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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Os engañáis, monsieur de Crosne.<br />

—No lo creo, Sire.<br />

—Os han informado mal.<br />

—Diría que fielmente, Sire; puedo informar a Vuestra Majestad del peinado que llevaba<br />

la reina, del color de su vestido, el ruido de sus pasos, sus gestos, sus gritos...<br />

—¿Sus gritos?<br />

El rey palideció y estrujó el libelo.<br />

—¡Incluso sus suspiros fueron anotados por mis agentes! —agregó tímidamente De<br />

Crosne.<br />

—¿Sus suspiros? La reina no se podía olvidar de sí misma hasta ese punto... La reina no<br />

hubiera arrastrado por los suelos mi honor de rey y su honor de mujer.<br />

—Es imposible —dijo el conde de Provenza—. Eso sería más que un escándalo, y Su<br />

Majestad es incapaz...<br />

Más que excusarla, esta frase hacía hincapié en la acusación. El rey se dio cuenta, e<br />

íntimamente despreció al conde de Provenza.<br />

—Monsieur —dijo al lugarteniente de policía—, ¿estáis seguro de todo lo que habéis<br />

dicho?<br />

—Absolutamente seguro, Sire.<br />

—Yo os debo a vos, hermano mío —dijo Luis XVI, pasándose el pañuelo por la<br />

frente—, una prueba de lo que antes os he dicho. El honor de la reina y el de mi casa no<br />

lo arriesgo jamás. Permití a la reina ir a la cubeta de Mesmer, pero con la condición de<br />

que la acompañase una dama virtuosa, irreprochable, incluso santa.<br />

—Ah... —dijo monsieur de Crosne—. Si fue así...<br />

—Sí —dijo el conde de Provenza—; una mujer como madame de Lamballe, por<br />

ejemplo...<br />

—Exacto. Para acompañar a la reina designé a la princesa de Lamballe.<br />

—Pero desgraciadamente, Sire, la princesa no la acompañó.<br />

—Entonces —agregó el rey, estremeciéndose—, si la desobediencia ha sido tan grande,<br />

debo castigar y castigaré.<br />

Un hondo suspiro le subió del atormentado pecho a los labios.<br />

—Solamente me queda una duda; vos no compartís esta duda, y es natural, porque no<br />

sois el rey, el esposo, el amante de la mujer a la que se acusa... Esta duda quiero<br />

resolverla.<br />

Llamó al oficial de servicio.<br />

—Que se vea si la princesa de Lamballe está en la cámara de la reina, o en su<br />

apartamento.<br />

—Sire, la princesa pasea en el jardín pequeño con Su Majestad y otra dama.<br />

—Rogad a la princesa que suba inmediatamente.<br />

Al salir el oficial, dijo el rey:<br />

—Ahora, señores, diez minutos de espera; no podré tomar partido hasta entonces.<br />

Luis XVI dirigió a los dos testigos de su profundo dolor una mirada que era una<br />

amenaza.<br />

Ambos guardaron silencio. De Crosne sentía una tristeza real; el conde de Provenza<br />

afectaba tanta tristeza que ni que se la hubiera transmitido el dios Momo.<br />

Un ligero rumor de sedas detrás de las puertas advirtió al rey que llegaba la princesa de<br />

Lamballe,<br />

XXXVI<br />

<strong>LA</strong> PRINCESA <strong>DE</strong> <strong>LA</strong>MBALLE

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