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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—¿El peligro? Señora, quien no lo adivina es un insensato. El cardenal sirviendo de<br />

garantía a la reina, pagando en su nombre, la pierde. No quiero referirme al disgusto que<br />

pueda causarme la confianza que os inspira el señor de Rohan...<br />

—¡Estáis loco!— dijo María Antonieta, colérica.<br />

—No estoy loco, señora, pero vos sois desgraciada, estáis perdida. Yo os he visto en el<br />

parque... Me dijisteis que me había equivocado. Hoy se ha sabido todo, la mortal<br />

verdad…<br />

La reina tomó el brazo de Charny.<br />

—¡Loco, loco!— dijo con inexpresable angustia—. ¡Creed en el odio, en lo imposible,<br />

ved sombras, pero en nombre del cielo, después de lo que os he dicho, no creáis que sea<br />

culpable!... ¡Culpable!, esta palabra me haría saltar en un brasero encendido...,<br />

culpable... con..., yo, que jamás he pensado en vos sin rogar a Dios que me perdonase<br />

este pensamiento que me parecía un crimen. ¡Oh! Señor de Charny, si no queréis que<br />

hoy me vea perdida y muerta mañana, no me digáis que me creéis culpable.<br />

Oliverio se retorcía las manos con angustia.<br />

—Escuchadme si queréis que os preste un favor eficaz— dijo.<br />

—¡Un favor de vos!— exclamó la reina—; de vos, más cruel que mis enemigos...,<br />

porque éstos no hacen sino acusarme, mientras que vos sospecháis de mí. ¡Un favor del<br />

hombre que me desprecia! ¡Jamás!<br />

Oliverio se acercó y retuvo entre sus manos la de la reina.<br />

—Pronto os convenceréis de que no sólo sé gemir y llorar; los momentos son preciosos;<br />

esta tarde, y a no habrá tiempo para hacer lo que procede. ¿Queréis salvarme de la<br />

desesperación salvándoos al propio tiempo del oprobio? ...<br />

—¡Caballero!...<br />

—¡Oh! No regatearé las palabras frente a la muerte. Si no me escucháis, os aseguro que<br />

esta noche los dos estaremos muertos, vos de vergüenza y yo por haberos visto morir.<br />

¡De cara al enemigo como en una batalla, señora! ¡De cara al peligro! ¡De cara a la<br />

muerte! Luchemos juntos. Si sucumbís, no estaréis sola. Mirad, señora, ved en mí un<br />

hermano... ¿Tenéis... necesidad de este dinero… para pagar el collar?...<br />

—¿Yo?<br />

—No lo neguéis.<br />

—Os digo...<br />

—No me digáis que no tenéis el collar.<br />

—Os juro...<br />

—No juréis si queréis que os ame.<br />

—¡Oliverio!<br />

—Os queda aún un procedimiento para salvar vuestro honor y mi amor. El collar vale<br />

un millón seiscientas mil libras, de las que vos habéis pagado doscientas cincuenta mil.<br />

Aquí tenéis un millón y medio, tomadlo.<br />

—¿Qué es esto?<br />

—No lo miréis, tomadlo y pagad.<br />

—¡Vuestros bienes vendidos! ¡Yo liquidar vuestras posesiones! ¡Oh, os despojáis por<br />

mí! Sois un noble corazón y yo no puedo comerciar con un amor así. ¡Oliverio, yo os<br />

amo!<br />

—Aceptad.<br />

— ¡No, pero os amo!<br />

—¿El señor de Rohan pagará, entonces? Pensad, señora que no es una generosidad de<br />

vuestra parte, sino una crueldad que me aniquila... ¿Lo aceptáis del cardenal?<br />

—¡Yo! ¡Deliráis, señor de Charny! ¡Soy la reina y si doy a mis súbditos amor y fortuna,<br />

jamás acepto de ellos don alguno!

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