26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Para explicar esta simpatía de Francia hacia monsieur de Suffren, para hacer<br />

comprender el interés que un rey, que una reina, que un príncipe de sangre real ponían<br />

en ser los primeros en saludar a De Suffren, pocas palabras bastarán. De Suffren es un<br />

hombre esencialmente francés, como Turenne, como Catinat, como Jean-Bart.<br />

Después de la guerra con Inglaterra, o más bien después del último período bélico que<br />

precedió a la paz, el comendador de Suffren había librado siete grandes batallas navales<br />

sin sufrir una derrota; había tomado Trinquemale y Gondelour, asegurado las<br />

posesiones francesas, limpiado el mar y enseñado al Mabab Haider-Aly que Francia era<br />

la primera potencia de Europa. Había aportado al ejercicio de la profesión de marino<br />

toda la diplomacia de un negociante sutil y honrado, toda la bravura y la táctica de un<br />

soldado, toda la habilidad de un sabio administrador. Valeroso, infatigable, orgulloso<br />

cuando se trataba del honor del pabellón francés, había castigado a los ingleses por<br />

tierra y por mar, hasta tal punto que estos reputados marinos no se atrevían a coronar<br />

una victoria comenzada o a intentar un ataque contra De Suffren cuando el león<br />

enseñaba los dientes.<br />

Después de la acción, durante la cual había expuesto la vida con la inconsciencia del<br />

último marinero, se le había visto humano, generoso, compasivo; era el tipo del<br />

verdadero marino, un poco olvidado después de Jean-Bart y de Duguay-Trouin, que<br />

Francia volvía a encontrar en De Suffren.<br />

No trataremos de pintar el entusiasmo, los rumores, que su llegada a Versalles hizo<br />

estallar entre los gentileshombres convocados.<br />

De Suffren era un hombre de unos cincuenta y seis años, grueso, bajo, ojos de fuego,<br />

gesto noble y fácil. Ágil a pesar de su obesidad, majestuoso a pesar de su sencillez,<br />

llevaba con altivez su melena leonina; como hombre habituado a superar todas las<br />

dificultades, había encontrado el medio de hacerse vestir y peinar en su carroza.<br />

Llevaba un traje bordado en oro, la casaca roja, el pantalón azul. Había conservado el<br />

cuello militar sobre el cual su poderoso mentón descansaba como complemento de su<br />

enorme cabeza.<br />

Cuando entró en la sala de guardia, alguien dijo una palabra a De Castries, el cual,<br />

paseando de un lado a otro con impaciencia, gritó:<br />

—¡El caballero de Suffren, señores!<br />

En el acto, los guardias cogieron sus mosquetones y se alinearon como si se tratase del<br />

rey de Francia, y el oficial real, después de pasar, había formado detrás de él y en buen<br />

orden cuatro por cuatro, como para servirle de cortejo.<br />

El, estrechando las manos de monsieur de Castries, trató de besarle, pero el ministro de<br />

Marina le respondió suavemente:<br />

—No, no, monsieur —dijo—; no quiero privaros de la felicidad de abrazar, antes que<br />

nadie, a alguien que es más digno que yo.<br />

Y llevó a De Suffren hasta Luis XVI.<br />

—¡El oficial real! —exclamó el rey, y seguidamente agregó—: Sed bienvenido a<br />

Versalles. Traéis la gloria, traéis todo lo que los héroes dan a sus contemporáneos.<br />

Abrazadme, señor oficial del rey.<br />

De Suffren había doblado la rodilla, pero el rey le levantó y le abrazó tan cordialmente<br />

que un estremecimiento de júbilo y de triunfo recorrió toda la asamblea.<br />

Sin el respeto al rey, los asistentes se hubieran confundido en vítores y en gritos de<br />

aprobación. El rey se volvió hacia la reina, diciéndole:<br />

—Madame, he aquí al caballero de Suffren, el vencedor de Trinquemale y de<br />

Gondelour, el terror de nuestros vecinos los ingleses; para mí, un Jean-Bart.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!