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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Me disgusta estar aquí. Me muero de hastío.<br />

—¿De veras?<br />

—Sí, y se me ocurren tan malos pensamientos...<br />

—¡Bah! ¡Bah!— dijo el conde, calmándola como hubiera hecho con un perro de caza—<br />

, si no os encontráis bien en mi casa, es que no me queréis bien. Guardad todo vuestro<br />

enojo para el jefe de policía, que es vuestro enemigo.<br />

—Me exasperáis con vuestra sangre fría, caballero— gritó Olive—. Prefiero la cólera a<br />

esta dulzura; halláis el medio de calmarme y esto me pone loca de rabia.<br />

—Confesad, señorita, que sois injusta— respondió Cagliostro sentándose lejos de ella,<br />

con la afectación de respeto y de indiferencia que tanto éxito le proporcionaba con<br />

Olive.<br />

—Os parece muy cómodo hablar así— dijo ella—; vos vais y venís, respiráis; vuestra<br />

vida está formada por una cantidad de placeres que escogéis. En cambio, yo lo paso<br />

vegetando en el espacio que me habéis limitado; yo no respiro, tiemblo. Yo os advierto<br />

que vuestra ayuda me es inútil si no me impide morir.<br />

—¡Morir vos!— repitió sonriendo el conde—. ¡Vamos!<br />

—Os aseguro que os portáis muy mal conmigo; olvidáis que amo profundamente,<br />

apasionadamente...<br />

—¿Al señor Beausire?<br />

—Sí, a Beausire. Os aseguro que le quiero. Creo que no os lo he ocultado nunca.<br />

¿Habéis llegado a figuraros que me olvidaría de mi querido Beausire?<br />

—Tan poco lo he creído, señorita, que me he puesto en movimiento para saber noticias<br />

suyas y os las traigo.<br />

—¡Ah!— exclamó Olive.<br />

—El señor de Beausire— continuó diciendo Cagliostro— es un joven encantador.<br />

—¡Pardiez!— dijo Olive, que no veía hacia dónde la quería llevar.<br />

—Joven y buen mozo.<br />

—¿No es cierto?<br />

—Pletórico de imaginación.<br />

—De fuego..., algo brutal para mí. Pero..., que sabe querer e imponerse.<br />

—Tenéis un pico de oro, y tan buenos sentimientos como talento. Tanto talento, por<br />

último, como belleza. Yo, que sé esto y a quien todo amor interesa— es una manía—,<br />

he pensado en acercaros al señor de Beausire.<br />

—No teníais hace un mes esas intenciones— dijo Olive con sonrisa forzada.<br />

—Escuchadme, hija mía; todo caballero que ve a una linda personita, trata de<br />

complacerla, cuando es libre como yo. No obstante, habréis de confesar que si os he<br />

hecho la corte, ésta no ha durado mucho, ¿no es así?<br />

—Es verdad— replicó Olive en el mismo tono—; cuando más un cuarto de hora.<br />

—Era natural que yo desistiese al ver cómo queríais al señor de Beausire.<br />

—¡Oh! ¡No os burléis de mí!<br />

—¡No, palabra! Vos me habéis resistido muy bien.<br />

—¡Oh! ¿No es verdad que sí?— exclamó Olive, encantada de haber sido sorprendida en<br />

pleno delito de resistencia.<br />

—Era consecuencia de vuestro amor— dijo con flema Cagliostro.<br />

—Pero en tal caso, el vuestro no era muy perseverante —respondió Olive.<br />

—Yo no soy lo suficientemente viejo, ni lo bastante feo, ni pobre en tal grado como<br />

para soportar una negativa o los riesgos de una derrota, señorita. Vos hubierais preferido<br />

siempre al señor de Beausire; lo he comprendido y he tomado mi decisión.

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