26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Felipe se inclinó.<br />

—Mi hermana, señora, tuvo ya el sentimiento de dejar el servicio de Vuestra<br />

Majestad— dijo—; yo, que resulto más inútil todavía a la reina, he decidido partir<br />

también.<br />

María Antonieta sentóse muy turbada, recordando que Andrea había pedido permiso<br />

para despedirse, al día siguiente de su entrevista en las habitaciones del doctor Luis,<br />

donde Charny había recibido el primer indicio de la simpatía que sentía por él.<br />

—¡Es extraño!— murmuró pensativa.<br />

Y no añadió una sola palabra.<br />

Felipe permanecía de pie, inmóvil, esperando que la reina hiciera el ademán de<br />

despedida.<br />

María Antonieta, saliendo de pronto de su letargo, interrogó:<br />

—¿A dónde vais?<br />

—A reunirme al señor de La Perouse.<br />

—En este momento, el señor de La Perouse está en Terranova.<br />

—Todo lo he preparado para ir allí.<br />

—¿Sabéis que se le ha pronosticado una muerte espantosa?<br />

—No sé si espantosa, pero sí rápida.<br />

—¿Y entonces..., partís?<br />

El sonrió con noble y bello gesto.<br />

—Por eso quiero unirme a él— respondió.<br />

La reina guardó silencio nuevamente.<br />

Felipe continuaba esperando en actitud respetuosa.<br />

El temperamento noble y valiente de María Antonieta se despertó más temerario que<br />

nunca.<br />

Levantóse, acercóse al joven y le dijo mientras cruzaba sus blancos brazos sobre el<br />

pecho:<br />

—¿Por qué partís?<br />

—Porque siento gran curiosidad por los viajes— respondió dulcemente Felipe.<br />

—¿Por curiosidad después de haber dado la vuelta al mundo? —comentó la reina,<br />

engañada un momento por la calma heroica del joven.<br />

—Recorrí todo el Nuevo Mundo, señora. Mas no el viejo.<br />

La reina hizo un gesto de despecho y repitió lo que ya le había dicho a Andrea.<br />

—Casta de hierro, corazón de acero él de los Taverney. Vuestra hermana y vos sois<br />

personas terribles, amigos a los que uno termina por odiar. Vos partís, no para viajar,<br />

sino para dejarme. Vuestra hermana decía que la religión la llamaba, y ocultaba un<br />

corazón de fuego bajo fría ceniza. Ella quiso partir y se fue. ¡Que Dios le conceda la<br />

felicidad! Vos, que podríais ser feliz, os vais también. ¡Cuando yo decía hace poco que<br />

los Taverney me traen desgracia!<br />

—Perdonadnos, señora; si Vuestra Majestad se dignase buscar mejor en nuestros<br />

corazones no hallaría sino una devoción sin límites.<br />

—¡Oh!— exclamó la reina, colérica—. ¡Vos sois un cuáquero, ella una filósofa, criatura<br />

imposible; Andrea se imagina el mundo como un paraíso donde no puede entrarse sino<br />

a condición de ser un santo; vos lo tomáis por un infierno donde no entran sino los<br />

diablos y ambos huís de él; uno porque halla lo que no busca y él otro porque no halla lo<br />

que busca. ¿Tengo razón? Mi querido señor de Taverney, dejad a los humanos ser<br />

imperfectos, no exijáis a las familias reales que sean las menos imperfectas de las clases<br />

humanas; sed tolerante o, mejor dicho, no seáis egoísta.<br />

María Antonieta acentuó estas palabras con demasiada pasión.<br />

Felipe iba a tomar ventaja.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!