26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¡Estoy enojado, sí! Mas sólo a causa de vuestra mala voluntad.<br />

—¿No os dais cuenta de que sois injusto?<br />

—¡Oh! Perdonadme. Ya veo que si no me servís es porque no podéis.<br />

—¿Por qué me acusáis entonces?<br />

—Porque tendríais que decirme toda la verdad, señora.<br />

—¡La verdad! Os he dicho lo que sé.<br />

—No me decís que la reina es una pérfida, una coqueta, que alienta a las personas a que<br />

la adoren para desesperarlas luego.<br />

Juana le miró con aire sorprendido.<br />

—Explicaos— dijo temblando, no de miedo sino de alegría.<br />

Acababa de entrever en efecto, en los celos del cardenal, una salida para escapar de la<br />

difícil posición en que se hallaba y que las circunstancias no le hubieran proporcionado.<br />

—Confesad— continuó el cardenal, que no discurría sino a través de su pasión— que la<br />

reina se niega a verme.<br />

—No digo esto, monseñor.<br />

—Confesad que si no me aparta del todo, lo que me hace confiar aún, me deja a un lado<br />

para no alarmar a algún otro amante, al que han podido poner sobre aviso mis<br />

asiduidades.<br />

—¡Ah, monseñor!— exclamó Juana con un tono tan maravillosamente meloso que<br />

dejaba sospechar más de lo que quería disfrazar.<br />

—Escuchad— prosiguió el señor Se Rohan—, la última vez que vi a Su Majestad, me<br />

pareció haber oído que alguien caminaba detrás de los macizos de arbustos.<br />

—Locura.<br />

—Diré todo lo que sospecho.<br />

—No digáis una sola palabra más porque ofendéis a la reina; y por otra parte, si ella<br />

fuese lo suficiente desgraciada para temer la vigilancia de un amante, lo que no creo,<br />

¿llegaríais a la injusticia de estimar como un crimen su pasado, que ha sacrificado en<br />

favor vuestro?<br />

— ¡El pasado, el pasado! Palabra agobiadora, condesa, cuando este pasado es el<br />

presente y debe ser el futuro.<br />

—¡Monseñor, me habláis como a un comisionista al que se acusa de haber aportado un<br />

mal negocio! Vuestras sospechas, son en tal forma ofensivas para la reina, que terminan<br />

siéndolo para mí.<br />

—Entonces, condesa, probadme...<br />

—Monseñor, si volvéis a repetir esta palabra, consideraré esta injuria como dirigida a<br />

mí.<br />

—En fin... ¿me quiere un poco?<br />

—Es muy sencillo averiguarlo, monseñor— contestó Juana mostrando al cardenal la<br />

mesa y todo lo necesario para escribir—. Poneos allí y preguntádselo vos mismo.<br />

El cardenal, transportado de alegría cogió la mano de Juana.<br />

—¿Le entregaréis la carta?<br />

—¿Quién lo haría si no?<br />

—¿Me prometéis una respuesta?<br />

—Si no tuvierais una respuesta, ¿cómo sabríais a qué ateneros?<br />

—En buena hora; así me gusta, condesa.<br />

—¡Ya se ve!— asintió ella con sonrisa irónica.<br />

El se sentó, tomó la pluma y empezó una esquela. Mas a pesar de su tradicional<br />

elocuencia rompió diez hojas antes de sentirse satisfecho.<br />

—Si seguís así no acabaréis nunca.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!