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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Es que, como veis, condesa, desconfío de mi ternura; a mi pesar se desborda y quizás<br />

molestaría a la reina.<br />

—¡Ah!— dijo Juana—, si os parece escribidle en estilo político, ella os contestará<br />

diplomáticamente. Esta es vuestra especialidad.<br />

—Tenéis razón y veo que sois una mujer de corazón y espíritu. Mirad, condesa, vos<br />

conocéis nuestro secreto y sería pueril ocultaros nada.<br />

Ella sonrió.<br />

—Lo cierto es— dijo— que tenéis muy poco que ocultarme.<br />

—Leed por encima del hombro y tan rápidamente como yo escriba, si es que podéis,<br />

porque mi corazón arde y la pluma va a devorar el papel.<br />

Y se puso a escribir una carta tan ardiente, tan llena de reproches amorosos y<br />

comprometedoras protestas que, cuando hubo acabado, Juana, que había leído todo,<br />

hasta la firma, se decía a sí misma:<br />

"Acaba de escribir lo que nunca me hubiera atrevido a dictarle".<br />

El cardenal volvió a leer y dijo a Juana:<br />

—¿Está bien así?<br />

—Si ella os ama— contestó la traidora— lo veréis mañana; ahora permaneced<br />

tranquilo.<br />

—Hasta mañana, sí.<br />

—No os pido más que esto, monseñor.<br />

Tomó la esquela cerrada, se dejó abrazar con la mirada por el cardenal y se dirigió a su<br />

casa cuando era ya de noche.<br />

Una vez allí, desvestida, con toda comodidad, se puso a pensar.<br />

La situación era la que desde el principio había calculado.<br />

Dos pasos más y llegaría a buen término.<br />

¿A cuál de los dos debía elegir como escudo: la reina o el cardenal?<br />

Esta carta del cardenal le dejaba en situación de no poder acusar nunca a la señora de La<br />

Motte el día que ella le obligase a reembolsar las sumas debidas por el collar.<br />

Y admitiendo que la reina y el cardenal se viesen para hablar, ¿cómo podrían atreverse a<br />

perder a la señora de La Motte, depositaria de un secreto tan escandaloso?<br />

La reina no provocaría el estallido y pensaría en el odio del cardenal; éste haría lo<br />

mismo con respecto a la coquetería de la reina; pero el debate tendría lugar a puerta<br />

cerrada y la señora de La Motte, sobre la que únicamente recaerían las sospechas,<br />

tomaría este pretexto para expatriarse llevando consigo la bonita cantidad de un millón<br />

y medio.<br />

El cardenal sabría que Juana se había apoderado de los diamantes y lo adivinaría<br />

también, pero, ¿de qué le serviría dar la alerta sobre un asunto que estaba tan<br />

estrechamente ligado a lo ocurrido en el parque y en los baños de Apolo?<br />

Sólo que no era suficiente una carta para montar un sistema defensivo. El cardenal era<br />

impaciente y escribiría siete u ocho veces más todavía.<br />

En cuanto a la reina, ¿quién sabe si en aquel momento no estaba procurando armas, con<br />

el señor de Charny, para Juana de La Motte?<br />

Tantas complicaciones podían conducir, en último término, a una huida y Juana<br />

preparaba de antemano su salida.<br />

Primeramente el vencimiento, la denuncia de los joyeros. La reina se dirigiría en<br />

seguida al señor de Rohan.<br />

¿Cómo? Por la intervención de Juana, esto era inevitable. Juana avisaría al cardenal y le<br />

invitaría a pagar. Si él se negaba le amenazaría con publicar las cartas y el de Rohan no<br />

tendría más remedio que pagar. Hecho el pago ya no habría peligro. Por lo que respecta<br />

al escándalo público, había que utilizar los efectos de la intriga. En este punto,

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