26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Mi marido es el conde de la Motte, monseñor.<br />

—Perfectamente. ¿Gendarme del rey o de la reina?<br />

—Sí, monseñor.<br />

—¿Y vos, madame, decís que sois una Valois?<br />

—Valois, monseñor.<br />

—¡Gran nombre! —dijo el cardenal, cruzando las piernas—. Un nombre raro,<br />

extinguido.<br />

Juana adivinó la duda del cardenal.<br />

—Extinguido, no, monseñor, puesto que yo lo llevo y tengo un hermano barón de<br />

Valois.<br />

—¿Reconocido?<br />

—No es necesario que sea reconocido, monseñor; mi hermano puede ser rico o pobre,<br />

pero no por eso dejará de ser nacido barón de Valois.<br />

—Madame, explicadme a grandes rasgos esta genealogía, os lo ruego. Vos me<br />

interesáis; me gustan los blasones.<br />

Juana contó, simplemente, lo que el lector sabe ya.<br />

El cardenal escuchaba y la miraba. No se tomaba el trabajo de disimular sus<br />

impresiones. ¿Para qué? No creía ni en el mérito ni en la cualidad de Juana; la veía<br />

hermosa y pobre, y pensaba que era bastante.<br />

Juana, que se apercibía de todo, adivinó la triste impresión que producía al futuro<br />

protector.<br />

—Entonces —dijo el cardenal, con indiferencia—, habéis sido realmente desgraciada.<br />

—No me quejo, monseñor.<br />

—Creo que se me han exagerado mucho vuestras dificultades.<br />

Y miró a su alrededor.<br />

—Este alojamiento es cómodo, agradablemente amueblado.<br />

—Para una modistilla, sin duda —replicó duramente Juana, impaciente para ir a su<br />

tema.<br />

El cardenal hizo un movimiento.<br />

—¿Consideráis este mobiliario propio de una modistilla?<br />

—Yo no creo, monseñor, que pudierais llamarlo un mobiliario de princesa.<br />

—Y vos sois princesa —dijo él, con una de esas imperceptibles ironías que sólo los<br />

espíritus muy distinguidos o las gentes de noble raza tienen el secreto de mezclar en su<br />

charla, sin llegar a ser impertinentes.<br />

—Yo he nacido Valois, monsieur, como vos Rohan. Esto es todo lo que yo sé.<br />

Estas palabras fueron pronunciadas con la dignidad del desgraciado que se rebela; con<br />

la entereza de la mujer que se sabe desconocida; fueron tan severas y tan sencillas a la<br />

vez, que el príncipe no se sintió herido, pero el hombre se sintió emocionado.<br />

—Madame, olvidaba que mi primera palabra ha debido ser una excusa. Yo os escribí<br />

que vendría ayer, pero tuve un compromiso en Versalles debido a la recepción con que<br />

se honró al comendador de Suffren. Y tuve que aplazar el placer de visitaros.<br />

—Monseñor, me hacéis demasiado honor al haber pensado hoy en mí, y el conde de la<br />

Motte, mi marido, lamentará aún más vivamente el exilio en que le retiene la miseria,<br />

porque ese exilio le impide gozar de tan ilustre presencia.<br />

La palabra «marido» llamó la atención del cardenal.<br />

—¿Vivís sola, madame?<br />

—Absolutamente sola, monseñor.<br />

—Es valiente en una mujer tan joven y tan linda.<br />

—Es simple, monseñor, por parte de una mujer que se sentirá desplazada en una<br />

sociedad de la cual su pobreza la aleja.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!