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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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por hacer entrar, como testigos, a dos de sus damas. Cuando la señora de La Motte vio a<br />

las dos damas, se dijo:<br />

"¡Bueno! He aquí a dos testigos a los que despedirá pronto".<br />

—¡Al fin os vemos, señora!— exclamó la reina.<br />

Juana se inclinó por segunda vez.<br />

—¿Os ocultabais, pues?<br />

—¡Ocultarme! No, señora— contestó Juana con voz dulce y apenas timbrada—; no me<br />

ocultaba. Si me hubiera ocultado, no me hubieran hallado.<br />

—¡Sin embargo huisteis! Llamemos a esto como queráis.<br />

—Dejé París, señora. Eso es todo.<br />

—¿Sin mi permiso?<br />

—Temía que Vuestra Majestad no me concediese las pequeñas vacaciones que yo<br />

necesitaba para arreglar mis asuntos en Bar-Sur-Aube, donde me hallaba desde hacía<br />

seis días, cuando me vinieron a buscar por orden de Vuestra Majestad. Por otra parte, es<br />

preciso decirlo, no creía seros tan necesaria para verme obligada a avisaros por una<br />

ausencia de ocho días.<br />

—¡Ah! Tenéis razón, señora. ¿Por qué temíais que os negase un permiso? ¿Qué<br />

vacaciones teníais que pedirme? ¿Y cuál era la licencia que tenía que concederos?<br />

¿Ocupáis acaso algún cargo aquí?.<br />

Advirtiendo el desprecio de esas palabras, Juana, herida, repuso humildemente:<br />

—Señora, yo no tengo cargo en la corte, es verdad, pero Vuestra Majestad me honraba<br />

con una confianza tan preciosa, que me sentía ligada a ella por el agradecimiento, más<br />

que otras por el deber.<br />

Juana había buscado durante mucho tiempo y halló la palabra confianza que recalcó<br />

ostensiblemente.<br />

—Sobre esa confianza— contestó la reina aumentando más el desprecio exteriorizado<br />

en el primer apostrofe— vamos a pasar cuentas. ¿Visteis al rey?<br />

—No, señora.<br />

—Le vais a ver.<br />

Juana saludó de nuevo y dijo:<br />

—Será un gran honor para mí.<br />

La reina trató de tranquilizarse para poder hacer las preguntas con ventaja.<br />

Juana aprovechó este intervalo para decir:<br />

—¡Pero, Dios mío, señora, qué severa se muestra Vuestra Majestad conmigo! Estoy<br />

temblando.<br />

—No hemos llegado al fin todavía— dijo bruscamente la reina—. ¿Sabéis que el señor<br />

de Rohan está en la Bastilla?<br />

—Eso me han dicho, señora.<br />

—Y adivináis por qué, ¿no es cierto?<br />

Juana miró fijamente a la reina y volviéndose hacia las damas cuya presencia parecía<br />

molestarle, respondió:<br />

—No lo sé, señora.<br />

—Recordaréis, no obstante, que me hablasteis de un collar, ¿no es verdad?<br />

—De un collar de diamantes, sí, señora.<br />

—¿Y que, por encargo del cardenal, me propusisteis un arreglo para pagarlo?<br />

—Es verdad, señora.<br />

—¿Acepté este arreglo o me negué a él?<br />

—Vuestra Majestad se negó.<br />

—¡Ah!— exclamó la reina con una satisfacción mezclada de sorpresa.<br />

—Inclusive Su Majestad entregó un anticipo de doscientas mil libras— añadió Juana.

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