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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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"Se hace lo que se quiere. No tenéis guardias de vista que os vigilen, porque yo siempre<br />

os he visto sola. Por lo tanto, gozáis de libertad para recibir a la gente o mejor aun, para<br />

poder salir vos misma. ¿En qué forma se cierra vuestra casa? ¿Con llave? ¿Quién la<br />

tiene? El hombre que os visita, ¿verdad? ¿Esta llave, la guarda tan tenazmente que no<br />

podáis sacarle un molde? No se trata de obrar mal, sino de procuraros unas horas de<br />

libertad, de dulces paseos del brazo de una amiga que os consolará de vuestras<br />

desgracias y os devolverá más de lo que habéis perdido. Se trata, además, si lo deseáis,<br />

de recuperar por completo vuestra libertad. Ya trataremos este asunto con todos sus<br />

detalles en la primera entrevista que tengamos."<br />

Olive devoró esta esquela. Sintió asomar a su espíritu la esperanza de la independencia<br />

y a su corazón la voluptuosidad de la fruta prohibida.<br />

Había notado que el conde, cada vez que entraba en sus habitaciones, le traía un libro o<br />

un regalo y dejaba la linterna sorda encima de un velador y sobre ella la llave.<br />

Olive preparó de antemano un trozo de cera amasada con la que tomó el molde de su<br />

llave en la primera visita que le hizo Cagliostro.<br />

Este no volvió la vista una sola vez, mientras ella realizaba la operación; miraba en el<br />

balcón unas nuevas flores abiertas. Olive pudo, pues, sin inquietud, llevar a cabo su<br />

proyecto.<br />

El conde partió, Olive hizo bajar en una caja el molde de la llave que Juana recibió con<br />

una pequeña esquela.<br />

Y al día siguiente, hacia las doce, la ballesta, medio extraordinario y expeditivo, que<br />

era, comparado con el hilo, lo que el telégrafo es en relación con el correo a caballo,<br />

lanzó la siguiente esquela:<br />

"Querida mía: Esta noche, hacia las once, cuando vuestro celoso haya partido, bajad,<br />

abrid los cerrojos y os hallaréis en los brazos de la que se cree vuestra más tierna<br />

amiga."<br />

Sintió Olive al recibir la misiva una alegría como jamás había sentido al recibir los<br />

tiernos mensajes de Gilberto, en la primavera de sus amores y de las primeras citas.<br />

Bajó a las once de la noche, sin haber notado la menor sospecha en el conde. Al llegar<br />

abajo se encontró con Juana, que la estrechó tiernamente, haciéndola subir en una<br />

carroza que estaba detenida en el bulevar. Aturdida, palpitante, enervada, dio con su<br />

amiga un paseo de dos horas, durante las cuales, secretos, besos, proyectos para el<br />

porvenir, fueron cambiados sin tasa entre las dos compañeras.<br />

Juana aconsejó a Olive que entrase la primera. Acababa de saber que el desconocido<br />

protector era Cagliostro. Temía el temperamento de aquel hombre y no veía seguridad<br />

para sus planes si no guardaba el más profundo secreto.<br />

Olive se había entregado sin reservas: sus amores con Beausire, el asunto de la policía,<br />

todo lo había contado.<br />

Juana había dicho que era una señorita de buena casa que vivía con un amante lejos de<br />

su familia.<br />

Una de ellas lo sabía todo, la otra todo lo ignoraba: sobre tales bases se juraron amistad<br />

las dos mujeres.<br />

A partir de este día, no tuvieron necesidad de la ballesta ni del hilo. Juana poseía su<br />

llave, y hacía bajar a Olive cuantas veces se le antojaba.<br />

Una buena cena, un paseo furtivo, eran los cebos en los que Olive se dejaba siempre<br />

prender.

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