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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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El rey miró a su ministro haciendo un gesto severo; ya, con los borrones, había hecho<br />

enormes manchas en el papel.<br />

El señor de Calonne le pasó un estado en el que constaban las pensiones,<br />

gratificaciones, donativos y sueldos.<br />

El trabajo era corto y bien detallado. El rey fue dando vuelta a las páginas y buscó el<br />

total.<br />

—¡Un millón cien mil libras en tan poco tiempo! ¿Cómo se explica esto?<br />

Y dejó reposar la pluma.<br />

—Leed, leed, sire, y notad que del millón cien mil libras, un solo artículo asciende a<br />

quinientas mil.<br />

—¿A qué artículo os referís?<br />

—Un adelanto hecho a Su Majestad la reina, sire.<br />

—¡A la reina!...— exclamó Luis XVI—. ¡Quinientas mil libras a la reina! ¡No es<br />

posible, caballero!<br />

—Perdón, sire, pero la cifra es exacta.<br />

—¡Quinientas mil libras a la reina!— repitió el rey—. En esto hay error. La semana<br />

pasada..., no..., la quincena pasada, hice pagar el trimestre a Su Majestad.<br />

—Sire, la reina ha tenido necesidad de dinero, y sabiendo en qué forma lo gasta..., no es<br />

extraordinario...<br />

—¡No, no!— exclamó el rey, que sintió la necesidad de hablar de su economía y<br />

conquistar algunos aplausos para la reina cuando se presentase en la Ópera—, la reina<br />

no quiere esta suma, señor de Calonne. La reina me ha dicho que un buque vale más que<br />

las joyas. La reina piensa que si Francia negocia empréstitos para alimentar a sus<br />

pobres, nosotros los ricos debemos prestar a Francia. Por lo tanto, si la reina necesita<br />

dinero, su mayor mérito consistirá en esperar, y yo os garantizo que esperará.<br />

Los ministros aplaudieron mucho este rasgo patriótico del rey, rasgo que el divino<br />

Horacio no habría llamado uxorio, es decir, demasiado complaciente, en aquel<br />

momento.<br />

Sólo el señor de Calonne, que conocía el apuro de la reina, insistió a su favor.<br />

—Verdaderamente— dijo el rey—, mostráis más interés que yo mismo. Tranquilizaos,<br />

señor de Calonne.<br />

—La reina me acusará de haber puesto poco celo a su servicio, sire.<br />

—Yo os defenderé ante ella.<br />

—La reina no pide nunca, sire, más que obligada por la necesidad.<br />

—Si la reina tiene necesidades, supongo que deben ser menos imperiosas que las de los<br />

pobres, y en esto será la primera en estar de acuerdo.<br />

—Señor...<br />

—Asunto terminado— dijo el rey decidido.<br />

Y tomó la pluma para continuar haciendo figuras.<br />

—¿Suprimís este artículo, sire?— dijo consternado el señor de Calonne.<br />

—Lo suprimo— respondió majestuosamente Luis XVI—; y al hacerlo, me parece oír la<br />

voz generosa de la reina que me da las gracias por haber comprendido tan bien sus<br />

sentimientos.<br />

El señor de Calonne se mordió los labios. El rey, contento por aquel sacrificio personal<br />

heroico, firmó ciegamente el resto de las partidas.<br />

Y dibujó una hermosa cebra rodeada de ceros, al tiempo que repetía:<br />

—Esta noche he ganado quinientas mil libras; es una hermosa jornada de rey, Calonne;<br />

id a dar esta buena noticia a la reina; ya veréis, ya veréis.<br />

—¡Dios mío, Majestad!— murmuró el ministro—, nunca me perdonaría el privaros de<br />

la alegría de esta comunicación. A cada uno su mérito.

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