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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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Aturdida, furiosa, ella negó, defendióse como una leona; pretendía no haber visto ni<br />

conocido nunca al señor Reteau de Villette.<br />

Pero faltábale recibir dos rudos golpes; dos testigos la aniquilaron.<br />

El primero era un cochero hallado por el señor de Crosne, que declaró haber conducido,<br />

el día y hora citados por Reteau a una dama como la descrita, a la calle de Montmartre.<br />

Esta dama que se rodeaba de tanto misterio, y que fue recogida por el cochero en el<br />

barrio del Marais, ¿quién podía ser sino la señora de La Motte, que vivía en la calle de<br />

Saint-Claude?<br />

En cuanto a la familiaridad que existía entre ambos cómplices, cómo negarla, cuando un<br />

testigo afirmó haber, visto, la víspera de San Luis, en el asiento de un carruaje de posta<br />

del que había salido la señora de La Motte, al señor de Reteau de Villette, fácilmente<br />

reconocible por su aspecto pálido e inquieto.<br />

El testigo era uno de los principales criados del señor de Cagliostro.<br />

Este nombre estremeció a Juana haciéndola llegar al paroxismo. Se revolvió entonces<br />

contra Cagliostro al que acusaba de haber fascinado al cardenal de Rohan, inspirándole<br />

por medio de encantos y sortilegios ideas delictuosas contra la Majestad Real.<br />

Era el primer eslabón de la acusación de adulterio.<br />

El señor de Rohan se defendió al defender a Cagliostro. Negó tan tenazmente, que<br />

Juana, exasperada, formuló, por primera vez, la acusación de un amor insensato del<br />

cardenal por la reina.<br />

El señor de Cagliostro solicitó inmediatamente, obteniéndolo, ser encarcelado, para<br />

responder de su inocencia ante todo el mundo. Acusadores y jueces se apasionaron,<br />

como ocurre cuando llega el primer soplo de la verdad; la opinión pública tomó<br />

inmediatamente partido por el cardenal y Cagliostro, contra la reina.<br />

Fue entonces cuando esta infortunada princesa, para que se compren- , diese su interés<br />

en la continuación del proceso, dejó que se publicasen los informes elevados al rey<br />

sobre sus paseos nocturnos y llamando al señor de Crosne, le requirió para que<br />

declarase lo que sabía.<br />

El golpe, hábilmente calculado, cayó sobre Juana aniquilándola.<br />

El magistrado interrogante, en pleno consejo de instrucción, pidió al señor de Rohan<br />

que declarase lo que sabía de los paseos nocturnos por los jardines de Versalles.<br />

El cardenal replicó que no sabía mentir y que acudía al testimonió de la señora de La<br />

Motte.<br />

Esta negó que jamás se hubieran dado paseos con su aquiescencia y conocimiento.<br />

Declaró contrarios a la verdad los procesos verbales y relaciones según los cuales ella<br />

había aparecido en los jardines, ya en compañía de la reina, ya en la del cardenal.<br />

Esta declaración probaba la inocencia de María Antonieta, en el caso de que hubiera<br />

sido posible creer en la palabra de una mujer acusada de falsaria y ladrona. Pero<br />

viniendo de donde venía, la justificación parecía ser una complacencia y la reina no<br />

consintió verse justificada en tan poco efectiva forma.<br />

Por eso, cuando Juana exclamaba indignada que ella no había estado nunca de noche en<br />

los jardines de Versalles y que jamás había visto ni sabido nada respecto a los asuntos<br />

particulares de la reina y el cardenal, apareció Olive, vivo testimonio que hizo cambiar<br />

la opinión y destruyó todo el andamiaje de embustes levantado por la condesa.<br />

¿Por qué no se hundió entre sus ruinas? ¿Por qué se levantó más odiosa y terrible? Se<br />

explica no sólo por su voluntad, sino por la fatal atracción que la llevaba hacia la reina.<br />

¡Qué golpe terrible era el del careo entre Olive y el cardenal! El señor de Rohan<br />

comprendió que se había burlado de él de una manera infame. ¡Este hombre lleno de<br />

delicadeza y de noble pasión descubriendo que una aventurera, asociada a una bribona

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