Revista Consciencia No 33

Infanticidio en primates humanos y no humanos
Conociendo la religión prehispánica, se puede comprender
la magnitud de dicho ritual. A pesar de que los sacrificios a
Tláloc eran de los más preciados –ya que implicaban pasar a
un plano celestial llamado Tlalocan–, no es posible obviar el
miedo que la muerte implica para el ser humano, ni el sufrimiento
por parte de la madre que pierde a sus hijos (Duverger,
2005).
La conciencia de la existencia finita ocasiona un miedo a la
muerte en los humanos que no está presente en los animales.
Un animal no puede considerarse cruel al matar a su
presa, puesto que es parte de la supervivencia de la especie;
es considerada agresión instintiva, ya que carece de conciencia
sobre la muerte del otro y la existencia de un depredador
y una presa que forman parte de una natural cadena
alimenticia. Por el contrario, el ser humano puede gozar al
privar de la existencia a otro ser (Bataille, 2005).
En la tragedia de Medea no es la locura de Heracles, ni el
miedo a la pérdida del poder como en el mito de Cronos
lo que motiva el infanticidio, sino la satisfacción recibida al
hacer daño a otro ser humano que es indefenso. Este hecho
de crueldad, de goce y de satisfacción al ver el sufrimiento
de otro ser humano (que en ocasiones es el cónyuge), forma
parte de los rasgos de ciertas estructuras de la personalidad.
Sin embargo, no siempre se encuentran presentes
dichas características al cometer infanticidio, puesto que
también se puede ver como liberación de un sufrimiento.
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38 Revista ConSciencia de la Escuela de Psicología