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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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comprometido ante la reina, y es casi seguro que la reina quedaría comprometida ante el<br />

señor de Rohan.<br />

Pero que la casualidad no fuera a aproximar a los interesados para poder descubrir el<br />

secreto.<br />

Juana retrocedió al principio ante la inmensidad del peligro que la amenazaba.<br />

"¡Vivir así, jadeante, espantada, ante la amenaza de una cara parecida! ¡Horrible<br />

situación! Mas ¿cómo liberarme de ella? ¿Mediante la huída? ¿Por el destierro,<br />

escapándome a un país extranjero con los diamantes del collar de la reina? ¡Huir! ¡Cosa<br />

cómoda! Un buen carruaje se logra en diez horas, el tiempo de uno de los sueños de<br />

María Antonieta; el intervalo que media entre una cena del cardenal con sus amigos y el<br />

levantarse del día siguiente. Que la carretera aparezca ante mí y que pueda ofrecer el<br />

camino interminable a los ardientes cascos de los caballos, he aquí lo que basta. Pronto<br />

estaría libre, sana y salva. Pero, ¡qué escándalo! ¡Qué vergüenza! Libre, pero<br />

desaparecida; en seguridad, pero proscrita. No seré ya una gran dama, sino una simple<br />

ladrona, una contumaz a la que no espera la justicia, pero que es señalada, vituperada;<br />

una delincuente a la que no marca el hierro del verdugo, porque está demasiado lejos,<br />

pero que la opinión devora y tritura".<br />

No. Juana no huyó. El colmo de la audacia y la habilidad son como las dos cúspides del<br />

Atlas, que se parecen a dos gemelos. Uno dirige al otro y vale lo que el otro. Cuando se<br />

ve a uno, sé ve también al otro.<br />

Juana decidió ser audaz y quedarse. Y resolvió esto, especialmente cuando entrevió la<br />

posibilidad de crear entre la reina y el cardenal una sensación común de terror, para el<br />

día en que el uno o el otro se diesen cuenta de que se había cometido un robo en el<br />

círculo de su intimidad.<br />

Se había preguntado la infernal mujer cuánto podría proporcionarle el favor de la reina y<br />

el amor del cardenal durante dos años, calculando la renta de esta doble fortuna en<br />

quinientas o seiscientas mil libras, después de las cuales el hastío, la desgracia, el<br />

abandono serían la expiación del favor, la boga y el capricho.<br />

"Con mi plan, gano de setecientas a ochocientas mil libras"— se dijo la condesa.<br />

Vamos a ver cómo esta alma tortuosa penetraba por el camino que debía conducirla a la<br />

vergüenza a ella, y a los demás a la desesperación. "Quedarme en París— resumió la<br />

condesa—, sostenerme firmemente asistiendo al juego de los dos actores; dejarles sólo<br />

representar el papel que convenga a mis intereses, escoger entre los momentos<br />

favorables el más propicio para la huida y conseguir que ésta sea con motivo de una<br />

comisión encargada por la reina, que aparezca como una desgracia surgida al vuelo.<br />

Impedir al cardenal que se comunique con María Antonieta".<br />

Esta era precisamente la dificultad, puesto que el señor de Rohan estaba enamorado y<br />

tenía el derecho a entrar en la residencia de la reina muchas veces durante el año, y la<br />

reina, coqueta, ávida de homenajes, agradecida por otra parte al cardenal, no se apartaría<br />

si trataban de verla.<br />

"Los acontecimientos proporcionarían el medio de separar a estos dos personajes. Yo<br />

ayudaré a los acontecimientos", pensó Juana.<br />

"Para ello, nada tan adecuado y diestro como excitar en la reina el orgullo que corona la<br />

castidad. Que una mujer tan fina y susceptible como la reina se sienta herida por la<br />

insinuación más leve del cardenal. Los temperamentos como los de la reina gustan de<br />

los homenajes, pero temen y, rechazan los ataques.<br />

"Sí, el medio es infalible. Al aconsejar al señor de Rohan que se declare abiertamente,<br />

se producirá en el espíritu de María Antonieta la reacción de disgusto, de antipatía, que<br />

alejará, no al príncipe de la princesa, sino al hombre de la mujer. Por este medio, se<br />

desarmará al cardenal, cuyas maniobras quedarán paralizadas el día que comiencen las

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