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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—¿Sospechado? ¿De qué?<br />

—¡Buen Dios! ¿Escucháis pacientemente todos los cuentos de las comadres? Sabed,<br />

pues, que cuando yo creía poder corregir a Olive, encaminarla hacia la honradez y el<br />

trabajo— yo me ocupo en obras morales, caballero— alguien vino y la raptó.<br />

—¿La raptaron? ¿De vuestra casa?<br />

—De mi casa.<br />

—¡Es extraño!<br />

—¿Verdad? Yo hubiera apostado que era la señora de La Motte. Para que veáis lo que<br />

son los juicios apresurados ...<br />

El señor de Crosne se acercó a Cagliostro.<br />

—Os ruego que preciséis—dijo.<br />

—Caballero, actualmente, sabiendo que tenéis a Olive con Beausire, nada puede<br />

hacerme pensar en la señora de La Motte: ni sus asiduidades, ni sus connivencias, ni su<br />

correspondencia con la joven.<br />

—¿Con Olive?<br />

—Naturalmente.<br />

—¿La señora de La Motte y Olive se entendían?<br />

—Perfectamente.<br />

—¿Y se veían?<br />

—La señora de La Motte había hallado el medio de poder salir todas las noches con<br />

Olive.<br />

—¡Todas las noches! ¿Estáis seguro?<br />

—Todo lo seguro que puede estar un hombre que ha visto y oído.<br />

—¡Caballero, me decís cosas que llegaría a pagar a mil libras por palabra! ¡Es una dicha<br />

que os dediquéis a fabricar oro!<br />

—Ya no lo hago, señor; me resultaba demasiado caro.<br />

—¿Sois amigo del señor de Rohan?<br />

—Tal creo.<br />

—Debéis estar enterado hasta qué punto esa intrigante que es la señora de La Motte<br />

interviene en este escandaloso asunto.<br />

—No; quiero ignorarlo.<br />

—Pero sabéis tal vez, las consecuencias de los paseos dados por Olive y la señora de La<br />

Motte, ¿no es así?<br />

—Caballero, hay cosas que el hombre prudente debe tratar siempre de ignorar— repuso<br />

sentenciosamente Cagliostro.<br />

—Yo no voy a tener más que el honor de pediros una cosa— replicó vivamente el señor<br />

de Crosne—. ¿Poseéis pruebas de que la señora de La Motte mantenía correspondencia<br />

con Olive?<br />

—Cien.<br />

—¿Cuáles?<br />

—Esquelas que la señora de La Motte lanzaba a la habitación de aquélla con una<br />

ballesta que se hallará sin duda en su alojamiento. Muchas de estas esquelas,<br />

envolviendo trozos de plomo, no llegaban a su destino. Caían en la calle y mis criados o<br />

yo las recogíamos.<br />

—¿Las facilitaréis a la justicia?<br />

—Son de una inocencia tal que no tendré el menor escrúpulo en entregarlas. Espero no<br />

merecer por ello el menor reproche de la señora de La Motte.<br />

—¿Y... las pruebas de connivencia y las citas?<br />

—Mil.<br />

—Una sola.

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