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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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Y sacudió la cabeza.<br />

—¿Rehusáis que yo sea el primero en verlo sobre vos?<br />

—Dios no quiera que yo os rehúse esa alegría si acepto el collar; pero...<br />

—Pero... —dijo el rey sorprendido.<br />

—Pero, ni vos ni nadie, Sire, verá un collar de este precio en mi cuello.<br />

—¿No lo vais a llevar, madame?<br />

—Nunca.<br />

—¿Rehusáis mi regalo?<br />

—No. Rehúso colgar un millón, y acaso un millón y medio, de mi cuello, porque estimo<br />

este collar en seiscientas mil libras, ¿no es así?<br />

—No diría yo que no —repuso el rey.<br />

—Pues, rehúso que cuelgue de mi cuello un millón y medio cuando los cofres del rey<br />

están vacíos, cuando el rey se ha visto forzado a disminuir sus socorros y a decir a los<br />

pobres: «No tengo más dinero; Dios os asista.»<br />

—¿Cómo? ¿Es en serio lo que me acabáis de decir?<br />

—Ved, Sire; monsieur de Sartines me dijo un día que con seiscientas mil libras se podía<br />

comprar un barco, y el rey de Francia tiene más necesidad de un barco de línea que la<br />

reina de Francia de un collar.<br />

—¡Oh! —exclamó el rey en el colmo de la alegría y con los ojos húmedos de<br />

lágrimas—. Lo que acabáis de decir es sublime. ¡Gracias, gracias, gracias! Antonieta,<br />

sois una mujer buenísima.<br />

Y para coronar dignamente esta demostración cordial y burguesa, el buen rey la tomó en<br />

sus brazos y la besó.<br />

—¡Oh! Cómo se os bendecirá en Francia, madame, cuando se sepan las palabras que<br />

acabáis de decir.<br />

La reina suspiró.<br />

—Estáis a tiempo todavía —dijo el rey con vivacidad—. ¿Un suspiro de disgusto?<br />

—No, Sire; un suspiro de alivio. Cerrad ese cofrecillo y devolvedlo a los joyeros.<br />

—Yo ya había concretado mis términos de pago y el dinero estaba dispuesto. ¿Qué haré<br />

ahora? No seáis tan desinteresada, madame.<br />

—No, yo he reflexionado bien. No; decididamente, Sire, yo no quiero ese collar, pero<br />

quiero otra cosa.<br />

—He aquí mis setecientas mil libras volatilizadas.<br />

—¿Setecientas mil libras? ¿Tan caro?<br />

—Sí, pero yo os he dado mi palabra y no faltaré a ella.<br />

—Tranquilizaos, porque lo que yo voy a pediros costará menos.<br />

—¿De qué se trata?<br />

—Que me dejéis ir a París otra vez.<br />

—Es muy fácil, y sobre todo nada caro.<br />

—Esperad, esperad.<br />

—¡Diablo!<br />

—A París, plaza de Vendóme.<br />

—Diablo, diablo.<br />

—A casa de Mesmer.<br />

El rey se pellizcó la oreja.<br />

—En fin —dijo— si habéis rehusado una fantasía de setecientas mil libras, bien puedo<br />

admitir la vuestra. Id, pues, a casa de Mesmer, pero con una condición.<br />

—¿Cuál?<br />

—Que os hagáis acompañar de una princesa de sangre real.<br />

La reina reflexionó.

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