullosos. Típico<br />
mexicano irresponsable, deja todo<br />
para última hora, miles de personas hacemos<br />
esto siempre, y debería cambiar,<br />
podríamos moldear una buena imagen<br />
de nosotros, del país, demostrar que<br />
no somos como todos piensan, unos<br />
mediocres, porque así nos consideran,<br />
unos conformistas a la mayoría de los<br />
ciudadanos, nos etiquetan como flojos<br />
y viéndolo en la realidad, muchas veces<br />
los que no queremos progresar somos<br />
nosotros, el gobierno por medio de<br />
ciertos programas apoya a las personas<br />
que más lo necesitan, sin embargo no<br />
aprovechamos estas oportunidades, si<br />
el apoyo es en sentido económico, vemos<br />
a cientos de personas malgastarlo<br />
en tan poco tiempo, no lo administran<br />
de la manera correcta, se crea una situación<br />
de confort que se transforma<br />
99
en mediocridad, no deberían pensar<br />
que los funcionarios públicos llegarán<br />
a su rescate en cualquier momento<br />
de crisis económica, somos millones<br />
de mexicanos, y hay muchos que de<br />
verdad lo necesitan, que quieren progresar,<br />
volverse productivos e independientes.<br />
Hay gran cantidad de familias<br />
numerosas, y muchas veces no hacen<br />
conciencia de que deberían de planificar<br />
a cada uno de sus hijos, y no es que<br />
haya una contrariedad con respecto a<br />
la natalidad, sino que el problema es<br />
poder darle una vida digna a cada uno<br />
de sus hijos, ellos merecen tenerla. <strong>La</strong><br />
ignorancia en este tema quedó atrás,<br />
puesto que la mayoría tiene acceso a<br />
métodos anticonceptivos. Debemos de<br />
ser responsables con cada acción en<br />
nuestras vidas, ya que no solo nos afecta<br />
a nosotros, podemos dañar a quienes<br />
nos rodean, tenemos la elección de<br />
hacer la diferencia y quitar esa etiqueta<br />
con la que nos tienen a cada mexicano.<br />
El mundo es inestable, sin embargo<br />
nos encargamos de que lo sea aún más,<br />
y después lo único que hacemos es quejarnos<br />
de los problemas colectivos y<br />
culpamos al mal gobierno, a los demás<br />
países, a los antepasados y demás, sin<br />
ver que nosotros mismos podríamos ser<br />
los causantes de dichos problemas.<br />
Es muy lamentable ver cómo es que<br />
la falta de valores nos afecta negativamente<br />
en diferentes aspectos, una de<br />
las situaciones más desoladoras es el<br />
maltrato intrafamiliar. Padres golpeando<br />
a sus hijos o viceversa, son casos<br />
cada vez más frecuentes, se vuelve una<br />
cadena, en la que si un padre maltrata<br />
a sus hijos, estos lo harán con los suyos<br />
e irá de generación en generación, lo<br />
verán como algo normal. Hace ciento<br />
cincuenta años era totalmente normal<br />
que solo los hombres pudieran opinar,<br />
y tenían dominio sobre sus esposas e<br />
hijos como si fueran de su propiedad,<br />
hoy todo eso ha quedado atrás, hombres<br />
y mujeres somos iguales, tenemos<br />
los mismos derechos y ambos decidimos<br />
a donde queremos llegar. No<br />
tendría por qué existir el machismo, ni<br />
un movimiento como el feminismo, si<br />
todos nos respetáramos. Desgraciadamente<br />
no es así, y se han estereotipado<br />
las labores que puede desempeñar<br />
cada sexo, pero tanto hombres como<br />
mujeres han demostrado que tienen<br />
la capacidad de desarrollar cualidades<br />
y actividades que se creía que no eran<br />
para ellos. <strong>La</strong> igualdad es un tema prioritario<br />
en esta época, ya que ambos sexos<br />
tienen los mismos derechos y obligaciones,<br />
representa un gran avance<br />
como sociedad civilizada.<br />
En contraste a todo lo anterior, México<br />
también ha sacado lo mejor de sí, un<br />
claro ejemplo es el terremoto del 2017,<br />
cientos de familias fueron afectadas en<br />
diferentes aspectos: muerte, hambre,<br />
miseria, heridos, entre otros. Decenas de<br />
mexicanos salieron a apoyar a los afectados,<br />
dando de su tiempo, dinero y esfuerzo<br />
para ayudar a aquellos que lo habían<br />
100
perdido todo. Se demostró que podemos<br />
ser un país solidario, lleno de empatía y<br />
amor hacía los demás, las donaciones<br />
se dieron con el corazón y con el único<br />
deseo de que las personas pudieran salir<br />
adelante ante tan catastrófico fenómeno.<br />
Pese a todo el buen deseo con el que<br />
se daba la ayuda, no necesariamente<br />
tendría que pasar una desgracia de tal<br />
magnitud para que pudiéramos ser solidarios,<br />
en un día cualquiera también<br />
podemos hacerlo, sin que nos lo pidan,<br />
esta experiencia será completamente<br />
gratificante para ambas partes.<br />
En un análisis retroalimentativo, a los<br />
ciudadanos mexicanos nos han caracterizado<br />
con ciertos defectos, que nosotros<br />
mismos hemos llevado a cabo para<br />
que nos puedan identificar así.<br />
Hagamos la diferencia, demostremos<br />
que somos capaces de triunfar, de<br />
progresar, que no somos conformistas,<br />
ni mucho menos mediocres, tenemos<br />
todas las herramientas para salir<br />
adelante, no debemos detenernos en<br />
el camino por muy duro que parezca,<br />
siempre habrá una salida. Muchas veces<br />
el que parece más fácil es el que<br />
menos te conviene, o el que te llevará<br />
a cometer delitos, procuremos siempre<br />
tomar el más adecuado, el que sabemos<br />
que es el correcto, así sea el más<br />
difícil que haya. Cada esfuerzo obtiene<br />
su recompensa.<br />
No nos dejemos cautivar por lo que<br />
no importa a largo plazo, las cosas materiales<br />
no son fijas, y las podemos perder<br />
en cuestión de segundos. No vendamos<br />
nuestra libertad y tranquilidad<br />
a los cazadores que pretenden hacer<br />
tesoros mediante nosotros.<br />
En razón de lo expuesto, los problemas<br />
ya mencionados surgen a causa de<br />
la falta de valores, la casa es tu primer<br />
escuela en la que se te enseña a cómo<br />
comportarte en la vida, los padres son<br />
tus primeros maestros, y si ellos logran<br />
que tengas un aprendizaje significativo<br />
por medio del ejemplo y del dialogo,<br />
siempre serás de esa manera, será más<br />
difícil que te hagan cambiar de ideas.<br />
Es sumamente preocupante todo lo<br />
que pasa a nuestro alrededor, los delitos<br />
cometidos, los malos hábitos, la<br />
falta de respeto, el conformismo, la<br />
desigualdad, la contaminación que generamos,<br />
y son muchos más, solo que<br />
no le damos importancia si es que no<br />
nos afecta, no esperemos a que haya<br />
consecuencias irreversibles, no dejemos<br />
que esta sociedad en decadencia<br />
caiga aún más, practiquemos los valores,<br />
hagamos que respeten nuestros<br />
derechos y los de los demás, no permitamos<br />
que la delincuencia crezca.<br />
Pongamos en alto el nombre de México,<br />
hagamos esa pequeña diferencia<br />
y sintámonos orgullosos de nuestra nacionalidad<br />
y de poder decir que no vivimos<br />
quizás en el país más desarrollado,<br />
pero sí nos esforzamos por cambiarlo<br />
día a día con cada decisión que tomamos<br />
para ser esa luz en un lúgubre día<br />
de primavera.<br />
101
102
MÍSTICA Y<br />
LITERATURA<br />
Por Marcos David Silva Castañeda<br />
<strong>La</strong> literatura, como la mística, para<br />
expresarse, requieren del ser —en<br />
ambos casos no hacer resulta indispensable.<br />
El ser surge de la espontaneidad,<br />
el hacer de la artificialidad. <strong>La</strong><br />
artificialidad —según Heidegger— es<br />
el principal óbice de la vida moderna.<br />
<strong>La</strong> literatura no surge cuando si se<br />
leen 100 o 1000 páginas. No surge del<br />
número de posgrados cursados. <strong>La</strong><br />
mística como la literatura no resultan<br />
de un acto premeditarlo por crearles.<br />
<strong>La</strong> intención por crear algo que ya ha<br />
sido creado es la artificialidad. <strong>La</strong> vida<br />
no consiste en tener noción minuciosa<br />
del tiempo vivido. Quien se acerca a la<br />
literatura sumando a su lista de libros<br />
leídos se pierde de la literatura e impide<br />
que ésta se exprese. <strong>La</strong> artificialidad<br />
ata a lo falso. Hace de lo quimérico una<br />
forma de vida que, paradójicamente,<br />
además de irreal es insatisfactoria. Somos<br />
nosotros mismos —cuando buscamos<br />
intencionalmente la artificialidad—<br />
quienes se sumergen —a sí mismos— en<br />
formas falsas. Nuestro tiempo es la sociedad<br />
de las apariencias, es el tiempo<br />
de la artificialidad. Como la sociedad<br />
líquida de Baumann o la hipermodernidad<br />
de Lipovetsky es asfixiante en la<br />
medida que permite crear escenografías<br />
irreales: imágenes de uno mismo que<br />
no corresponde con la vida pero que<br />
crea una burbuja de aparente libertad<br />
que nos torna dependientes de la red<br />
para poder reconocernos. En ese sentido,<br />
esta distinción entre autenticidad y<br />
espontaneidad resulta —en la modernidad—<br />
lejana, compleja y paradójica. <strong>La</strong><br />
artificialidad impide acceder a la literatura<br />
porque ésta surge de la vida y aquella<br />
del ser. Vida y ser se unifican —como<br />
apunta Panikkar— en una unidad. Pero<br />
también, ese binomio —que en realidad<br />
es una moneda de dos caras que se manifiestan<br />
unitariamente— expresa el<br />
103
sentido, como experiencia, de la mística.<br />
<strong>La</strong> literatura no surge de una acción<br />
premeditada. <strong>La</strong> literatura se basta a sí<br />
misma. <strong>La</strong> literatura no se crea, existe;<br />
no tiene un inicio como un origen: el<br />
ser. Vida y ser se manifiestan —paralela<br />
e interdependientemente— ahí donde<br />
mora la literatura. <strong>La</strong> literatura —como<br />
la mística— recuerdan a la Ley Moral<br />
de Immanuel Kant: están ahí para ser<br />
descubiertas. Con Kant asistimos al<br />
gran milagro de la filosofía moderna:<br />
el entendimiento que cada persona se<br />
puede dar a sí misma su propia Ley Moral.<br />
No se necesita más que de sí mismo<br />
para darnos —a nosotros mismos—<br />
como nuestros propios legisladores<br />
la conducta a realizar. Kant permite<br />
confirmar —como ocurre en la experiencia<br />
literaria o mística— que lo que<br />
uno mismo es suficiente y basto para el<br />
descubrimiento de la Ley Moral kantiana.<br />
Esta ley es convergente, a un punto<br />
de encuentro: el mundo interior —que<br />
expresa el ser. Esto plantea una paradoja:<br />
nos realizamos, cotidianamente,<br />
en el mundo exterior, tangible, pero<br />
dependemos, para su entendimiento<br />
del mundo interior, personal, íntimo y<br />
que, eventualmente, si tendemos a la<br />
artificialidad, al hacer en ligar del ser,<br />
podemos extraviarlo, aún cuando sea<br />
lo más próximo que tenemos a nuestro<br />
alcance. En su libro De la mística Raimon<br />
Panikkar lo escribe de esta forma:<br />
El gran obstáculo para que surja<br />
espontáneamente en nosotros la<br />
experiencia de Vida es nuestra preocupación<br />
por el hacer a expensas<br />
del ser, del vivir.<br />
<strong>La</strong> distinción entre ser y hacer vincula<br />
la experiencia mística con la experien-<br />
104<br />
cia literaria. <strong>La</strong> mística —como la literatura—<br />
por su naturaleza y exigencia<br />
compartida expresan la vida. Cuando<br />
buscamos la literatura interrumpimos<br />
su manifestación. <strong>La</strong> mística no se reúne<br />
en una idea —y por tanto de un<br />
pensamiento— como de un estar —en<br />
completitud. Esto implica que para vivir<br />
la literatura todo propósito por encontrarle<br />
resultará vano. <strong>La</strong> mística puede<br />
no ser experimentada —en toda una<br />
vida. Incluso, en caso de una vida dedicada<br />
a la literatura, puede estar marcada<br />
por la ausencia de la experiencia<br />
literaria. Así como, también, la vida de<br />
una persona puede estar signada por el<br />
desconocimiento de la experiencia mística.<br />
El sentido místico, como el literario,<br />
exigen, para su expresión, ser en el acto,<br />
más que el resultado de una acción o de<br />
un hacer premeditado en búsqueda de<br />
un resultado. Pakkinar diría que vivimos<br />
interrumpidamente la experiencia mística<br />
lo que lleva a su desconocimiento.<br />
Como en el Bhagavad-gītā, la literatura,<br />
no son palabras como una experiencia<br />
a la espera de ser vivida. En el Bhagavad-gītā<br />
podemos leer:<br />
Quienes no tienen sabiduría ignoran<br />
de dónde viene y a dónde va el<br />
hombre. Ellos conocen tan solo su<br />
paso por el mundo (…).<br />
(…) Es por atadura al acto que los<br />
ignorantes actúan. El sabio debe<br />
actuar de forma uniforme, pero sin<br />
atadura, solo orientándose a la integridad<br />
del universo (…)<br />
<strong>La</strong> relación entre ser y vida se unifican<br />
cuando pasamos del hacer al ser. En<br />
el hacer estamos atados al acto. Los<br />
actos se programan, se planean, se dirigen,<br />
tienen una intención. Donde hay
intención mora la voluntad. <strong>La</strong> voluntad<br />
limita la vida rodeándola de artificialidad.<br />
En la intención hay un dejo de<br />
artificialidad. <strong>La</strong> vida surge cuando se<br />
pierde todo tipo de intención. Es como<br />
percibir una flor de plástico y comparar<br />
la experiencia con una real. <strong>La</strong>s flores<br />
de plástico son artificiales —aún si imitan<br />
exitosamente la realidad— porque<br />
una flor real tiene un componente determinante<br />
que no tiene la artificial:<br />
vida. En muchos sentidos, la muerte,<br />
como antónimo de la vida, es el corolario<br />
de los actos artificiales. Muchas<br />
veces la artificialidad que rodea al ser<br />
humano moderno es tan dominante<br />
que, en realidad, deberíamos hablar<br />
de una muerte en vida por la evidente<br />
artificialidad y falsedad de los actos. Es,<br />
como la flor de plástico, una falsedad.<br />
Hay un ser de la flor que sí es flor, que<br />
sí es real, que tiene vida que le da un<br />
contenido basto en sí mismo. En tal sentido,<br />
también, cuando leemos literatura,<br />
podemos tener un acertamiento falso.<br />
Con esa intención, ese acto intencional<br />
de «encontrar» la literatura provoca que,<br />
en realidad, la ocultemos y que impidamos<br />
su realización. <strong>La</strong> literatura no es<br />
artificialidad, surge de la vida misma, y,<br />
por tanto, del ser. No es necesario hacer<br />
nada para vivir la literatura. <strong>La</strong> literatura,<br />
como la mística recuerdan, en mucho,<br />
al pueblo catalán de Port-Bou —que colige<br />
el mar con las montañas— Port-Bou<br />
se relaciona con dos océanos: el océano<br />
del universo, representada por las alturas<br />
de sus montañas, con el océano de<br />
la tierra: el mar y sus profundidades. <strong>La</strong><br />
literatura es un océano que te absorbe<br />
íntegramente. En muchos sentidos, la literatura<br />
te obliga a desintegrarte, a fragmentarte<br />
es una forma de muerte que,<br />
paradójicamente, te permite realizarte<br />
105
106<br />
en una dimensión antes desconocida y<br />
que da a la vida de un sentido que, paradójicamente,<br />
también, está más allá<br />
de las palabras, esto es, está dentro de<br />
la mística. Esto implica que la literatura<br />
misma es vida y, en ese sentido, manifestaciones<br />
puras y paralelas del ser.<br />
<strong>La</strong> literatura es ficta pero no vanílocua,<br />
paralelamente, no le es dada a personas<br />
pigras. Juan de Mena, en torno del<br />
<strong>14</strong>40, para pensar en el amor, ubicaba,<br />
por el contrario, esas tres características;<br />
para Mena el amor implicaba la<br />
ensoñación, o sea, la manifestación<br />
clara de la ficción, pero una ficción<br />
voluntaria, en la que la persona enamorada<br />
elige, para sí, elementos de la<br />
realidad que no corresponden más que<br />
con sus propias ensoñaciones y retoma<br />
de aquella todo lo que confirme a las<br />
últimas aún si es una «evidencia» muy<br />
pobre le resulta suficiente para recrearse<br />
en tal falsedad. También, para Mena,<br />
el amor consistía, esencialmente de<br />
palabras, digamos sin acciones que le<br />
respalden, eso lleva a la tercera cualidad<br />
del amor, según Mena, sus tendencias<br />
pigras.<br />
Bajo la óptica de Mena el amor tiende<br />
a ser perezoso. Empero, en Mena,<br />
parece aludir no al amor como al desamor.<br />
Se da ese traspié de no entender<br />
que no se está entendiendo equivalente<br />
a la confusión entre literatura como<br />
acción y literatura como experiencia.<br />
Tanto en el pesimismo como en el desamor<br />
comparten un rasgo convergente<br />
de aquellos que moran en ese estado:<br />
el pesimismo. El pesimismo es una<br />
forma de negación, consistente, de la<br />
realidad. Expresa, en ese sentido, una<br />
interrupción abrupta de la vida. El cinismo<br />
se articula con el pesimismo en<br />
la medida que para llegar a la última
se requiere pasar por el primero y el<br />
primero surge por la suma continua de<br />
frustraciones: el cínico en el amor es el<br />
más conspicuo de los creyentes en el<br />
amor de Ovidio, pero termina expresando<br />
el amor de Yago en Otelo de Shakespeare.<br />
Yago, ese personaje de Otelo<br />
amargo, sin amor, incapaz de confiar,<br />
con abierta maledicencia, y que produce<br />
la expresión más clara de lo funesto<br />
y que, en un plano amplio, más amplio,<br />
es un ignorante de lo que hacía —porque<br />
según el filósofo fundador de la<br />
Academia, Platón, ningún ser humano<br />
se hace daño a sí mismo, por lo que<br />
quien hace el mal ignora lo que está<br />
haciendo en realidad— expresó a Ludovico<br />
cuando éste inquiere sobre Otelo<br />
tratando de revertir, sutilmente, la<br />
opinión del primero sobre el segundo:<br />
¡Ay, ay!<br />
No sería honrado de mi parte hablar<br />
sobre aquello que he visto y he sabido.<br />
Lo observaréis vos mismo y sus acciones<br />
dárenle a conocer de tal manera<br />
que las palabras sobran.<br />
Seguidle y observad en lo que para.<br />
Lo que torna perverso a Yago —y no solamente<br />
en un ser humano incapaz de<br />
dar y recibir afecto, que sufre por desamor,<br />
y que lo expresa a través de su<br />
cinismo sobre el mundo humano— es<br />
la simulación de espontaneidad y libertad,<br />
que aparenta seguir los claros imperativos<br />
categóricos kantianos, que<br />
muestra una honestidad ficticia que<br />
supone la evidencia a partir de la «la<br />
realidad» —en una falsa realización de<br />
transparencia— cuando Yago le dice a<br />
Ludovico: «Lo observaréis vos mismo y<br />
sus acciones dárenle a conocer de tal<br />
manera que las palabras sobran». Lo<br />
mismo ocurre con la literatura, la literatura<br />
está más allá de las palabras y<br />
cuando el objeto son las palabras nos<br />
tornamos como Yago: en un ser humano<br />
artificial que pretende, falsamente,<br />
ser espontáneo. Sin que sea una regla<br />
universal, pero sí una posibilidad, la<br />
artificialidad que nos anime en nuestro<br />
acercamiento a la literatura, a la<br />
mística o al amor, es que puede llevarnos<br />
a todo aquello que no es literatura,<br />
mística ni amor y, como Yago, aún<br />
si pretendemos realizar la honradez al<br />
hablar cometeremos yerros que solamente<br />
reflejarán el estado frágil y poco<br />
estructurado de nuestra personalidad<br />
evidenciándose, en síntesis, la incapacidad<br />
de vincularnos a un Universo<br />
que demanda de los seres humanos<br />
la renuncia por controlar y dirigir una<br />
suma de antes que son, fundamentalmente,<br />
libres y, esencialmente, auténticos.<br />
Esto es cuando nos acercamos a<br />
la literatura con una intención, cuando<br />
nuestra acción nos aproxima al hacer y<br />
nos aleja del ser, lo que buscamos en<br />
realidad es controlar perdemos la espontaneidad<br />
y, a través de ella, la literatura,<br />
la mística o el amor.<br />
107
108
MICRO<br />
CUENTOS<br />
109
Cuando la policía llegó pasadas las doce,<br />
el cuerpo desnudo estaba sin vida.<br />
—Señor, es nuestro hombre, el violador<br />
de media noche —al terminar le<br />
entregó la nota hallada sobre el abdomen<br />
de la víctima—. Fue asesinado por<br />
una mujer —volvió a intervenir el oficial<br />
mientras señalaba enterrado en el<br />
pecho, un filoso accesorio de madera<br />
utilizado para sujetar los cabellos.<br />
—Pues sí, soldado, hasta los mal nacidos<br />
como él terminan enamorándose y<br />
cometiendo errores de confesión.<br />
Ken Jact Fernández León<br />
110<br />
Los neones inundaban de luz el pequeño<br />
asteroide. Un hipermercado del<br />
sexo ofreciendo sus servicios en medio<br />
de la nada.<br />
—Bienvenido al Planeta del Amor, el<br />
universo de los sentidos —tuteaba a los<br />
visitantes una voz más monótona que<br />
sugerente―. Por favor, si deseas una<br />
visita realmente exclusiva utiliza nuestros<br />
puntos de atención personalizada.<br />
―Varón, blanco, cincuenta y dos años —fui<br />
siguiendo el cuestionario―. Cabina individual.<br />
Morena, menos de veinte, nacional.<br />
Esperé hasta que se encendió la luz<br />
al otro lado del cristal.<br />
Gregorio Vega Cuesta
Percy Shelley escuchaba horrorizado<br />
la radio: El cuerpo de Mary Shelley fue<br />
encontrado despedazado, en el baño.<br />
A su lado, Frankestein gritaba que<br />
solo quería que ella supiera lo que es<br />
tener un destino hecho de retazos.<br />
William Alexander Romero Díaz<br />
El hada madrina se enojó con el niño<br />
por su manía de no comerse todo lo<br />
servido y desperdiciar la comida, algo<br />
inaceptable por las condiciones de<br />
pobreza en el pueblo y que a él no le<br />
importaba por ser el hijo del alcalde.<br />
Entonces le cambio los conductos del<br />
estómago y del esófago y conectó al estomago<br />
con la nariz para que se llenara<br />
de aire y los pulmones con la boca para<br />
que se llenaran de comida…<br />
Omar Cabrales Salazar<br />
111
Mientras un escuadrón abatía la puerta<br />
delantera, otro se abrió paso por una<br />
ventana del lado opuesto, entre una<br />
cascada de vidrios y astillas de madera.<br />
Cuarenta y cinco hombres armados<br />
hasta los dientes y con capuchas negras<br />
en la cabeza irrumpieron en la sala.<br />
Sentado en aquél sillón, lo que helaría<br />
la sangre a cualquiera, era su aparente<br />
serenidad y su diminuto destello de<br />
inocencia. Siempre quiso ser el enemigo<br />
público número uno. Ésta era la forma<br />
de hacerle saber que lo había logrado.<br />
Gilberto Arvizu Morales<br />
Hace meses que Zarena aguarda un<br />
turno en el hospital. El primer día le<br />
dicen que el pediatra está en cirugía.<br />
El segundo, que hay casos más graves,<br />
que lo suyo no es urgencia. El tercero,<br />
que vuelva la semana que viene. Y así,<br />
pasan 69 días, cada uno con una excusa<br />
distinta pero similar. El día 70, Zarena<br />
vuelve a casa derrotada. Después de<br />
tanto esfuerzo inútil, decide rendirse.<br />
Por primera vez desde que empezó el<br />
calvario, duerme profundamente. Ningún<br />
llanto la despierta en la noche.<br />
Paulo Neo<br />
112
Tomás pintó durante toda la noche hasta<br />
que el último trazo se secó y su mano<br />
quedó de palma abierta. Rojísimo el<br />
cuadro: ningún ojo supo ver después,<br />
por espanto, los extraños dibujos que la<br />
sangre fue delineando en las baldosas<br />
de aquel frío y oscuro patio solitario.<br />
Lucía Borsani García<br />
Ambos llevan años planeando una máquina<br />
del tiempo.<br />
Recapitularon su progreso, faltaban<br />
arreglos y escribir un libro por completo.<br />
Uno se encargaría de aquella maquina<br />
mágica; otro rescribiría Ana Frank.<br />
No era simplemente papel, cualquier<br />
texto podría rebobinar el tiempo donde<br />
fue escrito por primera vez.<br />
Terminaron y emocionados arrojaron<br />
el libro de Ana, ambos se desintegraron.<br />
El error, escribir la palabra<br />
jabón sin acento, causa de la rapidez<br />
de la reinterpretación del texto. Ni una<br />
máquina del tiempo los salvará de un<br />
error ortográfico.<br />
Alan Fernando Mondragón Corona<br />
113
Lo encontraron sin sangre, ni ojos, ni<br />
uñas. Encontraron el cuerpo a la deriva,<br />
flotaba directo a la nave. Encontraron<br />
el traje rasgado, sin guantes, y el casco<br />
roto. Lo encontraron cuando ya eran<br />
visibles las estrellas. Lo encontraron<br />
cuando él ya se había marchado. Él no<br />
sabía que estaban ahí. Fue hasta que<br />
se quedaron sin sangre, ni ojos, ni uñas,<br />
cuando lo encontraron.<br />
Rebeca Jazmín Jiménez Urióstegui<br />
1<strong>14</strong><br />
Trabajar en la morgue es muy diferente<br />
a lo que muchos piensan. El ambiente es<br />
tranquilo, y lo que está muerto, muerto<br />
se queda. O eso creía. Una noche mientras<br />
aseaba a una mujer recién llegada,<br />
tuve que salir un momento.<br />
—Ya regreso, señorita —le dije al cadáver<br />
como un juego.<br />
—Te espero —respondió.<br />
Me volví para mirarla. <strong>La</strong> cabeza<br />
inclinada hacia mí permitía que sus<br />
ojos me persiguieran. Secuestró mis<br />
latidos. Me acerqué pensando que era<br />
una ilusión, pero entonces la mano de<br />
la mujer sujetó mi brazo y con el rostro<br />
desencajado y una sonrisa venenosa,<br />
se evaporizó.<br />
Kim Pantaleón
De entre las claridades, tú apareces.<br />
Tan clara que no te veo, pura y santa<br />
que ya no creo.<br />
Dejo huellas en tierra, que el viento<br />
las supo borrar, mas el tiempo sabrá si<br />
reaparecen o se van.<br />
De entre la oscuridad te escondes,<br />
para mañana aparecer, como sirena varada<br />
en altamar, esperando por quizás<br />
quién, escuchando el ruido del mar o<br />
un galeón que estrelló contra roquerio<br />
perdido, hundido y deshecho una vez<br />
en lo profundo.<br />
Tu canto se oye a lo lejos, tu risa y los<br />
mil lamentos, que muchos hombres hechizas,<br />
pero que ninguno supo reconocer.<br />
Felipe Andrés Vergara Unda<br />
Muchas moscas verdes revoloteando alrededor,<br />
la tarántula aún plegada dentro<br />
de la boca del bebé, lista para capturarlas.<br />
<strong>La</strong> madre palideció. Rompió el papel<br />
y le ordenó a su hija que mejor dibuje a<br />
un elefante balanceándose.<br />
—Pero, ¿cómo voy a dibujarlo? Si nunca<br />
he visto a un elefante haciendo eso.<br />
<strong>La</strong> madre palideció nuevamente.<br />
Jose Gabriel Mier<br />
115
<strong>La</strong> lluvia no deja de caer. No sabe el porqué.<br />
Lo hace sin parar. <strong>La</strong> carretera está<br />
vacía, sin nadie que la auxilie. Cada paso<br />
que daba le ardía las piernas. Su cuerpo<br />
sudado junto con la tempestad reacciona<br />
con su agitación. Los brazos dejan de<br />
balancearse. No soporta más. Está perdiendo<br />
velocidad. En su mente solo esta<br />
una idea clara: No dejes de correr.<br />
Tropieza y va a dar hacia una roca espinada.<br />
Pone las manos, siendo terriblemente<br />
lastimadas. El rostro queda intacto.<br />
Gracias a eso pudo ver cómo <strong>La</strong> Bestia<br />
le arranca las piernas de su cuerpo.<br />
Frank Cruz<br />
Cerró los ojos con fuerza con la imagen<br />
brillando en su cerebro en colores fluorescentes.<br />
Se pasó la mano por la cara<br />
para limpiarse el sudor. Cuando despegó<br />
los párpados una gran interrogación<br />
se le reflejó en la cara.<br />
¿Dónde estaba?<br />
Tenía manchas de sangre en las manos.<br />
En la ropa, también. <strong>La</strong> imagen era<br />
nítida en su cabeza. Un disparo certero<br />
en el pecho.<br />
¿A dónde había ido a parar su muerto?<br />
El niño suspiró con la esperanza de<br />
haber errado su primer tiro. Llevaba<br />
años diciéndole a su padre que él no<br />
quería ser cazador de hombres.<br />
116<br />
Aurora Rapún Mombiela
Estaba en la habitación. Tendida sobre<br />
la cama. Monitorizada. Con los ojos cerrados.<br />
De su cuello salía el respirador y<br />
de debajo de las sábanas, cables y sondas.<br />
Un ruido mecánico hacía los coros<br />
al silencio.<br />
Me acerqué. Me miró con los párpados<br />
apagados y me trasmitió su pesar.<br />
—Ayúdame.<br />
—Tranquila. O mejoras o te vienes<br />
conmigo —le contesté en voz alta, respuesta<br />
que solo oyó ella.<br />
—Eres una bestia.<br />
—Pero realista.<br />
—Vete —dos lágrimas escaparon de<br />
sus ojos y estallaron contra la almohada.<br />
Salí entre la gente que había en la<br />
habitación sin que nadie me viera.<br />
Manuel Serrano<br />
<strong>La</strong>s ansias de besar a una sirena viven<br />
en el alma de cada marinero. Se oyen<br />
cantar entre la marejada, ellas soprano<br />
y la tormenta tenor. <strong>La</strong>s busco entre las<br />
olas, en mar abierto, anhelando labios<br />
de espuma y cabellos fluyendo a sotavento.<br />
Me gritan mis camaradas desde<br />
atrás: «¡Cuidado con la borda!», y me<br />
veo caer por la amura de estribor. Me<br />
atrapan las sirenas, me endulzan con<br />
su voz mientras la tormenta canta de<br />
contratiempo. Dejo que me lleven, lejos<br />
de mi barco, donde habré de reposar<br />
eternamente.<br />
Enrique Herrera Arévalo<br />
117
En la estación de policía interrogan a<br />
un hombre que se entregó tras asesinar<br />
a su esposa durante el «N» pleito conyugal<br />
en el que ambos se golpeaban, él le<br />
hundió un cuchillo de cocina en medio<br />
del pecho, no presentaba ninguna herida<br />
defensiva, el policía se extrañó hasta<br />
que en su declaración el marido llegó a:<br />
«...y entonces ella me retó: ¡A que no te<br />
atreves, mamarracho!».<br />
Jorge Daniel Garcia Carregha<br />
Notaron un tono verdoso en las uñitas<br />
de la beba. Pronto fueron de un verde<br />
brillante y más gruesas. Un botánico<br />
lo confirmó: no era tejido queratinoso<br />
sino vegetal. De los dedos de Margarita<br />
brotaban enredaderas que recortaba<br />
en invierno, cuando las hojas caían y<br />
los zarcillos se secaban. En verano, los<br />
enroscaba alrededor de dedos y tobillos.<br />
<strong>La</strong>s pulseras verdes, a veces florecidas,<br />
se lucían en sus muñecas. Aprendió a<br />
vivir con sus uñas-plantas pero debía<br />
evitar escarbar la tierra con las manos<br />
desnudas o andar descalza en la huerta,<br />
pues los zarcillos echaban raíces.<br />
Sonia Concari<br />
118
—Es tarde, cariño. Ven a dormir.<br />
Detuvo su lectura en seco y se volvió<br />
hacia ella. Se le veía cansada pero no<br />
dejaba de sonreírle amorosamente.<br />
—En un momento, cielo —sus palabras<br />
fueron casi un susurro.<br />
Ella se dio la media vuelta y se alejó,<br />
perdiéndose en la oscuridad del corredor<br />
mientras él no podía contener un<br />
llanto silencioso.<br />
Debía decírselo pero no tenía corazón<br />
para hacerlo, ¿cómo decirle que hacía<br />
ya siete días que la había sepultado?<br />
Jesús Ayón Vargas<br />
Nos reunimos siempre en el mismo lugar,<br />
en aquella vieja parada de autobús en la<br />
que solíamos esperar el transporte que<br />
nos llevaría a la escuela… Han pasado<br />
ya muchos años de aquellos tiempos.<br />
Ahora solo nos sentamos ahí, mirándonos<br />
a los ojos por horas, sin decirnos una<br />
sola palabra. ¿Sabrá ella que está muerta?<br />
¿O seré yo quien está muerto? Aún no<br />
lo sé; ambos somos lo suficientemente<br />
cobardes como para preguntarnos qué<br />
fue lo que realmente sucedió.<br />
Aurora Ceres<br />
119
120
CONOCE A<br />
LOS AUTORES<br />
QUE COMPONEN<br />
ESTE NÚMERO<br />
121
Beatriz Márquez Gutiérrez<br />
Es bióloga de profesión. Trabaja como<br />
consultor ambiental. Gusta por la lectura<br />
desde primaria. Fanática de los géneros<br />
de terror, suspenso, ciencia ficción. Apasionada<br />
también por los insectos y la cultura<br />
egipcia. Pertenece al taller de creación<br />
literaria Ctrl+Alt+Del de José Juan<br />
Aboytia. Una de las 25 ganadoras de la<br />
primera antología de cuentos por Escritoras<br />
Mexicanas y la Editorial Nido del Fénix.<br />
Ricardo Sánchez Mejorada<br />
Jugador, lector y pseudo escritor mexicano,<br />
nacido el 21 de Marzo de 1998<br />
en Toluca, Estado de México. Desde<br />
pequeño tuve o un libro o una consola<br />
entre mis manos, y siempre de acompañante<br />
una buena canción.<br />
Esperanza Angeles Soto<br />
Nació en el Estado de México. Es química<br />
farmacéutica bióloga, egresada<br />
de la UAEMex, y tiene una publicación,<br />
como coautor, de índole científico, derivada<br />
de su tesis de licenciatura que<br />
realizó en el CINVESTAV, en el área de<br />
Toxicología. Escribe poemas infantiles,<br />
poemas eróticos y poesía personal,<br />
cuentos de fantasía y novela.<br />
Martín Sepúlveda B.<br />
Escritor chileno. Co-creador de Fanzinombre<br />
y Fanzina, plataformas de<br />
registro de literatura e ilustración. Ha<br />
escrito guiones para cine y televisión.<br />
Ha sido árbitro de futbolín, instructor<br />
de tiro con arco, carpintero, jardinero,<br />
actor, atendido tiendas de licores y restaurantes<br />
árabes, etc. Dicen que haría<br />
lo que sea por dinero.<br />
122
Jesús Guillén Luna<br />
Oriundo del Estado de México, comenzó<br />
escribiendo canciones para bandas<br />
musicales, pasando por artículos para<br />
páginas de internet enfocándose en reseñas<br />
de cine y cómics, lo que le ayudó<br />
a practicar y pulirse. En agosto de 2018,<br />
quedó finalista del Quinto Premio a<br />
Cuento Corto de Editorial Endira, y su<br />
cuento será publicado en noviembre<br />
del mismo año. Actualmente, se encuentra<br />
trabajando en el manuscrito<br />
de su primera novela.<br />
Hugo Eduardo Quiroz Marín<br />
Nacido el 4 de Marzo de 1993, en Toluca,<br />
Edo. De México, conocido por el<br />
seudónimo de Elmer Homero, cursó la<br />
licenciatura de sociología en la UAEM,<br />
con especialidad en estudios de sociología<br />
de la tecnociencia y actualmente<br />
se encuentra desempleado.<br />
Jose G. Mejia<br />
Potosino. <strong>La</strong>s circunstancias lo arrojaron<br />
a estudiar Administración pero su<br />
corazón lo encamino hace algunos años<br />
a estudiar psicología. Ama escribir y<br />
se dio cuenta de ello cuando comenzó<br />
a conocerse y cayó en cuenta de que<br />
podía crear, podía hacer arte y le gustaría<br />
hacerlo no sólo en mis momentos libres.<br />
Miguel Cobeñas Pasiguán<br />
Estudió Ingeniería Industrial en la Universidad<br />
de San Marcos de Lima, siendo<br />
su profesión desde 1985. Alternativamente<br />
ejerce la escritura de relatos<br />
y poesías. Tiene publicados: Élida Bhor,<br />
digitalizada en México; Gina y sus rosas<br />
estrujadas, finalista en Barcelona-España;<br />
AGOSTARIO, publicada en Argentina;<br />
LITERATO Vr.7.13, y demás.<br />
123
Zárate Bruno León<br />
Fue premiado por S.A.D.E Central en<br />
el concurso de la antología por los 90<br />
<strong>Año</strong>s de la Sociedad Argentina de Escritores.<br />
Obtuvo una mención de honor<br />
en el concurso para ser parte de la antología<br />
internacional Ensamblando Palabras<br />
2018. Logró el primer lugar en el<br />
IV premio internacional de poesía, soneto<br />
y microrrelato: Malvinas Ayer, Hoy<br />
y Siempre.<br />
Stefany Cisneros<br />
Nació en la Ciudad de México en 1995.<br />
Es estudiante de la licenciatura en Estudios<br />
<strong>La</strong>tinoamericanos en la UNAM.<br />
Desde el 2015 forma parte del proyecto<br />
de Narrativa Fantástica y Poesía dirigido<br />
por el escritor H. Pascal. Fue parte de la<br />
revista estudiantil Horizontes (2016-<br />
2017) y desde el 2017 a la fecha es becaria<br />
en la revista México Desconocido.<br />
Pablo Caputo Bogliolo<br />
Pablo Caputo Bogliolo es un autor argentino<br />
nacido durante el invierno de<br />
1980. En 2016 lanzó Es verdad, era mentira<br />
su primer libro de cuentos editado<br />
luego de la realización casera de varias<br />
compilaciones de historias. En Septiembre<br />
de 2018 lanzó su segundo libro Trenes<br />
en el cielo. Actualmente dirige su colectivo<br />
creativo literario llamado EVEM<br />
donde mezcla música, literatura y cine<br />
bajo el concepto de la creatividad lo-fi.<br />
Lemis Tarajano Noya<br />
Es escritor, ha publicado historias breves<br />
en las antologías Caminos de <strong>La</strong><br />
Libertad (México), I am Cuban (Italia y<br />
EEUU) y en revistas como el Camino Del<br />
Pueblo (Cuba). Es ganador de los concursos<br />
de ensayo del Instituto Político<br />
para la Libertad (Perú) y Caminos de la<br />
Libertad (México). Mantiene un blog de<br />
historias breves con el cual se comunica<br />
con facilidad con sus lectores.<br />
124
Víctor Andrés Parra Avellaneda<br />
Tepic, Nayarit, México. 1998 . Estudiante<br />
de Biología en el Centro Universitario<br />
de Ciencias Biológicas y Agropecuarias<br />
(CUCBA) en la Universidad de Guadalajara<br />
(U de G). Colabora en el no. 6 y no.<br />
8 de la Revista Literaria <strong>La</strong> <strong>Sirena</strong> <strong>Varada</strong>,<br />
en el no. 4 de la Revista Awen y en<br />
el no.3 de la Revista Literaria íbidem.<br />
Raúl Elvio Fantín<br />
Integrante del Taller Literario Oscar Herrera<br />
de la Ciudad de <strong>La</strong>s Rosas, de Argentina,<br />
de profesión Profesor de Tenis. 58 años.<br />
Carlos T Yes<br />
Carlos Téllez Rodríguez: nació en Sibanicú,<br />
provincia de Camagüey, el 6 de<br />
junio de 1948. Junto a su familia reside<br />
en <strong>La</strong> Habana desde el año 1953. Cursó<br />
estudios en la carrera de Filología en la<br />
Universidad de <strong>La</strong> Habana. En el año<br />
2008 decide dedicarse a la literatura<br />
y hasta la fecha ha escrito más de 200<br />
cuentos y microrrelatos distribuidos en<br />
cinco libros que aún no ha publicado.<br />
José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas<br />
Nacido en Bilbao, hecho que sobrelleva<br />
con la mayor de las humildades, es<br />
autor del libro de relatos Zumo de Ciprés,<br />
la novela El chico de los recados,<br />
y ganador, entre otros premios, del I<br />
Certamen Internacional de Microrrelatos<br />
Grupo Prisa. Dueño de infinidad<br />
de dudas y rehén de contadas certezas,<br />
intenta cada día comprender los mecanismos<br />
de un mundo inverosímil.<br />
125
Yureli Elizabeth Rosas Torres<br />
Nació el 17 de noviembre del 2000 en<br />
el estado de Morelos, es la tercera hija<br />
de Armando Rosas Bonilla y Alejandra<br />
Torres Marín. Sus hermanas son Daisy e<br />
Ibet Yamili, a quienes es muy apegada.<br />
Actualmente está por culminar la preparatoria<br />
y radica en el Estado de México.<br />
Carolina Alpuche<br />
Estudiante de Ingeniería Química en la<br />
Universidad Autónoma Metropolitana y<br />
CEO de Editorial Dreamers. Lectora empedernida,<br />
amante del café y de Les Luthiers.<br />
José Luis Pérez Ramírez<br />
Boliviano, estudió en México cuando<br />
circulaban camiones de la Ruta 100 y<br />
en Italia, a medias. En el momento, tiene<br />
publicado en Amazon tres novelas y<br />
una colección de cuentos, algunos de<br />
ellos difundidos en España, Colombia y<br />
Estados Unidos.<br />
Jesús Guerra Medina<br />
De México, Jesús, es licenciado en psicología.<br />
Tiene 23 años y ha publicado su<br />
relato Cavernario en el primer numero<br />
digital de la revista Líneas de cambio<br />
(2018); Mutador S. A. en el primer número<br />
de la Revista Digital Ibídem (2018); su<br />
cuento Ame, reptilius en la Antología Mar<br />
crepuscular (2018). Su microcuento Desconcierto<br />
en el número especial Microrelatos<br />
y otras pocas palabras de la Revista<br />
Digital Ibídem (2018).<br />
126
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