26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

gesto significativo de la compañera obligaba al orador a bajar el diapasón de sus elegías.<br />

La reina guardaba un obstinado silencio.<br />

El otro, dirigiendo súplica tras súplica, según adivinaba Charny por la melodía vibrante<br />

de las inflexiones de su voz, no obtenía más que el dulce consentimiento del silencio,<br />

insuficiente favor para los labios ardientes que han empezado a libar las dulzuras del<br />

amor.<br />

Pero de pronto la reina dejó escapar algunas palabras. Al menos así parecía. Palabras<br />

ahogadas, extinguidas, que sólo el desconocido pudo oír, y que hicieron exclamar a éste<br />

en alta y jubilosa voz:<br />

—¡Gracias, gracias, mi dulce señora! Hasta mañana entonces.<br />

La reina ocultó por entero su rostro, que resaltaba a medias ya.<br />

Charny sintió un helado sudor, el de la muerte, descender lentamente por sus sienes.<br />

El desconocido acababa de ver las manos de la reina extendidas hacia él. Las cogió<br />

entre las suyas y las besó tan larga y tiernamente que Oliverio conoció durante el tiempo<br />

que duró el sufrimiento, los suplicios que la ferocidad humana ha extraído de las<br />

barbaries infernales.<br />

Una vez recibido el besó, la reina se levantó vivamente, apoyándose en el brazo de su<br />

compañera.<br />

Ambas huyeron, pasando, como la víspera, cerca de Charny.<br />

El desconocido, por su lado, huía también. El joven, que no había podido abandonar el<br />

suelo en que estaba encadenado por la postración de un dolor indecible, percibió el<br />

ruido simultáneo de dos puertas que se cerraban.<br />

No trataremos de pintar la situación en que se halló Charny después de este horrible<br />

descubrimiento.<br />

El desventurado pasó la noche vagando frenético por el parque y las calles de árboles, a<br />

los cuales reprochaba con desesperación su criminal complicidad.<br />

Enloquecido durante algunas horas, no recuperó la razón más que chocando en su<br />

carrera ciega con la espada que había tirado para no caer en la tentación de servirse de<br />

ella.<br />

Esta hoja, que trabó sus pies y originó su caída, le hizo recordar de pronto el sentido de<br />

su fuerza, así como el de su dignidad. Un hombre que siente una espada en la mano no<br />

puede hacer otra cosa, si está loco, todavía, que atravesarse con ella o herir a quien le<br />

ofende; no tiene el derecho de ser débil o de tener miedo.<br />

Charny volvió a ser, pues, lo que era siempre; un espíritu bien templado, un cuerpo<br />

vigoroso. Dejó de caminar de aquella manera insensata que le hacía tropezar con los<br />

árboles y se dirigió rectamente y en silencio por la avenida en la que se notaban aún las<br />

huellas de las dos mujeres y del desconocido.<br />

Fue a visitar la plazoleta en que se había sentado la reina. El musgo, aun aplastado,<br />

demostraba a Charny su desgracia y la dicha del otro. En lugar de gemir y dejar que su<br />

furor se adueñase otra vez de su cabeza, Oliverio se puso a reflexionar sobre la<br />

naturaleza de este amor oculto y la condición de la persona que lo inspiraba.<br />

Empezó a explorar los pasos de este señor, con la fría atención que hubiese puesto en<br />

examinar las huellas de una fiera. Hizo un reconocimiento en la puerta de los baños de<br />

Apolo; vio, escalando la albardilla del muro, pisadas de caballo y hierba comida.<br />

"¡Viene por aquí! Viene, no de París, sino de Versalles— pensó Oliverio—. Viene solo<br />

y mañana volverá, puesto que ha dicho: "¡Hasta mañana!"<br />

"Hasta mañana devoraré silencioso, no las lágrimas que vierten mis ojos, sino la sangre<br />

que sale a oleadas de mi corazón.<br />

"Mañana será el último día de mi vida, o seré un cobarde y demostraré que no he amado<br />

nunca.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!