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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Parece que nos burlamos el uno del otro. Acabemos esta broma. ¿Qué estáis hablando<br />

de cartas? ¿A qué cartas os referís y qué tenéis bajo el corazón o en el corazón, que no<br />

sé cómo dijisteis?<br />

—¡Dios mío, señora, quizás he dejado ir en voz alta el secreto de mi alma!<br />

—¿Qué secreto? ¿Estáis en vuestro sano juicio, señor cardenal?<br />

—¡Señora!<br />

—¡Oh! No tergiversemos las cosas; habláis como un hombre que me quiere tender un<br />

lazo o que me quiere comprometer ante testigos.<br />

—Os juro, señora, que no he dicho nada... ¿Es que alguien escucha?<br />

—No, caballero, mil veces no, no hay nadie; explicaos por completo y si estáis en<br />

posesión de vuestro juicio, probadlo.<br />

—¡Oh, por qué no estará aquí la señora de La Motte! Ella me ayudaría, como amiga<br />

nuestra que es, a despertar de nuevo, si no el afecto, al menos la memoria de Vuestra<br />

Majestad.<br />

—¿Nuestra amiga? ¿Mi afecto? ¿Mi memoria? Me parece estar soñando.<br />

—¡Señora, os lo ruego!— dijo el cardenal, que se rebelaba contra el tono agrio de la<br />

reina—; no me torturéis. Si no me queréis amar más, no me ofendáis.<br />

—¡Ah! ¡Dios mío!— exclamó la reina palideciendo—. ¡Dios mío! ¿Qué está diciendo<br />

este hombre?<br />

—¡Muy bien!— continuó el señor de Rohan, que se iba animando a medida que se<br />

apoderaba de él una violenta cólera—. Yo creía haber sido suficientemente discreto y<br />

bastante reservado para que no me maltrataseis; por otra parte no os reprocho sino<br />

agravios frívolos. He hecho mal en repetirlo. Yo hubiera debido saber que cuando una<br />

reina dice: "Ya no quiero" dictaba una ley tan imperiosa como la que dicta una mujer al<br />

decir "Quiero".<br />

La reina lanzó un grito terrible y tomó al cardenal por los encajes de su manga.<br />

—¡Hablad en el acto, caballero!— dijo con voz temblorosa—. ¿Yo he dicho: No quiero<br />

ya y había dicho: Quiero? ¿A quién dije lo uno y a quién lo otro?<br />

—A mí me dijisteis ambas cosas.<br />

—¿A vos?<br />

—Olvidáis que dijisteis lo uno; yo no olvidaré que dijisteis lo otro.<br />

—¡Sois un miserable, señor de Rohan, y un embustero!<br />

—¿Yo?<br />

—Sois un cobarde y calumniáis a una mujer.<br />

—¿Yo?<br />

—Sois un traidor e insultáis a la reina.<br />

—Y vos una mujer sin corazón y una reina sin fe.<br />

—¡Desdichado!<br />

—Me impulsasteis paulatinamente a un amor loco hacia vos. Me dejasteis entrever una<br />

esperanza.<br />

—¡Esperanza, Dios mío! ¿Estaré loca? ¿Es un malvado?<br />

—¿Me habría atrevido nunca a pediros las entrevistas nocturnas que me concedisteis?<br />

La reina lanzó un grito de rabia al que respondió un largo suspiro en el tocador.<br />

—¿Me hubiera atrevido yo a venir solo al parque de Versalles, si no hubieseis enviado a<br />

la señora de La Motte?<br />

—¡Dios mío!<br />

—¿Me hubiera atrevido a robar la llave que abre la puerta del pabellón de caza?<br />

—¡Cielos!<br />

—¿Y me hubiera atrevido a llevarme la rosa que aquí veis? ¡Rosa adorada, rosa<br />

maldita! ¡Seca, quemada con el fuego de mis besos!...

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