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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—En cuanto a los reproches que espera, es asunto mío, y no es por eso por lo que os<br />

teme.<br />

—Entonces —dijo alegremente la reina—, será por culpa de su conciencia.<br />

—Por otro motivo, hermana mía.<br />

—¿Pues por qué?<br />

—Os lo diré. Acaba de enterarse de que monsieur de Suffren, el glorioso vencedor, debe<br />

llegar esta noche, y como la noticia es importante, desea que la ignoréis.<br />

La reina advirtió alrededor algunos curiosos, cuyo respeto no alejaba lo suficientemente<br />

para que no pudiesen oír las palabras de su cuñado.<br />

—Monsieur de Taverney, os suplico que seáis bueno y os ocupéis de mi trineo, y si<br />

vuestro padre está ahí, abrazadle; os doy permiso durante un cuarto de hora.<br />

El joven se inclinó y se perdió entre los grupos para ir a ejecutar la orden de la reina.<br />

También la multitud había comprendido: la multitud tiene a veces instintos<br />

maravillosos; ensanchó el círculo, y la reina y el conde de Artois se encontraron más<br />

cómodos.<br />

—Hermano —dijo la reina—, decidme, os lo ruego, qué gana mi hermano con no<br />

quererme informar de la llegada de monsieur de Suffren.<br />

—¿Cómo es posible que vos, mujer, reina y enemiga, no alcancéis en seguida la<br />

intención de este asunto político? Monsieur de Suffren llega, nadie lo sabe en la corte.<br />

Es el héroe de los mares de la India, y por lo tanto tiene derecho a una recepción<br />

magnífica en Versalles. Es decir, De Suffren llega, el rey ignora su llegada, el rey se<br />

muestra negligente porque no lo sabe, y por consiguiente sin desearlo, igual que vos,<br />

hermana mía. Por el contrario, durante todo ese tiempo, el conde de Provenza, que<br />

conoce la llegada de monsieur de Suffren, acoge al marino, le sonríe, le mima, le acuña<br />

una moneda, y uniéndose al héroe de la India, se convierte en el héroe de Francia.<br />

—Claro —dijo la reina.<br />

—Esto es todo.<br />

—No os olvidáis más que de un solo punto, mi querido gacetillero.<br />

—¿Cuál?<br />

—¿Cómo habéis sabido este bello proyecto de nuestro querido hermano y cuñado?<br />

—¿Que cómo lo sé? Como sé todo lo que él hace. Es bien sencillo: habiendo advertido<br />

que De Provenza ha decidido saber todo lo que yo hago, he pagado a gentes que me<br />

cuentan todo lo que él hace. Esto podrá serme útil, y a vos también, querida hermana.<br />

—Gracias por vuestra alianza, ¿pero, y el rey?<br />

—El rey está sobre aviso.<br />

—¿Por vos?<br />

—Oh, no. Por su ministro de Marina, a quien envié yo. Todo esto no me atañe, como<br />

comprenderéis. Yo soy demasiado frívolo, demasiado disipado, demasiado loco, para<br />

ocuparme de cosas de tanta importancia.<br />

—¿Y el ministro de Marina ignoraba también la llegada de monsieur de Suffren a<br />

Francia?<br />

—Por Dios, mi querida hermana; vos habéis conocido bastantes ministros, ¿no es así?<br />

Después de catorce años que sois delfina o reina de Francia, tenéis bastante experiencia<br />

para saber que estos señores ignoran siempre las cosas más importantes. He prevenido a<br />

nuestro ministro y se ha mostrado entusiasmado.<br />

—Lo creo.<br />

—Comprended, querida hermana, que ahora tengo a un hombre que me estará<br />

reconocido toda su vida, y justamente tengo necesidad de gratitud.<br />

—¿Para hacer qué?<br />

—Para negociar un empréstito.

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