26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Ha venido expresamente, madame.<br />

—¿A visitaros..., y de incógnito?<br />

—Sí, madame.<br />

—¿Quién es?<br />

—Monsieur de Souza.<br />

La reina no replicó. Movió un poco la cabeza, y después, tomada su decisión, dijo:<br />

—Muy bien. Mejor para Su Majestad la reina de Portugal; los diamantes son bellos. No<br />

hablemos más del asunto.<br />

—Madame, si Vuestra Majestad se dignara permitirme hablar de ello.<br />

—Permitirnos —dijo Boehmer, mirando a su socio.<br />

—¿Habéis visto esos diamantes, condesa? —preguntó la reina, dirigiendo la mirada a<br />

Juana.<br />

—No, madame.<br />

—¡Son tan hermosos!... Es una lástima que estos señores no los hayan traído.<br />

—Están aquí —dijo Bossange.<br />

Y sacó del fondo de su sombrero, que llevaba bajo el brazo, el pequeño estuche que<br />

guardaba el collar.<br />

—Ved, ved, condesa; vos sois mujer y esto os encantará —dijo la reina.<br />

Y se apartó un poco del velador de Sevres, en el cual Boehmer acababa de colocar con<br />

arte el collar, de forma que el día, hiriendo las piedras, hizo brillar la luz en casi todas<br />

sus facetas.<br />

Juana dio un grito de admiración. Realmente, nada era más bello; se hubiera dicho una<br />

lengua de fuego cuyas pequeñas llamas tan pronto eran verdes como rojas o blancas,<br />

como la luz misma. Boehmer hacía oscilar el estuche y rielar las maravillas de aquellas<br />

llamas líquidas.<br />

—¡Admirable, admirable! —exclamó Juana, con una cálida admiración.<br />

—Seiscientas mil libras que caben en el hueco de la mano —repuso la reina con una<br />

afectación de un matiz filosófico que Rousseau, el de Génova, habría adoptado en<br />

parecidas circunstancias.<br />

Pero Juana advirtió en ese desdén algo muy distinto del desdén en sí, porque no perdía<br />

la esperanza de convencer a la reina, y después de un detenido examen, dijo:<br />

—El señor joyero tiene razón; no hay en el mundo más que una reina que sea digna de<br />

llevar este collar, y es Vuestra Majestad.<br />

—Sin embargo, Mi Majestad no lo llevará —repuso María Antonieta.<br />

—Nosotros no podíamos dejarlo salir de Francia, madame, sin venir a rendir a los pies<br />

de Vuestra Majestad nuestro disgusto. Es una joya que toda Europa conoce ahora y que<br />

se disputa. Que tal o cual soberana se beneficie de lo que la reina de Francia ha<br />

rehusado, nuestro orgullo nacional lo permitirá cuando vos, madame, nos hayáis dado<br />

una vez más vuestra irrevocable negativa.<br />

—Mi negativa ya fue dada —respondió la reina— y hoy es pública. Y se me ha<br />

elogiado demasiado por ella para que ahora me arrepienta.<br />

—Madame —dijo Boehmer—, si el pueblo ha agradecido que Vuestra Majestad haya<br />

preferido un barco a un collar, a la nobleza, que también es francesa, no le extrañará que<br />

la reina de Francia compre un collar después de comprar un barco.<br />

—No hablemos más de eso —dijo María Antonieta, mirando por última vez el<br />

cofrecillo.<br />

Juana suspiró para adherirse al suspiro de la reina.<br />

—Ah, vos suspiráis, condesa, pero si estuvieseis en mi lugar haríais lo mismo que yo.<br />

—No sé —murmuró Juana.<br />

—¿Lo habéis visto bien? —preguntó la reina.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!