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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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alarmó a los dos guardias de corps que le auxiliaban, sorprendidos de que un oficial se<br />

desmayase.<br />

—Monsieur, monsieur, ¿qué os pasa?<br />

El herido no podía hablar, y el rey, comprendiendo en silencio la gravedad del mal,<br />

avivó el paso, exigiendo de los guardias la mayor atención para el oficial; pero al oírle,<br />

por un movimiento maquinal, dejaron a De Charny, quien entonces se desplomó, tras un<br />

doloroso gemido.<br />

—¡Señores! —exclamó el rey—, ¿qué es lo que hacéis?<br />

Inmediatamente recogieron al herido, acomodándolo con el mayor cuidado en un sillón,<br />

sin que De Charny se recobrase.<br />

—¡Pero —dijo el rey, de pronto, reconociendo al joven oficial— si es monsieur de<br />

Charny!<br />

—¿Monsieur de Charny? —exclamaron varios de los presentes.<br />

—Sí, es el sobrino de monsieur de Suffren.<br />

Bastó que precisara quién era para que todos se desvivieran, tratando de complacer al<br />

rey y de socorrer al enfermo. En el acto se llamó al médico que había de guardia, para<br />

que viera cuál era el mal que aquejaba a De Charny.<br />

El rey, interesado en toda ciencia y compasivo con todos los males, esperó el<br />

diagnóstico del galeno, cuya primera medida fue abrir el vestido y la camisa del<br />

paciente para que respirase mejor, y encontró lo que no buscaba.<br />

—¡Una herida! —exclamó el rey, más interesado ahora y acercándose para ver mejor<br />

aquel pecho ensangrentado.<br />

—Sí, sí —murmuró De Charny, tratando de levantarse y mirando alrededor—. Una<br />

vieja herida que se ha abierto. No es nada, nada...<br />

Y su mano apretó imperceptiblemente los dedos del médico. Un médico comprende o<br />

debe comprenderlo todo, pero éste no era el médico oficial de la corte, sino un simple<br />

medicucho de los corrientes en Versalles. Y quiso darse importancia.<br />

—¿Vieja? ¿Decís, monsieur, que es una herida vieja? Pero los bordes están demasiado<br />

frescos y la sangre demasiado roja. Esta herida no tiene más de veinticuatro horas.<br />

De Charny, a quien la evidente contradicción devolvió las fuerzas, se puso en pie y dijo:<br />

—Supongo que no me vais a descubrir a mí de cuándo data esta herida. Repito que es<br />

ya antigua.<br />

Al decir eso, reconoció al rey. Se abrochó la casaca, como avergonzado por haber<br />

tenido tan ilustre espectador de su debilidad, murmurando:<br />

—El rey...<br />

—Sí, monsieur de Charny, yo mismo, y bendigo al cielo por haber llegado a tiempo<br />

para proporcionaros un poco de alivio.<br />

—Nada grave, Sire —balbució De Charny—. Una antigua herida; no tiene importancia.<br />

—Antigua o nueva —dijo Luis XVI—, la herida me ha permitido ver vuestra sangre, la<br />

noble sangre de un bravo gentilhombre.<br />

—Al cual dos horas en su lecho le devolverán la salud —agregó De Charny, y quiso<br />

levantarse, pero aún carecía de fuerzas, derrumbándose otra vez en el sillón.<br />

—Está muy enfermo —advirtió el rey—. Pero se le puede salvar.<br />

El rey había adivinado que De Charny ocultaba algo, y su secreto era, para él, sagrado.<br />

Otro rey acaso habría interrogado al médico, pero Luis XVI prefería dejar en secreto el<br />

secreto.<br />

—No quiero —dijo— que monsieur de Charny se exponga volviendo a su casa. Se le<br />

cuidará en Versalles y se llamará rápidamente a su tío, monsieur de Suffren, y cuando se<br />

haya agradecido a monsieur sus primeros cuidados —agregó, señalando al oficioso<br />

médico—, se irá a buscar al médico de mi casa, el doctor Louis.

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