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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Yo insisto, conde, pues quiero saber.<br />

—Y yo, hermana, deseo callarme.<br />

—¿Queréis desobedecerme?<br />

—De ningún modo. Ya he dicho bastante para que vos comprendáis, supongo.<br />

—Vos no habéis dicho nada en absoluto.<br />

—Ahora sois vos quien me intrigáis... ¿De buena fe?<br />

—Palabra de honor que no me burlo.<br />

—¿Queréis que hable?<br />

—Inmediatamente.<br />

—Pero no aquí —dijo él, señalando a Juana y a Andrea.<br />

—Aquí, aquí. Nunca hay demasiada gente para una explicación.<br />

—Tened cuidado, hermana mía.<br />

—Me arriesgo.<br />

—¿Vos no fuisteis al último baile de la Ópera?<br />

—¿Yo? —exclamó la reina—. ¿Yo en el baile de la Ópera?<br />

—Silencio, por favor.<br />

—No, no. Puedo decirlo en voz muy alta. ¿Decís que yo estuve en el baile de la Ópera?<br />

—Cierto; estabais allí.<br />

—¿Acaso me visteis? —preguntó ella, bromeando.<br />

—Claro que os vi.<br />

—¿A mí? ¿Decís que me visteis?<br />

—A vos, a vos.<br />

—¡Esto ya es demasiado!<br />

—Es lo que yo me dije.<br />

—¿Por qué no decís que me hablasteis? Sería más divertido.<br />

—Pues me acerqué para hablaros, pero me empujó una avalancha de máscaras que me<br />

apartaron.<br />

—¡Estáis loco!<br />

—Estaba seguro de que me diríais eso, y no he debido exponerme a ello; la culpa es<br />

mía.<br />

La reina se levantó bruscamente y anduvo de un lado a otro sin disimular su<br />

indignación.<br />

El conde la miraba con asombro; Andrea temblaba de temor y de inquietud, y Juana se<br />

clavaba las uñas en los brazos, tratando de mantener una actitud discreta.<br />

La reina se detuvo, diciéndole al joven príncipe:<br />

—Amigo mío, no bromeemos más; tengo muy mal carácter y pierdo la paciencia;<br />

confesad que habéis querido divertiros a mi costa y me quedaré tranquila.<br />

—Yo os lo confesaré si así lo queréis.<br />

—Un poco de seriedad, Charles.<br />

—Tanta como un pez, hermana.<br />

—Decidme, por favor, que vos habéis inventado este cuento; ¿verdad que sí?<br />

El miró vagamente a las otras damas, y después dijo:<br />

—Sí, lo he inventado. Excusadme.<br />

—No me habéis comprendido —repuso la reina, con vehemencia—. Delante de estas<br />

damas, ¿retiráis lo que habéis dicho? No mintáis, no intentéis complacerme.<br />

Andrea y Juana retrocedieron discretamente, quedando detrás del tapiz de los gobelinos.<br />

—Pues bien, hermana —dijo el príncipe en voz baja al quedar solo con la reina—, os he<br />

dicho la verdad. ¿Por qué no me advertiríais vos más pronto?<br />

—¿Vos me habéis visto en el baile de la Ópera?<br />

—Como os veo ahora, y vos me visteis también.

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