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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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Beausire se había apeado antes para ofrecer su brazo a Su Excelencia.<br />

El hombre que avanzaba con tanto apresuramiento para recibir a los dos portugueses era<br />

el mismo Boehmer, quien al oír que se detenía un carruaje miró por los cristales, y al oír<br />

la palabra «embajador» se lanzó por las escaleras para no hacer esperar a Su Excelencia.<br />

El joyero se confundió en excusas mientras el embajador avanzaba hacia él.<br />

Beausire notó que detrás de ellos, una vieja y corpulenta sirvienta corría cerrojos y<br />

pasaba llaves, pues era un lujo de cerraduras lo que defendía la puerta de la calle.<br />

Beausire observaba todo esto con mucha atención, cuando Boehmer le dijo:<br />

—Monsieur, perdonad, pero estamos tan expuestos en nuestra desgraciada profesión<br />

que todas las precauciones son pocas.<br />

El embajador escuchaba impasible, y Boehmer le repitió la explicación que mereció una<br />

sonrisa de Beausire. Pero el embajador siguió sin pestañear.<br />

—Perdonad, señor embajador —dijo Boehmer, desconcertado.<br />

—Su Excelencia no habla el francés —dijo Beausire—, y no puede entenderos,<br />

monsieur, pero yo le voy a traducir vuestras excusas..., a no ser que vos, monsieur,<br />

habléis el portugués.<br />

—No, monsieur, no lo conozco.<br />

—Yo le hablaré por vos.<br />

Y Beausire farfulló algunas palabras portuguesas al embajador, quien le contestó en el<br />

más diáfano portugués.<br />

—Su Excelencia, el señor conde de Souza, embajador de Su Majestad Muy Fiel, acepta<br />

vuestras excusas, monsieur, y me encarga que os pregunte si es verdad que tenéis<br />

todavía en vuestro poder cierto collar de diamantes.<br />

Boehmer levantó la cabeza y miró a Beausire como hombre que sabe calibrar a los<br />

clientes.<br />

Beausire sostuvo su mirada con el más irreprochable aplomo.<br />

—¿Un collar de diamantes? —dijo lentamente Boehmer—. ¿Un collar muy hermoso?<br />

—El que ofrecisteis a la reina de Francia —agregó Beausire—, y del cual Su Majestad<br />

Muy Fiel ha oído hablar.<br />

—Monsieur —dijo Boehmer—, ¿sois oficial del señor embajador?<br />

—Su secretario particular.<br />

El embajador se había sentado, siempre con su aire de gran monsieur, y miraba las<br />

pinturas de los paneles de una bonita habitación que daba al muelle.<br />

Un hermoso sol hacía brillar el Sena, y los primeros álamos mostraban sus primeros<br />

renuevos de un verde tierno por encima de las aguas, altas todavía y amarillas por el<br />

deshielo.<br />

Don Manoel pasó del examen de las pinturas al del paisaje.<br />

—Monsieur —dijo Beausire—, me parece que no habéis entendido una palabra de lo<br />

que os he dicho.<br />

—¿Cómo es eso, monsieur? —respondió Boehmer, un poco aturdido.<br />

—Es que veo que Su Excelencia se impacienta, monsieur joyero.<br />

—Perdón —dijo Boehmer, enrojeciendo—, yo no puedo enseñar el collar sin estar<br />

presente mi socio.<br />

—Pues haced venir a vuestro socio.<br />

Don Manoel se aproximó, y con un aire glacial que le prestaba cierta majestad, comenzó<br />

en portugués una alocución que hizo curvar varias veces, y respetuosamente, la cabeza<br />

de Beausire.<br />

Después se volvió de espaldas y siguió su contemplación del paisaje a través de los<br />

cristales.

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