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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Vuestra Excelencia no sabe francés; eso es lo convenido. En primer lugar,<br />

desembaracémonos del canciller.<br />

—¿Cómo?<br />

—De la forma más simple: le daremos una misión diplomática importante; yo me<br />

encargo de ello.<br />

—Estáis equivocado; él es aquí nuestra garantía.<br />

—El dirá que habláis francés como Bossange y yo.<br />

—No lo dirá; le pediré que no lo diga.<br />

—Pues que se quede. Haced entrar al hombre de los diamantes.<br />

El hombre fue introducido, y era Boehmer, quien hizo las más profundas gentilezas y<br />

dio las excusas más fervorosas.<br />

Después presentó los diamantes e hizo el gesto de dejarlos para que los examinasen.<br />

El embajador le retuvo.<br />

—Esta prueba es suficiente —le dijo Beausire—. No sois un mercader desconfiado.<br />

Sentaos aquí y hablemos, puesto que el señor embajador os perdona.<br />

—¡Qué difícil es vender! —suspiró Boehmer.<br />

«Qué difícil es robar», pensó Beausire.<br />

XXX<br />

<strong>LA</strong> COMPRA<br />

Entonces, el señor embajador consintió en examinar el collar con todo detalle.<br />

Boehmer mostró cada pieza e hizo resaltar la menor de sus perfecciones.<br />

—Sobre el conjunto de estas piedras —dijo Beausire, a quien Su Excelencia acababa de<br />

hablar en portugués—, el señor embajador no tiene nada que objetar; el conjunto es<br />

satisfactorio. En cuanto a los diamantes, ya no es lo mismo. Su Excelencia ha notado<br />

que hay diez un poco imperfectos.<br />

—Oh... —dijo Boehmer—. Su Excelencia...<br />

—Su Excelencia —interrumpió Beausire— es mejor conocedor que vos en diamantes;<br />

los nobles portugueses jugaban con diamantes en el Brasil como aquí los niños con el<br />

vidrio.<br />

En efecto, el embajador puso el dedo sobre varios diamantes, uno después de otro, e<br />

hizo notar con admirable seguridad sus imperceptibles defectos y que quizá un<br />

conocedor no habría descubierto.<br />

—Sin embargo, este collar —dijo Boehmer, un poco sorprendido al ver a un tan gran<br />

señor convertido en un sagaz joyero—, tal como lo ve, es la más bella reunión de<br />

diamantes que hay en este momento en toda Europa.<br />

—Eso es verdad —repuso el embajador al traducirle Beausire lo que acababa de decir<br />

Boehmer.<br />

—Y bien, monsieur Boehmer —intervino Beausire—, he aquí de qué se trata: Su<br />

Majestad la reina de Portugal ha oído hablar del collar, y ha encargado a Su Excelencia<br />

negociar este asunto después de que haya visto los diamantes. Los diamantes satisfacen<br />

a Su Excelencia. ¿En cuánto queréis vender este collar?<br />

—En seiscientas mil libras.<br />

Beausire repitió la cifra a su embajador, quien contestó:<br />

—Habría que rebajar cien mil libras para que su precio fuera justo.<br />

—Monseñor —dijo el joyero—, no se pueden evaluar los beneficios de un modo justo<br />

con un collar de tanta importancia. Conseguir una filigrana de ese mérito exige<br />

consultar, averiguaciones y viajes que Sus Excelencias no se pueden imaginar.<br />

—Esas cien mil libras de más lo encarecen —repitió el tenaz portugués.

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