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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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Era la correspondencia de la cancillería: letras de Portugal o de España, insignificantes<br />

la mayor parte para el normal quehacer de Ducorneau, pero que al pasar por las manos<br />

de Beausire o de su jefe antes de pasar a la cancillería les habían informado de una serie<br />

de datos sobre los asuntos de la embajada.<br />

Poco después los joyeros se levantaron, conteniendo el impulso de salir corriendo tras<br />

una entrevista tan desagradable. El ayuda de cámara recibió la orden de acompañarles<br />

hasta el patio, y al quedar solos el embajador y el secretario se miraron<br />

significativamente.<br />

—El golpe —dijo monsieur de Souza— ha fracasado.<br />

—Totalmente —reconoció Beausire.<br />

—Sobre cien mil libras, tocamos cada uno a ocho mil cuatrocientas libras.<br />

—Una miseria —precisó Beausire.<br />

—Pero ahí, en la caja fuerte...<br />

—Sí, hay ciento ocho mil libras.<br />

—Cincuenta y cuatro mil cada uno.<br />

—Sí, pero el comendador no nos va a dejar un momento solos desde que sabe que el<br />

asunto ha fracasado.<br />

—Voy a buscar un medio.<br />

—Yo ya tengo uno —dijo Beausire.<br />

—¿Cuál?<br />

—¿El comendador va a volver?<br />

—Sí.<br />

—¿Va a pedir su parte y la de sus asociados?<br />

—Sí.<br />

—¿Nosotros vamos a tener la caja en nuestras manos?<br />

—Claro.<br />

—Llamemos al comendador y finjamos decirle un secreto; luego, dejémosle hacer.<br />

—Me parece que adivino —dijo el portugués—. Id por él.<br />

—Os iba a decir que fuerais vos.<br />

Ni el uno ni el otro querían dejar a su amigo solo con la caja. La confianza brillaba por<br />

su ausencia. El embajador respondió que su cargo le impedía dar órdenes a un ínfimo<br />

subordinado.<br />

—Vos no sois un embajador para él —dijo Beausire—. Pero no importa.<br />

—¿Vais a buscarle?<br />

—No, le llamaré por la ventana.<br />

En efecto, Beausire llamó por la ventana al comendador en el momento que se disponía<br />

a tener una conversación con el suizo, pero al oír que le llamaban subió, encontrando a<br />

los dos cabecillas en el departamento contiguo al de la caja.<br />

Beausire se dirigió a él con gesto risueño, diciéndole:<br />

—Apuesto a que sé lo que decíais al suizo.<br />

—¿Yo?<br />

—Sí, le contabais que el asunto con Boehmer ha fracasado.<br />

—Os aseguro que no.<br />

—Estáis mintiendo.<br />

—Os lo juro.<br />

—Mejor, porque si le hubieseis dicho nada, habríais hecho una solemne tontería y<br />

perdido una bonita cantidad.<br />

—¿Cómo? —exclamo el comendador sorprendido—. ¿Qué cantidad?<br />

—No sois tan cándido para no comprender que sólo nosotros tres conocemos el secreto.<br />

—Es verdad.

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