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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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En efecto, ya no sentía angustia ni duda, conservando apenas el resquemor de la<br />

comparación, es decir, el orgullo y se decía:<br />

"¿Qué me importa a mí que creo tener un espíritu sólido, que el señor de Rohan haya<br />

sido considerado menos culpable que yo?<br />

"¿Es a mí a quien se inflige la pena de una falta? No. Si hubiese sido reconocida como<br />

una Valois por todo el mundo, si hubiera podido ver como el cardenal, toda una hilera<br />

de príncipes y de duques escalonados al paso de los jueces, suplicando con su actitud,<br />

con sus crespones en la empuñadura de la espada, con sus lloros, me parece que no se le<br />

hubiera negado nada a esta pobre condesa de La Motte y ciertamente, en previsión de<br />

esa ilustre súplica, se le hubiera ahorrado a la descendiente de los Valois, la afrenta del<br />

banquillo. "¿Mas para qué ocuparme del pasado que ha muerto? Está ya terminado el<br />

gran asunto de mi vida. Colocada de una manera equívoca en el mundo, en la Corte,<br />

expuesta a ser derribada por el primer soplo llegado de lo alto, yo vegetaba, volvía quizá<br />

a la miseria primera que ha sido el aprendizaje doloroso de mi vida. Ahora no ocurre<br />

nada de todo esto. ¡Desterrada! ¡Soy desterrada! Es decir, que tengo el derecho de<br />

llevarme mi millón en mi coche, de vivir bajo los naranjos de Sevilla o de Agrigente<br />

durante el invierno y en Alemania o Inglaterra durante el verano; nada me impedirá<br />

pues, joven, bella, célebre, pudiendo explicar el proceso a mi manera, vivir como me<br />

parezca, ya sea en compañía de mi marido, en el caso de que sea desterrado como yo,<br />

pues es libre, ya sea con los amigos que proporcionan siempre la felicidad y la juventud.<br />

"Y que vengan a decirme— continuaba Juana arrebatada por sus ardientes ilusiones—,<br />

que yo, la condenada, la desterrada, la pobre humillada, no soy más rica que la reina,<br />

más honrada que la reina habiendo quedado más absuelta que ella, porque para ella no<br />

se trataba de mi condena. El gusano de la tierra no le importa al león. ¡Se trata de hacer<br />

condenar al señor de Rohan y éste ha sido excluido de la causa!<br />

"¿En qué forma cumplirán ellos la sentencia y de qué manera me sacarán del reino? ¿Se<br />

vengarán de una mujer sujetándose a las. formalidades más estrictas de la penalidad?<br />

¿Me confiarán a los arqueros para conducirme a la frontera? ¿Me dirán solemnemente:<br />

"¡Mujer indigna, el rey os destierra de su reino!" No, los soberanos son bondadosos—<br />

pensó sonriendo—. No me tienen encono. No se lo guardan sino a este buen pueblo<br />

parisiense que aúlla bajo sus balcones: "¡Viva el cardenal! ¡Viva Cagliostro! ¡Viva el<br />

parlamento!" Este es su verdadero enemigo: el pueblo. Sí, es su enemigo directo, puesto<br />

que yo había contado con el apoyo moral del pueblo... y he tenido éxito!"<br />

Juana, en esta situación de ánimo, hacía sus pequeños preparativos y arreglaba sus<br />

cuentas consigo misma. Se ocupaba ya de la colocación de sus diamantes, de su<br />

residencia en Londres (era verano) cuando el recuerdo de Reteau de Villete, le vino a la<br />

mente y no al corazón.<br />

"¡Pobre muchacho!— pensó sonriendo malignamente—. El ha sido el que ha pagado<br />

por todos. Hace falta siempre en las expiaciones un alma vil, en el sentido filosófico, y<br />

cada vez que una necesidad de éstas aparece, surge la víctima propiciatoria y con ella el<br />

golpe que tiene que herirle.<br />

"¡Pobre Reteau! Desmedrado, miserable, paga hoy sus panfletos contra la reina, los<br />

atrevimientos de su pluma, y Dios, que señala a todos un lugar en el mundo, habrá<br />

querido destinarle una existencia de bastonazos, intermitentes entregas de luises de oro,<br />

celadas, calabozos, con un desenlace de galeras. He aquí a lo que conduce la astucia en<br />

lugar de la inteligencia, la malicia en lugar de la maldad, el espíritu de agresión sin la<br />

perseverancia y la fuerza. ¡Cuántos otros seres dañinos en la creación, desde el gusano<br />

venenoso hasta el escorpión, existen en el universo y se hacen temer por el hombre!<br />

Todos estos enemigos quieren molestar, pero no se les concede el honor de la lucha: ¡se<br />

les aplasta!"

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