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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Y bien, dentro de un cuarto de hora, en vuestra academia de la calle de Pot-de-Fer,<br />

querido monsieur Beausire, se va a discutir un pequeño proyecto, de donde obtendrán<br />

un beneficio de dos millones los doce asociados, de los cuales vos sois uno de ellos,<br />

monsieur Beausire.<br />

—Y que quizá vos sois otro, si...<br />

—Acabad.<br />

—Sois otro, si es que no sois un policía.<br />

—De verdad, os creía un hombre de talento, monsieur Beausire, pero veo con dolor que<br />

no sois más que un idiota; si fuera la policía, os hubiera ya detenido y vuelto a prender<br />

veinte mil veces por asuntos menos honorables que esta especulación de dos millones<br />

que se va a discutir en la academia dentro de algunos minutos.<br />

Beausire reflexionó un momento.<br />

—¡Diablos! Si vos estáis en lo cierto...<br />

Retrocediendo unos pasos, añadió:<br />

—¡Ah! Monsieur, vos me enviáis a la calle de Pot-de-Fer.<br />

—Yo os envío a la calle de Pot-de-Fer.<br />

—Ya sé por qué.<br />

—Decid.<br />

—Para hacerme atrapar allí. ¡Pero no estoy loco!<br />

—Entonces cometéis una tontería.<br />

—¡Monsieur!<br />

—Sin duda, si tengo el poder de hacer lo que decís, si tengo el poder más grande<br />

todavía de adivinar lo que se trama en vuestra academia, ¿por qué vengo a pediros<br />

permiso para entretener a madame? No. Lo que haría yo en este caso sería deteneros<br />

inmediatamente y así nos desembarazaríamos de vos, madame y yo; pero al contrario.<br />

¡Todo por la dulzura y la persuasión, monsieur Beausire, ésa es mi divisa!<br />

—Veamos —gritó de pronto Beausire, abandonando el brazo de Olive—, ¿sois vos el<br />

que estabais en el sofá de madame, hace dos horas? Responded.<br />

—¿Qué sofá? —preguntó el dominó azul, al cual Olive pellizcó ligeramente su dedo<br />

meñique—. Yo no conozco, hablando de sofás, más que el de monsieur Credillon hijo.<br />

—Bueno; todo esto me es igual —repuso Beausire—. Vuestras razones son buenas; he<br />

aquí todo lo que necesito. Más que buenas son excelentes, sería necesario decir. Tomad,<br />

pues, el brazo de madame, y si vos habéis conducido a su perdición a un hombre<br />

galante, enrojeced de vergüenza.<br />

El dominó azul rió ante este epíteto de hombre galante del cual se gratificaba tan<br />

liberalmente Beausire; después, le golpeó amistosamente en un hombro.<br />

—Dormid tranquilo —le dijo—. Enviándoos allí abajo, os hago el regalo de una parte<br />

de las cien mil libras al menos; porque si no vais a la academia esta noche, según<br />

costumbre de vuestros asociados, estaréis fuera del reparto, mientras que yendo allá...<br />

—Muy bien, os deseo lo mejor del mundo —murmuró Beausire.<br />

Y saludando con una pirueta, desapareció.<br />

El dominó azul tomó posesión del brazo de mademoiselle Olive, que quedaba libre tras<br />

la desaparición de Beausire.<br />

—Ahora, entre nosotros —dijo ella—, os he dejado intrigar a vuestro gusto al pobre<br />

Beausire, pero os prevengo que seré más difícil de desconcertar, puesto que os conozco.<br />

Así que como se trata de continuar, inventad lindas historias o si no...<br />

—Yo conozco historias muy lindas; pero no más bellas que la vuestra propia, querida<br />

mademoiselle Nicolasa —dijo el dominó azul, apretando el brazo torneado de la<br />

mujercita, que exhaló un grito ahogado ante el nombre que el enmascarado acababa de<br />

deslizar en su oído.

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