26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Oculta al principio en la forma que hemos visto, con el fin de que no la observasen<br />

desde afuera, miró las puntas de los árboles del bulevar, las casas del barrio Popincourt<br />

y las chimeneas, brumoso océano cuyas desiguales olas se escalonaban a la derecha.<br />

Inundada de sol, con el oído atento al rodar de las escasas carrozas que transitaban por<br />

el bulevar, permaneció así durante dos horas, completamente feliz.<br />

Desayunó con el chocolate que le sirvió la doncella y leyó un periódico antes de pensar<br />

en mirar a la calle.<br />

Era un placer peligroso.<br />

Los sabuesos del señor de Crosne, esos perros humanos que cazaban husmeando en el<br />

aire, podían verla. ¡Qué espantoso despertar después de tan dulce sueño!<br />

Pero esa posición horizontal, por agradable que resultase, no podía durar. Nicolasa se<br />

incorporó sobre su codo.<br />

Vio entonces los nogales de Ménilmontant, los grandes árboles del cementerio, los<br />

millares de casas de todos los colores que surgían por detrás de las colinas desde<br />

Charonne hasta el final de Chaumont, entre bosques de verdura, sobre el corte giboso de<br />

los acantilados, revestidos de brezos y cardos.<br />

Aquí y allá, en los caminos (delgadas cintas ondulando en las gargantas de esas<br />

colinas), en los senderos de las viñas, en las blancas carreteras, se dibujaban pequeños<br />

seres vivientes, campesinos que pasaban al trote de sus asnos, muchachos inclinados<br />

sobre campos que estaban escardando, viñateros que exponían los racimos al sol. Esta<br />

rusticidad encantó a Nicolasa, que siempre añoraba la hermosa campiña de Taverney,<br />

desde que dejó el campo, por este París tan suspirado.<br />

No obstante, acabó por cansarse de mirar el campo y como había adoptado una posición<br />

segura y cómoda entre las flores y podía mirar sin ser vista, bajó la mirada desde la<br />

montaña al valle, desde el horizonte lejano a la casa de enfrente.<br />

Por doquier, es decir, en un espacio que podía abarcar tres casas, Olive encontró<br />

ventanas cerradas o poco agradables. Aquí tres pisos habitados por viejos rentistas, que<br />

colgaban sus jaulas en el exterior o daban de comer a sus gatos en el interior; allá,<br />

cuatro pisos en que el auvernés, el habitante de más categoría, estaba al alcance de la<br />

vista y los otros inquilinos, ausentes, en cualquier lugar de campo. En fin, algo a la<br />

derecha, en la tercera casa, cortinas de seda amarilla, flores y como mueble<br />

complementario de ese bienestar, un sillón cómodo que parecía esperar .cerca de la<br />

ventana a cualquier soñador o soñadora.<br />

Olive creyó distinguir en esta habitación, cuya oscuridad hacía resaltar el sol, como una<br />

sombra ambulante que se movía con regularidad.<br />

Acalló su impaciencia, se ocultó mejor de lo que había hecho hasta entonces y llamando<br />

a su camarera entabló con ella una conversación para variar los placeres de la soledad<br />

por los del diálogo con una criatura pensante, y sobre todo habladora.<br />

Pero la doncella, rompiendo con la tradición, se mostró muy reservada. Explicó a su<br />

dueña dónde estaban Belleville, Charonne y el Pére Lachaise. Le dijo el nombre de las<br />

iglesias de Saint-Ambroise y Saint-Laurent. Le enseñó la curva del bulevar y cómo se<br />

inclinaba hacia la orilla derecha del Sena, pero cuando las preguntas se refirieron a los<br />

vecinos, la camarera no habló una palabra. Los conocía igual que su dueña.<br />

Los secretos del departamento claroscuro, de cortinas de seda amarilla, no le fueron<br />

revelados a Olive.<br />

Nada supo tampoco sobre el sillón ni la sombra ambulante.<br />

Si Olive no había podido conocer a su vecina de antemano, le quedó al menos la<br />

esperanza de conocerla por sí misma. Despidió a la doncella, excesivamente discreta,<br />

para que no le sirviera de testigo en su exploración.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!