26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Y que nosotros tres tenemos las ciento ocho mil libras, pues todos creen que Boehmer<br />

y Bossange se las han llevado.<br />

—Justo —dijo alborozado el comendador—. ¡Es verdad!<br />

—Unas treinta y tres mil trescientas treinta y tres libras cada uno —dijo el portugués.<br />

—¡Más, más! —exclamó el comendador—. Hay una fracción de ocho mil libras.<br />

—Es verdad —confirmó Beausire—. ¿Aceptáis?<br />

—¿Que si acepto? —dijo el ayuda de cámara frotándose las manos—. Ya lo creo. Esto<br />

es hablar bien.<br />

—Esto es hablar como un granuja —replicó Beausire—. Cuando yo decía que vos no<br />

sois más que un bribón... Embajador, vos que sois robusto, cogedme a este tipo y<br />

entreguémoslo a nuestros asociados, diciéndoles lo que pretendía.<br />

—Por favor, por favor —suplicó el incauto—. Yo bromeaba.<br />

—Pronto —continuó Beausire—. Encerrémosle en la cámara negra, hasta que<br />

decidamos la justicia que merece.<br />

— ¡Por favor! —seguía suplicando el comendador.<br />

—Evitad —dijo Beausire al portugués mientras encerraba al pérfido comendador—,<br />

tened cuidado de que Ducorneau nos oiga.<br />

—Si no me dejáis —dijo el comendador—, os denunciaré a todos.<br />

—Y yo te estrangularé —replicó encolerizado monsieur de Souza, empujando al ayuda<br />

de cámara al gabinete vecino—. Traedme a monsieur Ducorneau —dijo al oído de<br />

Beausire.<br />

Este no se hizo rogar. Pasó rápidamente al gabinete contiguo del embajador mientras el<br />

jefe encerraba al comendador desleal.<br />

Pasó un minuto y Beausire no volvía. Y entonces el embajador tuvo una idea: se había<br />

quedado solo, y la caja fuerte estaba a diez pasos; para abrirla y coger las ciento ocho<br />

mil libras en billetes, descolgarse por una ventana y cruzar el jardín, un ladrón que<br />

merezca ese título no necesita más de dos minutos.<br />

El portugués calculó que Beausire, para traer a Ducorneau, perdería por lo menos cinco<br />

minutos. En el acto fue a la puerta de la cámara donde estaba la caja fuerte, y vio que la<br />

puerta tenía el cerrojo puesto, pero él era fuerte y hábil; habría abierto la puerta de una<br />

ciudad con una llave de reloj.<br />

«Beausire desconfía de mí —pensó— porque yo tengo la llave, y ha corrido el cerrojo;<br />

eso es lógico.»<br />

Con la espada hizo saltar el cerrojo, corrió a la caja y soltó una maldición. La caja era<br />

como una enorme boca vacía. Nada, nada, nada...<br />

Beausire, que tenía una segunda llave, había entrado por la otra puerta apoderándose del<br />

dinero. El portugués corrió como un insensato hasta donde estaba el suizo, al que<br />

encontró cantando.<br />

Beausire le llevaba cinco minutos de ventaja.<br />

Cuando el portugués, con sus gritos y sus juramentos, hubo puesto al corriente a todos<br />

de lo ocurrido, y para apoyarse en un testimonio devolvió al comendador la libertad, no<br />

encontró más que incrédulos enfurecidos.<br />

Se le acusaba de haber urdido la estafa con Beausire, el cual había salido con tiempo,<br />

llevándose la mitad del robo.<br />

Ya no hubo más fingimientos ni más misterios. El honrado Ducorneau no comprendía a<br />

aquellas gentes entre las cuales se veía envuelto.<br />

Estaba a punto de desvanecerse cuando vio que aquellos diplomáticos se disponían a<br />

colgar al embajador, quien ya no podía defenderse.<br />

—¡Colgar a monsieur de Souza! —gritaba el canciller—. Eso es un crimen de lesa<br />

majestad. ¿No comprenden lo que van a hacer?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!