26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—No tengo hambre.<br />

—¿Rehusáis mi cena?<br />

—No os comprendo, monseñor.<br />

—Escuchad, querida condesa.<br />

—Escucho.<br />

—Si estuvierais menos enojada os diría que, hagáis lo que sea, no podéis impedir el ser<br />

encantadora, pero como a cada cumplido temo que me suspendáis, renuncio.<br />

—¿Teméis ser suspendido? Pido perdón a Vuestra Eminencia, pero sois ininteligible.<br />

—Sin embargo, todo es transparente.<br />

—Excusad mi torpeza, monseñor.<br />

—El otro día me recibisteis con cierta angustia. Sabíais que estabais alojada de una<br />

manera poco conveniente para una persona de vuestro rango, y eso me obligó a abreviar<br />

mi visita; además, estuvisteis un poco fría conmigo. Entonces pensé que, colocándoos<br />

en vuestro medio, sería como devolver el aire al pájaro que el físico ha colocado bajo la<br />

máquina neumática.<br />

—¿Entonces? —preguntó la condesa, con ansiedad, porque comenzaba a comprender.<br />

—Entonces, bella condesa, para que vos pudierais recibirme con franqueza y para que<br />

yo pueda visitaros sin comprometerme ni comprometeros a vos...<br />

El cardenal miraba fijamente a la condesa.<br />

—¿Entonces?<br />

—Pensé que no desdeñaríais aceptar esta humilde casa. Observad, condesa, que yo no<br />

digo nido.<br />

—¿Aceptar yo? ¿Vos me dais esta casa, monseñor? —preguntó la condesa, cuyo<br />

corazón le palpitaba de orgullo y de codicia.<br />

—Poca cosa, condesa, demasiado poco; pero si yo os hubiese dado más, vos no lo<br />

habríais aceptado.<br />

—Exacto, monseñor.<br />

—¿Qué decís, madame?<br />

—Digo que es imposible que yo acepte tal regalo.<br />

—¿Imposible? ¿Por qué?<br />

—Porque es imposible, simplemente.<br />

—No pronunciéis esa palabra delante de mí, condesa.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque no quiero creer en imposibles cerca de vos.<br />

—¡Monseñor!<br />

—Condesa, la casa os pertenece, las llaves están ahí, sobre una bandeja. Os trato como a<br />

un triunfador. ¿Veis todavía una humillación en esto?<br />

—No, pero...<br />

—Aceptad.<br />

—Monseñor, ya os lo he dicho.<br />

—¿Cómo, madame? Escribís a los ministros solicitando una pensión, aceptáis cien<br />

luises de dos damas desconocidas...<br />

—Sí, monseñor, pero es diferente. Quien recibe...<br />

—Quien recibe, obliga, condesa —dijo noblemente el príncipe—. Yo os he esperado en<br />

vuestro comedor; ni siquiera he visto el gabinete, ni los salones, ni las alcobas; sólo he<br />

supuesto que habría todo eso.<br />

—Monseñor, me obligáis a confesar que no hay un hombre más delicado que vos.<br />

Y la condesa, después de haberse dominado tanto tiempo, enrojeció de placer al pensar<br />

que podía decir «mi casa».

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!