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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Tal vez— murmuró Breteuil.<br />

—Voy a las habitaciones de la reina. Esperadme aquí, señor de Breteuil.<br />

"Bien, ya llegamos al desenlace", se dijo el guardasellos.<br />

CAPITULO LXXVI<br />

GENTILHOMBRE, CAR<strong>DE</strong>NAL Y <strong>REINA</strong><br />

En el momento en que el señor de Breteuil entraba en el gabinete del rey, el señor de<br />

Charny, pálido, agitado, había hecho solicitar una audiencia a la reina. Esta se estaba<br />

vistiendo; vio desde la ventana de su tocador, que daba a la terraza, a Charny, que<br />

insistía en ser introducido.<br />

Antes de que hubiese terminado la petición, la reina dio orden de que se le hiciese pasar.<br />

Charny entró, estrechó temblando la mano que la soberana le tendía y con voz ahogada,<br />

dijo:<br />

—¡Ah, señora, qué desgracia!<br />

—¿Qué os ocurre?— exclamó la reina palideciendo al ver que su amigo estaba sin color<br />

en el rostro.<br />

—Señora, ¿sabéis de lo que acabo de enterarme? ¿Sabéis lo que se dice? ¿Sabéis de lo<br />

que el rey debe ya estar enterado o lo estará mañana?<br />

—Decídmelo todo, soy fuerte— exclamó apoyando una mano sobre el corazón.<br />

—Se dice, señora, que habéis comprado un collar a Boehmer y Bossange.<br />

—Lo he devuelto— dijo ella con viveza.<br />

—Escuchad; se dice que habéis simulado devolverlo, que creíais poder pagarlo; que el<br />

rey os lo impidió negándose a firmar la orden del señor de Calonne; que entonces os<br />

dirigisteis a determinada persona para encontrar dinero y que esta persona es... vuestro<br />

amante.<br />

—¡Vos!— exclamó la reina con un gesto de sublime confianza—. ¡Vos, caballero!<br />

Dejad que digan lo que quieran. El título de amante no es para ellos una injuria tan<br />

dulce, como agradable verdad es que queda para siempre el título de amigo entre los<br />

dos.<br />

Charny se detuvo confuso ante esta incontrastable elocuencia que exhala el verdadero<br />

amor.<br />

Pero el tiempo que tardó en responder inquietó a la reina, y la hizo exclamar: .—¿De<br />

quién queréis hablar, señor de Charny? La calumnia es un lenguaje que no comprendo.<br />

¿Acaso vos lo conseguís?<br />

—Señora, prestadme mucha atención, porque los momentos son graves. Ayer fui con mi<br />

tío, el señor de Suffren, a casa de los joyeros de la corte, Boehmer y Bossange. Mi tío<br />

había traído unos diamantes de la India. Quería que se los tasasen. Se habló de todo y de<br />

todos. Los joyeros contaron al bailío una espantosa historia que hacen circular los<br />

enemigos de Vuestra Majestad. Señora, estoy desesperado; si habéis comprado el collar,<br />

contádmelo; si no lo habéis pagado, decídmelo también, pero no me dejéis creer que el<br />

señor de Rohan ha pagado por vos.<br />

—¡El señor de Rohan!— exclamó la reina.<br />

—Sí, el señor de Rohan, el que pasa por ser el amante de la reina; aquel a quien la reina<br />

pide prestado dinero; el que el desgraciado señor de Charny ha visto en el parque de<br />

Versalles, sonriendo a la reina, arrodillado ante la reina, el que...<br />

—¡Caballero!— interrumpió María Antonieta—. Si cuando no me veis dais crédito a<br />

todo lo que os dicen es que no me amáis cuando me veis.<br />

—¡Oh!— replicó el joven—; hay un peligro cercano; y os vengo a pedir un favor.<br />

—¿Cuál es el peligro que me amenaza?— interrogó la reina.

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