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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Quizá.<br />

—Ahora quiere ser discreto después de haber sido imprudente —gruñó el portugués.<br />

—Tendréis que emplear otro tono —advirtió Beausire con acento de gallo de pelea.<br />

—Oídme —dijo fríamente el portugués—, y luego me diréis lo que queráis; yo debo<br />

hablar primero, ya que el tiempo apremia, pues debéis saber que el embajador llega<br />

como máximo dentro de ocho días.<br />

—Esto se complica —exclamó la asamblea—. El collar, seiscientas mil libras, un<br />

embajador... ¿Qué es esto?<br />

—Lo explicaré en dos palabras —dijo el portugués—. La firma Boehmer y Bossange ha<br />

ofrecido a la reina un collar de diamantes que vale seiscientas mil libras. La reina lo ha<br />

rehusado. Los joyeros no saben qué hacer y están muy alarmados porque ese collar no<br />

lo puede comprar más que una fortuna real. Yo he encontrado la persona real que<br />

comprará el collar y lo hará salir del cofre fuerte de Boehmer y Bossange.<br />

—¿Y es? —dijeron los asociados.<br />

—Mi graciosa soberana la reina de Portugal.<br />

—Ahora lo comprendemos menos —dijeron los asociados.<br />

«Yo no comprendo nada», pensó Beausire. Y dijo:<br />

—Explicaos más claramente, querido monsieur. Las disidencias particulares deben<br />

ceder ante el interés público. Vos sois el padre de la idea, lo reconozco, y renuncio a<br />

todo derecho de paternidad; pero, por Dios, hablad claro.<br />

—Lo haré —dijo Manoel, bebiéndose otra jarra de cebada— y veréis que la cosa no está<br />

embrollada.<br />

—Sabemos que hay un collar de seiscientas mil libras —dijo el banquero—. Este es un<br />

punto importante.<br />

—Y que el collar está en el cofre de Boehmer y Bossange; aquí el segundo punto —dijo<br />

Beausire.<br />

—Pero don Manoel ha dicho que Su Majestad la reina de Portugal compraría el collar.<br />

Esto es lo que nos desconcierta.<br />

—Nada más claro, sin embargo —dijo el portugués—. No hay más que prestar atención<br />

a mis palabras. La embajada está vacante, y el nuevo embajador monsieur de Souza no<br />

llegará hasta dentro de ocho días.<br />

—¿Y qué más? —quiso saber Beausire.<br />

—En ocho días, ¿quién impide que el embajador, deseoso de ver París, adelante su<br />

llegada y se instale en la capital?<br />

Los asistentes se miraron sin comprender nada.<br />

—Observad —dijo vivamente Beausire— que don Manoel quiere decirnos que puede<br />

llegar un embajador verdadero o falso.<br />

—Precisamente —agregó el portugués—. Si el embajador que está al llegar tuviera<br />

deseos de adquirir el collar para Su Majestad la reina de Portugal, ¿no estaría en su<br />

derecho?<br />

—Claro, claro —dijeron algunos.<br />

—Entonces tratará con la firma Boehmer y Bossange. Eso es todo.<br />

—Solamente que habrá que pagar una vez se haya formalizado el trato —observó el<br />

banquero del faraón.<br />

—Naturalmente —contestó el portugués.<br />

—Boehmer y Bossange no dejarán el collar en manos de un embajador, aunque sea un<br />

verdadero Souza, sin tener verdaderas garantías.<br />

—Ya he pensado en una garantía —anunció el futuro embajador.<br />

—¿Cuál?<br />

—¿No hemos dicho que la embajada está sin embajador?

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