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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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Rohan, claro. Sí, yo he escrito a De Guéménée y a De Rohan; uno de los dos me ha<br />

contestado, es muy sencillo... Pero el escudo no está dividido en cuarteles, y la carta es<br />

del cardenal... El cardenal de Rohan, ese galanteador, ese mujeriego, ese ambicioso; él<br />

vendrá a ver a madame de la Motte, si madame de la Motte le abre su puerta... Pues que<br />

esté tranquilo; la puerta le será abierta... ¿Cuándo? Mañana a la noche.<br />

Y se puso a soñar.<br />

«Una dama de caridad que da cien luises puede ser recibida en un desván; puede helarse<br />

sobre mi suelo, sufrir sentada en mis sillas, duras como la parrilla de san Lorenzo y sin<br />

fuego. Pero un príncipe de la Iglesia, un hombre de salón, un conquistador de<br />

corazones... No, no; no es la miseria lo que visitará semejante limosnero.»<br />

Después, volviéndose hacia la doncella, que acababa de prepararle el lecho, dijo:<br />

—Mañana, ama Clotilde, no os olvidéis de despertarme temprano.<br />

Y luego, para poder quedar más a sus anchas, le hizo un ademán para que se fuera.<br />

Clotilde reavivó el fuego que había enterrado en las cenizas para dar un aspecto más<br />

miserable al apartamento, cerró la puerta y se retiró a su cuchitril.<br />

Juana de Valois, en lugar de dormir, pasó la noche soñando agradablemente. Tomaba<br />

notas con el lápiz a la luz de la lamparilla; después, segura de la jornada del día<br />

siguiente, hacia las tres de la madrugada, se adormeció, y Clotilde, que tampoco había<br />

dormido más que ella, obedeció sus instrucciones, despertándola al amanecer. Hacia las<br />

ocho se había peinado y puesto su mejor vestido.<br />

Transformada en gran dama y en hermosa mujer, la mosca sobre el pómulo izquierdo y<br />

los puños bordados, envió a buscar una litera a la plaza, donde se solía encontrar ese<br />

género de carruajes, cerca de la calle de Pont-aux-Choux.<br />

Ella hubiera preferido una silla de manos, pero habría que ir a buscarla demasiado lejos.<br />

La silla rodante, tirada por un robusto auvernés, recibió la orden de dejar a la señora<br />

condesa en la Place Royal, donde, bajo los Ares du Midi, en los bajos de un palacio<br />

abandonado, se albergaba el maestro Fingret, tapicero, decorador que vendía y alquilaba<br />

muebles de ocasión a un precio muy asequible.<br />

El auvernés llevó rápidamente a su cliente de la calle Saint-Claude a la Place Royal.<br />

Diez minutos después, la condesa llegaba a la tienda del maestro Fingret, donde vamos<br />

a encontrarla inmediatamente admirando y eligiendo en una especie de pandemónium,<br />

del que intentaremos hacer un esbozo.<br />

Figurémonos unas caballerizas de una longitud de cincuenta pies y de unos treinta de<br />

ancho y una altura de diecisiete; en las paredes las tapicerías de los reinados de Enrique<br />

IV y Luis XIII, y los techos disimulados por la serie de objetos suspendidos, desde las<br />

arañas de cristal del siglo xii a los lagartos disecados, las lámparas de iglesia y los peces<br />

voladores.<br />

En el suelo y amontonados, tapices y esterillas, muebles de columnas torneadas con pies<br />

labrados, alacenas de encina esculpida, consolas Luis XV de patas doradas, sofás<br />

forrados de damasco rosa o de terciopelo de Utrecht, lechos de reposo, amplios sillones<br />

de cuero, como le gustaban a Sully; armarios con los paneles de ébano en relieve y<br />

varillas de cobre, mesas de Boule bajo porcelanas, juegos de damas, muebles de<br />

tocador, cómodas cuyas marqueterías eran instrumentos o flores.<br />

Lechos de encina con estrados y baldaquinos, y cortinas de todas las formas, de todos<br />

los gustos, de todos los tejidos, se amontonaban, se confundían, armonizaban o<br />

chocaban en la penumbra del local.<br />

Clavecinos, arpas y sistros sobre veladores; el perro de Marlborough disecado con ojos<br />

de esmalte.<br />

Más allá, lienzos de toda calidad, vestidos colgados al lado de trajes de terciopelo,<br />

puñales de acero, de plata, de nácar.

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