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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—La verdad es, señora, que Vuestra Majestad me abruma sin motivo y me maltrata sin<br />

razón.<br />

—Esto no es una respuesta.<br />

—Aquí no puedo dar otra, señora.<br />

Y Juana miró de nuevo a las dos damas.<br />

La reina comprendió, pero no cedió. La curiosidad no se impuso sobre el respeto a sí<br />

misma. En las reticencias de Juana, en su actitud, humilde e insolente a la vez, percibía<br />

la seguridad de un secreto averiguado. Este secreto tal vez la reina hubiera podido<br />

adquirirlo por la dulzura.<br />

Pero rechazó este medio como indigno de ella.<br />

—El señor de Rohan ha sido encerrado en la Bastilla por haber querido hablar<br />

demasiado— dijo María Antonieta—; tened cuidado, señora, de que no os ocurra lo<br />

mismo por querer callar.<br />

Juana se clavó las uñas en las manos, pero sonrió.<br />

—A una conciencia pura, no le importa la persecución. ¿Acaso la Bastilla me hará<br />

confesar un crimen que no he cometido?— fue su respuesta.<br />

La reina miró a Juana irritada.<br />

—¿Hablaréis?<br />

—No tengo que decir nada sino a vos, señora.<br />

—¿A mí? ¿No estáis hablando conmigo acaso?<br />

—No con vos sola.<br />

—¡Ah! Deseáis hablar a puerta cerrada. Teméis el escándalo de la confesión pública<br />

después de haber herido con él escándalo de la sospecha pública.<br />

Juana se irguió:<br />

—No hablemos más— dijo —. Lo hacía por vos.<br />

—¡Qué insolencia!<br />

—Sufro respetuosamente las injurias de mi reina— rectificó Juana sin inmutarse.<br />

—Esta noche dormiréis en la Bastilla, señora de La Motte.<br />

—Conforme, señora. Pero antes de acostarme, según acostumbro, rogaré a Dios para<br />

que conserve el honor y la alegría a Vuestra Majestad— contestó la acusada.<br />

La reina se levantó furiosa y pasó a la habitación próxima, golpeando las puertas con<br />

fuerza.<br />

—¡Después de haber vencido al dragón— exclamó— aplastaré a la víbora!<br />

"Conozco de memoria lo que piensa— se dijo Juana—; me parece que he ganado".<br />

CAPITULO LXXXVII<br />

<strong>DE</strong> COMO <strong>EL</strong> SEÑOR <strong>DE</strong> BEAUSIRE, CREYENDO HABER CAZADO<br />

<strong>LA</strong> LIEBRE, FUE CAZADO POR LOS AGENTES D<strong>EL</strong> SEÑOR <strong>DE</strong> CROSNE<br />

La señora de La Motte fue encarcelada, como había anticipado la reina.<br />

Ninguna compensación podía parecer más agradable al rey, que odiaba instintivamente<br />

a esta mujer.<br />

El proceso sobre el asunto del collar se instruía con celeridad.<br />

Fue un clamor en toda Francia. En las alternativas del mismo la reina pudo apreciar<br />

quiénes eran sus partidarios y quiénes sus enemigos.<br />

Desde que había sido encarcelado, el señor de Rohan pedía insistentemente un careo<br />

con la señora de La Motte. Esta petición le fue concedida. El príncipe vivía en la<br />

Bastilla como un gran señor vive en una casa que ha alquilado. Excepción hecha de la<br />

libertad, todo cuanto pidió le fue concedido.

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