26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

siente la mordedura del acero, cuando su sangre corre. Incluso cuando ve que se<br />

extingue, el hombre aún espera.<br />

—Es verdad —dijeron en voz baja algunos de los asistentes.<br />

—Sí —continuó De Condorcet—. El velo que cubre el fin de nuestra vida es el único<br />

bien real que Dios ha hecho al hombre sobre la tierra.<br />

—En fin, sea lo que fuere —dijo el conde de Haga—. Pero si yo llegara a oír decir a un<br />

hombre como vos: «Desconfiad de tal hombre o tal cosa», tomaría el aviso por bueno y<br />

agradecería al consejero.<br />

De Cagliostro movió dulcemente la cabeza, acompañando este gesto con una triste<br />

sonrisa.<br />

—De verdad, monsieur de Cagliostro —continuó el conde—. Advertidme y os lo<br />

agradeceré.<br />

—¿Queréis que os diga a vos lo que no he querido decir a De la Perouse?<br />

—Lo deseo.<br />

De Cagliostro hizo un movimiento como si fuese a hablar, pero se detuvo durante unos<br />

instantes, al cabo de los cuales añadió:<br />

—¡Oh, no, señor conde! Os lo suplico.<br />

De Cagliostro, al tiempo que denegaba con la cabeza, murmuró:<br />

—Nunca.<br />

—Cuidado —dijo el conde con una sonrisa—, porque entonces seré otro incrédulo.<br />

—Vale más la incredulidad que la angustia.<br />

—Monsieur de Cagliostro —advirtió con seriedad el conde—, olvidáis una cosa.<br />

—¿Cuál? —preguntó respetuosamente el profeta.<br />

—Que si bien ciertos hombres pueden, sin inconveniente alguno, ignorar su destino, hay<br />

otros que tendrían necesidad de conocer el porvenir, por la razón de que su destino no<br />

sólo les importa a ellos, sino a millones de hombres.<br />

—Entonces —dijo De Cagliostro—, dadme una orden. No haré nada sin una orden.<br />

—¿Qué queréis decir?<br />

—Que Vuestra Majestad me lo ordene —dijo De Cagliostro en voz baja— y obedeceré.<br />

—Os ordeno revelarme mi destino, monsieur de Cagliostro —volvió a decir el rey, con<br />

una majestad llena de cortesía.<br />

Al mismo tiempo, y como el conde de Haga acababa de dejarse tratar como un rey y<br />

había roto el incógnito, al dar una orden, el duque de Richelieu se acercó a saludar al<br />

príncipe, a quien dijo, tras una gran reverencia:<br />

—Gracias por el honor que el rey de Suecia ha hecho a mi casa, Sire; que a Vuestra<br />

Majestad le plazca tomar el puesto de honor. Desde este momento no puede pertenecer<br />

más que a vos.<br />

—Continuemos, continuemos como estamos, señor mariscal, y no perdamos una<br />

palabra de lo que el conde de Cagliostro va a decirnos.<br />

—A los reyes no se les dice la verdad, Sire.<br />

—Bah, yo no estoy en mi reino. Volved a tomar vuestro lugar, señor duque; hablad,<br />

monsieur de Cagliostro; no os podéis evadir.<br />

De Cagliostro fijó los ojos en su vaso; globos parecidos a los que atraviesan el<br />

champaña subían del fondo a la superficie, y el agua atraída por su poderosa mirada,<br />

parecía que se agitase bajo el influjo de su voluntad.<br />

—Sire, decidme lo que queréis saber —dijo De Cagliostro—. Estoy dispuesto a<br />

complaceros.<br />

—Decidme de qué muerte moriré.<br />

—De un disparo, Sire.<br />

Los ojos de Gustavo resplandecieron.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!