26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Tengo la orden de llevar a madame a su casa.<br />

—Pues llevadme —dijo ella, con acento deliberado, sin haber conservado más de un<br />

minuto la inquietud que lo imprevisto de esta proposición hubiera causado en cualquier<br />

otra mujer. El lacayo hizo una seña, y en el acto una lujosa carroza abrió su portezuela a<br />

la dama. El lacayo le gritó al cochero:<br />

—¡Calle Delfín!<br />

Los caballos arrancaron al trote, y una vez llegaron al Pont Neuf, la damita, que<br />

disfrutaba con esta forma de desplazarse, como diría La Fontaine, sintió no vivir más<br />

lejos, en el Jardín des Plantes.<br />

El carruaje se detuvo, bajando en el acto el estribo. El lacayo, bien aleccionado, tendía<br />

la mano para recibir la llave que tenían para entrar en su casa los habitantes de treinta<br />

mil casas de París, los cuales no disponían de palacios ni de portera, ni de suizo.<br />

El lacayo abrió, pues, la puerta, para ahorrar que lo hicieran los dedos de la damita;<br />

después, en el momento en que la vio en el pasillo sombrío, saludó y cerró la puerta. La<br />

carroza desapareció.<br />

«Vaya, vaya —exclamó la joven—. ¡Qué agradable aventura! Es bien galante monsieur<br />

de Mesmer. ¡Oh, qué fatigada estoy! Sin duda él lo había previsto. Es un gran médico.»<br />

Seguidamente se detuvo en el segundo piso de la casa, en un descansillo al que daban<br />

dos puertas. A su llamada abrió una vieja.<br />

—Buenas noches, madre. ¿Está la cena?<br />

—Sí, y ya se ha enfriado.<br />

—¿Está «él» aquí?<br />

—Todavía no, pero monsieur sí ha llegado.<br />

—¿Qué monsieur?<br />

—Uno con el que tienes necesidad de hablar esta noche.<br />

—¿Yo?<br />

—Sí, tú.<br />

El breve diálogo tuvo lugar en una pequeña salita contigua a una estancia que daba a la<br />

calle.<br />

Desde la ventana de la salita se veía indistintamente la lámpara que alumbraba la<br />

estancia, cuyo aspecto era, si no satisfactorio, soportable. Viejas cortinas de una seda<br />

que el tiempo había desteñido, algunas sillas de terciopelo de Utrecht, ya raído, y un<br />

pequeño escritorio con algunos cajones, un viejo sofá amarillo...<br />

No reconoció a este hombre, pero nuestros lectores sí. Era el que agrupó a los curiosos<br />

al paso de la pretendida reina, el hombre de los cincuenta luises dados para el libelo.<br />

Había junto a la chimenea un reloj de péndulo, flanqueado por dos vasos de porcelana<br />

azul del Japón, visiblemente agrietados.<br />

La joven abrió bruscamente la puerta vidriera y se acercó al sofá, en el que vio<br />

tranquilamente sentado a un hombre de agradable rostro, algo obeso, que jugaba con su<br />

bella mano blanca con su rica chorrera de encaje. Ella no tuvo tiempo de comenzar la<br />

conversación. El singular personaje hizo una especie de saludo, mitad movimiento,<br />

mitad inclinación, y fijando sobre la dueña de la casa una mirada brillante y<br />

benevolente, dijo:<br />

—Sé muy bien lo que os estáis preguntando, pero yo os responderé mejor si os<br />

interrogo primero. ¿Vos sois mademoiselle Olive?<br />

—Sí, monsieur.<br />

—Encantadora mujer, muy nerviosa y muy adepta al sistema de Mesmer.<br />

—Llego ahora de su casa.<br />

—Muy bien. Y lo que no se explican vuestros bellos ojos es por qué me encuentro<br />

acomodado en vuestro bello sofá. ¿Me engaño si creo que deseáis saberlo?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!