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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Perdonad. No es curiosidad, es frenesí.<br />

—No me preguntéis nada.<br />

—¡Oh! ¡Condesa!...<br />

—Os repito que no me preguntéis.<br />

—¡En qué forma me decís esto! Se creería al oíros que me traéis una mala noticia.<br />

—No me hagáis hablar, monseñor.<br />

—¡Condesa!... ¡Condesa!...<br />

Y el cardenal palideció.<br />

—Una dicha excesiva se parece al punto culminante de la rueda de la fortuna— dijo—.<br />

Tras el apogeo comienza el descenso. No disimuléis si hay alguna contrariedad: ¿la hay,<br />

verdad?<br />

—Por el contrario, monseñor, yo llamaría a esto una gran suerte— replicó Juana.<br />

—¿Esto?... ¿Qué es esto?.., ¿Qué queréis decir?... ¿Qué es una suerte?<br />

—No haber sido descubierto— contestó secamente Juana.<br />

—¡Oh!— exclamó sonriendo el príncipe—. Con precaución, inteligencia, dos corazones<br />

y un espíritu predilecto...<br />

—Un espíritu y dos corazones, monseñor, no impiden nunca a los ojos ver entre el<br />

follaje.<br />

—¿Nos han visto?— interrogó espantado el señor de Rohan.<br />

—Todo me induce a creerlo.<br />

—En ese caso... nos habrán conocido también...<br />

—Si os hubiesen reconocido, este secreto estaría en poder de alguien, Juana de Valois<br />

en el fin del mundo, y vos muerto.<br />

—Ciertamente. Mas ved que esas reticencias, condesa, me queman a fuego lento. Nos<br />

han visto; bien. Pero se ve a mucha gente pasear por el parque. ¿Acaso no está<br />

permitido?<br />

—Preguntádselo al rey.<br />

—¿El rey lo sabe?<br />

—Estáis como nunca, monseñor. Si el rey lo supiese, vos estaríais en la Bastilla y yo en<br />

el hospital. Pero como un contratiempo evitado vale por dos felicidades prometidas, os<br />

vengo a decir que no tentéis de nuevo a Dios.<br />

—¡Cómo!— exclamó el cardenal—. ¿Qué significan vuestras palabras, querida<br />

condesa?<br />

—¿Acaso no las comprendéis?<br />

—Tengo miedo de ello.<br />

—En cambio yo tendré miedo si no me tranquilizáis.<br />

—¿De qué modo?<br />

—No yendo más a Versalles.<br />

El cardenal tuvo un sobresalto.<br />

—¿De día?— dijo sonriendo.<br />

—Ni de día ni de noche.<br />

El señor de Rohan se estremeció y dejó la mano de la condesa.<br />

—Imposible— dijo.<br />

—Ahora me toca a mí miraros cara a cara; creo que habéis dicho que era imposible.<br />

¿Por qué imposible?<br />

—Porque tengo en el corazón un amor que no acabará sino con mi vida.<br />

—Me doy cuenta— interrumpió Juana irónicamente— y para llegar más pronto a ello<br />

persistís en volver al parque. Si lo hacéis, vuestro amor acabará con vuestra vida y<br />

ambos serán segados con el mismo golpe.<br />

—¡Qué miedo tenéis, condesa! ¡Vos que erais tan valiente ayer!

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