26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Cuando Vuestra Majestad quiera recibirle, será feliz por asegurar a Vuestra Majestad<br />

que la ausencia no ha disminuido los sentimientos de respetuosa devoción que profesa a<br />

la reina.<br />

—¿Puedo verle inmediatamente?<br />

—Dentro de un cuarto de hora estará a los pies de Vuestra Majestad si Vuestra Majestad<br />

lo permite.<br />

—Bien, bien. Yo lo permito. Más aún, lo deseo.<br />

La reina acababa apenas de peinarse, cuando algo vivo, rápido, ruidoso, se deslizó, o<br />

más bien saltó sobre el tapiz del gabinete donde la reina hacía su tocado y vino a reflejar<br />

su rostro reidor y pícaro en el mismo espejo donde María Antonieta sonreía al suyo.<br />

—Hermano mío De Artois —dijo la reina—. De verdad que me habéis asustado.<br />

—Buenos días, Majestad —dijo el príncipe—. ¿Cómo ha pasado Vuestra Majestad la<br />

noche?<br />

—Muy mal; gracias, hermano mío.<br />

—¿Y la mañana?<br />

—Muy bien.<br />

—He ahí lo esencial. Inmediatamente y sin la menor duda comprendí que la prueba se<br />

había soportado con toda felicidad, ya que encontré al rey y me ha sonreído<br />

deliciosamente. ¡Lo que es la confianza!<br />

La reina se echó a reír. El conde de Artois, que no sabía nada más del asunto, rió<br />

también, pero por otro motivo.<br />

—Pero ahora pienso —dijo— en lo distraído que soy; no he preguntado a la deliciosa<br />

mademoiselle de Taverney por el empleo de su tiempo.<br />

La reina miró a través de su espejo, gracias al cual nada de lo que pasaba en su cámara<br />

se le escapaba.<br />

Léonard acababa de terminar su obra, y la reina, quitándose el peinador de muselina de<br />

las Indias, eligió el traje para aquella mañana.<br />

La puerta se abrió, y le dijo al conde de Artois:<br />

—Vedla; si queréis saber algo de Andrea, aquí la tenéis.<br />

Andrea entraba en aquel momento, trayendo de la mano a un bello gentilhombre,<br />

moreno de rostro y cuyos ojos negros expresaban una profunda nobleza y melancolía.<br />

Un vigoroso soldado de frente inteligente, de aspecto severo, parecido a uno de esos<br />

bellos retratos de familia que han pintado Coypel o Gainsborough.<br />

Felipe de Taverney vestía un traje gris finamente bordado en plata, pero ese gris parecía<br />

negro y esa plata brillaba como la lumbre; la chorrera blanca mate resaltaba sobre la<br />

casaca de color sombrío, y el cabello empolvado completaba la varonil energía del<br />

rostro.<br />

Felipe avanzó, una mano en la de su hermana y la otra sosteniendo su sombrero.<br />

—Majestad —dijo Andrea, inclinándose con respeto—, he aquí a mi hermano.<br />

Felipe saludó ceremoniosamente.<br />

Cuando levantó la cabeza, la reina no había cesado todavía de mirarse en su espejo. Es<br />

verdad que lo veía todo tan bien como si hubiese mirado a Felipe cara a cara.<br />

—Buenos días, monsieur de Taverney —dijo la reina.<br />

Y entonces se volvió. Estaba muy bella, con ese resplandor real que confundía en torno<br />

a su trono a los amigos de la realeza y a los adoradores de la mujer; que poseía en sí<br />

misma el poder de la hermosura, y que se nos perdone esta inversión de ideas, que<br />

también gozaba la hermosura del poder.<br />

Felipe, viéndola sonreír y sintiendo su mirada límpida, orgullosa y dulce a la vez,<br />

posarse sobre él, palideció y dejó ver en su rostro la emoción más viva.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!