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Año 13 | Número 75<br />

JUNIO, JULIO Y AGOSTO 2018<br />

CONSEJO EDITORIAL<br />

Adolfo de Vincenzi<br />

Jorge González<br />

Luz Henríquez<br />

Antonio Dalto<br />

DIRECCIÓN<br />

Jorge González<br />

EDICIÓN<br />

Melina Dorfman<br />

COORDINACIÓN<br />

Hugo Cayssials<br />

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN<br />

Conci|Melnizki edd<br />

FOTOGRAFÍA<br />

Silvana Sergio<br />

CORRECCIÓN<br />

Esteban Bertola<br />

COLABORAN EN ESTE NÚMERO<br />

Matías Baldo, Laura Berti, Federico Bianchini,<br />

Lucila Carzoglio, Juan Cibeira, Juan Pablo<br />

Cinelli, Antonela de Alva, Horacio de Dios,<br />

Ezequiel Fernández Moores, Marina García,<br />

Martín Garrido, María Fernanda Guillot, Silvia<br />

Hopenhayn, Silvia Itkin, Nadia Koval, Roger<br />

Koza, Christian Kupchik, Martina Leunda,<br />

Alejandra Peñalva, Felipe Pigna, Malena Rey,<br />

Gabriel Rolón, Fernanda Sández, Andrea<br />

Stefanoni, Maximiliano Tomas, Mónica Tracey,<br />

Nando Varela Pagliaro y Agustina Zabaljáuregui.<br />

PUBLICIDAD Y REDACCIÓN<br />

Tel.: 4943-8219/22<br />

Patagones 2463 | C1282ACA | CABA<br />

Correo: revistaquid@ilhsa.com<br />

Web: www.yenny-elateneo.com/revista<br />

REVISTA QUID<br />

Grupo Ilhsa S.A. es propietaria de Quid, publicación<br />

de Yenny y El Ateneo. Queda prohibida la reproducción<br />

del contenido de esta publicación, aun mencionando<br />

la fuente.<br />

Los editores no son responsables por las opiniones<br />

vertidas por los colaboradores, entrevistados, las notas<br />

firmadas y el contenido de los mensajes publicitarios.<br />

Registro Nacionl de la Propiedad Intelectual<br />

Nº 506670. ISSN 1669738-3<br />

Distribución en locales Yenny y El Ateneo de la Ciudad<br />

de Buenos Aires, GBA e interior del país.<br />

En 1936 el atleta estadounidense Jesse Owens participó de los Juegos Olímpicos<br />

de Berlín, concebidos como un gran órgano de propaganda nazi para mostrar al<br />

planeta entero la fastuosidad del Tercer Reich. Su presencia en semejante evento<br />

hizo de él una leyenda, y el haber obtenido cuatro medallas de oro lo convirtió en<br />

uno de los mejores deportistas de la historia. Owens fue un afroamericano que,<br />

luego de enfrentar la miseria de la Gran Depresión y la discriminación racial de<br />

su propio país, logró una hazaña deportiva sin precedentes en un contexto que<br />

pretendía demostrar la superioridad de la raza aria. Ganó las pruebas de 100 y<br />

200 metros, la de salto de longitud y la carrera de relevos de 4x100 metros.<br />

Durante mucho tiempo se dijo que a Hitler le caía tan mal la victoria de Owens<br />

que en una de las competencias se retiró antes del estadio para no tener que<br />

estrecharle la mano. Luego el propio héroe se encargaría de desmentir ese relato.<br />

Lo que sí se supo es que, a su regreso a Estados Unidos, el presidente Franklin<br />

D. Roosevelt nunca lo recibió en la Casa Blanca. Por entonces los deportistas<br />

olímpicos debían ser puramente amateurs y no podían cobrar por su desempeño.<br />

Ante la primera protesta por parte de Owens, el Comité Olímpico le prohibió<br />

continuar con su carrera y, debido a lo apremiante de su situación, se vio obligado<br />

a vender proezas para poder comer. Corrió contra caballos, perros, locomotoras,<br />

coches, motos y atletas de otras disciplinas; y terminaría dando charlas motivacionales<br />

con el patrocinio de diferentes empresas.<br />

Después de su muerte, en 1980, Berlín bautizó con su nombre una calle que bordea<br />

el estadio principal. En un escenario internacional donde prevalece la lucha<br />

por superar todo tipo de penurias (el hambre, las enfermedades, la segregación<br />

por género, raza o credo, etc.) ligadas a los abusos de poder, el recuerdo de los<br />

triunfos profesionales y personales de Owens sigue vivo en todo deportista que<br />

entiende los alcances sociales, económicos y políticos del juego y lo mucho que<br />

puede hacer para que vivamos en un mundo mejor.<br />

Disfruten de este nuevo número de Quid.<br />

Adolfo de Vincenzi<br />

Director General<br />

Grupo Ilhsa


Sumario<br />

75<br />

Temas de tapa<br />

Columnas<br />

Entrevistas<br />

08<br />

El juego sagrado. Cómo el deporte se convirtió<br />

en espectáculo de masas. Por Christian Kupchik.<br />

20<br />

El señalador. Del boxeo, o la épica narrativa del<br />

mano a mano. Por Maximiliano Tomas.<br />

16<br />

26<br />

34<br />

12<br />

22<br />

31<br />

El fútbol, un juego entre ficciones. El vínculo<br />

simbiótico entre la pelota y la palabra.<br />

Por Lucila Carzoglio.<br />

El tenis como una de las bellas artes. Los libros<br />

más emblemáticos que retratan esta disciplina.<br />

Por Silvia Itkin.<br />

El burbujeo de las palabras. La natación en<br />

la literatura. Por Lucila Carzoglio.<br />

25<br />

50<br />

51<br />

56<br />

Opinión. Sobre recuperar el espíritu agonal.<br />

Por Gabriel Rolón.<br />

TV/Series. Necessary Roughness y Friday Night Lights.<br />

Por Laura Berti.<br />

Música Alternativa. Boarding House Reach, de Jack<br />

White. Por Agustina Zabaljáuregui.<br />

Música Clásica. Claude Debussy. Por Nadia Koval.<br />

38<br />

Paul Auster<br />

Por Silvia Hopenhayn<br />

41<br />

Arturo Pérez-Reverte<br />

Por Fernanda Sández<br />

47<br />

María Dueñas<br />

Por Martina Leunda<br />

44<br />

De cara al futuro: la tecnología aplicada al fútbol<br />

profesional. Por Ezequiel Fernández Moores.<br />

67<br />

Libros recomendados para adultos.<br />

Por Mónica Tracey.<br />

53<br />

58<br />

64<br />

Unidos por la misma pasión. Historias de la<br />

conexión especial entre rockeros y deportistas.<br />

Por Juan Manuel Cibeira.<br />

Cine y deporte: movimiento y espíritu.<br />

Por Roger Koza.<br />

Con los tapones de punta: historia de la mujer<br />

en el deporte. Por Agustina Zabaljáuregui.<br />

69<br />

85<br />

93<br />

94<br />

Historia & Política. Lo último de Eric Hobsbawm<br />

y Didier Fassin. Por Felipe Pigna.<br />

Libros recomendados para niños y adolescentes.<br />

Por María Fernanda Guillot.<br />

Museos del Mundo. Museo de Historia de las Artes<br />

Marciales. Por Martín Garrido.<br />

Turismo Internacional. Okinawa. Donde nació<br />

Karate Kid. Por Horacio de Dios.<br />

Enrique Macaya Márquez<br />

Por Matías Baldo<br />

60<br />

70<br />

Juan Villoro<br />

Por Malena Rey<br />

74<br />

77<br />

Arturo Puig<br />

Por Alejandra Peñalva<br />

96<br />

Vida Gourmet. La edición definitiva y de lujo<br />

de El Libro de Doña Petrona. Por Mónica Tracey.<br />

98<br />

Cocina. Malbec, ¡cada día te quiero más!<br />

Por Marina García.<br />

Darío Sztajnszrajber<br />

Por Nando Varela Pagliaro<br />

Jorge Volpi<br />

Por Juan Pablo Cinelli<br />

Elvira Sastre<br />

Por Andrea Stefanoni<br />

Dan Wells<br />

Por Antonela de Alva<br />

DOSSIER<br />

Eduardo Galeano<br />

80<br />

86<br />

89<br />

Mendigo de buen fútbol<br />

El escritor uruguayo alcanzó reconocimiento internacional por su obra Las venas<br />

abiertas de América Latina. Además de ensayista sagaz, fue un gran contador de<br />

historias. Su pasión por el fútbol lo llevó a publicar varios libros sobre el tema. Iba<br />

por el mundo suplicando en los estadios “una linda jugadita, por amor de Dios”.<br />

Por Federico Bianchini<br />

Magalí Tajes<br />

Por Martina Leunda<br />

Marina Borensztein<br />

Por Fernanda Sández<br />

Walter Riso<br />

Por María Fernanda Guillot


MISCELÁNEAS<br />

Una fiesta para el pensamiento<br />

La cuarta edición de la exitosa Noche de la Filosofía se realizará<br />

el 30 de junio de 2018, a partir de las 19, en el CCK.<br />

Como ya es habitual, miles de personas se acercarán a escuchar<br />

algunas de las más de 60 exposiciones simultáneas (de<br />

media hora de duración y sobre un tema específico) a cargo<br />

de filósofos, ensayistas y pensadores argentinos, franceses y<br />

alemanes. También se podrá disfrutar de los talleres de filosofía<br />

para niños, además de la oferta gastronómica desplegada<br />

a lo largo y ancho del viejo edificio de Correos. Entre<br />

los nombres presentes este año estarán Tomás Abraham,<br />

Darío Sztajnszrajber, Maristella Svampa, Diana<br />

Maffía, François Jullien, Thierry Guillet, Françoise<br />

Gorog y Esteban Buch. Todas las actividades serán<br />

abiertas y gratuitas, y no se necesita inscripción previa. Las<br />

entradas se retiran en el lugar, el mismo día. CCK. Sarmiento<br />

151, CABA. + Info: www.cck.gob.ar<br />

Adiós a Philip Roth<br />

El gran escritor estadounidense<br />

murió el 22 de mayo en Nueva<br />

York. Gran parte de su extensa<br />

obra está centrada en los efectos<br />

culturales de la gran inmigración<br />

judía a Estados Unidos durante<br />

el siglo pasado. Escribió notables<br />

novelas como El mal de Portnoy<br />

(1969), Engaño (1990), La conjura<br />

contra América (2004), Elegía<br />

(2006), Indignación (2008) y La<br />

humillación (2009), entre otras.<br />

En 1998 ganó el premio Pulitzer<br />

por Pastoral americana, gran retrato de la debacle de una<br />

familia en apariencia perfecta. Se despidió de la literatura<br />

con Némesis (2010). Eterno candidato al Premio Nobel,<br />

jamás olvidaremos su declaración de hace seis años en Les<br />

Inrockuptibles (Francia): “I’m done”. Con esta frase anunció<br />

su retiro, y lo cumplió. Dejó un vacío tan enorme como<br />

su legado. Sus libros fueron publicados aquí por Penguin<br />

Random House.<br />

Astor Piazzolla, de Interés Cultural<br />

El libro Astor Piazzolla (Editorial El Ateneo) fue declarado<br />

de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos<br />

Aires y por el Honorable Concejo Deliberante de Mar<br />

del Plata, ciudad natal del artista. Esta excelente biografía,<br />

basada en la profunda investigación que llevó a cabo María<br />

Susana Azzi sobre la vida personal y, en especial, los hábitos<br />

de composición de Astor, cuenta con valiosos testimonios de<br />

familiares, amigos y colegas que dan cuenta de las múltiples<br />

facetas de este músico fascinante. Dijo el gran violonchelista<br />

Yo-Yo Ma: “La música de Piazzolla es infinitamente apasionada,<br />

llena de anhelo y, al mismo tiempo, tremendamente<br />

contemporánea”.<br />

Segunda temporada de Bibliómanos<br />

Tras el éxito de su primera temporada, vuelve Bibliómanos<br />

a la pantalla chica. Como siempre, cada entrega estará<br />

dedicada a un tema universal, y los conductores –los críticos<br />

Maximiliano Tomas y Eugenia Zicavo– presentan sus<br />

cinco libros preferidos, que son eliminados o salvados a<br />

pleno juego. Por más estrategia que planeen, el encargado de<br />

definir qué ejemplar resultará ganador es siempre un invitado<br />

sorpresa. Excelente programa que estimula la lectura de un<br />

modo lúdico, sin perder profundidad en el abordaje de obras<br />

fundamentales (o extrañas) de la literatura local e internacional.<br />

Todos los sábados a las 19, por la TV Pública.<br />

Más moderno que nunca<br />

A 62 años de su fundación, el Museo de Arte Moderno de<br />

Buenos Aires contará por primera vez con sede completa. Su<br />

remodelación y ampliación, iniciada en 2005 y después de<br />

superar varias etapas, llegará pronto a su fin. El 13 de julio reabrirá<br />

sus puertas al público con una muestra monumental que<br />

ocupará todo el edificio: Historia de dos mundos: Un diálogo<br />

entre la colección del MMK y la historia del arte experimental<br />

latinoamericano, 1944 –1989. Se podrán ver obras maestras de<br />

la colección de Frankfurt en diálogo profundo con las principales<br />

obras del arte latinoamericano a lo largo de cinco décadas,<br />

desde los años 40 a los 80, creadas por 117 artistas y colectivos<br />

de América Latina, Estados Unidos y Europa, entre los que se<br />

encuentran Alberto Greco, Ana Mendieta, Andy Warhol,<br />

Antonio Vigo, Arthur Bispo Do Rosário, Bruce<br />

Nauman, Cildo Meireles, Claes Oldenburg, Cy Twombly,<br />

David Lamelas, Francis Bacon, Gerhard Richter,<br />

Grete Stern, Gyula Kosice, Hélio Oiticica, Jasper<br />

Johns, Joseph Beuys, León Ferrari, Liliana Maresca,<br />

Liliana Porter, Lucio Fontana, Luis Felipe Noé,<br />

Lygia Clark, Marcel Broodthaers, Marcel Duchamp,<br />

Marta Minujín, Oscar Bony, Pablo Suárez, Piero<br />

Manzoni, Roy Lichtenstein, Víctor Grippo e Yves<br />

Klein, entre otros. La exposición proporciona ejemplos históricos<br />

de un diálogo continuo y trascendente entre ambos continentes,<br />

bajo la premisa de que gran parte de la propia identidad<br />

se funda en el modo en que nos posicionamos, dialogamos y<br />

reflexionamos sobre el otro. Museo de Arte Moderno de Buenos<br />

Aires. Av. San Juan 350. + Info: www.museomoderno.org<br />

Cine para ver en casa<br />

La distribuidora SBP anunció importantes lanzamientos en<br />

DVD y Blu-ray. Para los que amaron las películas nominadas<br />

(¡o ganadoras!) de los últimos Oscar, llegan en junio La forma<br />

del agua, de Guillermo Del Toro; The Post, de Steven<br />

Spielberg; Barreras, de Denzel Washington; y Lady<br />

Bird, de Greta Gerwig. Y en julio: Yo, Tonya, de Craig<br />

Gillespie, y Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio.<br />

Habrá que esperar hasta agosto para poder coleccionar Yo soy<br />

Simón, de Greg Berlanti e Isla de Perros, de Wes Anderson,<br />

entre muchísimos títulos más.


Nota<br />

de tapa<br />

EL<br />

JUEGO<br />

SAGRADO<br />

POR Christian Kupchik<br />

En W o el recuerdo de la infancia, el escritor francés Georges<br />

Perec atrapa a los lectores a partir de la primera línea mediante<br />

dos artilugios independientes. El primero, justamente,<br />

se liga al comienzo de la historia que, contradiciendo al título,<br />

afirma: “Yo no tengo recuerdos de infancia”. El segundo tiene<br />

que ver con la construcción, ya que en esta obra se alternan<br />

dos relatos paralelos y, a la vez, íntimamente relacionados. Por<br />

un lado, las fantasías de un niño a través de la historia de una<br />

isla imaginaria cercana a la Tierra del Fuego, a la que llama<br />

W –texto escrito por Perec a los doce años–, donde evoca una<br />

ciudad gobernada por un ideal olímpico; y, por otro, los recuerdos<br />

fragmentarios de una infancia vivida durante la guerra. El<br />

autor manipula de forma magistral un material autobiográfico<br />

y, sin abdicar de su estilo ameno y travieso, muestra la profunda<br />

huella de la Segunda Guerra Mundial y su posguerra, claves<br />

para un niño de familia judía emigrante en Francia. Las trágicas<br />

consecuencias que dejó como marcas el conflicto bélico,<br />

se ven contrastadas con esa ilusión efervescente que implica el<br />

juego, la competencia, que influye de igual manera tanto en los<br />

protagonistas como en los espectadores. En ese espacio, todos<br />

volvemos a ser niños.<br />

Perec invoca así la naturaleza lúdica del ser humano, ya tomada<br />

muy en cuenta por los griegos bajo los conceptos de agón<br />

(impulso de competir) y areté (apetencia de sobresalir). Un hacer<br />

colectivo con tintes dramáticos, toda vez que pone en juego<br />

el hecho de que a través de la historia el deporte nunca dejó de<br />

ilustrar y reforzar el orden social y moral de los pueblos. En el<br />

texto clásico Historia cultural del deporte (1986), el historiador<br />

Richard D. Mandell sostiene que: “Muchas veces contemplo<br />

con suspicacia las competiciones y pruebas deportivas<br />

montadas para un público de no practicantes y considero que<br />

el deporte de participación ofrece un atractivo muy especial,<br />

comparable a la sensación indescriptible e intransmisible que<br />

procura la práctica del baile y la interpretación musical entre<br />

amigos y miembros de la propia comunidad. (…) Sin olvidar<br />

que el deporte constituye el mejor sucedáneo de la innovación<br />

dramática de nuestra época.”<br />

Además, Mandell sostiene que, de acuerdo a las informaciones<br />

recogidas a lo largo de años de investigación por antropólogos,<br />

historiadores y sociólogos, se puede afirmar que<br />

determinados aspectos de la vida del hombre en la sociedad<br />

no dejan de ser reflejos de nuestros juegos y competiciones<br />

vinculadas estrechamente con las áreas dominadas por lo<br />

mágico y lo sagrado. Basta con recordar el “juego de pelota”<br />

practicado por los antiguos mayas, que mucho tenía de ritual<br />

sagrado. El desarrollo y el resultado de los partidos de pelota<br />

eran interpretados oracularmente. Los vencedores eran<br />

tratados con grandes muestras de consideración –los dioses<br />

estaban de su lado–; los perdedores eran castigados y, a veces,<br />

sacrificados a las divinidades que les eran adversas. Numerosos<br />

informes etnológicos interpretan el comportamiento de<br />

los jugadores, artistas y espectadores durante el desarrollo de<br />

los juegos como un trance alienante inducido por el ritmo, las<br />

variables de tensión producidas por los propios movimientos<br />

de los protagonistas, el control de la respiración, e incluso<br />

drogas o hipnotismo.<br />

El modelo de deporte que comienza a configurarse con los<br />

Juegos Olímpicos de 1896 en Atenas, y que se conoce como<br />

“deporte moderno” es “una actividad de élite, disciplinada,<br />

democrática y espectacular que responde a las necesidades<br />

espirituales y míticas de una sociedad en rápidas vías<br />

de industrialización” (Mandell, p. 211); este mismo autor<br />

considera que el deporte moderno arranca de dos tradiciones<br />

diferentes: una ligada a la teoría de la educación, que<br />

se afianzará en la Alemania de la Ilustración y que marcará<br />

la evolución del deporte en Europa central y oriental, y la<br />

otra tiene sus orígenes en las nuevas condiciones culturales y<br />

materiales que definieron el desarrollo de la producción industrial<br />

en Inglaterra y Estados Unidos. La primera tiene un<br />

carácter ideológico-político y la segunda más instrumental, se<br />

trata de empresarios que buscan el beneficio y la aprobación<br />

de las clases acomodadas. En opinión de Mandell, aunque<br />

hayan partido de diferentes planteamientos, la tendencia es<br />

que, en su proceso de evolución, las tradiciones sean cada<br />

vez más convergentes. La tenacidad y la visión del barón<br />

Pierre de Coubertin (1863-1937), fueron decisivas para la<br />

“exportación” del modelo anglosajón. Admirador del deporte<br />

de las clases dirigentes inglesa y americana, propugnaba que<br />

a través del deporte competitivo se consiguiera mejorar las<br />

cualidades corporales y el carácter del hombre como contribución<br />

de este a la paz mundial. Entendía que el éxito de la<br />

educación anglosajona se debía a su equilibrio: la voluntad<br />

de educar cuerpo y mente por igual. Los estudiantes de estas<br />

escuelas, ubicadas en espacios naturales, participaban de forma<br />

activa en el diseño de las actividades a desarrollar, hecho<br />

que les implicaba de forma considerable. Los principios del<br />

“amateurismo” serán uno de los ejes principales en torno a<br />

los que articular esta concepción, indisociable de los principios<br />

del fair play y por extensión de la idea de desvincular la<br />

práctica deportiva y el profesionalismo. El propósito de este<br />

planteamiento es evitar que el deporte adquiera en alguna<br />

de sus manifestaciones un carácter lucrativo (en las primeras<br />

Olimpíadas celebradas en Atenas, no existían medallas de<br />

oro, solo de plata y bronce. La medalla de oro para los primeros<br />

lugares aparece en las Olimpíadas de 1904), que pudiera<br />

contribuir a la mercantilización del deporte.<br />

En definitiva, la perpetuidad del deporte aficionado y la independencia<br />

de este respecto de ámbitos como la economía o la<br />

política, constituían los dos ejes fundamentales en torno a los<br />

9


cuales el barón Pierre de Coubertin concibió la reedición de<br />

las modernas Olimpíadas griegas, bajo la propuesta de “restablecer<br />

la gran noble institución de los Juegos Olímpicos,<br />

adaptándolos a las condiciones de la vida moderna” (ibíd., p.<br />

214). El espíritu olímpico moderno se sustentaría, al menos<br />

en teoría, en un “desinteresado amateurismo” que mantuviese<br />

intacta la esencia de la competición deportiva.<br />

Poco a poco, como sugiere Guy Debord, todo hecho social<br />

habrá de espectacularizarse, y en este proceso el deporte es<br />

uno de los primeros en asimilar las formas de un rito ecuménico<br />

que nos confunde a todos.<br />

El propio Coubertin amaba los rituales y los símbolos, y<br />

creía en su poder de convocatoria. Por ello, a su entender,<br />

a la variante anglosajona le faltaba un elemento decisivo:<br />

la dimensión festiva. Desde la propuesta de sendas ceremonias<br />

de inauguración y clausura, hasta las banderas que<br />

subrayan la idea de cosmopolitismo, de armonía internacional<br />

al tiempo que dan un toque colorista al evento, pasando<br />

por el “desfile de naciones” (por vez primera en Estocolmo,<br />

1912), el primer “juramento olímpico” y la bandera de los<br />

cinco anillos entrelazados, diseñada por el propio Coubertin,<br />

ondeando en Amberes en 1920, constituyen algunas de<br />

las primeras iniciativas para construir el “mayor espectáculo<br />

deportivo de todos los tiempos”, en el que los vencedores<br />

recibirán honores reservados a los héroes de la antigüedad.<br />

En lo referente al ritmo creativo de las tradiciones o a la<br />

“construcción del espectáculo”, la edición de Los Ángeles<br />

de 1932 supone un hito en la historia de las Olimpíadas<br />

modernas, que no han cesado de sofisticarse. La progresiva<br />

superación de la recesión impuesta por el crack financiero<br />

de 1929 tenía que hacerse notar.<br />

En el afán de mostrar la definitiva revitalización de la<br />

economía y el optimismo reinante, en Los Ángeles estarán<br />

presentes numerosas bandas de música en las ceremonias<br />

de inauguración, salvas de artillería, desfiles detrás de las<br />

banderas nacionales de los países participantes, la suelta de<br />

miles de palomas blancas y la introducción, de fuerte carga<br />

evocadora pero sin antecedentes históricos, de la “llama<br />

olímpica” que debe arder permanentemente en el estadio<br />

durante el tiempo de duración de las Olimpíadas. Así entre<br />

desfiles, juramentos, discursos y otras amenidades el deporte<br />

moderno comienza su universalización.<br />

Impregnados de este espíritu festivo y espectacular, los Juegos<br />

Olímpicos de 1932 supondrán el inicio de una nueva era<br />

para el entrenamiento atlético cuyos rasgos definitorios serán:<br />

disciplina más estricta, preparación más especializada y científica<br />

orientada sistemáticamente al logro de nuevas marcas.<br />

Los instrumentos de medición se perfeccionan hasta alcanzar<br />

un considerable grado de precisión, las instalaciones mejoran<br />

mucho con el aumento de la participación. En este sentido<br />

explica Mandell (1984): “Los récords deportivos estaban sometidos,<br />

como cualquier otro avance, a las leyes del progreso<br />

(una palabra clave de la época) e ineludiblemente expuestos<br />

a ser arrebatados por nuevos campeones. La opinión pública<br />

internacional acogía y honraba las marcas deportivas como<br />

símbolos vivientes, aunque abstractos, consagratorios del<br />

principio de superación de la sociedad industrial, atribuyendo<br />

a su condición efímera el valor de una prueba irrefutable de<br />

la marcha inexorable del progreso”.<br />

Con la masividad que impulsan los medios de comunicación<br />

y el desarrollo de las nuevas tecnologías, el espectáculo pasa<br />

a ser una de las mayores industrias a gran escala. La FIFA se<br />

convierte en la primera multinacional, superando por mucho<br />

a consorcios económicos asentados, en algunos casos, desde<br />

centurias atrás.<br />

En el Mundial de Estados Unidos, en 1994, coincidieron dos<br />

hechos trágicos. El primero tuvo que ver con el asesinato en<br />

Medellín del futbolista Andrés Escobar, exactamente diez<br />

días después de haber convertido un gol en contra ante la<br />

selección local que significó la eliminación de Colombia. En<br />

principio se sospechó que habría causado grandes pérdidas<br />

en las apuestas clandestinas entre varios poderosos líderes<br />

del narcotráfico; aunque no faltaron voces que incluyeron<br />

a amigos personales, compañeros de equipo, y el propio ex<br />

entrenador, Francisco Maturana, que señalaron que su<br />

muerte estuvo ligada con el clima de alta tensión dentro de<br />

Colombia por aquel entonces, lo cual no resultaba menos<br />

perturbador.<br />

El otro hecho está ligado a la suspensión por doping en aquel<br />

mismo campeonato de Diego Armando Maradona. La<br />

noticia despertó desconcierto y desasosiego en muchas partes<br />

del mundo, pero se expresó de manera bastante radical<br />

en Bangladesh, donde una manifestación a favor del astro<br />

argentino terminó siendo brutalmente reprimida dejando un<br />

tendal de víctimas.<br />

Todo lo cual no impidió que el negocio de los Mundiales<br />

siguiera creciendo, desnudando en 2015 uno de los mayores<br />

operativos anticorrupción conocidos: el llamado “FIFAgate”.<br />

Se trató de un escándalo deportivo y corporativo a la vez,<br />

además de un caso judicial sin precedentes.<br />

El deporte moderno comparte con el trabajo industrial y la<br />

sociedad urbana características comunes: competitividad,<br />

racionalidad, disciplina, autoridad, burocracia, y también no<br />

pocas de sus debilidades. Las exigencias psicológicas para<br />

vivir en este modelo social presentan una considerable afinidad<br />

con la ideología deportiva. En este sentido el récord ha<br />

trascendido el ámbito específico del deporte, para convertirse<br />

en un símbolo definitivo de modernidad<br />

10


Tema de tapa<br />

uno<br />

EL FÚTBOL,<br />

UN JUEGO ENTRE<br />

FICCIONES<br />

La pelota y la palabra parecen tener un vínculo simbiótico. Más de un jugador ha demostrado en la<br />

cancha, y fuera de ella, habilidades literarias con pases pulidos como textos y con frases que quedarán<br />

por siempre en la lengua popular. Y más de un escritor se ha calzado los botines y ha demostrado<br />

su pasión más extrema por este deporte en general o por un equipo en particular, hasta el punto de<br />

plasmarla en un cuento o novela. Aquí, un recorrido por los trabajos de SONIA BUDASSI, MARTÍN<br />

CAPARRÓS, ANDRÉS BURGO, JUAN VILLORO, EDUARDO SACHERI, JUAN SASTURAIN, ROBERTO<br />

SANTORO, OSVALDO SORIANO, ROBERTO FONTANARROSA y CLAUDIA PIÑEIRO, entre otros<br />

POR Lucila Carzoglio<br />

El fútbol es relato en la Argentina casi desde siempre. Y no<br />

solo porque los domingos tienen una banda sonora de partidos<br />

escuchados por radio y goles vistos en la tele. Desde que nacemos,<br />

a la mayoría nos toca una historia de la que nos tenemos<br />

que hacer cargo. “Lo que se hereda, no se roba” reza el dicho,<br />

y es verdad. Ya sea por vía sanguínea o por afinidad emotiva, se<br />

nos transmite un club, sus colores, leyendas y liturgias. Incluso<br />

los que deciden rechazar su suerte y cambiar de destino,<br />

tienen su motivo y cuento. La identidad de cada equipo, su<br />

pasado y presente, se nos hace carne y palabra. Es mito de<br />

origen, pero también fábula de todos los días.<br />

Académicos, xeneizes, millonarios, cuervos, pincharratas<br />

o canallas, cada mote esconde su sabiduría y sus estereotipos.<br />

En el fútbol circulan los discursos sin vueltas, con sus<br />

lógicas binarias (se tiene garra o se es un “pecho frío”), pero<br />

también conviven la poesía y el vuelo literario. En los cantos<br />

de cancha, en el grafiti o el insulto, la creatividad se pone al<br />

servicio de la expresión. La pasión se convierte en literatura y<br />

la respuesta de entrevista, en proverbio.<br />

“Toco y me voy”, “Paso a paso”, “En la altura la pelota no<br />

dobla”, “Pedí un cuatro y me trajeron un pomelo”, “Me cortaron<br />

las piernas”, “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no<br />

se mancha”, “Fue la mano de Dios”, son algunas de las frases<br />

deportivas que devinieron metáfora y recurso diario. Creer o<br />

reventar, nuestro mejor jugador ha sido el más habilidoso en<br />

el campo del lenguaje. De hecho, cualquier futbolista hoy es<br />

poeta en potencia, así como algún que otro escritor se pone la<br />

camiseta de deportista. Y es que, como dijo el director de la<br />

revista El Gráfico, Dante Panzeri, “el fútbol es dinámica de<br />

lo impensado”.<br />

Lo cierto es que el balón y la palabra corren juntos desde<br />

hace rato y, de tanto en tanto, meten un gol de media<br />

cancha. El pase y la crónica han dado jugadas memorables.<br />

Sonia Budassi, y su libro Apache: en busca de Carlos Tévez<br />

(Tamarisco, 2010), en el que aparece la mirada de una mujer<br />

hincha que se inmiscuye en ese mundo tradicionalmente<br />

masculino, es uno de los ejemplos de la buena dupla. En las<br />

ligas nacionales también se pueden mencionar Boquita, de<br />

Martín Caparrós (Planeta, 2005) y El partido, de Andrés<br />

Burgo (Tusquets, 2016), un texto que convierte el encuentro<br />

Argentina vs. Inglaterra de 1986 en una narración sobre la<br />

memoria y los recuerdos.<br />

Entre los cracks internacionales del género, son figurita Juan<br />

Villoro con Dios es redondo (Planeta, 2006) y Ryszard<br />

Kapuscinski con La guerra del fútbol (Anagrama, 2002),<br />

un clásico en el que se cuenta el enfrentamiento bélico entre<br />

Honduras y El Salvador a partir de una serie de eliminatorias.<br />

La estrategia del escritor polaco no es casual. El juego siempre<br />

apela a la estructura de la épica: dos bandos se oponen y<br />

luchan, aparecen la dignidad, el cansancio, los gritos, la contienda.<br />

A algunos los espera la gloria, a otros la derrota, pero<br />

a todos los envuelven emociones grandilocuentes. El héroe<br />

de este lío se impone ante las crueldades del destino y, con su<br />

gambeta, representa el sufrimiento o el alivio de su gente.<br />

Ante esta perspectiva, es difícil que la novela, hecha para<br />

las grandes multitudes, no se inmiscuya en el partido. Sentimientos<br />

hechos cuerpo y demarcación, es el caso de Dame<br />

pelota, de Dalia Rosetti (Mansalva, 2009) que juega con<br />

el mundo del fútbol femenino. Sangre, transpiración y más<br />

de una lágrima hablan, mediante el humor y el disparate, de<br />

amores que nunca llegan a ser titulares, pero que tampoco se<br />

van al pasto. Ricardo Strafacce, por su parte, en Crímenes<br />

12<br />

13


perfectos (Mansalva, 2011), reconstruye, en línea con el delirio<br />

y el grotesco, la tilinguería del universo futbolero. Botineras,<br />

jugadores mediocres con un pie en el avión, representantes de<br />

poco alcance, periodistas mentirosos, son algunos de los protagonistas<br />

de las cenas en Puerto Madero, orgías y crímenes<br />

impunes que se suceden.<br />

De visitante en el mismo fixture juega el clásico Fiebre en las<br />

gradas (Ediciones B, 1996), del autor inglés Nick Hornby.<br />

Escrita como novela autobiográfica, el registro vital se da<br />

a través de la mirada del fanático, que no puede dejar de<br />

profesar su obsesión mientras vive, toma la comunión o se divorcia.<br />

La separación de sus padres, entonces, se definirá por<br />

un domingo embarrado, su primera novia por un miércoles<br />

en el viejo estadio del club, y la boda de su hermana por una<br />

tele escondida en un rincón del restaurante donde hacen el<br />

festejo. Lealtad y pasión cabecean para neutralizar el vacío.<br />

En las canchas argentinas, muchos autores llegaron a primera<br />

división. Eduardo Sacheri, con su juego sentimental<br />

y de barrio, tal vez sea el más reconocido en<br />

la actualidad, pero si sumamos de seguro hay<br />

equipo. Cada uno con su estilo utiliza el<br />

fútbol como excusa para desplegar preguntas<br />

que trascienden la charla técnica.<br />

Y sí, ya lo dijo Albert Camus:<br />

“En una cancha de fútbol se juegan<br />

todos los dramas humanos”.<br />

En sintonía, el famoso DT de los<br />

relatos de Osvaldo Soriano le habla<br />

a su plantel con la ayuda de un librito<br />

del filósofo Arthur Schopenhauer.<br />

“El trayecto hacia el gol es, en definitiva,<br />

una manera de conocimiento, de mirarnos y<br />

mirar a los demás”, comenta Míster Peregrino<br />

Fernández a su plantel.<br />

Como género literario, el cuento es el que mejor ha comprendido<br />

las vicisitudes del fútbol, así como sus antologías<br />

recuperan el espíritu del picadito. Ya sea por la lectura de<br />

duración acotada, por una estructura cerrada (con principio,<br />

desarrollo, clímax y fin) o por la variedad de puntos de<br />

vista que permite la conjunción de relatos, las formas breves<br />

proliferan con destreza en el universo del balompié. Voces de<br />

dirigentes, punteros, capitanes, pataduras, árbitros, comentaristas<br />

o hinchas se multiplican en colecciones y seleccionados<br />

sin importar sexo o edad. Sobre el lugar social y la psicología<br />

de cada puesto escribió Juan Sasturain en El día del<br />

arquero (Ediciones de la Flor, 1986).<br />

“El arte de narrar es el arte de la percepción errada y de la<br />

distorsión. El relato avanza siguiendo un plan férreo e incomprensible<br />

y recién al final surge en el horizonte la visión de<br />

una realidad desconocida: el final hace ver un sentido secreto<br />

que estaba cifrado y como ausente en la sucesión clara de los<br />

hechos”, escribe Ricardo Piglia en “Nuevas tesis sobre el<br />

cuento”, casi como si hablase del último partido entre Boca<br />

y River. Como retazos de una experiencia inasible que se<br />

repite en la mesa del bar hasta el hartazgo, el fútbol revela su<br />

naturaleza ficcional.<br />

Roberto Santoro, en 1971, supo captar esta esencia formal<br />

con Literatura de la pelota (Editorial Papeles de Buenos<br />

Aires, 1971; Ediciones Lea, 2007), un compilado de diferentes<br />

textos literarios (canciones, poemas, artículos y ensayos)<br />

que dialogan, discuten y acuerdan sobre este deporte emblema.<br />

El resultado es una historia colectiva y popular, pero<br />

también una identidad hecha a base de ficciones.<br />

Ariel Magnus y Alejandro Dolina son otros de los<br />

cuentistas de temática futbolera. Sin embargo, en esta tabla,<br />

es Arqueros, ilusionistas y goleadores (Seix Barral, 1998), de<br />

Osvaldo Soriano, el que está puntero. Con mirada nostálgica<br />

y humorística, el autor reinventa su adolescencia de jugador<br />

mientras diseña penales míticos, reglas llenas de folklore y jugadas<br />

tragicómicas. Aparece el Mundial olvidado de 1942, que<br />

ganaron los mapuches, o la vida de Obdulio Varela, un centrojás<br />

que se mueve como un artista en el escenario. Los torneos<br />

alucinantes en paisajes sureños o la aparición de Perón como<br />

árbitro invocan la fantasía para capturar la tensión de quienes<br />

se la juegan en la vida.<br />

Suspensión de la realidad e inmersión en otra lógica, con<br />

normas y sentimientos propios, los mundos del cuento y del<br />

fútbol se parecen. Roberto Fontanarrosa, con sus textos<br />

reunidos en Puro fútbol (De la Flor, 2000), traduce la pasión<br />

desbordada y la sabiduría de la calle mediante el habla cotidiana.<br />

Viejos que aceptan morir con tal de ver la final de su<br />

equipo, ídolos que se muestran defectuosos para ser amados<br />

por la tribuna, hinchas que solo son valorados si saben las<br />

formaciones de memoria, son algunos de los personajes que<br />

hablan como cualquier hijo de vecino.<br />

El mundo futbolístico no solo traspasa los límites de la fecha y<br />

el estadio, más bien vive y se retroalimenta de sus inmediaciones.<br />

En este punto, una antología como Las dueñas de la pelota<br />

(Editorial El Ateneo, 2014), editada por Claudia Piñeiro y<br />

escrita íntegramente por mujeres, aborda maternidades, abusos,<br />

cambios de género e iniciaciones, haciendo un uso tangencial<br />

del deporte. Las nuevas perspectivas arman la jugada de gol<br />

con “La guacha redonda”, un cuento de Gabriela Cabezón<br />

Cámara sobre Selena, “la Maradona del Ceamse”.<br />

En este sentido los amigos, los lazos de familia, el barrio, el<br />

bar y la radio resultan parte del equipo mundialista. Cuerpos<br />

y espacios discursificados se repiten hasta perder su realidad<br />

y ser solo una ilusión. En la clásica antología Cuentos<br />

de fútbol argentino (Aguilar, 1997), Jorge Luis Borges y<br />

Adolfo Bioy Casares, en “Esse est percipi” transforman<br />

los partidos en mera telenovela, con actores y un guion preestablecido;<br />

al mismo tiempo que Inés Fernández Moreno<br />

en “Milagro en Parque Chas” convierte una derrota en una<br />

fantástica goleada, cuando se corta la luz y el protagonista,<br />

con su walkman, se vuelve el único relator de la cuadra.<br />

Mentira la verdad, parece ser que en el fútbol la identidad<br />

siempre entrena, aunque a veces solo importe tener un final<br />

feliz para nuestra historia<br />

14


Entrevista<br />

uno<br />

Paul Auster<br />

Memoria, amor<br />

y literatura<br />

Con su gran novela bajo el brazo, 4321, de casi mil páginas, el escritor estadounidense<br />

llegó a Buenos Aires para conversar a gusto sobre la vida y los libros<br />

POR Silvia Hopenhayn<br />

Afectuoso, tímido, Paul Auster (Newark, 1947) se deja<br />

llevar por la conversación. Es el entrevistado perfecto, sin<br />

fórmulas, ni respuestas preconcebidas, dispuesto al azar de<br />

las palabras. Así como escribe sin plan, creyendo que la prosa<br />

es un paisaje a descubrir, también charla librado a la ocurrencia.<br />

Se ríe, se interroga, titubea, exclama… aprovecha<br />

todas las instancias para dejar salir la palabra. Inmerso en su<br />

abrigo, revolea los brazos largos o se inclina levemente cuando<br />

se recuerda a sí mismo de joven o de pequeño. Su obra<br />

es vasta, escribió poemas, ensayos, novelas como Ciudad de<br />

cristal, El palacio de la luna, Leviatán, Mr. Vértigo, Sunset<br />

Park, cambiando las coordenadas de la ficción urbana; pero<br />

también tiene libros personales de gran carácter y estilo,<br />

como La invención de la soledad, luego de la muerte de su<br />

padre; sobre su llegada a los 60 años, Diario de invierno, o<br />

su zambullida en la infancia, Informe del interior. De este<br />

último casi viene a renacer como escritor después de revisitar<br />

su niñez. Inmensa saga de casi mil páginas, en su última<br />

novela, 4321, Paul Auster cuenta largamente la infancia de<br />

su protagonista, Ferguson, y sus cuatro vidas probables. El<br />

comienzo es antológico y muy argentino: la llegada del abuelo<br />

de Ferguson a los Estados Unidos, con cien rublos cosidos<br />

en el forro del saco, salido de Minsk, su ciudad natal, y<br />

entrando en el puerto de Nueva York el primer día del siglo<br />

XX, rebautizado como Ferguson por el oído deformante del<br />

agente de inmigración.<br />

–Usted escribió de niño, leyó mucho de adolescente y<br />

comenzó publicando poesía y ensayos, ¿eso significa<br />

que la ficción llegó más tarde? Es bastante complicado, tan<br />

complicado que no suelo hablar de ello. A decir verdad, desde<br />

los 18 a los 22 años escribí mucha ficción, más de mil páginas,<br />

pero nunca estaba satisfecho con el resultado. Nunca lo<br />

mostraba, eran anotaciones, intentaba escribir novelas, estaba<br />

con dos novelas y media, y me sentía incapaz de escribirlas, era<br />

demasiado joven e inexperto, y a pesar de ello, había algo bueno<br />

ahí, un buen trabajo. Con el tiempo me estoy dando cuenta<br />

de que mucho de lo que aparece en El palacio de la luna o en<br />

Ciudad de cristal ya estaba formulado en aquel tiempo. Pero<br />

de joven me sentía muy frustrado por mi inhabilidad, evidentemente<br />

porque mi ambición era mayor que mi habilidad como<br />

escritor, hasta que me dije: basta de ficción. Y me pasé los<br />

siguientes siete u ocho años escribiendo y traduciendo poesía,<br />

o ensayos. Cuando finalmente me sentí capaz de acceder a<br />

la prosa ya estaba llegando a los 30 años, pero antes tuve que<br />

escribir La invención de la soledad. Recién entonces pensé que<br />

podía probar con la ficción otra vez.<br />

17


–La invención de la soledad es un punto de partida<br />

importante, un libro del que se nace… La invención de<br />

la soledad es el gran comienzo de mi nueva vida. Es como si<br />

hubiera reinventado aquellas novelas. En Ciudad de cristal,<br />

por ejemplo, el que camina por las calles es un personaje que<br />

creé cuando tenía veinte años, incluso la conversación sobre<br />

Humpty Dumpty, en relación al nombre Henry Dark, viene<br />

de mis primeras novelas que no se terminaron de escribir.<br />

–O sea que la imaginación ya estaba desde un principio<br />

funcionando, lo que tardó en llegar fue la escritura.<br />

Claro, simplemente no sabía cómo hacerlo. También me ocurrió<br />

con El palacio de la luna. El profesor barbudo y gordo,<br />

por ejemplo, ya lo había inventado antes. Por eso digo, no<br />

es fácil determinar los órdenes, cuándo empieza la ficción, o<br />

mejor dicho dónde…<br />

–Sin embargo, su obra puramente de ficción comienza<br />

a aparecer después de La invención de la soledad, que<br />

coincide también con la muerte de su padre. Sí, además<br />

porque venía escribiendo poesía y de golpe me topé con una<br />

pared infranqueable. Tras la muerte de mi padre, es como<br />

si hubiera necesitado un espacio en blanco. Allí escribí La<br />

invención de la soledad, para empezar luego a pensar mi obra<br />

de ficción en otra parte. Esa es la verdadera historia de mi<br />

llegada a la ficción. O sea, había empezado antes, pero no la<br />

pude plasmar, y luego de la muerte de mi padre y del final de<br />

la poesía para mí, seguramente me sentí preparado, desde el<br />

punto de vista de la experiencia y de la escritura, para comenzar<br />

a escribir novelas.<br />

–Cuando llegó a la prosa, ¿sintió que la literatura era<br />

una forma de vida, o la posibilidad de otra vida? ¿Acaso<br />

hay alguna diferencia?<br />

–¡Es cierto!... Me pregunto si la muerte y el azar<br />

pueden ser musas, y qué clase de musas serían para<br />

usted. Ya no hablo tanto de azar, a pesar de que es una<br />

palabra que se usó mucho para referir mi literatura. En estos<br />

tiempos prefiero decir una palabra más grande y precisa al<br />

mismo tiempo: lo inesperado. Me parece que todo el mundo<br />

entiende que la vida está llena de eventos inesperados. Y creo<br />

que eso es de lo que he tratado de hablar todos estos años.<br />

Es lo inesperado que se cuela en el presente, ya sea porque<br />

nos rompemos una pierna, un ser amado muere, surge una<br />

revolución, hay un tornado…<br />

–Es un corte en la línea. Exacto, algo no anticipado sucede.<br />

¿Sabíamos que iba a caer el muro en 1989? Fue inesperado,<br />

¿o que le iban a disparar a J. F. Kennedy?<br />

–Pero es muy difícil escribir o describir lo inesperado,<br />

suele durar un instante. Por eso mismo intento hacerlo. En<br />

cuanto a las musas, no pienso tanto en términos de inspiración,<br />

más bien de compulsión por hacer algo junto con una propuesta<br />

interna para llevarlo a cabo. Es una cuestión de dejarlo salir.<br />

El que escribe sabe que hay que dejar que algo salga en un<br />

momento dado, es como desnudarse, dejar el corazón abierto<br />

en la página. Cuando eso sucede realmente, uno ya no está<br />

presente, es un momento de ausencia, es el abandono del ego,<br />

estás en el trabajo. La obra lo es todo, es todo lo que tienes.<br />

–La obra y las palabras. Sí, estás bailando y cantando entre<br />

las palabras. Y si el ego interfiere, se empiezan a descompasar<br />

el paso y la escritura.<br />

–En 4321 hay muchos acontecimientos inesperados,<br />

como usted dice, en relación a los sucesos de la historia<br />

del siglo XX, Vietnam y el asesinato de Kennedy, entre<br />

otros. Pero en la novela, la historia más general es atravesada<br />

de distintas maneras por la vida de su protagonista,<br />

Ferguson, que además tiene cuatro desarrollos<br />

posibles. Antes de escribir esta novela usted publicó dos<br />

libros de memorias, Diario de invierno e Informe del<br />

interior. ¿Funcionaron como detonadores de una nueva<br />

forma de escribir ficción? Diría que sobre todo la experiencia<br />

de Informe del interior, ya que fue la primera vez en mi<br />

vida adulta que me puse a revisar episodios olvidados de mi niñez.<br />

Quedé muy sorprendido con todo lo que pude recuperar,<br />

rastrear, de mi infancia. Hay mucho que olvidé para siempre,<br />

pero también logré hacer rescates arqueológicos de vivencias<br />

afectivas, me di cuenta de que podía empujarlas, desenterrarlas<br />

de lo profundo de mi memoria.<br />

–En este rescate, ¿hay también invención? Me refiero a<br />

ficciones sobre aquello que no recuerda exactamente.<br />

¡No! Espero que no, pienso que no. Quizá… Pero al menos<br />

tengo la convicción de que conté la verdad de mi pasado. Es<br />

lo que creo, y me parece que estos dos libros de memorias<br />

prepararon el terreno para largarme a escribir 4321. Sin haber<br />

escrito estos libros, no creo que hubiera podido inventar<br />

la infancia de Ferguson con tantos detalles.<br />

–La infancia es muy determinante en 4321. ¡Todo trata<br />

sobre la infancia en esta novela!<br />

–¿Y el estilo? Porque esta es la más realista de sus<br />

novelas, una gran novela americana. Es cierto que hay<br />

un cambio, pero en las anteriores, Invisible y Sunset Park,<br />

empecé a probar con frases más largas, ya la prosa era otra.<br />

–Estos libros también tienen a jóvenes como protagonistas.<br />

Sí, y quizá el estilo tenga que ver con los personajes.<br />

–4321 es una suerte de saga, ¿fue concebida así? Definitivamente,<br />

pensé en una saga, pero alterando los tiempos. La<br />

diferencia de 4321, en relación a las novelas anteriores, es el<br />

armado de la estructura del libro. Era como una pista sobre la<br />

que me deslizaba, nuevamente como bailando al escribir.<br />

–¿Disfrutó del proceso de escritura? ¡No lo sé! Estuve<br />

como en trance, y en realidad no planifiqué nada. Lo<br />

improvisé todo. Cada día llegaba a mi escritorio y me decía:<br />

“Bueno, ¿qué irá a pasar hoy?”, y entonces... ¡algo pasaba!<br />

–¿La estructura también apareció sola? Sí, no la cambié<br />

en nada. La escribí en el orden en que aparecen los distintos<br />

Ferguson.<br />

–¿De verdad? ¿Los cuatro destinos posibles de Ferguson<br />

no fueron planificados? Nunca puedo escribir un libro<br />

por secuencias, porque nunca se sabe lo que va a hacer el<br />

libro. Para mí es muy importante respetar las correspondencias<br />

que van apareciendo, justamente porque las encontrás<br />

mientras las estás haciendo. Para darte un ejemplo, el final se<br />

me apareció recién en la página 750.<br />

–Los años 60 son muy importantes en esta novela, ¿corresponden<br />

a sus propias vivencias? En realidad ocupan<br />

gran parte del primer Ferguson, tres cuartos de los acontecimientos<br />

históricos ocurren en lo que llamo Ferguson 1, aquel<br />

que deviene periodista y presta atención a los sucesos; el<br />

Ferguson 2 muere demasiado joven como para saber lo que<br />

ocurre; al Ferguson 3, que me gusta llamarlo “el muchacho<br />

confundido”, no le interesa para nada la política, no quiere ni<br />

pensar en ella; y el Feguson 4, que tiene convicciones acerca<br />

de muchas cosas, decide ser novelista porque no quiere convertirse<br />

en activista, no quiere involucrarse demasiado.<br />

–¿Usted se siente cercano a esta última versión de Ferguson?<br />

No realmente, no soy ninguno de ellos. Ahora bien,<br />

¿cómo viví yo los años 60? Fue una época de gran tormento,<br />

creo que en parte yo estaba loco, eran tiempos tan horribles,<br />

tan confusos y violentos que a veces pienso que es un milagro<br />

que haya salido sano de allí, lo digo de verdad.<br />

–¿Quizás pudo lograrlo mediante la poesía? Puede ser…<br />

retrospectivamente me doy cuenta de cuánta angustia sentía,<br />

además de que es difícil tener 20 años, en cualquier época.<br />

Esta entrevista fue filmada.<br />

Pueden verse algunos<br />

fragmentos destacados<br />

en nuestras redes<br />

yenny.elateneo<br />

yenny_elateneo<br />

–Es inesperado tener 20 años… ¡Sí!<br />

–Por último, y porque quizás sea lo primero: la relación<br />

entre la literatura y el amor. Usted estuvo casado<br />

con una gran escritora, Lydia Davis, y desde hace muchos<br />

años hasta la actualidad con otra, Siri Hustvedt.<br />

¿Las mujeres y la literatura son rivales entre sí? ¡No!<br />

Solo me pude enamorar de escritoras, justamente. En mi<br />

caso no puede haber rivalidad, son lo mismo. Es increíble,<br />

me casé con Lydia, y luego con Siri, que es una genia,<br />

pero también en mi juventud me enamoré solo de poetas.<br />

Elijo mujeres que amo porque me entusiasma mucho lo que<br />

hacen, lo que escriben, y me gusta compartirlo. Nunca me<br />

sentí atraído por mujeres que no escribiesen. Solamente me<br />

enamoro de mujeres que escriben.<br />

–¡Es muy coherente! Sí, y además me encanta leer lo que<br />

ellas escriben y que lean lo que estoy escribiendo. Ser los<br />

primeros lectores de cada uno.<br />

–¿Tienen tiempo para conversar con Siri? Sí, claro, nos<br />

ponemos de acuerdo para escribir en los mismos horarios, así<br />

podemos vernos después.<br />

–O sea que es un dos por uno: literatura y amor en<br />

una misma relación. Es tanto mejor hacerlo juntos que<br />

estar solo escribiendo, te lo aseguro. Dependo mucho de su<br />

mirada sobre mi obra<br />

18<br />

19


Señalador<br />

Del boxeo,<br />

o la épica narrativa<br />

del mano a mano<br />

POR Maximiliano Tomas<br />

Antes de que el imperio de la corrección<br />

política nos dijera qué conversaciones<br />

podíamos tener o no, antes de que<br />

nos señalaran cómo debemos hablar y<br />

escribir y hasta qué actividad física puede<br />

ser considerada un deporte y cuál<br />

no, mucho antes de eso, existía algo que<br />

se llamaba boxeo. Y más allá de lo que<br />

las buenas conciencias opinaran, esos<br />

combates entre seres humanos, aunque<br />

brutales, se transformaron en el deporte<br />

de masas por excelencia y con su<br />

carga dramática ofrecieron un terreno<br />

fértil para la narración literaria.<br />

Los que hoy condenan el boxeo como<br />

una práctica infrahumana probablemente<br />

desconozcan que, junto a la<br />

lucha, se trata del deporte más antiguo<br />

de la humanidad. Y que, en su forma<br />

moderna, desde que se adoptaran en<br />

1889 las reglas del marqués de Queensberry,<br />

se trata también de una de las<br />

prácticas más codificadas: no solo se estableció<br />

entonces la obligatoriedad del<br />

uso de guantes, sino que se prohibieron<br />

los golpes bajos y cualquier artimaña<br />

que pudiera dañar seriamente a un<br />

rival. Las fatalidades son, por supuesto,<br />

una parte de la carga dramática de un<br />

deporte como el boxeo, pero en comparación<br />

con prácticas como las de la<br />

UFC, las de las MMA o del Vale Todo,<br />

el box parece casi un divertimento de<br />

puritanos.<br />

El boxeo contiene, en sí mismo, una<br />

estructura narrativa dramática clásica:<br />

dos personajes con sus respectivas<br />

biografías, por lo general desesperadas,<br />

se juegan todo en un debate a vida o<br />

muerte a través de un relato que tendrá<br />

un comienzo, un desarrollo en actos<br />

(¿qué otra cosa son los rounds o asaltos?)<br />

y un final abrupto (en el caso de<br />

un knockout) o con suspenso (si la pelea<br />

se define por puntos).<br />

Así las cosas, no debería llamar la atención<br />

que muchos de los más grandes<br />

narradores del siglo XX hayan prestado<br />

atención al boxeo construyendo textos<br />

que aún hoy, a pesar del largo eclipse<br />

del deporte, pueden ser leídos con<br />

interés. La lista es extensa, pero baste<br />

mencionar algunos relatos de Arthur<br />

Conan Doyle (reunidos en Cuentos<br />

del ring), Ernest Hemingway<br />

(“Cincuenta de los grandes”), Julio<br />

Cortázar (“Torito”), Ricardo Piglia<br />

(“El Laucha Benítez cantaba boleros”),<br />

Abelardo Castillo (“Negro<br />

Ortega”) e incluso la novela Segundos<br />

afuera de Martín Kohan; las piezas<br />

periodísticas de Norman Mailer (“El<br />

combate”) y Gay Talese; y los ensayos<br />

de Joyce Carol Oates (“Del boxeo”)<br />

o David Remnick (“Rey del mundo”).<br />

Son apenas fragmentos de toda la<br />

literatura que el boxeo ha originado,<br />

pero pasarán a la historia como piezas<br />

de una calidad extraordinaria. El propio<br />

Kohan ha ofrecido una explicación<br />

personal para eso: “Me fascina esa<br />

épica del mano a mano que hay en el<br />

boxeo, y en la que veo una prolongación<br />

de lo que Borges asignaba al duelo a<br />

cuchillo. El boxeo no me interesa tanto<br />

por lo que es como por lo que puede<br />

llegar a significar. Con el fútbol me pasa<br />

exactamente lo inverso. No es para mí<br />

la metáfora de nada, ni una alegoría de<br />

nada: es la absoluta literalidad”. El boxeo,<br />

entonces, como una máquina capaz<br />

de generar su propia épica.<br />

Quizá haya sido Jack London (1876-<br />

1916) el que mejor capturara la esencia<br />

del drama contenido en las peleas<br />

cuerpo a cuerpo en los textos titulados<br />

“El mexicano”, “El juego del ring” y,<br />

sobre todo, “Comer un bife”. Allí, en la<br />

historia de Tom King, está cifrada toda<br />

la potencia trágica del boxeo. En la primera<br />

escena, King está terminando la<br />

pobre cena con la que deberá enfrentar<br />

su combate nocturno, del que necesita<br />

salir triunfante para pagar sus deudas<br />

y alimentar a su mujer y a sus hijos.<br />

Pero se trató de una comida sin carne,<br />

sin las proteínas que necesitará, horas<br />

después, para rematar la pelea. Ese bife<br />

del título, que es el que no comió porque<br />

el carnicero ya no le fía a su familia,<br />

hará toda la diferencia.<br />

Pero el cuento de London es, sobre<br />

todo, un relato sobre el paso del<br />

tiempo: “Cada púgil podía soportar un<br />

número limitado de combates. Era una<br />

ley inflexible del boxeo. Unos podían<br />

librar cien encuentros durísimos, otros<br />

solo veinte. Cada cual podía subir al<br />

ring tantas o cuantas veces. Después,<br />

quedaba al margen”. London habla<br />

de algo que va más allá del propio deporte:<br />

del reemplazo de lo viejo por lo<br />

nuevo, del lugar que la juventud viene<br />

a arrebatarle a la vejez. Del combate<br />

humano por la supervivencia en un<br />

mundo donde los más afortunados<br />

tendrán sus quince minutos de fama,<br />

pero enseguida habrá alguien dispuesto<br />

a tomar su lugar; por las buenas, o<br />

por las malas<br />

20


Tema de tapa<br />

dos<br />

El tenis<br />

como una de<br />

las bellas artes<br />

“Lo que llama la atención cuando juegas en la pista central<br />

de Wimbledon es el silencio”, dice Rafael Nadal. Es la<br />

primera línea de un libro escrito junto al periodista John<br />

Carlin (Rafa, mi historia, Indicios, 2014). La frase instala<br />

una expectativa que supera los 23,77 x 8,23 metros de una<br />

cancha. Rafa dice que no hay mejor cosa que ese silencio<br />

para la extrema concentración que el tenis requiere. Después<br />

saldrá la fiera a colocar y devolver pelotas imposibles, con<br />

la solidez de un Robocop y la gracia del torero que gira sin<br />

mirar dónde produjo el milagro.<br />

Después de ese silencio inicial, cada partido escribe su historia.<br />

Lo que siga a esa suspensión del tiempo estará cargado de drama<br />

y de emoción (como fans, preferimos evitar los monólogos).<br />

No hay épica más palpable que la del cuerpo en movimiento<br />

que sostiene el match. “Sostiene”, dice el relator cuando el<br />

jugador gana su servicio. Sostener, en el tenis, es darse vida.<br />

Es un deporte que tiene todos los ingredientes para la tensión<br />

dramática. No hay elemento de la vida expuesta en los courts<br />

y de la vida privada de los vestuarios (que siempre filtra algo,<br />

sugiere, da indicios, en un fuera de campo tan cargado como<br />

las canchas mismas) que no contribuya a una gran historia.<br />

Como bien dice Liliana Heker, escritora y jugadora, en su<br />

prólogo de Cuentos de tenis (Alfaguara, 2012), el tenis “no<br />

guarda el dramatismo del boxeo ni es una pasión popular de la<br />

manera en que lo es el fútbol. (…) Pero cualquiera que, como<br />

espectador o como jugador, se haya acercado a él sabe que el<br />

tenis tiene una fascinación y una gama de posibles conflictos<br />

que le son inherentes y que, abordadas desde la literatura, sin<br />

duda deben de resultar reveladoras”.<br />

En muchos de los cuentos de esta antología, que incluye<br />

nombres como Adolfo Bioy Casares, Fabio Morábito,<br />

John Updike, Guillermo Martínez (también tenista) y<br />

J. P. Donleavy, redes y raquetas son la excusa perfecta para<br />

hablar de otras cosas, porque lo que se desliza sobre tierra batida<br />

(¿podría ser esta expresión para nombrar el polvo de ladrillo<br />

un excelente título de novela?) es mucho más que zapatillas<br />

deportivas. Tanto es así que dos de los mejores libros que se<br />

hayan escrito sobre tenistas vienen de la mano de la no ficción,<br />

atravesados por el periodismo, por el ensayo, por una escritura<br />

bella y rasante como un drive de Roger Federer.<br />

Hablemos de Open (Andre Agassi, Duomo, 2015). “Odio el<br />

tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y sin embargo<br />

sigo jugando porque no tengo alternativa. Y ese abismo,<br />

esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho<br />

hago, es la esencia de mi vida”, dice el hermoso, el rebelde<br />

Andre que juega con jeans rotos, enamora a estrellas mucho<br />

mayores que él y, ante el horror de la calvicie, sale a la cancha<br />

con peluquín. Agassi le abre su vida a J. R. Moehringer,<br />

un Premio Pulitzer, y el resultado excede las memorias de<br />

un deportista. El resultado es una novela. Miren si no: un ex<br />

boxeador iraní, con un pasado de módica gloria al representar<br />

a su país en las Olimpíadas de 1948 y 1952, pone una raqueta<br />

en la mano de su hijo y construye una máquina devuelvepelotas,<br />

a la que llama “dragón”. Lo hace para que el niño sea un<br />

tenista profesional, no para que haga un deporte y se divierta.<br />

Para fabricar un campeón, el padre somete a su hijo a rutinas<br />

imposibles y destratos rayanos en la violencia. El padre jamás<br />

aprenderá a pronunciar correctamente la palabra “volea”.<br />

¿Qué tradición narrativa norteamericana, con su prosa seca,<br />

una prosa de hechos desnudos como carozos, resistiría esta<br />

historia de la infancia de Agassi? Ojalá Hollywood la deje<br />

en la cabeza de todos los que la leímos y nunca, pero nunca,<br />

arruine con una biopic la belleza de esas imágenes.<br />

Hablemos de David Foster Wallace, entonces. Que es<br />

más o menos lo mismo que hablar de Su Majestad, Roger Federer.<br />

En El tenis como experiencia religiosa (Literatura Random<br />

House, 2016) Wallace, también jugador casi profesional,<br />

puede, finalmente, ponerle palabras a lo inefable. Y mientras<br />

lo hace, entra en trance y nos lleva de la mano a Wimbledon,<br />

La Catedral, para hacer contacto con nuestra deidad. Dice<br />

Wallace de un Federer ataviado total white: “parece exactamente<br />

lo que (creo) que es: una criatura cuyo cuerpo es al<br />

mismo tiempo carne y, de alguna manera, luz”.<br />

Para aliviarnos un poco de lo sagrado, páginas más tarde dice<br />

La popularidad creciente que ha ganado este deporte de origen elitista, desde la década<br />

del 70, dio lugar a la publicación de algunos libros de no ficción que se leen como ficciones<br />

cabales. Vidas de tenistas que se cuentan como novelas extraordinarias, personajes reales<br />

que salen de los courts para registrar su marca legendaria. La narrativa ha sabido tomar de<br />

cada golpe de raqueta sus ingredientes indispensables: triunfo, derrota, rivalidad, soledades.<br />

Todo suma a la hora de contar, poco importa si sucedió en Wimbledon o en un club de barrio<br />

POR Silvia Itkin<br />

22<br />

23


que R. F. es Mozart y Metallica al mismo tiempo. Y para<br />

aliviarnos todavía más, llama a Mirka Vavrinec, su mujer,<br />

una “mina de fierro”, como dirían en el barrio, la Alice B.<br />

Toklas del tenista.<br />

El Premio Herralde de 2013 fue trofeo para el mexicano<br />

Álvaro Enrigue, que puso frente a frente y con raquetas<br />

en 1599 al pintor Caravaggio y al poeta Francisco de<br />

Quevedo. Un tenis rudimentario desde el punto de vista deportivo<br />

pero gran disparador para jugar con otros elementos<br />

históricos y narrativos de vanguardia.<br />

Repasemos los ingredientes de este fabuloso espectáculo que<br />

nos hipnotiza: en la cancha, frente a frente, hay solo dos. Todo<br />

lo que haga el tenista, así sea distraerse con la mariposa que<br />

se animó a posarse en un fleje, una mala decisión del umpire<br />

o el alarido de un fan, puede costarle la vida. Es un duelo a<br />

lo western. Lo que haya pasado en el vestuario con el coach,<br />

la noche anterior con una pareja, la rivalidad histórica con el<br />

contrincante, el calor, el frío o un pésimo viaje en avión debe<br />

quedar atrás en ese instante en que toca servir o recibir y la<br />

pelota se mueve entre los 200 y 220 km/h. El oponente es un<br />

pelotón de fusilamiento. No importa en el box si el entrenador<br />

es una gloria del tenis que volvió al mundo de los mortales con<br />

su sabiduría. Tampoco importa si la mamá del jugador se llama<br />

Judy Murray o si el tío se llama Toni. Allí se está irremediablemente<br />

solo o sola para jugar un ajedrez con patines.<br />

¿Qué se sabe de Patricia Lukastic? (Manuel Soriano, Clarín<br />

- Alfaguara, 2015) es una novela ganadora del Premio Clarín.<br />

Luka, una vieja gloria del tenis, quiere contar su historia,<br />

y hay un ghost dispuesto a hacerlo. La historia de Luka es la<br />

historia de Elián, su padre, y la vida que él programa para<br />

ella. En los suplementos deportivos (y hasta en las secciones<br />

policiales) mucho se ha escrito sobre padres, madres, hijos<br />

e hijas, entrenadores o entrenados, atrapados en vínculos<br />

complejos y muchas veces oscuros. La crianza de Luka –una<br />

niña abandonada por su madre que aprende muy temprano<br />

a cazar animales salvajes– explica algo sobre el silencio de la<br />

tenista, sobre su rusticidad, podríamos decir.<br />

Lo leemos en esta novela y lo vemos en las conferencias de<br />

prensa: el modo de hablar es devolver pelotas, resistir, construir.<br />

El punto más extraordinario, cuando sucede, siempre<br />

es monosilábico. La pelota toca ese ángulo imposible después<br />

de un rally de 15, 20, 22 golpes. Pero eso que acaba de ocurrir<br />

no es una conversación, a no confundirse. Es un tanteo<br />

largo, es el dibujo de un estratega; es el gesto del mejor<br />

lector. En el tenis, quien mejor lee puede ganar el partido.<br />

En la novela de Soriano, la habitación de Luka en la noche<br />

previa al partido importante o después de una derrota se convierte<br />

en un escenario dramático de alta condensación. Como<br />

en la vida real. Veamos una noche de Juan Martín del Potro<br />

narrada en ese hermoso libro periodístico de Sebastián<br />

Torok, El milagro Del Potro (Ediciones B, 2017). Entremos<br />

a su habitación: Delpo no ha cumplido todavía los 15, está con<br />

el Negro Gómez, su entrenador tandilense. Les prestaron un<br />

alojamiento en un pueblo italiano llamado Cividino, en Bérgamo.<br />

Llegan de noche, ven una iglesia, una plaza, un teléfono<br />

en la calle, una pizzería. Cuando salen a comprar comida, todo<br />

está cerrado. En la alacena del departamento encuentran un<br />

paquete de fideos. No hay más: ni sal, ni aceite, nada. Hay<br />

agua, una olla y fideos. Cocinan y comen. Delpo se acuesta y<br />

llora toda la noche. Al día siguiente, Gómez llama al padre del<br />

tenista. Por toda respuesta escucha: “Intentá que se calme”.<br />

Pero si entramos a la habitación de Gastón Gaudio, el<br />

panorama cambia. En Gaudio (Danny Miche, Ediciones<br />

B, 2016), todas las sombras del mundo del tenis se hacen<br />

presentes. Las noches son largas e inconvenientes para la<br />

vida deportiva, el mundo está hecho para comérselo y no para<br />

conquistar torneo tras torneo. Gaudio termina por convertirse<br />

en un personaje de sí mismo, de su desolación –en la<br />

adolescencia pasa sus días con una familia alemana que no<br />

le dirige la palabra mientras él trata de sumar puntos en los<br />

challengers–. Es el bufón que grita en medio del partido para<br />

desmentir su pertenencia a una élite, para sacudirse el título<br />

de Roland Garros 2004 como polvo de las zapatillas.<br />

En La soledad del tenista eliminado, tal el título del libro de<br />

poesía (Manuel Podestá, Caleta Olivia, 2016), esa imagen<br />

nos lleva verso a verso hacia la derrota, hacia ese lugar donde<br />

ya no importamos para nadie.<br />

Cuando veo jugar a Federer, dos obsesivas recurrencias.<br />

Una: en 2014 hubo una retrospectiva de Bill Viola,<br />

videoartista neoyorkino, en el Grand Palais de Paris. Los<br />

asistentes entrábamos a las salas enormes en penumbras, nos<br />

sentábamos en el piso y veíamos piezas de distinta duración<br />

proyectadas sobre los muros. Creo que es hora de que Su<br />

Majestad esté en un museo en movimiento, no digo en un<br />

partido entero, sino en la captura de eso que Wallace llama<br />

“momento Federer”. Dos: su tenis effortless, su elegancia,<br />

su estilo relajado, me recuerdan a la prosa de Bioy Casares<br />

–tenista avezado–. Ambos, R.F. cuando juega y B.C. en sus<br />

libros, hacen creer que es fácil, que sale así, con el impulso<br />

de la mano que escribe o el brazo que devuelve una pelota<br />

imposible. En cualquier caso, gana<br />

Opinión<br />

SOBRE RECUPERAR<br />

EL ESPÍRITU AGONAL<br />

POR Lic. Gabriel Rolón<br />

“Si alguien compite [...] en los juegos,<br />

no es coronado a menos que haya<br />

competido de acuerdo con las reglas”.<br />

San Pablo<br />

Es conocida la importancia del deporte<br />

en algunos pueblos de la antigüedad,<br />

entre los que se destaca Grecia, cuna de<br />

la cultura occidental. En la Ilíada, obra<br />

en la que se narra la célebre Guerra de<br />

Troya, se cuenta cómo los compañeros<br />

de Aquiles honraron la terrible muerte<br />

de Patroclo con un rito en el que<br />

demostraban sus destrezas deportivas:<br />

jabalina, lanzamiento del disco, lucha o<br />

carrera con carros.<br />

Asimismo, en las fiestas dedicadas a<br />

los dioses, los guerreros olvidaban sus<br />

rencores y entregaban lo mejor de sí en<br />

competencias pacíficas que respetaban<br />

las reglas de cada disciplina con un único<br />

fin: ganar. Sin embargo, cabe aclarar<br />

que la victoria (nike), no contemplaba<br />

grandes premios. Apenas una corona<br />

de hojas y el reconocimiento a la virtud,<br />

no solo física, sino también moral del<br />

ganador. En realidad, la importancia de<br />

la victoria residía en la creencia de que<br />

el atleta coronado contaba con la bendición<br />

de los dioses.<br />

Lo fundamental, en aquellas competencias,<br />

era el espíritu agonal que las guiaba.<br />

Agón es una palabra que significa<br />

desafío, lucha. De allí viene la palabra<br />

agonía, que da cuenta de un momento<br />

en el que alguien pelea, incluso, por su<br />

propia vida. Pero aquellas contiendas<br />

eran honestas, porque el guerrero debía<br />

dar cuenta no solo de sus destrezas deportivas,<br />

sino de su ética, su integridad y<br />

el respeto por las reglas y el rival. Como<br />

dijo Nietzsche, “un hombre noble no<br />

soporta ningún otro enemigo que aquel<br />

©Leconsag<br />

en el que no hay nada que despreciar y<br />

sí muchísimo que honrar”. Y este es el<br />

concepto fundamental que quisiera rescatar<br />

en esta breve monografía: el honor.<br />

Desde hace un tiempo se ha instalado<br />

entre nosotros la idea de que lo<br />

importante es ganar a cualquier precio,<br />

lo que implica una decadencia feroz<br />

de los valores que dieron origen a la<br />

práctica deportiva: la búsqueda de la<br />

superación propia, tanto física como<br />

moral, y la victoria que enaltece por las<br />

armas nobles con las que fue lograda.<br />

Las cosas han cambiado, es cierto, y el<br />

pensamiento moderno parece haber<br />

derrotado a la dignidad, al lograr que el<br />

éxito haya pasado por encima del mérito.<br />

Se acerca un mundial de fútbol, e<br />

imagino las caras pintadas de celeste y<br />

blanco, las banderas y el surgimiento de<br />

ese supuesto espíritu nacional que nos<br />

unirá por un par de semanas. No nos<br />

engañemos. Nada de eso es verdadero.<br />

Y si realmente queremos lograr<br />

ese acercamiento, asumamos que nos<br />

demandará un esfuerzo muy superior<br />

al de vestir una camiseta que tenga los<br />

mismos colores. Deberemos aumentar<br />

nuestra tolerancia, respetar al que<br />

piensa diferente y eludir la tentación de<br />

andar por el sendero de la agresividad.<br />

Aprovechemos, entonces, estas fechas<br />

deportivas para recuperar el espíritu<br />

agonal, y solo así estaremos seguros de<br />

que nuestro festejo será noble, y que no<br />

andaremos erróneamente celebrando<br />

penales inventados o goles convertidos<br />

con la mano<br />

25


Entrevista<br />

dos<br />

Arturo Pérez-Reverte<br />

Balada del navegante<br />

que escribe novelas<br />

El bestseller español, que se considera ante todo un marino, nos habla de sus<br />

últimos libros: Eva (Alfaguara), y Los perros duros no bailan (a publicarse en julio).<br />

También hablamos de su relación con el feminismo y las redes sociales<br />

POR Fernanda Sández<br />

©Jeosm Photography<br />

Un segundo, pide. Un segundo. Toma un sorbo de agua y<br />

se sienta erguido en uno de esos silloncitos del hotel Alvear<br />

que parecen haber sido diseñados para que uno se relaje en<br />

ellos y no se levante nunca más. Pero él, Arturo Pérez-Reverte<br />

(Cartagena, 1951), es un profesional de la escritura y<br />

del encanto, y sabe que no está aquí para hundirse en estas<br />

blanduras sino para hablar de Eva (la última novela de la<br />

saga de Lorenzo Falcó) y de Los perros duros no bailan, una<br />

nouvelle inclasificable. Llega puntualísimo, impecable en su<br />

saco de paño, sus medias escocesas, sin prisa alguna. Viene<br />

aquí para conversar sobre lo que más le gusta: sus libros,<br />

que desde hace tres décadas lo han puesto a la cabeza de las<br />

ventas, tanto la saga de Alatriste como la del espía franquista<br />

Lorenzo Falcó, y es por eso que se toma este asunto de la entrevista<br />

como una verdadera ceremonia. Ocupa pues su sofá,<br />

se enmarca en su propia escenografía de cuadros y paredes<br />

enteladas, y dice:<br />

–Un segundo. Me acomodo…<br />

Claro que si por él fuera seguiría tal vez acomodándose,<br />

alisando las arrugas de las telas, buscando la posición exacta.<br />

Porque, como sabrán, en el mundo Reverte para todo hay un<br />

tiempo, un modo, un lugar. Unas reglas que deben respetarse.<br />

Un modo adecuado de ser y de estar que hasta los<br />

animales parecieran obedecer.<br />

–¿Por qué perros? ¿Por qué los eligió como protagonistas<br />

de su última novela? Mira, yo soy un tipo no precisamente<br />

blando ni de lágrima fácil. Pero una de las pocas cosas<br />

que me ponen los ojos húmedos son los perros, por razones<br />

diversas. Para comenzar, creo que los perros tienen virtudes<br />

que yo desearía en los humanos, como lealtad, como coraje,<br />

como fidelidad, como dignidad. Y bueno, digamos que desde<br />

hace mucho tiempo yo les debía un homenaje. Había leído<br />

El coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes, y algunas<br />

historias de Jack London sobre los perros, y Colmillo<br />

Blanco. Tenía todo eso en la cabeza y un día decidí que iba a<br />

hacer una novela policíaca, de policial negro, canónica, pero<br />

con perros como protagonistas.<br />

–Los personajes de Los perros duros no bailan son casi<br />

arquetipos: el duro de corazón blando, el cobarde que<br />

se redime siendo valiente al final… Claro, porque es una<br />

novela policial negra clásica. Y una novela negra tiene que<br />

ser canónica. Tiene unos ciertos códigos, hay unas leyes que<br />

hay que respetar, porque de lo contrario no es una novela<br />

policial. Entonces trabajé ajustándome a ese tono y siempre<br />

jugando con el canon, pero llevado a los perros. Hacer todo<br />

esto, transgrediendo además los límites de lo políticamente<br />

correcto, era un desafío muy divertido. Lo pasé muy bien.<br />

Comenzó siendo un libro casi humorístico y terminó siendo<br />

un libro más bien dramático. Porque, claro, paso del humor<br />

al drama de las vidas de esos perros sometidos a las crueldades<br />

de los humanos, y eso es terrible. Entonces ahí, sin poder<br />

evitarlo, a menudo se adueñó de la novela la parte oscura de<br />

la vida de los perros.<br />

–Mencionó recién que en ese “clima perruno” se<br />

permitió incluso ser políticamente incorrecto. Y lo es, y<br />

mucho. Aparece hasta una perra feminista a la que los<br />

perros no pueden montar. ¿Qué le pasa a usted con las<br />

feministas, con las que tanto polemiza? No, con las feministas<br />

no pasa nada. De hecho hay una novela mía, La reina<br />

del sur, que es utilizada en una cátedra como modelo ejemplar<br />

de novela feminista. Pero cuando el feminismo razonable<br />

pasa a ser folclore, demagogia y tweets baratos, y busca forzar<br />

el lenguaje absurdamente, entonces es cuando la estupidez<br />

me enfurece. Lo que sí he tenido son polémicas con aquellos<br />

aspectos radicales y estúpidos del feminismo, que pervierten<br />

y desacreditan al verdadero feminismo, a la verdadera y necesaria<br />

lucha de la mujer por encontrar su lugar en el mundo.<br />

Yo nunca he tenido problemas con el feminismo, pero sí con<br />

el folclore de quienes se llaman feministas pero en realidad<br />

son ignorantes y analfabetas. Esa es la cuestión.<br />

–¿Pero usted no siente que hay cuestiones en la lengua<br />

que están cristalizadas y congeladas y que quizá habría<br />

que revisar? Sin duda el lenguaje es machista. Sin duda,<br />

porque son muchos siglos de predominio del hombre en<br />

la sociedad. Entonces, es el hombre el que ha creado las<br />

pautas en las cuales el lenguaje se ha basado, eso es evidente.<br />

Pero de eso no tienen la culpa ni la Real Academia ni<br />

las academias, que simplemente registran, son solo notarios<br />

del lenguaje. Si la gente dice en la calle “una mujer fácil”, la<br />

Academia debe estar recogiendo notarialmente el uso de la<br />

lengua. Pero es esa sociedad la que tiene que cambiar el uso,<br />

no la Academia.<br />

–¿Cómo se lleva en general con las redes sociales?<br />

Para mí las redes sociales son un complemento interesante<br />

y una herramienta eficaz, pero no son el objetivo de mi vida.<br />

Yo no vivo en las redes sociales y uso un teléfono elemental<br />

que solo sirve para llamar. Yo no estoy conectado, no tengo<br />

Whatsapp ni nada de eso. Cuando estoy tranquilo en casa con<br />

mi ordenador me asomo a Twitter y paseo por allí. Twitter<br />

me permite, con poco esfuerzo, estar en contacto con mis<br />

lectores y crear esa relación de afecto y de proximidad. Pero<br />

no vivo metido ahí. Por edad, por carácter y por razón de<br />

27


© Victoria Iglesias<br />

Esta entrevista fue filmada.<br />

Pueden verse algunos<br />

fragmentos destacados<br />

en nuestras redes<br />

yenny.elateneo<br />

yenny_elateneo<br />

vida que llevo, no necesito estar en contacto con las redes<br />

sociales porque mis lectores ya estaban desde antes. Twitter<br />

es una herramienta eficaz que utilizo con mesura. O sea: yo<br />

no polemizo en Twitter.<br />

–¿Cómo que no? No, yo opino y después los seguidores<br />

hablan, debaten y tal. Y eso es divertido, ¿no? Yo a veces lo<br />

que hago es plantear un tema, lo dejo caer y después me<br />

quedo mirando, porque es muy interesante cómo eso genera<br />

las polémicas. Porque, claro, Twitter es una forma muy<br />

interesante de acercarse a lo que es la condición humana. La<br />

vileza, la cobardía, el anonimato, el heroísmo, el coraje, todo<br />

eso está ahí. Pero un escritor o un periodista joven que empiece<br />

ahora, de 20 o 30 años, es vulnerable. Una reacción en<br />

Twitter contra ellos puede hundirlos, puede acabarlos como<br />

escritores y como periodistas. Yo tengo amigos escritores, de<br />

España, jóvenes y muy brillantes, que no se atreven a tocar<br />

ciertos temas por miedo a la reacción de las redes sociales.<br />

Esa presión de las redes sociales es muy peligrosa, ese linchamiento<br />

tan fácil de Twitter o de la red que fuere, es peligroso.<br />

Y en el momento en el cual un espíritu libre se autocensura,<br />

listo; no habrá libertad.<br />

–¿Hablamos de Eva? ¿Cómo fue, por industrial que<br />

suene, el “proceso de producción”? Es que es la verdad:<br />

yo soy un escritor profesional, y hay una parte creativa en mis<br />

novelas, la parte del talento narrativo que pueda tener, pero<br />

después hay una parte de producción, porque es un producto<br />

que se vende y del que vivimos yo y los editores. Y nunca he<br />

renegado de esa parte.<br />

–Usted tiene además pasión por los detalles de época.<br />

¿Tiene un límite o, puesto a investigar, se entusiasma<br />

como si fuera un coleccionista? No, tengo un límite.<br />

Pero, para mí, también hay una parte lúdica en toda novela.<br />

Y lo que a mí me gusta es documentar, por eso me gusta por<br />

ejemplo tener la pistola del personaje. Entonces la tengo,<br />

me la compré, la adquirí en un anticuario. Los perfumes, los<br />

tabacos, todo eso me gusta, y además son cosas que recuerdo<br />

de mi familia, de mi padre. Busco, sin exagerar, darle un contexto<br />

social, de objetos, de cosas que refuerzan la acción. Lo<br />

que pasa es que ahí el peligro es pasarse y hacer un catálogo<br />

de marcas y de cosas. Por eso, si reúno un cien por ciento<br />

de material, utilizo apenas el cinco por ciento. Pero igual me<br />

rodeo de ese mundo y sé que si Falcó se toma un aperitivo,<br />

sé que se va a tomar un Martini o un Cinzano. Entonces toda<br />

esa parte del iceberg que no asoma, que no se ve, es lo que<br />

está abajo, sosteniendo la historia. Ese tipo de detalles son<br />

importantes, aunque después no asomen.<br />

–Y más allá de haberse documentado, tendrá también<br />

la experiencia de su vida, de haber visto a su padre o<br />

a su abuelo actuando durante esos años, ¿no? A ver: yo<br />

tuve una suerte grande, y es que viví ese mundo. Yo he sido<br />

un hombre de mucha suerte en la vida. Nací en el 51, mi<br />

padre era un hombre joven y apuesto, con bigote, elegante,<br />

buen bailarín de tango, por supuesto. Un hombre con<br />

mucha clase. Verlo sacar y encender un cigarrillo, quitarse<br />

el sombrero, dejar pasar antes a una mujer… todo eso es de<br />

un mundo que ya no existe, que ya no se da porque la gente<br />

ya no se comporta de esa manera. Pero el haberlo conocido<br />

me permite reconstruir costumbres y usos, ¿no? Yo sé cómo<br />

se quita un sombrero, y sé que una escalera se sube siempre<br />

delante y nunca detrás de una mujer. Todo ese tipo de cosas<br />

hoy olvidadas y que hasta sería quizá absurdo reproducirlas,<br />

yo las vi de pequeño e incluso están en mi educación. Pero<br />

para cumplirlas. A menudo, y por razones complejas, el<br />

humano puede ser un animal desagradable. Entonces lo que<br />

hace tolerable la promiscuidad humana, el contacto en el ascensor<br />

o en el metro, es justamente la educación. La cortesía,<br />

la amabilidad que no cuesta nada y que nos facilita mucho la<br />

vida. Perder ese filtro, ese amortiguador que es la educación,<br />

nos convierte en seres más desagradables. Creo que en ese<br />

sentido estamos retrocediendo mucho. En nombre de falsas<br />

naturalidades estamos perdiendo lo que nos facilita la convivencia,<br />

y eso nos convierte en seres más hoscos. Más hostiles.<br />

Será que cuando uno vive demasiado tiempo ve morir<br />

demasiadas cosas: ciudades, librerías, restaurantes, amigos,<br />

gente, países.<br />

–Convengamos que una cosa es dejar morir y otra es<br />

arrasar. Aquí, en materia de patrimonio, apenas se conservan<br />

fragmentos de lo que alguna vez hubo. Sí, pero<br />

eso es muy latino. Hoy un amigo me mandó una foto. Resulta<br />

que la casa donde vivió Velázquez en Sevilla está a la venta<br />

y nadie la compra. ¡Ni el Estado! ¿Se imagina usted lo que<br />

harían los ingleses con una casa así? ¡El barrio entero viviría<br />

de esa casa! Habría museos, bibliotecas, tours… Pero la<br />

nuestra es una casa arruinada que se deja morir. Eso es Italia,<br />

eso es España, eso es Argentina. Eso es nuestra maravillosa<br />

para tantas cosas –y triste para tantas otras– herencia latina.<br />

Es España. Somos nosotros.<br />

–Y su vida, ¿cómo es? Porque acaba de definirse como<br />

“un escritor profesional”, escribe a una velocidad de<br />

vértigo y sería interesante saber cómo usa su tiempo.<br />

Navego, viajo o estoy en casa trabajando. No hago otra cosa<br />

que eso, entonces mis días son muy rentables. Me levanto a<br />

las siete de la mañana, corro o nado, me ducho, desayuno y<br />

a las nueve menos cuarto ya estoy trabajando. Y así todos los<br />

días de mi vida, hasta las tres que como algo, y después a la<br />

tarde corrijo. Entonces, un día malo son dos folios; un día<br />

bueno, tres o cinco folios. Voy sumando páginas, escribo rápido<br />

y no soy complejo. No soy de los que pasan una mañana<br />

buscando un adjetivo. Y si me atranco mucho, voy a la biblioteca<br />

y digo: “A ver, maestros: Flaubert, Balzac, Borges,<br />

Galdós, Conrad, echadme una mano”. Y ellos siempre me<br />

dan una solución.<br />

–Hablamos recién del paso del tiempo en las ciudades.<br />

¿Y para usted? ¿Cómo pasa el tiempo en su caso? ¿Ha<br />

tenido que dejar de hacer cosas en razón de la edad,<br />

por ejemplo? Mira, para mí navegar es más importante que<br />

la literatura. Podría dejar de leer, pero no de navegar. Es mi<br />

terapia, es como una higiene. El mar me devuelve el respeto<br />

por mí mismo. Además, yo hago viajes largos, he tenido<br />

temporales y ahí no puedes decir “Paren que me bajo”. El<br />

mar te obliga a estar siempre atento. Y todo eso me impide<br />

sentirme lejos del que fui. En el mar vuelvo a ser ese: un<br />

marino que accidentalmente escribe novelas. Ahora estoy terminando<br />

dos y no sé qué es lo que me quede de vida: si dos,<br />

quince o diez años. Entonces, estoy en ese momento difícil<br />

en el cual hay que elegir. Porque escribir, a mi edad, significa<br />

elegir. Entonces hay novelas que vivirán, y otras que morirán<br />

conmigo porque nunca las escribiré. No puedo equivocarme.<br />

Lo que haga en los próximos dos años de mi vida (porque<br />

eso es lo que te toma escribir una novela) debe ser la mejor<br />

novela posible. Y saber eso no es fácil. Estoy en ese momento<br />

en el que debo deliberar cuál es la novela que más feliz me<br />

hará. Porque para mí escribir no es un sufrimiento sino una<br />

actividad lúdica. Y sí, soy un escritor feliz<br />

28<br />

29


Tema de tapa<br />

tres<br />

Tener pileta o no, el mundo se divide en esas dos categorías. Es cierto que hoy los amenities de las torres modernas complican la clasifiicación. A mitad de camino entre la popular pelopincho y la sofiisticada piscina, los huecos de fiibra de vidrio confunden, pero no engañan. Intentan vender gato por liebre, sí. Incitan al conformismo y también a la resignación. El refllejo del agua será el mismo, el color, parecido, el refresco, igual de necesario, aunque cualquiera identifi<br />

ica cuándo está ante una verdadera pileta, así como el auténtico nadado<br />

El burbujeo<br />

de las palabras<br />

La natación en la literatura. Un repaso, a pura brazada, por las obras de FÉLIX BRUZZONE, JOHN<br />

CHEEVER, GABO FERRO, LUCAS LAGRÉ, PAUL VALÉRY, MIRANDA JULY, FEDERICO BIANCHINI,<br />

FOGWILL, HÉCTOR VIEL TEMPERLEY, MARÍA INÉS MATO y ALICIA GENOVESE<br />

POR Lucila Carzoglio<br />

Tener pileta o no, el mundo se divide en esas dos categorías. Es<br />

cierto que hoy los amenities de las torres modernas complican la<br />

clasificación. A mitad de camino entre la popular pelopincho y la<br />

sofisticada piscina, los huecos de fibra de vidrio confunden, pero<br />

no engañan. Intentan vender gato por liebre, sí. Incitan al conformismo<br />

y también a la resignación. El reflejo del agua será el<br />

mismo, el color, parecido, el refresco, igual de necesario, aunque<br />

cualquiera identifica cuándo está ante una verdadera pileta, así<br />

como el auténtico nadador reconoce al que solo chapotea.<br />

El agua disipa diferencias, aliviana pesos, relaja tensiones,<br />

aunque es en la zambullida y el estilo donde se mantiene<br />

la distinción. Desde el tímido remojo, el clásico planchazo,<br />

la relajada siesta del gomón, el “okupa acuático” que hasta<br />

almuerza en el borde o la puntillosa brazada deportiva, es en<br />

los usos donde la personalidad sale a flote, el dueño se sabe<br />

tal y el invitado acepta su destino. Con una mirada nítida o<br />

31


turbia, la literatura sabe de chapuzones y buceos. No solo<br />

porque en ella han proliferado nadadores, sino porque en el<br />

agua siempre hay una historia en la que profundizar.<br />

“Ahora todos las quieren cristalinas. La transparencia no es garantía<br />

de nada. Es un barniz”, afirma el protagonista de Piletas<br />

(Excursiones, 2017), mientras trabaja con el barrefondo. Piletero<br />

de oficio, Félix Bruzzone se dedica a mantener limpias<br />

las aguas ajenas para escribir una especie de diario, en el que<br />

indaga sobre sus clientes de barrios privados y también sobre<br />

sí mismo. Como un narciso desclasado, se mira en el reflejo y<br />

charla con ese lago perimetrado y de color artificial. El agua le<br />

contesta, aunque él jamás se arroja. “Me pregunto por el origen<br />

del mundo, de la vida, por el sentido del amor, su permanencia,<br />

su dispersión, por si sería posible tener un perro de una raza y<br />

una perra de otra raza y que sus hijos no sean mestizos, por la<br />

forma más adecuada de manejar un plato volador (…) por las<br />

razones del gorilismo en la Argentina”, se cuestiona el narrador<br />

ante una pileta que con la lluvia se pone negra.<br />

Entre cálculos de cloro y dosis de clarificador, observa, discurre<br />

y deja caer con humor y sin filtro las caretas de los dueños.<br />

El hombre Fernet, la clienta Waldorf, la que tiene forma de<br />

espárrago, la marciana, el “novelista” que le pide consejos<br />

literarios, son algunos de los personajes que aparecen en cada<br />

limpieza (a veces regateada y otras impaga). Ningún vacío más<br />

existencial que ver una pileta seca, nada más triste que ver la<br />

mugre flotar. Bruzzone tropieza, pero no cae. Los cantos de<br />

sus piletas traspasan los límites hídricos, recorren muros, rejas<br />

y alambres, y se desbordan por el afuera del country. Mientras<br />

intenta convencer del mantenimiento en invierno, saca las<br />

hojas y mira con lucidez la pantanosa realidad.<br />

“El nadador”, de John Cheever, también recorre piscinas<br />

ajenas, aunque lo hace a fuerza de brazada y patada. Tras una<br />

borrachera, descubre una corriente subterránea que une todo<br />

el condado: una hilera de piletas, dispuestas como eslabones<br />

privados y públicos a lo largo del estado de Connecticut,<br />

diseñan una ruta, un posible camino a casa. Con el ojo de un<br />

cartógrafo y la malla puesta, entonces, decide nadar por ese<br />

curso imaginario, metiéndose en los jardines de todos. En<br />

esta peregrinación acuática es posible conocer la vida de los<br />

vecinos, puesto que en las superficies cloradas la clase media<br />

y alta se reflejan. “La piscina de los Halloran era quizá la más<br />

antigua de la región, un rectángulo de lajas alimentado por<br />

un arroyo. No tenía filtro ni bomba, y sus aguas mostraban el<br />

oro opaco del arroyo”, cuenta Ned Merril sobre una pareja de<br />

ancianos progresistas, antes de tirarse y hacer un largo. Con<br />

cada inmersión, el protagonista de Cheever también expía sus<br />

culpas. Cansado, enmohecido y triste, termina cumpliendo su<br />

meta solo para comprender la soledad del que nada demasiado.<br />

En su casa, oxidada y vacía, ya nadie lo espera.<br />

Y es que el agua podrá ser transparente, pero deja sus marcas.<br />

“Crawl adelante / y crawl atrás / Subo a la superficie a<br />

respirar / Abro los ojos / los vuelvo a cerrar / Me hundo / me<br />

abandono / Naufrago zozobrando y no hago pie bajo la piel<br />

/ sobre la piel me fundo y me adelanto”, escribe al respecto<br />

Gabo Ferro en su canción “Tapado de piel”, publicada en<br />

el libro Costurera carpintero (La marca, 2014). Si bien prima<br />

la desnudez, lo cierto es que todos nadamos con lo puesto.<br />

Sentimientos y experiencias, siempre se nada y se nada solo.<br />

Ejercicio solitario, invita a la reflexión y al fluir de la conciencia.<br />

En este sentido, el monólogo teatral Nadar mariposa, de<br />

Lucas Lagré, juega con el desliz de la memoria. Exnadador<br />

devenido entrenador de club de barrio, cuenta desde su hidrofobia<br />

las rivalidades entre compañeros, los códigos machistas<br />

del alto rendimiento, hasta su fracaso como deportista. Nadar<br />

mariposa implica un estilo y una técnica, pero también es metáfora<br />

de una sensibilidad reprimida. “Que no vean que sos un<br />

cagón (…). Nadar mariposa. El cuerpo como un látigo. Los brazos,<br />

una flecha. Onda, onda hacia adelante. La superficie está<br />

cerca. Onda, onda, brazada y respirar. Pegále al agua y avanzá”,<br />

se repite a sí mismo al recordar su última carrera frustrada.<br />

Antes fue Paul Valéry quien relacionó la natación con la<br />

sexualidad. Para él, nadar era “une fornication avec l’onde”.<br />

Sin embargo, hasta para eso se necesita disciplina. Mantenerse<br />

a flote, no hundirse, saber respirar a tiempo, no siempre<br />

resultan tareas sencillas. Basta leer el cuento “El equipo de<br />

natación”, incluido en Nadie es más de aquí que tú (Literatura<br />

Random House, 2018) de Miranda July, para darse<br />

cuenta. Una chica deprimida llega a un pueblo sin pileta. En<br />

lugar de morir, decide enseñarles a nadar a tres octogenarios<br />

en la cocina de su departamento. Palanganas llenas de agua<br />

salada, una rutina semanal y un silbato, la salvan a ella (y a los<br />

viejos) de ahogarse en el día a día.<br />

“Aquí abajo el tiempo pasa distinto. No hay minutos ni<br />

segundos. No existe pasado, presente ni futuro (…). Sístole,<br />

diástole: un corazón recorre esta pileta clorada (…). Y luego,<br />

ya no hay sonido ajeno ni corazón: solo latido. Soy un latido<br />

que se vuelve líquido. Un latido que, de a poco, se disuelve<br />

en el agua hasta desaparecer. Nada. Solo silencio: agua. Silencio,<br />

agua y libertad”, escribe Federico Bianchini en “La<br />

mujer sumergida”, una crónica de su libro Cuerpos al límite<br />

(Aguilar, 2017), que retrata la carrera de Ludmila Brzozowski.<br />

Récord panamericano de apnea, la argentina nadó<br />

134,37 metros sin inhalar más aire que el de la largada.<br />

Fogwill, por el contrario, únicamente nadaba para respirar.<br />

No solo porque, como cuenta Bianchini en la crónica “El<br />

hombre que nada”, tenía un enfisema, sino porque además,<br />

tal como se dice en “Contra el cristal de la pecera de Acuario”,<br />

no hay un afuera del agua. Escribe Fogwill en un largo<br />

poema incluido en Lo dado: “Juntos / en la pecera / estamos /<br />

puros reflejos / de la pecera / nadando / solos / nos deslizamos<br />

/ envueltos / en su atenuada / y tibia / luz”.<br />

Los paisajes azules que construye se reiteran también en<br />

“Versiones sobre el mar”, editado en Partes del todo (Sudamericana,<br />

1998). En sus versos, el océano es donde se encuentran<br />

y se disuelven las cosas, es “abundancia de sinsentido<br />

humano”, es mar que marea con palabras. Las olas rompen<br />

contra la visión del poeta que se ve a sí mismo desde la orilla<br />

en la vastedad y que clama por ir hacia la nada. Sin embargo,<br />

las corrientes oceánicas de Fogwill, entre cuerpos y pieles,<br />

identifican a alguien: “hombre marino late / tu corazón / y su<br />

pulso marino te suma y te sume en su mar”, se lee hacia el<br />

final. Habla de Héctor Viel Temperley, tal vez el máximo<br />

deportista en las aguas de la literatura nacional.<br />

“Soy el nadador, Señor, solo el / hombre que nada. / Gracias<br />

doy a tus aguas porque / en ellas / mis brazos todavía / hacen<br />

ruido de alas”, dice Viel en El nadador (Emecé, 1967), aunque<br />

su libro más famoso sobre el tema es Crawl (1982). En este,<br />

dispuestos los versos para que visualmente parezcan brazadas<br />

de un cuerpo que se desplaza sobre la página, el autor replica<br />

la respiración entrecortada mediante las estrofas. Creando un<br />

universo marino, repite una y otra vez: “Vengo de comulgar<br />

y estoy en éxtasis”, como quien bracea, como si la reiteración<br />

fuese técnica y ejercicio físico, pero sobre todo letanía. Evasión<br />

y mundo en el agua, “su alma solo traga lo mismo que el mar<br />

traga: aletas, playas solas e iguales, hombres débiles”, dirá el<br />

poeta nadador que se escapa de “lo excesivamente claro”.<br />

Desde esta perspectiva, ir contra la corriente requiere un<br />

acto de entrega, un salir del lugar común. “Cuando nada,<br />

una está siempre en el mismo lugar (…). Allí, sumergida,<br />

el tiempo no corre: te acompaña”, cuenta la profesional de<br />

aguas heladas, María Inés Mato, en “La historia de una<br />

mujer que intenta sentir las partículas del agua”. La crónica<br />

forma parte de Desafiar al cuerpo (Aguilar, 2015), un libro de<br />

Bianchini en el que retrata deportistas del extremo.<br />

“Con una pierna menos y sin prótesis / entrenó como una<br />

disidente; / en el verso libre encontró ritmos, / palabras que<br />

sostuvieran el calor / (…) Del agua helada dijo duele muchísimo<br />

/ pero es una frontera, / un cruce, solo eso”, anota Alicia<br />

Genovese sobre Mato en su poemario Aguas (Ediciones<br />

del Dock, 2013). En él, aborda ríos, mareas, arroyos, incluso<br />

líquidos amnióticos, que sirven para encauzar el pensamiento<br />

y trazar límites invisibles. “Un nadador en lo abierto y el agua<br />

deja de ser incierta”, dice. Nadar, así, es una vez más un acto<br />

del cuerpo, pero sobre todo de la palabra<br />

32<br />

33


Entrevista<br />

tres<br />

La escritora española nos cuenta cómo<br />

recopiló documentación y creó a las<br />

protagonistas femeninas de su última novela,<br />

Las hijas del Capitán (Planeta), cuya trama<br />

se enmarca en el proceso migratorio de<br />

españoles a Nueva York durante los años 30<br />

María Dueñas<br />

Mujeres en la<br />

línea de salida<br />

POR Martina Leunda<br />

María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964) acaba de<br />

publicar Las hijas del Capitán (Planeta), una novela que tiene<br />

como tema central la inmigración de los españoles a Estados<br />

Unidos, específicamente a Nueva York, pero que no pone<br />

el foco en los hombres sino en aquellas mujeres inmigrantes<br />

que concretaron sus sueños del otro lado del océano. Como<br />

era de esperar, fue un récord de ventas inmediato, pues deslumbra<br />

con una historia tan atrapante como innovadora.<br />

–Nos situamos en Nueva York en los años 30. ¿Cómo<br />

trabajó este espacio? Bueno, Nueva York es una ciudad tan<br />

vibrante, tan magnética, que realmente necesitas poco trabajo<br />

para meterte en ella. Pero yo, más allá de la Nueva York de<br />

las postales y las guías turísticas, quería adentrarme también<br />

en una Nueva York menos conocida, menos vistosa, en cómo<br />

vivían las comunidades de inmigrantes en aquellos años 30, y<br />

en concreto en cómo vivía la colonia española. Entonces he<br />

reconstruido las calles en las que estaban asentadas las instituciones<br />

que los cohesionaban: la Casa de Galicia, el Centro<br />

Asturiano, el Centro Vasco, todas las asociaciones que daban<br />

un poco de unidad. He investigado sobre sus negocios, sobre<br />

qué tipo de tiendas tenían, dónde compraban los comestibles.<br />

He querido reconstruir ese micromundo de gente desarraigada<br />

que luchaba por un futuro mejor y que a la vez estaba<br />

fuertemente cohesionada para ayudarse mutuamente.<br />

–Es un movimiento migratorio del que no se sabe<br />

mucho. ¿Por qué? Pues primero porque era un destino,<br />

comparado con otros, menor. Casi toda la inmigración enorme<br />

que hubo, en oleadas, transcontinental, en aquellas primeras<br />

décadas del siglo XX tuvo como destino América, y más<br />

concretamente Argentina, que fue el primer país receptor de<br />

inmigrantes en cantidad. Algunos otros fueron a Uruguay, a<br />

Brasil, algunos a Cuba, aunque en Cuba había circunstancias<br />

distintas. Y a Estados Unidos fueron también en un número<br />

relativamente abundante, no tanto como hacia el sur. Lo que<br />

ocurrió fue que algunos entraron al país y se asentaron en<br />

distintas regiones, y otros se quedaron en Nueva York. Cuando<br />

llega la Guerra Civil y se dan cuenta de que la vuelta a casa va<br />

a ser difícil (ellos habían migrado con la idea de volver), empiezan<br />

a asimilarse al país, y lo hacen muy bien y con mucha naturalidad,<br />

así es como quedan un poco diluidos. Y desde España<br />

se sabe poco porque no hay una interpretación colectiva de los<br />

españoles que se fueron a Estados Unidos. Cada uno procedía<br />

de un rincón, asturianos y gallegos eran los más numerosos,<br />

pero también había valencianos, andaluces, cada uno ha sido<br />

interpretado y estudiado desde su perspectiva regional. Los<br />

vascos saben qué pasó con los vascos, los gallegos lo mismo, los<br />

valencianos también, pero no tenemos una narración colectiva<br />

de lo que pasó con todos los españoles. Y eso es lo que yo he<br />

querido hacer en la novela: explorar todo el país, el movimiento<br />

de salida y de inserción.<br />

–No existe documentación integral… No, desde el lado<br />

español, no. Desde el lado americano hay algo que me ha<br />

servido como fuente fundamental de documentación, pero<br />

ha tenido que venir un profesor de la Universidad de Nueva<br />

York, descendiente de asturianos, que ha sido mi mayor<br />

aliado en este proceso de documentación, junto con un<br />

periodista asturiano, también vinculado a la migración, Jim<br />

Fernández y Luis Argeo. Ellos han sido los únicos que<br />

han explorado estos movimientos, tocando puertas de los<br />

descendientes en América.<br />

–Obtuvo documentación y testimonios de los descendientes.<br />

¿Cómo organizó el material para volcarlo<br />

luego en la novela? Yo en general siempre le dedico bastante<br />

tiempo a la parte de documentación y luego me dedico<br />

a triturarla, a que entre bien en la ficción, sin dejar grumos.<br />

Utilizo documentación rigurosa, académica, también utilizo lo<br />

que me cuentan en primera persona, y la prensa de la época,<br />

utilizo un poco de todo, y tengo un amplio banco documental<br />

35


Esta entrevista fue filmada.<br />

Pueden verse algunos<br />

fragmentos destacados<br />

en nuestras redes<br />

yenny.elateneo<br />

yenny_elateneo<br />

de nombres, de detalles, de negocios, de familias. Lo que intento<br />

es que todo eso permee la novela con naturalidad: aquí<br />

meto una anécdota, aquí meto unos nombres, aquí meto una<br />

dirección, pero intento no apelmazar el hilo narrativo en ningún<br />

momento con bloques de documentos difíciles de digerir.<br />

–Para que no se pierda la esencia de la ficción y se<br />

transforme en un libro documental… Exactamente.<br />

Siempre hago un esfuerzo por eso, para que el peso de la documentación,<br />

por abundante y rico que sea, no se me quede<br />

ahí atragantado. Que la ficción siga siendo ficción, aunque se<br />

sustente en pilares de verosimilitud.<br />

–Hablemos de la ficción, entonces. Los personajes son<br />

uno de los ingredientes más ricos de la novela, porque<br />

cambian el punto de vista desde el que casi siempre<br />

se trató el tema de la inmigración. En este caso el<br />

protagonista no es el hombre que viaja en busca de<br />

oportunidades, se trata de tres mujeres. Un punto de<br />

vista que, si bien no ha sido tan narrado, existe. Claro<br />

que existe. De hecho ese es mi punto de partida. Yo quería<br />

escribir una novela sobre mujeres migrantes. La conciencia<br />

de esa invisibilidad, de ese anonimato de tantas mujeres que<br />

migraron, la tuve cuando me documenté para mi novela<br />

anterior, La templanza, que es la historia de lo que en España<br />

llamamos un indiano, es decir un hombre del siglo XIX que<br />

va a México, se enriquece con la minería y la plata y después<br />

vuelve a España convertido en alguien distinto. Entonces<br />

a partir de ahí empecé a leer todo tipo de documentación<br />

vinculada a los procesos migratorios, y siempre encontraba lo<br />

mismo, la peripecia de los hombres. Siempre era consciente<br />

al final de que había mujeres alrededor, pero iban a la rastra<br />

de estos hombres, o eran las hijas o eran las esposas o eran las<br />

novias, ellos volvían al pueblo y se las llevaban, o eran sirvientas.<br />

Siempre tenían un papel secundario, y a mí me parecía<br />

que eso era algo que había que sacar de alguna manera a la<br />

luz. Las mujeres también tenían emociones, sentimientos,<br />

pensamientos, ambiciones, por cortas que fueran, de futuro,<br />

y me parecía que era interesante ponerlas en la línea de salida<br />

y a partir de ahí construir una ficción.<br />

–¿Cómo construyó a cada una de las hermanas, para<br />

que las tres pudieran ser protagonistas? La verdad es<br />

que tener este triple protagonismo ha sido un desafío como<br />

narradora. Porque para los lectores puede parecer que son<br />

tres mujeres entre las que se divide el protagonismo o el peso<br />

de la acción, pero probablemente no sean conscientes del<br />

trabajo que hay detrás, de lo cual yo me alegro, porque construyo<br />

unos andamiajes sólidos sobre los que sitúo la acción y<br />

después los retiro para que no se vea la carpintería que queda<br />

detrás. Construir a estas tres mujeres que en un principio<br />

arrancan cohesionadas y que luego se van distanciando y<br />

volviendo a juntar, requiere un esfuerzo mío como narradora,<br />

como escritora, que me ha consumido tiempo y pensamiento,<br />

más del que se ve. Porque hay que hacer un juego de<br />

equilibrios, de contrapesos, con las personalidades de las tres,<br />

y también con las líneas narrativas de las tres, además de las<br />

interacciones entre ellas, y a veces se me ha hecho un poco<br />

cuesta arriba. Pero lo hemos superado, creo que ha salido<br />

bien y que valió la pena el esfuerzo.<br />

–Estas mujeres inmigrantes se animaron a soñar con<br />

algo más allá del matrimonio. ¿De qué se trató ese<br />

“algo”? Es lo que le doy a cada una de mis protagonistas.<br />

Mona, la hermana mediana, es la que tiene en mente<br />

transformar la humilde casa de comidas que era del padre<br />

en un night club con espectáculos y con un futuro un poco<br />

más prometedor, pues sueña con algo que no era muy común<br />

en la época, que es que las mujeres llevaran las riendas de<br />

un negocio. No era la única, y yo tengo constatación de que<br />

había varios negocios boyantes de la colonia española llevados<br />

enteramente por mujeres, pero no era lo común. Después<br />

Luz, la pequeña de las hermanas, aspira a ser artista, o sea<br />

que también tiene una aspiración vital, lo que pasa es que<br />

es más manipulable, tiene menos determinación que Mona.<br />

Victoria, la mayor, es la menos actual en este sentido, es la<br />

que menos proyección propia tiene, la que más asume lo<br />

que la vida le pone por delante, que es el matrimonio con un<br />

señor que no le interesa para nada y que le dobla la edad, lo<br />

que pasa es que también tiene la osadía suficiente como para<br />

tomar ciertas decisiones comprometidas cuando el verdadero<br />

amor de su vida se cruza por delante.<br />

–Este libro toca un tema que hoy en día es muy importante<br />

en todo el mundo, me refiero a la visibilización<br />

de las mujeres en diferentes espacios, ¿qué opinión le<br />

merecen los movimientos feministas que están surgiendo<br />

en nuestros días? A mí me parece bien, muy bien, que<br />

se diga “hasta aquí hemos llegado”, porque hay razones de<br />

sobra para hacerlo. Pero también me gustaría que todo esto<br />

se hiciera con la cabeza fría, no aprovechando los calentones<br />

del momento para generar unas proclamas que de pronto<br />

tienen que cambiar todo. Va a cambiar, pero vamos a hacerlo<br />

con serenidad, con lucidez, vamos a hacerlo con calma y en<br />

su sitio. Dicho lo cual, me parece estupendo.<br />

–Dicen que usted escribe literatura para mujeres, y<br />

ese suele ser un prejuicio que existe en general sobre<br />

los libros que hablan de amor. ¿Qué opina sobre eso?<br />

Estoy totalmente en desacuerdo. Yo no escribo para mujeres.<br />

Yo soy mujer, escribo con voz y con mirada de mujer, y muy<br />

a menudo escribo sobre cuestiones vinculadas a las mujeres.<br />

Dicho lo cual, no escribo para mujeres, escribo para todo tipo<br />

de lectores. Lo que pasa es que lo que te encuentras al otro<br />

lado lleva a etiquetar lo que no es como si lo fuera. A ningún<br />

hombre que yo conozca, escritor contemporáneo, que escriba<br />

una novela protagonizada por un hombre, se lo etiqueta<br />

como escritor masculino, como que escribe literatura viril y<br />

como que sus únicos destinatarios son los machitos. Con lo<br />

cual yo lo que creo es que sobran unos cuantos prejuicios, y<br />

espero que consigamos tener la mente un poco más abierta y<br />

ser un poco más serios<br />

36


Entrevista<br />

cuatro<br />

Enrique Macaya Márquez<br />

“Siento que necesito<br />

cubrir cada mundial”<br />

POR Matías Baldo<br />

El periodista deportivo, una enciclopedia<br />

viviente, decidió transcribir y recopilar sus<br />

peripecias y anécdotas en Mis Mundiales<br />

(Planeta), que reúne sus seis décadas<br />

como corresponsal en el torneo de fútbol<br />

más importante del mundo<br />

En un fútbol que avanza a un ritmo galopante, la Copa del<br />

Mundo ha tenido una única constante durante los últimos<br />

60 años: la presencia ininterrumpida de Enrique Macaya<br />

Márquez (Buenos Aires, 1934). La leyenda del Hombre de<br />

los Mundiales se agigantará en el próximo certamen de Rusia,<br />

su 16ª travesía. La propia FIFA confirmó que es el periodista<br />

con más coberturas mundialistas en la historia.<br />

–¿Qué es un Mundial? No hay una palabra que pueda<br />

definir qué es porque tiene que ver con la vida, con el tiempo<br />

y con los acontecimientos que se van presentando en cada<br />

momento. Depende de qué tipo de Mundial, sobre todo según<br />

la época de mi vida. Para mí no fue lo mismo México en<br />

1970, sin Argentina, que en 1986, cuando salió campeón.<br />

–Hay un dicho popular: “La vida se mide en Mundiales”.<br />

¿Usted diagramó su vida en torno a ellos? No, no.<br />

Yo he programado mi concurrencia según las circunstancias<br />

y el momento. En algunos trabajé para medios que ya<br />

habían hecho la reserva con anticipación e incluso habían<br />

comprado los derechos, en otras fui como freelancer. Soy<br />

alguien que siempre buscó ingeniosamente la manera de<br />

cubrir el campeonato del mundo. También tuve la suerte<br />

de no haberme engripado o resfriado nunca en la previa<br />

durante el invierno argentino.<br />

–Usted le dedica su libro a “mi familia sin domingos”.<br />

¿Cómo hizo para conjugar ambas pasiones? Supongo<br />

que hubo sacrificios de las dos partes. Lo lógico era que<br />

tuviera que alejarme de mi familia. Pero mi carrera no tiene<br />

que ver solamente con los Mundiales, sino también con todos<br />

los domingos. Pero uno se acostumbra a vivir al revés. La<br />

clave es hacerlo en armonía.<br />

–¿Cuáles son las diferencias entre su primera experiencia<br />

en Suecia 1958 y la última hace cuatro años en Brasil?<br />

La tecnología, principalmente. Recuerdo que mi primera<br />

vez fue por radio, salía la transmisión y no sabía si llegaba. En<br />

Brasil salíamos permanentemente al aire y en forma directa<br />

en la televisión argentina.<br />

–¿Encontró dificultades para adaptarse a las nuevas<br />

tecnologías? No es tan difícil. Yo estaba entrenado. Jugaba<br />

en un equipo igual que cualquier jugador durante el año.<br />

Jugaba todo el año, todos los años, y cuando iba con la Selección<br />

a un Mundial ya llegaba entrenado.<br />

–El fútbol de antes, tal como retrata en su libro, tenía<br />

un espíritu más amateur, más barrial. También el periodismo.<br />

Hoy todo es más profesional. Usted vivió ambas<br />

experiencias, ¿cuál prefiere? Es curioso porque a mí me<br />

gustaba cuando era más amateur, más aficionado. Pero de<br />

todas maneras siento necesario que los Mundiales sean como<br />

son actualmente. Con el apoyo de la tecnología y con todas las<br />

facilidades que hay para que uno pueda realizar su trabajo.<br />

–¿Qué lo motiva a seguir viajando a cubrir un Mundial?<br />

No es fácil, pero es lo mismo que me permite seguir<br />

trabajando. Es algo que me gusta pero que además siento<br />

que lo necesito. Esto se rubrica y pone su acento final en lo<br />

que es cada Campeonato del Mundo, por supuesto.<br />

–¿Cómo lo reciben? Yo soy récord del mundo desde hace<br />

dos torneos, pero tampoco me la creo, son circunstancias.<br />

Para algunos sí significa algo, pero el trato es como si fuera<br />

uno más. Distinta cosa es cuando salís campeón. En México<br />

1986 venían colegas de Sudamérica a felicitarme, como si yo<br />

hubiera hecho un gol o como si hubiera sido partícipe.<br />

–¿Cómo se prepara para cada Copa del Mundo? Cuido<br />

mi salud en la previa y hago todo lo que hace cualquiera que<br />

tiene que estar fuera de su casa durante 40 o 45 días. Es<br />

duro, se trabaja mucho, en mal horario, se viaja mucho, pero<br />

el entusiasmo por poder presenciar cosas realmente importantes<br />

disimula todos esos factores. No hago una preparación<br />

más allá de una investigación de cada equipo, de sus características<br />

individuales y colectivas, además de su rendimiento.<br />

–Su relato deja en evidencia la transformación que fue<br />

sufriendo la relación entre el periodismo y los jugadores.<br />

Desde la confianza inicial al hermetismo final.<br />

¿Siente que los jugadores de hoy ven un enemigo en el<br />

periodismo? Sí, si el periodismo habla mal se lo ve como un<br />

enemigo. En general ellos están convencidos de que necesitan<br />

que los traten bien. Pero en general todo periodista que<br />

está vinculado directamente con el Seleccionado mantiene<br />

una muy buena relación por dos razones: porque después de<br />

tanto tiempo compartido puede entablarse cierto vínculo de<br />

amistad, y porque ambos saben que deben producir una nota,<br />

y tener eso en mente genera armonía en el trato mutuo.<br />

–Sin embargo, parece difícil que las charlas que usted<br />

refiere con César Luis Menotti, con Juan Carlos Lorenzo<br />

o hasta con el propio Diego Armando Maradona<br />

puedan tener lugar hoy en día. ¿O acaso se siguen<br />

dando? No, y si se dan, es con menos frecuencia. Pero<br />

también se debe a que hay muchos más periodistas. Hoy<br />

en día hay una gran cantidad de colegas que representan a<br />

distintos medios y tienen distintas orientaciones. Entonces<br />

el requerimiento se multiplica y es más difícil. No todos los<br />

protagonistas tienen tiempo como para dar explicaciones,<br />

por eso aparecen las conferencias de prensa. Ahí uno se da<br />

39


cuenta cuál es el periodista que tira un centro y cuál es el que<br />

ataca un poco más. Es muy difícil porque si a los jugadores<br />

en algún momento les molesta algo, simplemente toman la<br />

resolución de no hablar masivamente, sin separar la paja del<br />

trigo, y en eso se equivocan.<br />

–¿Qué balance hace del periodismo actual en comparación<br />

con el pasado? Está mucho mejor informado que<br />

antes. El periodista de los primeros Mundiales describía muy<br />

bien los fenómenos y tenía la riqueza del vocabulario. En la<br />

última etapa empezaron a meterse en la cancha, a entender<br />

el idioma del jugador, a explicar cosas que tienen que ver más<br />

con la técnica que con la descripción, a veces más superficial<br />

aunque muy rica en el vocabulario, de lo que está pasando<br />

dentro de la cancha.<br />

–Escribe usted: “Dentro del fútbol pareciera que no<br />

todo el mundo sabe y conoce de lo que habla”. ¿Qué<br />

significa? No todo el mundo sabe de lo que habla, aunque<br />

pueda utilizar palabras que demostrarían que sí sabe. No<br />

es tan sencillo saber, sobre todo de fútbol. Por ejemplo,<br />

siempre dicen que hay que jugar bien, y me preguntan qué<br />

es jugar bien. La respuesta es dominar los tiempos, saber<br />

cuándo atacar, cuándo defender, cómo atacar, cómo defender,<br />

cubrir los espacios, determinar qué conviene en cada<br />

circunstancia, defender cuando el equipo ataca y atacar<br />

cuando el equipo defiende. Es el manejo de los tiempos y<br />

del juego. Pero no es tan sencillo poder ser un observador<br />

de eso y acertar con el diagnóstico.<br />

–¿Qué expectativas tiene respecto de la Selección para<br />

Rusia? Están más referidas al pasado que al presente, entonces<br />

es un interrogante en el futuro. Está claro que en estos<br />

momentos España, Alemania y Brasil están por encima de<br />

Argentina, que todavía tiene dudas sobre su formación y sobre<br />

cómo van a llegar algunos de sus jugadores en el aspecto físico.<br />

Es cierto que hay técnicos que encontraron el equipo después<br />

del primer partido o en el primer partido, pero eso no se puede<br />

tomar como una base muy sólida donde pararse para pensar<br />

en un equipo favorito para ganar el campeonato.<br />

–Suele haber una relación directa entre los malos<br />

resultados deportivos y el caos dirigencial. ¿Por qué?<br />

Nosotros tenemos dirigentes que son aficionados. Gente que<br />

quiere preocuparse y se preocupa, pero más allá de que se va<br />

progresando en esto de la relación internacional y el manejo<br />

de esa relación, hay una tarea de aprendizaje. De todas maneras,<br />

entre el primer Mundial y el último, nuestros dirigentes<br />

han mejorado mucho. No es fácil manejar un grupo de<br />

jugadores que tienen el nivel que tienen, no solo futbolístico,<br />

sino también económico, y una ubicación dentro del espectro<br />

social muy importante. Los dirigentes son los que más<br />

atrasan en esta carrera.<br />

–Una de sus conclusiones, tras 60 años de trayectoria<br />

mundialista, es que el trabajo a largo plazo es esencial<br />

para el éxito. ¿Por qué Argentina no logra edificar y<br />

sostener un proyecto? Hoy en día es imposible porque<br />

los jugadores viven y juegan en otro lado. Habría que crear<br />

algunas circunstancias para saber cómo moverse. En general<br />

los técnicos que fueron campeones del mundo, como César<br />

Luis Menotti y Carlos Bilardo, trabajaron mucho. Se<br />

las ingeniaron para poder hacerlo.<br />

–La historia de la Selección Argentina parece cíclica y<br />

cuesta encontrar la esencia e identidad del fútbol argentino.<br />

¿Existe o es pura improvisación? Que el fútbol<br />

argentino es improvisado no caben dudas. Por ahí la esencia<br />

es esa, la improvisación. En el juego se necesita saber improvisar,<br />

pero para saber improvisar hay que estar organizado.<br />

Parece contradictorio pero es realmente así.<br />

–Remarcó en varias oportunidades que uno de los pecados<br />

del fútbol argentino fue creerse superior. ¿Hoy<br />

en día sucede lo mismo? No, creo que no, eso ya pasó. Fue<br />

en Suecia 1958. Subestimábamos a todo el mundo. Pero no<br />

solo el equipo, éramos los argentinos en general que subestimábamos<br />

a cualquier sociedad. Hoy, al contrario, temo que<br />

se crean inferiores.<br />

–Después de 60 años y 15 Mundiales, ¿qué le diría el<br />

Macaya de hoy a aquel que con 23 años viajó a Suecia<br />

para cubrir su primer Mundial? [Ríe] Te felicito, le diría.<br />

Realmente. ¿Sabés lo que era Suecia? ¿Cómo fui yo? Con un<br />

avión turbohélice que paraba en todos lados. Salimos por el<br />

norte de Alemania, cruzamos Dinamarca y llegamos al sur de<br />

Suecia. No sabíamos ni adónde íbamos<br />

Entrevista<br />

cinco<br />

Juan Villoro<br />

“No hay literaturas<br />

individuales”<br />

El escritor mexicano visitó recientemente Buenos Aires para presentar su último libro<br />

de ensayos, La utilidad del deseo. En él se ocupa de un puñado de autores clave en su<br />

formación como lector, y también reflexiona sobre temas diversos como la traducción<br />

y la enfermedad. Una charla íntima sobre literatura y terremotos<br />

POR Malena Rey<br />

40


Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) es uno de los<br />

nombres más gravitantes de las letras mexicanas, entre otras<br />

cosas por la facilidad con la que se desplaza de la literatura al<br />

periodismo, de la crónica al ensayo, o con la que se dirige al<br />

público infantil. Es además un eximio comentarista deportivo<br />

y un reputado traductor del alemán, oficio que aprendió en<br />

la estela de su gran amigo Sergio Pitol. Conversador ágil<br />

y siempre lúcido, nos recibió en un hotel del centro porteño,<br />

en medio de una gira de presentación de su último libro<br />

de ensayos, publicado por Anagrama, en el que desgrana el<br />

oficio de poner en relación obras dispares de autores que le<br />

interesan mucho. También nos contó sobre el impacto de “El<br />

puño en alto”, el conmovedor texto que escribió de un tirón<br />

luego del último terremoto que como una maldición azteca<br />

azotó la Ciudad de México el pasado 19 de septiembre, y que<br />

revivió los fantasmas del devastador sismo de 1985.<br />

–Muchos de los ensayos reunidos en La utilidad del<br />

deseo tratan sobre autores clave en su formación,<br />

tanto latinoamericanos como europeos: Daniel Defoe,<br />

Fiódor Dostoyevski, Juan Carlos Onetti y Carlos<br />

Monsiváis. ¿Podría considerarlos su propio canon? Este<br />

es mi tercer libro de ensayos, y hay una condición accidental<br />

en los autores elegidos porque ya había escrito sobre otros.<br />

En este caso, es una oportunidad de compartir entusiasmos y<br />

de ponerlos en relación entre sí. Hay autores a los que no les<br />

dedico un ensayo y cuya sombra atraviesa casi todo el libro,<br />

como Jorge Luis Borges, y creo que una de las cosas más<br />

interesantes de la lectura es la posibilidad de establecer conexiones<br />

entre escritores que no necesariamente han operado<br />

en contigüidad, o que no pertenecen a la misma tradición.<br />

Uno de los grandes problemas del lector “culto” o “culterano”<br />

es que empieza a leer de acuerdo a una tendencia de lo<br />

ya sancionado, y se pierde las ligazones más inesperadas y<br />

atractivas entre autores.<br />

–Uno de los mejores textos del libro es el que compara<br />

las cartas de Onetti con las de Julio Cortázar y Manuel<br />

Puig. Se establecen allí una serie de relaciones que<br />

hasta el momento no estaban muy trabajadas. A mí eso<br />

es lo que me gusta. Para empezar, no hay literaturas individuales.<br />

Nadie puede decir que es el punto de llegada de la<br />

literatura o la estación terminal de una corriente. Todo el<br />

mundo depende de muchísimos otros autores, de voces colectivas<br />

de la época. Escribir un libro de ensayos es como invitar<br />

a una tertulia a alguien que no se ha presentado ahí pero<br />

que la puede animar de otra manera. Y esa es una actitud<br />

muy latinoamericana. Una de nuestras ventajas es estar un<br />

poco en las orillas de la cultura. Quienes tienen una cultura<br />

central difícilmente se abren a otros estímulos. Una vez hablé<br />

con Martin Amis, cuando él estaba viviendo en Uruguay, y<br />

le pregunté si había leído a Onetti. Me dijo: “No, pero ya leí<br />

a Borges”. ¡Como si fuera lo mismo! Como si Borges sustituyera<br />

todo el código de lo latinoamericano. Nosotros tenemos<br />

esa ventaja: al estar lejos por ejemplo de la tradición anglosajona,<br />

queremos saber más de muchas otras fuentes.<br />

–En el libro se reúnen autores que ya han muerto. ¿Qué<br />

nombres actuales de la literatura contemporánea le<br />

llaman la atención? Me gusta mucho César Aira, también<br />

Alberto Barrera, un escritor venezolano. Y leo activamente<br />

a narradoras como Guadalupe Nettel, Fernanda<br />

Melchor, Valeria Luiselli, Verónica Gerber, de<br />

México. A Mariana Enríquez y Samanta Schweblin de<br />

Argentina, o a Sara Mesa de España, que es espléndida. Me<br />

interesa ese horizonte de escritoras que trabajan casi todas<br />

desde el fragmento y el cuento.<br />

–La utilidad del deseo toma su nombre de un ensayo<br />

dedicado a la creación de literatura para niños y niñas.<br />

¿Qué es lo que más le gusta de escribir para ese público?<br />

Escribir para niños es un desafío fascinante, porque la<br />

mente infantil suele tener una apertura mucho mayor que la<br />

del adulto. Acepta estímulos variadísimos, pero a condición<br />

de que todos ellos sean lógicos. Los niños aman la lógica. Y<br />

creo que no hay nada más serio en el mundo que un niño<br />

jugando. Los juegos dependen de las reglas, y cuando en la<br />

literatura infantil uno promete que un hada puede cumplir<br />

tres deseos, si agregas un deseo extra, el niño se enoja porque<br />

rompiste la regla. Esa mezcla de una imaginación desaforada<br />

con principios estrictamente lógicos que la rigen, y que tiene<br />

expresiones maestras como Alicia en el país de las maravillas,<br />

es el gran desafío del escritor infantil. Por otro lado, también<br />

me parece esencial entrar en personaje, como un actor que<br />

se prepara para desarrollar un papel. El escritor de cuentos<br />

para niños tiene que retrotraerse a una posibilidad de comunicación<br />

en la que él evidentemente no vuelve a la niñez<br />

pero sí se pone en una sintonía especial. Y ese es un ejercicio<br />

psicológico. En la dedicatoria de El principito, Antoine de<br />

Saint-Exupéry dice: “Todos los adultos han sido niños pero<br />

lo han olvidado”, y le dedica el libro a su amigo, pero no al<br />

actual sino al que fue de niño. Esa regresión voluntaria es<br />

muy importante. Charles Baudelaire decía: “Tenemos de<br />

genios lo que conservamos de niños”.<br />

–El pasado abril falleció el gran escritor y traductor<br />

mexicano Sergio Pitol. ¿Cómo fue su relación con él a lo<br />

largo de los años? Su muerte era algo esperado, pero para<br />

muchos de nosotros es el fin de una época. Fue una especie de<br />

mentor para mí. Me conoció cuando yo era muy joven, en un<br />

coloquio que se llamaba Encuentro de Generaciones. Él tenía<br />

unos cuarenta y tantos años y se consideraba un escritor joven,<br />

no consagrado. Lo invitaron a Pitol, y pensó que él sería el joven<br />

de la mesa, y que estaría con Octavio Paz o con Carlos<br />

Fuentes. Se sorprendió mucho porque él era el viejo y yo el<br />

joven. Siempre fue muy generoso y tomó en sus manos la tarea<br />

de educarme, lo cual no era fácil, porque decidió recomendarme<br />

bebidas, trabajos, música. Fuimos amiguísimos hasta que<br />

él empezó a perder la capacidad primero de hablar y luego de<br />

entender a otro. Pitol me ayudó mucho a perderle el odio a la<br />

lengua alemana, que yo había estudiado por obligación. Me<br />

explicó que si yo regresaba al alemán a través de la traducción<br />

iba a poder entrar en cada una de las decisiones que tomó un<br />

autor, poner mis pasos en sus huellas en cada página. La traducción<br />

es un ejercicio que yo hice en su estela. Él es el gran<br />

traductor de Witold Gombrowicz. Parte de su legado tiene<br />

que ver con sus traducciones.<br />

–Otro de sus grandes amigos fue Roberto Bolaño.<br />

¿Cómo y cuándo lo conoció? ¿Qué nos puede decir<br />

sobre él? Nos conocimos en México en 1976, cuando participamos<br />

de un concurso de literatura, y trabamos instantánea<br />

amistad. Era un tipo insólitamente carismático, súper simpático,<br />

con un humor muy agudo, levemente cínico, provocador.<br />

Él formaba parte de la vanguardia de los infrarrealistas –que<br />

aparece en Los detectives salvajes como real visceralistas–.<br />

Yo no era poeta, pero era amigo de ellos; simpatizaba con su<br />

transgresión pero no quería militar porque ellos eran un poco<br />

intolerantes. Y fui muy amigo de Mario Santiago, que es<br />

Ulises Lima en su novela, hasta su muerte. Bolaño se fue a<br />

España y perdí el contacto casi por completo. Cuando murió<br />

Mario Santiago, escribí un obituario y me habló Roberto por<br />

teléfono desde Blanes, donde vivía. Él tiene un libro que se<br />

llama Llamadas telefónicas, y es que era un extraordinario<br />

conversador telefónico. A diferencia de los europeos, Roberto,<br />

como yo y como tantos latinoamericanos, hablamos por hablar,<br />

para contar un sueño, compartir un recuerdo, lo que sea.<br />

Entonces él me llamaba y conversábamos largamente, y yo no<br />

sabía que había tarjetas para llamadas con descuento en Europa,<br />

y pensaba que estaba gastando muchísimo dinero. A él le<br />

gustaba alimentar esta fantasía y me decía “No te preocupes, la<br />

casa es fuerte”, o “Venderé un cuento para pagar esta llamada”.<br />

Y así nos hicimos amigos otra vez. Nos frecuentamos hasta su<br />

muerte en 2003. Realmente lo quise muchísimo.<br />

–No puedo dejar de preguntarle por el último terremoto<br />

en Ciudad de México. El texto que usted escribió,<br />

titulado “El puño en alto”, se convirtió en un fenómeno<br />

viral por su potencia para ponerle palabras a algo tan<br />

trágico como lo sucedido. ¿Cómo fueron esos días? Fue<br />

rarísimo. Yo escribo una columna en el periódico que se publica<br />

los viernes, y tengo que entregarla los jueves. Dos días después<br />

del terremoto, no sabía qué decir. En lo único que podía pensar<br />

era en el terremoto, pero no tenía ninguna clave al respecto.<br />

Contar mi anécdota personal era banal, porque era una más<br />

entre un millón. Y me pareció que lo más significativo era ese<br />

gesto repentino de los rescatistas que levantaban el puño para<br />

que la gente guardara silencio y pudieran escuchar si alguien<br />

seguía con vida entre los escombros. Es un gesto solidario que<br />

ojalá pudiéramos extender a otras áreas de la vida. Entonces<br />

quise escribir un texto reflexivo sobre eso y salió una cosa muy<br />

densa, una letanía. Jamás pensé que sería un poema, porque<br />

es un género que no pretendía invadir. Fue un desahogo. Si<br />

me preguntan a qué género literario pertenece, diría que es un<br />

“género sísmico”, una “réplica”. Esta fue una réplica emocional.<br />

Jamás pensé que la gente iba a tener interés o siquiera tiempo<br />

de leer algo. Porque todos estábamos ocupadísimos: yo tenía<br />

gente viviendo en mi casa que había perdido su departamento,<br />

iba con mi hija a dejar víveres a un centro de asistencia. Era una<br />

circunstancia que parecía muy ajena a lo escrito, y de pronto<br />

hubo una sincronía. La gente entendió que eso podía representar<br />

un consuelo. Nunca pero nunca pensé que se volvería algo<br />

viral. La primera línea de esa letanía que escribí dice: “Eres del<br />

lugar donde recoges la basura”. El sitio donde te puedes hacer<br />

cargo de los desperdicios es el único que te corresponde<br />

42<br />

43


Tema de tapa<br />

cuatro<br />

De cara al futuro:<br />

la tecnología aplicada<br />

al fútbol profesional<br />

El Mundial de Rusia será la excusa perfecta para poner a prueba numerosos avances científicos.<br />

Los árbitros podrán recurrir al VAR (Video Assistant Referee); los jugadores patearán la primera<br />

pelota de la historia que lleva un chip capaz de brindar contenido exclusivo a los espectadores<br />

mediante una página web; los partidos serán transmitidos hacia todo el mundo en 4K, un formato<br />

televisivo que cuadruplica la calidad de la alta definición; los médicos de cada equipo seguirán de<br />

cerca los movimientos de cada jugador valiéndose de pantallas especiales, para así advertir lesiones<br />

de gravedad que no se observan a simple vista, y contarán con computadoras para conectarse de<br />

inmediato con el cuerpo técnico; los hinchas no tendrán que llevar su pasaporte todo el tiempo, la<br />

nueva identidad digital (el carné de Fan ID) será suficiente para atravesar los controles aduaneros sin<br />

necesidad de visado y para viajar gratis hacia los diferentes estadios en el transporte público ruso<br />

POR Ezequiel Fernández Moores<br />

John Langenus, el árbitro belga que dirigió la caliente final<br />

del primer Mundial de 1930, también era periodista. Temeroso<br />

de olvidar detalles, apenas terminaba el partido anotaba su<br />

crónica a mano en el vestuario y buscaba luego el teléfono más<br />

cercano para dictársela a un compañero de la revista alemana<br />

Kicker. Consciente de la pasión en el Río de la Plata, Langenus<br />

dispuso que la final de 1930 se jugara con dos balones distintos,<br />

argentino en el primer tiempo, uruguayo en el segundo, ambos<br />

de cuero, inflados a pulmón. Langenus, que medía 1,90 m y<br />

hablaba cuatro idiomas, incluido el castellano, logró también<br />

que el vapor Duilio atrasara su partida para esperarlo y regresar<br />

a Europa apenas terminara la final. La crónica para Kicker<br />

podía esperar. Uruguay le ganó esa final a Argentina 4-2, con<br />

polémicas, y Langenus partió presuroso al puerto, pero el Duilio<br />

no pudo zarpar de inmediato debido a la niebla. El árbitro y<br />

periodista se quedó esperando dentro de su camarote. Ochenta<br />

y ocho años, y diecienueve Mundiales después, el Langenus<br />

de Rusia 2018 no tendría que sortear con qué balón se juega,<br />

ni mucho menos salir corriendo hacia el puerto después del<br />

partido. Todos, él incluido, estarán mirando el VAR.<br />

El Video Assistant Referee (VAR), sin dudas la gran novedad<br />

tecnológica del Mundial de Rusia, podrá utilizarse ante<br />

cuatro escenarios distintos: 1) Para validar o no un gol; 2)<br />

Conceder o no un penal; 3) Atribuir o no una tarjeta roja; y 4)<br />

Corregir un error de identificación para un jugador sancionado.<br />

El único con potestad para solicitar una revisión será el<br />

árbitro principal, aunque también podrá ser advertido por el<br />

árbitro asistente, que estará a cargo del VAR dentro de una<br />

sala de operaciones. En uno u otro caso la decisión final será<br />

siempre del árbitro principal. Para que quede claro: ni técnicos<br />

ni jugadores podrán pedir el VAR, por muy perjudicados<br />

que puedan sentirse. La FIFA, tras analizar casi mil partidos,<br />

estableció que el VAR suele revisar una media de cinco<br />

jugadas por cotejo, y que la detención promedio consume<br />

55 segundos. Y lo más importante, la FIFA confirmó que los<br />

aciertos del VAR fueron del 98,9%. Las polémicas seguirán<br />

porque forman parte de la sal del fútbol, porque el VAR ya<br />

desnudó algunas fallas en su aplicación y porque siempre<br />

habrá jugadas de apreciación; pero por mucho sentimiento e<br />

historia que sientan los más nostálgicos, es imposible seguir<br />

negándose al futuro.<br />

Un VAR extraoficial, en rigor, debutó en la final del Mundial<br />

de Alemania 2006, cuando el árbitro argentino Horacio Elizondo,<br />

que estaba de espaldas a la jugada, fue advertido por<br />

el español Luis Medina Cantalejo, cuarto árbitro fuera del<br />

campo, de que el francés Zinedine Zidane había agredido<br />

con un cabezazo en el pecho al italiano Marco Materazzi,<br />

enojado por una agresión verbal previa. “¡Terrible cabezazo del<br />

diez de los blancos al seis de los azules! ¡Terrible cabezazo!”, le<br />

avisó Cantalejo a Elizondo. Sorprendido, porque además sabía<br />

que tenía que expulsar a Zidane, gran figura del Mundial, Elizondo<br />

preguntó si había visto algo más, para saber si también<br />

debía expulsar a Materazzi. “Oye coño, cuando lo veas en el<br />

video del hotel no lo vas a poder creer”, le contestó Cantalejo.<br />

Nunca se sabrá si, como protestó Francia, Cantalejo acaso vio<br />

la agresión de Zidane no con sus propios ojos, sino a través<br />

de una TV que tenía cerca suyo. Lo que sí está claro es que,<br />

como cuarto árbitro, Cantalejo vio una agresión y se la pudo<br />

comunicar a Elizondo gracias al novedoso sistema de comunicación<br />

entre el árbitro principal, asistentes y cuarto árbitro<br />

inaugurado en ese Mundial. Un sistema de comunicación que<br />

ahora será fundamental a partir del VAR.<br />

¿No debería la FIFA dejar en manos del árbitro VAR la decisión<br />

final, en lugar de dejársela al árbitro de campo, inevitablemente<br />

más presionado por el ambiente y acaso con su ego y su<br />

autoestima expuestos a la multitud? Así lo cree, por ejemplo,<br />

Javier Castrilli. “El Sheriff”, árbitro argentino en la Copa<br />

de Francia 98. Castrilli, que comentará Rusia 2018 para la TV<br />

de Estados Unidos, también cree que los jugadores deberían<br />

tener derecho a pedir el VAR. El sistema de videoarbitraje<br />

se ha usado ya en algunas ligas europeas, pero no en las de<br />

Sudamérica. Para peor, entre nosotros sigue el mal recuerdo<br />

de la semifinal de la última Copa Libertadores, cuando el VAR<br />

se usó para darle un penal a Lanús, pero no cuando debió<br />

sancionarse otro penal para River. ¿En qué medida influirá<br />

el factor humano? Los árbitros de campo y de VAR deberán<br />

seguir aferrándose a su pericia y a su fortaleza psicológica para<br />

definir situaciones que pueden incidir en negocios millonarios<br />

y para las cuales, tal vez, la tecnología no será suficiente.<br />

En Brasil 2014, la FIFA puso fin a la prohibición histórica de<br />

recurrir al video para decidir situaciones del juego, y aceptó<br />

que la TV podía usarse para definir si una pelota había cruzado<br />

o no la línea de gol. El Goal Control, un entramado de catorce<br />

cámaras de alta velocidad que determina si la pelota entró o<br />

no, fue aplicado luego de que al inglés Frank Lampard se<br />

le negara un gol por una pelota que sí había pasado la línea,<br />

durante Sudáfrica 2010. En Brasil 2014, si la pelota cruzaba<br />

la línea, el árbitro recibía el aviso inmediato en su reloj. Sin<br />

embargo la tecnología también puede fallar, así lo demuestra<br />

el hecho de que la Federación Francesa de Fútbol (FFF) dio<br />

recientemente de baja el uso del Goal Control debido a su<br />

mal funcionamiento en dos encuentros de la Copa de la Liga.<br />

Menos polémico que el uso de la TV, en Brasil 2014 también<br />

debutó el spray evanescente, un aerosol que sirve para marcar<br />

la posición de la barrera en los tiros libres y cuyo trazado se<br />

borra rápidamente. El brasileño Heine<br />

Allemagne y el argentino Pablo<br />

Silva alegan que ellos son los<br />

inventores de ese aerosol, y<br />

que la FIFA usará aerosoles<br />

piratas en Rusia 2018, es<br />

por eso que iniciaron una<br />

demanda millonaria.<br />

El Langenus de Rusia<br />

2018 no deberá sortear el<br />

balón con el que se jugará,<br />

porque la FIFA, ya toda<br />

una multinacional con crisis<br />

45


y escándalos incluidos, lo ha convertido en un negocio. La<br />

pelota Telstar 18 de Adidas será la primera de la historia que<br />

lleve un Sensor de Comunicación de Campo Cercano (NFC).<br />

El chip es para que el balón interactúe “perfectamente con<br />

el consumidor”. Cuando el usuario toque su celular con el<br />

balón, el chip NFC activará un sitio web en su móvil con<br />

contenido exclusivo. Este contenido incluirá experiencias<br />

personalizadas según la ubicación de cada usuario, información<br />

sobre cada balón en particular y juegos. Qué lejos<br />

está todo esto de las viejas pelotas sin tiento inventadas en la<br />

ciudad cordobesa de Bell Ville, que fueron utilizadas hasta el<br />

Mundial de México 1986, donde se reemplazó el cuero por<br />

un material sintético. Cómo habrán percibido este cambio no<br />

solo el pie, sino también la mano de Diego Maradona. El<br />

10, hoy cercano a esa FIFA que antes denostaba, sabe que su<br />

“Mano de Dios” ya jamás podrá ser imitada.<br />

vender los primeros TV a color, Leo Messi inaugurará la tecnología<br />

QLED TV, una resolución con 8,3 millones de píxeles,<br />

“puntos” que conforman la pantalla que reproducirán imágenes<br />

más reales que nunca, según anuncian los fabricantes.<br />

Los jugadores corren hoy tres veces más que medio siglo<br />

atrás. La FIFA anunció que Rusia 2018 marcará también<br />

el debut del llamado “pasaporte biológico”, un sistema ya<br />

usual en deportes como el ciclismo que permite descubrir<br />

más fácilmente eventuales consumos de doping a través de<br />

transfusiones de sangre o esteroides en la orina. El juego más<br />

veloz también expone más el físico de los jugadores. ¿Cómo<br />

no recordar el impresionante choque entre Christoph Kramer<br />

y el argentino Ezequiel Garay en la última final de<br />

Brasil? El alemán permaneció inconsciente algunos instantes,<br />

y fue reemplazado catorce minutos después. Ahora, la FIFA<br />

permitirá que un asistente médico de cada equipo pueda ob-<br />

Entrevista<br />

seis<br />

Arturo Puig<br />

La marca<br />

de un<br />

nombre<br />

Recuerdo que estaba en mi pupitre de periodista en el Estadio<br />

Azteca, muy alto, pero en línea recta con “La Mano de Dios”.<br />

La vi en el momento y se lo dije a mi compañero de banca.<br />

Lo mismo le sucedió a Víctor Hugo Morales, que gritó<br />

mano desde su cabina. Sin embargo, desde estudios centrales<br />

le dijeron que el gol había sido con la cabeza. En realidad,<br />

las primeras imágenes de TV no lograban aclarar si fue mano<br />

o cabeza, tal la calidad del engaño. Fue una fotografía al día<br />

siguiente la que demostró que Diego había usado la mano.<br />

Tampoco los árbitros de 1986 tenían intercomunicadores como<br />

Elizondo en Alemania 2006. El tunecino, árbitro principal, y<br />

el juez de línea búlgaro de aquel partido Argentina-Inglaterra<br />

quedaron tan enojados entre sí, echándose mutuamente la<br />

culpa del error, que jamás volvieron a dirigirse la palabra.<br />

La calidad de las imágenes de Rusia 2018 no dejará dudas.<br />

La TV transmitió por primera vez un Mundial de fútbol en<br />

la Copa de Suiza de 1954. La final de Inglaterra 1966, entre<br />

el anfitrión y Alemania Federal, fue el primer encuentro a<br />

color. Rusia 2018 se transmitirá para todo el mundo en 4K,<br />

un formato televisivo que cuadruplica la calidad de la alta<br />

definición. Algunos duelos se transmitirán inclusive en HDR<br />

(High Dynamic Range), que ofrece un contraste aun mayor<br />

entre tonos oscuros y brillantes. La corporación estatal rusa<br />

Rostec será la encargada de enviar la señal 4K al resto del planeta.<br />

Habrá que tener un nuevo decodificador y un televisor<br />

adecuado. Si Mario Kempes y el Mundial 78 sirvieron para<br />

servar el partido delante de una pantalla en la zona de prensa,<br />

y podrá comunicarse instantáneamente con el banco para<br />

advertir lesiones de gravedad que no se observan a simple<br />

vista. Tendrán una computadora que les permitirá conectarse<br />

a una tablet que estará en poder del cuerpo técnico.<br />

La tecnología se usará también fuera del campo. Los hinchas<br />

que vayan a Rusia no tendrán que llevar todo el tiempo su<br />

pasaporte. La nueva identidad digital (el carné de Fan ID)<br />

será suficiente para conocer todos sus datos. La credencial<br />

obligatoria sirve también para atravesar los controles aduaneros<br />

sin necesidad de visado. “Permite realizar un control<br />

físico mucho más rápido, porque con apuntar un láser sabemos<br />

teóricamente todo sobre cada persona y así evaluamos<br />

el nivel de riesgo”, explicó Nikolái Nikíforov, ministro<br />

de comunicaciones ruso. Quienes tengan el Fan ID podrán<br />

viajar gratis en el transporte público ruso para llegar a los<br />

diferentes estadios. Beneficios y control en una misma jugada.<br />

El estadio de Kazán tendrá la pantalla al aire libre más<br />

grande del mundo. Y el de San Petersburgo será el primer<br />

estadio climatizado, su temperatura podrá regularse gracias a<br />

un sistema inteligente que lo mantendrá a 15 grados. Nadie,<br />

como Langenus, tendrá que buscar un teléfono cercano para<br />

contar la crónica. Si Brasil 2014 fue el acontecimiento más<br />

tuiteado de la historia, con 672 millones de tuits, Rusia 2018,<br />

a no dudarlo, establecerá un nuevo récord. Ojalá sea con los<br />

goles de Messi en la final<br />

Es uno de esos artistas que no necesitan presentación. Decir<br />

Arturo es suficiente para saber que se trata de Arturo Puig<br />

(Buenos Aires, 1944). Nació en una familia de artistas (la<br />

histórica empresa de utilería Casa Puig perteneció primero<br />

a su bisabuelo Carlos, llegado de Cataluña hacia 1870,<br />

luego a su abuelo y finalmente a su padre). Arturo continuó<br />

la tradición familiar de un modo diferente: se dedicó a la<br />

actuación. Sus primeras incursiones en TV fueron a principios<br />

de los años 70 en Los Campanelli y Nino. Pero alcanzó el éxito<br />

masivo con Carmiña (1975), película que coprotagonizó con<br />

María De Los Ángeles Medrano. ¿Quién no recuerda<br />

el Sugar de la década del 80, donde actuó junto a Susana<br />

Giménez y Ricardo Darín? ¿O La mujer del año, en la<br />

misma década, nuevamente junto a la blonda diva? Después<br />

participó en inolvidables unitarios televisivos de la década del<br />

90 como Alta comedia y Atreverse, hasta que llegó el hito de<br />

Uno de los más populares, queridos y prestigiosos<br />

actores de Argentina nos cuenta cómo<br />

empezó a actuar y a dirigir; recorre sus hitos<br />

en televisión, teatro y cine; recuerda su breve<br />

carrera como cantante y ancla en su presente.<br />

Hoy se luce sobre las tablas con la obra El<br />

vestidor, y se prepara para un gran regreso a<br />

la pantalla grande con Camino Sinuoso<br />

POR Alejandra Peñalva<br />

su carrera: ¡Grande, Pa!. Su rol de risueño padre viudo alcanzó<br />

tal popularidad (tuvo picos de 63 puntos de rating) que, una<br />

vez terminado el programa, debió pasar un tiempo sin actuar.<br />

Luego lo convocaron para hacer Cristales rotos, obra teatral de<br />

Arthur Miller. Desde entonces no ha parado de trabajar.<br />

Luego de Nuestras mujeres, vuelve a compartir escenario con<br />

Jorge Marrale, esta vez en El vestidor (la pieza clásica de<br />

Ronald Harwood, bajo la dirección de Corina Fiorillo,<br />

en el Paseo La Plaza). Y espera el estreno de su gran regreso<br />

a la pantalla grande: Camino Sinuoso, ópera prima de Juan<br />

Pablo Kolodziej.<br />

–¿Cuál y cómo es su personaje en El vestidor, la obra<br />

de Ronald Harwood? Soy Norman, el asistente de vestuario<br />

que se desvive por el actor, a quien ama profundamente. No<br />

se trata de un amor de pareja, aunque Norman es gay. Es una<br />

forma distinta de amor. Ocurre que a Norman el teatro le ha<br />

46 47


Con<br />

Jorge Marrale, en<br />

El vestidor<br />

salvado la vida. Allí no lo acechan los fantasmas de una dolorosa<br />

internación que sufrió en el pasado, tampoco siente allí el<br />

rechazo de la sociedad, allí no está solo y encuentra belleza a<br />

su alrededor. La forma en que se expresa el amor es, a fin de<br />

cuentas, una definición de sí mismo. Es probable que también<br />

hable un poco del propio Harwood, quien se unió a la Royal<br />

Shakespeare Company como asistente de Donald Wolfit,<br />

uno de los más grandes actores y directores británicos.<br />

–¿Y qué le ocurre a ese actor al que Norman asiste?<br />

Sir, el actor, está en un momento difícil. Tiene problemas de<br />

salud tanto física como emocional, sufre una suerte de locura.<br />

Está harto de las funciones teatrales y podría decirse que es<br />

Norman quien lo empuja a salir a escena para interpretar una<br />

vez más Rey Lear. La función transcurre durante un bombardeo<br />

en la Segunda Guerra Mundial, con las sirenas de fondo.<br />

Por supuesto, los ánimos de ambos están atravesados por el<br />

combate que se libra en las calles, pero también atraviesan<br />

sus propias batallas: por momentos se enfrentan y se acechan,<br />

luego se acercan, se impulsan y firman la paz.<br />

–A Sir lo interpreta Jorge Marrale, con quien trabajó<br />

en Nuestras mujeres. ¿Componer un personaje junto a<br />

un artista cercano es necesariamente algo facilitador o,<br />

a la inversa, puede entorpecer la interpretación? Para<br />

mí siempre es más fácil trabajar cuando hay confianza entre el<br />

elenco, porque uno sabe del otro y conoce las reacciones de su<br />

par. En el escenario, los actores dependemos mucho del otro,<br />

entonces sentirse confiado facilita el proceso. De todas formas,<br />

aun en los casos en que no hay una relación previa, el vínculo<br />

laboral va creciendo y se va construyendo esa confianza, pero<br />

toma su tiempo. Con Jorge compartimos la comedia Nuestras<br />

mujeres, con Guillermo Francella. La obra habla de la<br />

amistad, y nosotros construimos una linda amistad.<br />

–Usted no fue un actor trashumante, pero creció en el<br />

teatro y en contacto con el cine. ¿Cómo fue su infancia?<br />

Yo acompañaba a mi papá al Teatro Lasalle y hacía de todo un<br />

poco: cortaba las entradas, acomodaba al público y recorría<br />

la sala de punta a punta. Cuando él lo compró, el Lasalle era<br />

un salón, de manera que hubo una gran transformación para<br />

lograr el declive para la platea, colocar las butacas, entre otras<br />

remodelaciones. Yo tenía un escondite bien cerca del escenario<br />

y desde ahí miraba las funciones y el trabajo previo. Saulo [por<br />

Saulo Benavente, uno de los decanos de la escenografía<br />

argentina y amigo de su padre] me daba pequeñas tareas. Por<br />

ejemplo, me decía: “Clavá esta maderita” o “dame una mano<br />

con estos objetos”. De pronto, empezaba a transformarse el<br />

escenario en una casa o en un desierto. Me fascinaba ver cómo<br />

la escenografía creaba un mundo, el mundo adecuado para ese<br />

texto, y estoy seguro de que haber sido testigo de esa creación<br />

ayudó mucho para que naciera mi vocación artística.<br />

–A partir de esa vocación hoy conviven en usted el<br />

actor y el director ¿Cómo se llevan? Muy bien. ¡Es una<br />

convivencia sin conflictos! Yo me dejo dirigir y dejo actuar.<br />

Cuando estoy actuando, actúo e intercambio con el director,<br />

y cuando soy director, permito que el actor actúe; hago mis<br />

indicaciones, pero escucho al actor. En cuanto a la dirección,<br />

es una veta maravillosa que me llegó en 2013 a través de<br />

Gustavo Yankelevich para Le Prenom. Desde entonces<br />

dirigí cinco obras, incluida Sugar.<br />

–¿Cómo fue el reencuentro con una obra tan significativa<br />

en su carrera? Volver a Sugar desde este nuevo lugar fue<br />

maravilloso. Fue una época hermosa, en la que nos divertíamos<br />

mucho con Susana y Ricardo [se refiere, lógicamente a<br />

Giménez y Darín]. Me produce cierta nostalgia, porque allí se<br />

nota el paso del tiempo, y a veces hasta me dan ganas de subirme<br />

al escenario, pero disfruto mucho de esta obra en cualquier<br />

posición. Ocurre que los musicales te permiten sacar todo de<br />

vos, porque se actúa, se baila y se canta.<br />

–Usted siempre dice que es un cantante frustrado.<br />

Sin embargo, grabó dos discos. ¿De verdad le hubiera<br />

gustado ser cantante? Sí, me hubiera gustado. Cantar<br />

es una sensación incomparable. Yo envidio a los cantantes,<br />

en especial a los que cantan bien... ¡no como yo! [y suelta<br />

una carcajada]. Respecto de mi veta musical, sí grabé dos<br />

discos, y hasta hice un año de shows. En la época de Carmiña<br />

era muy frecuente que los galanes grabaran, y allí también<br />

apareció un muy joven Gustavo Yankelevich para proponerme<br />

hacer un disco. Tuve el privilegio de contar con arreglos<br />

de Oscar Cardozo Ocampo [arreglador que trabajó con<br />

Sandro, Mercedes Sosa, María Elena Walsh y muchos<br />

más]. Aunque esa veta no se prolongó, fue un entrenamiento<br />

para La mujer del año y Sugar.<br />

–Este año lo veremos en cine en Camino sinuoso,<br />

de Juan Pablo Kolodziej. Allí compone a un hombre<br />

violento, siniestro. ¿Cómo se siente en un rol que<br />

parece la antítesis de su persona? Sí, mi personaje es<br />

un ser perverso y, aunque no tiene nada que ver conmigo,<br />

me encanta hacer esos papeles, porque son los más jugosos.<br />

Me fascina que sean opuestos a mí, pero también me gustan<br />

porque soy muy cinéfilo, entonces la influencia de Hollywood<br />

está ahí para ayudar a componer las escenas de esos personajes.<br />

Camino sinuoso es un thriller, y trabajé con Juana Viale<br />

y Geraldine Chaplin. Fue un rodaje increíble porque<br />

buena parte se hizo en Villa La Angostura y porque, aunque<br />

no coincidí mucho tiempo con Geraldine, aprovechamos para<br />

conversar sobre cine, Hollywood y su padre. Es imposible<br />

resistirse a la tentación de compartir anécdotas sobre el genio<br />

que fue Charles Chaplin...<br />

–¿Cuándo descubrió su gusto por el cine? Todo empezó<br />

cuando era muy chico. Iba al cine del barrio y por una entrada<br />

veía tres películas seguidas, a veces dos por semana, así que vi<br />

mucho. Ahora en casa también veo cine o vuelvo a ver viejas<br />

películas y cuando me impactan una actuación o una escena,<br />

las repaso, las estudio, busco comprender cómo se plantearon.<br />

A pesar de mi pasión por el cine, fue el rubro que menos transité<br />

en mi carrera, por eso deseo continuar haciendo cine.<br />

–Usted dijo que no se suele llevar los personajes a casa,<br />

pero Arturo Aráuz se instaló en usted de por vida.<br />

¿Cómo se lleva después de tantos años con el viudo de<br />

¡Grande, Pa!? En perspectiva, comprendí que es un personaje<br />

que debe haber sido parte de la vida de mucha gente, que al<br />

cruzarme me dice “¡Grande, Pa!” como una manera de revivir<br />

esos tiempos. Un día estaba caminando con Juan Leyrado, y<br />

desde un taxi me gritaron “¡Grande, Pa!”. Él me hizo ver que<br />

a esta altura ya es un saludo, un guiño, una muletilla. Sin embargo,<br />

apenas terminó la tira fue difícil, porque había quedado<br />

tan identificado que pasé tres años sin que me llamaran para<br />

trabajar. Sin dudas perdí muchos papeles, pero entonces alguien<br />

pensó en mí para hacer Cristales rotos, la obra de Arthur<br />

Miller, y ahí mi carrera dio un giro. De allí en más hice muchos<br />

de los textos de Miller, y siempre confirmo que es un autor<br />

extraordinario. Escribe sobre un problema personal, pero lleva<br />

esa historia a toda la sociedad. Va de lo individual a lo general<br />

con un gran poder de observación y una prosa de gran belleza,<br />

casi poética. Me apasioné con Miller e hice La muerte de un<br />

viajante, Panorama desde el puente y El precio, y de su mano<br />

pasé a Harold Pinter, con La vuelta al hogar y a Edward<br />

Albee con ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, entre otros. En<br />

esa nueva etapa de mi carrera también encontré el reconocimiento<br />

del público, pero a pesar de que se me acercan muy<br />

compuestos para felicitarme, la despedida, en general, es con<br />

una sonrisa pícara y un “¡Grande, Pa!” al final<br />

48


TV / SERIES<br />

Necessary Roughness<br />

La serie, a partir de un guión en tono de comedia, nos<br />

muestra la importancia de la psicología en el deporte y<br />

por reflejo en todos los ámbitos laborales para potenciar<br />

la excelencia natural en cada profesión. La historia<br />

empieza en el momento en que la psicóloga Dani Santino<br />

(Callie Thorne) descubre a su marido siéndole infiel<br />

y su vida cambia para siempre. Con la separación, debe<br />

sacar adelante a sus dos hijos adolescentes sola y decide<br />

atender una mayor cantidad de pacientes. Con este<br />

objetivo en mente, se conecta con un equipo de fútbol<br />

profesional que tiene dificultades con un jugador problemático<br />

y caro. Mientras ayuda a este narcisista y<br />

autodestructivo individuo a recuperar sus habilidades en<br />

el campo, Dani se convierte en una solicitada terapeuta.<br />

Ahora sus clientes de perfil alto incluyen a un piloto de<br />

NASCAR que tiene miedo de la pista, una boxeadora que<br />

lucha contra peligrosos desmayos en el ring y un corredor<br />

de apuestas profesional con una carísima mala racha. ¿Lo<br />

mejor de Necessary Roughness? Nos muestra el modo en<br />

que todos, grandes jugadores o no, solo crecemos cuando<br />

nos animamos a enfrentar nuestros demonios, y el mejor<br />

ejemplo es la protagonista<br />

Friday Night Lights<br />

POR LAURA BERTI<br />

Crónica de la vida de un ficticio pueblo de Texas llamado<br />

Dillon, en el que sus habitantes viven prácticamente para<br />

su equipo de fútbol americano, los Panthers. La historia<br />

sigue la evolución del equipo, de su entrenador y de sus<br />

jugadores, y también del resto de los vecinos de la zona.<br />

Poco a poco el espectador se sumerge en ese microcosmos<br />

tan especial que forman Dillon y los Panthers. Un equipo<br />

de fútbol que transforma al pueblo los viernes por la noche,<br />

cuando la gente olvida por un momento sus pequeñas<br />

miserias y se vuelca a apoyar a los suyos, vengan de donde<br />

vengan, sean quienes sean y jueguen en la posición que<br />

jueguen. El público asimilará con rapidez que el fútbol<br />

americano es en realidad la excusa argumental que motiva a<br />

los personajes y al desarrollo de la trama, pero carece de relevancia<br />

en sí mismo: su importancia reside en acompañar<br />

a los personajes en el transcurso de la vida. Eso es Friday<br />

Night Lights, una serie humana, tremendamente humana.<br />

Con sus sueños e ilusiones, sus alegrías y tragedias, sus<br />

esperanzas y frustraciones. Como la vida misma. Al mismo<br />

tiempo que da a conocer a los personajes, el equipo de<br />

fútbol progresa, va superando etapas, avanzando escalones<br />

en el campeonato estatal, algo así como el pasaporte para la<br />

gloria en este deporte. Las escenas de los partidos son realistas,<br />

son impecables en cuestiones técnicas y están perfectamente<br />

integradas en la acción y en la trama. Al espectador<br />

no se le hacen largos los encuentros e incluso vibra con sus<br />

desenlaces. Se destaca la pareja protagonista, Eric (Kyle<br />

Chandler) y Tami Taylor (Connie Britton). Una serie<br />

entrañable, que cuenta con todos los ingredientes para<br />

satisfacer al público gracias a una dosis medida de ternura,<br />

comedia y drama<br />

Música<br />

alternativa<br />

BOARDING<br />

HOUSE REACH,<br />

cuando el talento sale a jugar<br />

POR Agustina Zabaljáuregui<br />

Jack White es un nerd, extravagante y talentoso, que se la<br />

pasa investigando sonidos y a la vez alimentando la nostalgia<br />

con su amor por el rock clásico, la calidad lo-fi y la grabación<br />

analógica. “Nací en la generación equivocada. Soy un alma<br />

perdida en este tiempo”, dice el oriundo de Detroit y este<br />

sentimiento se refleja en todo lo que hace. Sin embargo<br />

ha logrado encajar a la perfección en el presente musical,<br />

aunque siempre muy a su manera. Tiene su propio sello<br />

discográfico y edita todos sus trabajos en vinilo además de los<br />

formatos digitales a los que la actualidad nos tiene acostumbrados.<br />

Es, además, miembro de la National Recording Preservation<br />

Foundation, una organización que busca garantizar<br />

la conservación de las grabaciones musicales estadounidenses<br />

en formatos que resistan al paso del tiempo.<br />

Su talento, creatividad y obsesiones lo llevaron a convertirse<br />

en uno de los músicos más importantes del siglo XXI y hoy,<br />

ya sin tener que probarle nada a nadie, decidió salir a jugar.<br />

Boarding House Reach es la obra de un científico loco que<br />

decidió divertirse. Rara y experimental, transpira libertad en<br />

cada canción. El ex White Stripes deja de lado su naturaleza<br />

estructurada y la coherencia impoluta de todos sus trabajos<br />

para presentarnos un viaje caótico que recuerda más a un collage,<br />

una colección de ideas en un cuaderno o un popurrí de<br />

lados B que a un disco que funciona como unidad. Boarding<br />

House Reach tiene algunos temas clásicos de White, baladas<br />

rockeras con espíritu blusero y dejos de country. Sin embargo<br />

estas melodías están ultrajadas por sonidos electrónicos con<br />

tintes analógicos y fantasmagóricos y con coros sobreactuados,<br />

como “Connected By Love” o la romántica “What´s<br />

Done It´s Done” que está sucia de sonidos que la convierten<br />

en una experiencia y no permiten que caiga en la simple<br />

balada country. También está la inocente “Humoresque”,<br />

que parece una melodía de un viejo musical con arreglos de<br />

jazz y la voz de White casi susurrada. El resto del álbum es<br />

inesperado, extravagante y demencial. Tal vez lo único que<br />

une a los demás tracks sea la vieja potencia White Stripes que<br />

parecía haber abandonado años atrás. El claro ejemplo de<br />

esto es “Respect Commander” donde combina el power rock,<br />

aullidos valvulares y una base tecno o “Corporation”, donde<br />

agrega funk a la manera de Jon Spencer Blues Explosion.<br />

“Hypermisophoniac” sigue por el mismo camino, acompañada<br />

por ruidos electrónicos que rozan lo molesto, un piano<br />

demencial y su voz histérica haciendo juego.<br />

A su vez incurre en delirios de spoken word a lo Captain<br />

Beefheart, Frank Zappa o Tom Waits, cuando cuenta<br />

historias inmersas en climas sonoros extraños como en “Get<br />

In The Mind Shaft” o “Ezmeralda Steals The Show”. Incluso<br />

hasta se anima a rapear en “Ice Station Zebra”, donde se<br />

mezclan el funk, el delirio y una pizca de Beastie Boys.<br />

Boarding House Reach es una bisagra en la carrera de White, o<br />

tal vez simplemente un disco diferente, porque si en el arte no<br />

existiera el juego y la experimentación todo estaría perdido<br />

50 51


Tema de tapa<br />

cinco<br />

Unidos por la<br />

misma pasión<br />

El deporte y la música tienen muchos elementos en común, particularmente desde que los íconos<br />

de cada mundo accedieron al estrellato mediático y se hicieron fanáticos unos de otros. Repasamos<br />

algunas historias míticas: el intercambio de camisetas entre DIEGO ARMANDO MARADONA<br />

y FREDDIE MERCURY, el apoyo económico de ELTON JOHN al Watford FC para que ascendiera<br />

a la primera división de su país, el amor de los hermanos Gallagher por el Manchester City, las<br />

proezas de BRUCE DICKINSON en el esgrima profesional, el afán de GUILLERMO VILAS por que<br />

LUIS ALBERTO SPINETTA tuviera una carrera internacional, y muchos casos más<br />

POR Juan Manuel Cibeira<br />

53


Desde el siglo pasado, el deporte y la música comparten el<br />

Olimpo de las estrellas: ese sistema que aglutina la elite del<br />

mundo moderno, personajes que arrastran multitudes, ganan<br />

millones y son las luces enceguecedoras que todos intentan<br />

alcanzar. Desde que se produjo la revolución global mediática,<br />

ese estatus se ha expandido y consolidado como nunca<br />

antes. Si bien la música tuvo una instancia inicial arrolladora<br />

a partir de la década del 60, el nuevo siglo nos encuentra con<br />

nuevos modelos de íconos populares, tales como los chefs y<br />

los youtubers, que disputan fama y superan muchas veces a<br />

los ídolos del pop y del rock.<br />

Elogio de Bono a Lionel Messi en pleno show<br />

El deporte ha experimentado un cambio brutal respecto de<br />

otras disciplinas. Arropados en contratos multimillonarios,<br />

los jugadores de fútbol, básquet y tenis son hoy los nuevos<br />

reyes de la popularidad, convenientemente alimentada por<br />

el fenómeno de las redes sociales. En la actualidad, músicos<br />

como Bono, Liam Gallagher o Daddy Yankee se codean<br />

y compiten en lujo y excentricidades con estrellas deportivas<br />

como Lebron James, Lionel Messi o Roger Federer.<br />

La alianza entre la música y el deporte tiene varios antecedentes,<br />

y podemos decir que comienza con la entronización<br />

mediática del deporte moderno como espectáculo de masas.<br />

Esa caracterización generó un cambio en el paradigma de<br />

esta disciplina. Los deportistas dejaron de aparecer exclusivamente<br />

en los ámbitos de su práctica específica para comenzar<br />

a mostrarse en los medios vinculados al mundo del espectáculo.<br />

Este fenómeno, como todos los que generan los países<br />

dominantes de la cultural global, fue esparciéndose paulatinamente<br />

al resto del mundo. Basta recordar la ya conocida<br />

relación de Queen con Diego Maradona, considerada<br />

como una de las primeras demostraciones públicas de la<br />

alianza entre rock y fútbol. En 1981, época de dictadura,<br />

la banda británica vino a tocar a Argentina, y antes de los<br />

shows se reunió con promotores y periodistas locales en un<br />

suburbio de Buenos Aires para compartir un asado. Hubo<br />

dos elementos que llamaron la atención de los presentes:<br />

el guitarrista Brian May llegó vestido con la camiseta de<br />

nuestra Selección; y el punto de encuentro fue la casa quinta<br />

del presidente del club Vélez Sarsfield, en cuyo estadio se<br />

realizaron los conciertos porteños.<br />

Terminada la comida surgió una charla informal entre Freddie<br />

Mercury y un par de periodistas interesados en conocer<br />

la opinión del grupo respecto del fútbol. El cantante comentó<br />

que en Inglaterra ya había una total identificación entre los<br />

fans de rock y los de ese deporte, razón por la que pensaba<br />

salir a tocar los bises con la casaca albiceleste. Los periodistas<br />

especializados en música le manifestaron que ese gesto podía<br />

generar una reacción adversa en el público. Mercury, sin<br />

abandonar su fría pero educada actitud, cortó la incipiente<br />

discusión manifestando que era una decisión tomada. Y así<br />

fue. El cantante de Queen se puso la camiseta de la Selección<br />

y la audiencia deliró. Maradona los presentó en uno de los<br />

shows, compartió con ellos el backstage y hasta se sacó fotos<br />

con una camiseta que tenía la bandera británica. Para muchos<br />

(todavía no había sucedido Malvinas) esta fue la consagración<br />

pública de una alianza entre rock y fútbol que se ha profundizado<br />

con los años, y que se ha extendido a otras corrientes<br />

musicales. En la actualidad basta con escuchar el canto de las<br />

hinchadas en la cancha para saber cuál es el hit del momento.<br />

Además del color y la pasión que genera el fútbol, el rock<br />

también incorporó la mayoría de los elementos negativos que<br />

lo caracterizan. Empezando por el enfrentamiento faccioso<br />

generado por los fans, como ocurrió con Soda Stereo y Patricio<br />

Rey y sus Redonditos de Ricota, o con Charly García y<br />

Luis Alberto Spinetta.<br />

Afortunadamente el deporte y la música tienen muchos<br />

elementos positivos en común. Hay músicos que practican<br />

deporte, deportistas que hacen música, y todos comparten el<br />

mismo público, ese que va por el mundo escuchando reggaetón<br />

o pop, va a los partidos de Rafael Nadal y se pone la<br />

camiseta del Barça.<br />

Elton John demuestra su fanatismo por el Watford FC<br />

Hoy, que los medios y las redes sociales desnudan cotidianamente<br />

la vida de los ídolos, sabemos casi todo sobre ellos.<br />

Pero en la prehistoria, décadas atrás, no era tan fácil acceder<br />

a esa información. Por eso muchas de las cosas que ocurrían<br />

en aquellas épocas primigenias se convirtieron en leyenda.<br />

Una de las más famosas involucra a Elton John, el septuagenario<br />

cantante inglés que está dando la vuelta al mundo en<br />

su tour de despedida de la escena musical. La historia cuenta<br />

que el papá de Reginald Dwight era fanático del Watford<br />

FC –un humilde equipo de fútbol de la ciudad de Watford,<br />

fundado en 1881– y que siempre llevaba a su pequeño hijo a<br />

ver los partidos en Vicarage Road, el estadio local. Años más<br />

tarde, ese chico se convirtió en la estrella Elton John, y su<br />

amor por el equipo lo llevó a poner enormes sumas de dinero<br />

y a convertirse en presidente del club. No lo hizo nada mal…<br />

Hacia 1976, el Watford era un equipo menor del fútbol inglés<br />

y, gracias a su aporte, en 1982 ascendió a la primera división.<br />

Dos años más tarde, el Watford disputaría la apreciada FA<br />

Cup y, aunque perdió, nadie pudo olvidar su hazaña. Cabe<br />

destacar que, además de su pasión por el fútbol, Elton también<br />

juega tenis y organiza partidos y torneos a beneficio de<br />

su fundación para la lucha contra el sida.<br />

Es ampliamente conocido el fanatismo de los músicos británicos<br />

por el fútbol, deporte que inventaron, y suelen manifestarlo<br />

públicamente. Los hermanos Gallagher, ex miembros de<br />

la banda Oasis, viven peleándose ante los medios y solo parecen<br />

estar de acuerdo en su devoción por el Manchester City.<br />

Tanto es así que Noel, durante su visita a la Argentina en<br />

2016 para actuar en el festival Lollapalooza, pidió atrasar la<br />

conferencia de prensa una hora, ya con todos los periodistas<br />

presentes. ¿El motivo? Quería ver un partido de su equipo<br />

favorito por la Champions League, cerveza en mano. Una vez<br />

terminado el match, comenzó la rueda de entrevistas.<br />

No todo es Fútbol<br />

Cada vez que los Iron Maiden visitan Argentina, piden que<br />

les organicen algún picadito. Y aunque a Bruce Dickinson<br />

le gusta mucho el fútbol, lo suyo es volar, e incluso tiene otras<br />

habilidades. Hace años que pilotea el enorme jet de la banda,<br />

pero su gran éxito en el deporte ha sido con el esgrima, a tal<br />

punto que lo practicó profesionalmente y estuvo cerca de representar<br />

a Inglaterra en las Olimpíadas de 1992 en Barcelona.<br />

Para ser sinceros, no a todos los artistas les gusta el fútbol.<br />

Alanis Morissette y Michael Bublé son dos músicos<br />

canadienses de gran relevancia internacional, ambos entusiastas<br />

del hockey sobre hielo. Suelen ir a los partidos cuando<br />

no están de gira. Y Morissette, desde que se mudó a Los<br />

Ángeles, se mostró interesada en el surf.<br />

En cambio para Nick Mason, el baterista de Pink Floyd,<br />

la gloria es subirse a un auto y correr. Es fanático de los<br />

autos y en su mansión tiene treinta exquisitos modelos de<br />

colección. Su pasión lo impulsó a participar de la mítica<br />

competencia de Le Mans, nada más ni nada menos que en<br />

cinco oportunidades.<br />

Flea, bajista de los Red Hot Chili Peppers, ama el básquet y<br />

las carreras de autos. Sigue la campaña de los Lakers de Los<br />

Ángeles y el campeonato de autos NASCAR. Eddie Vedder,<br />

líder de Pearl Jam, es más bien hincha de los Chicago Bulls y<br />

le encanta el béisbol. Para él no hay como los Chicago Cubs.<br />

Lo demostró lanzando Let’s Play Two, un disco en vivo grabado<br />

en Wrigley Field, el estadio de su equipo favorito.<br />

Dennis Rodman sorprende a Eddie Vedder en el escenario<br />

El Capitán Beto (que no es Alonso)<br />

Un caso curioso es el del gran ícono argentino Luis Alberto<br />

Spinetta. “El Flaco” era hincha indiscutible de River, a<br />

tal punto que usaba la camiseta del club para tocar. Por eso<br />

siempre se creyó que “El anillo del capitán Beto” –canción<br />

que compuso para su banda Invisible– se refería al legendario<br />

capitán de River: Beto Alonso. Motivos no faltaban, porque<br />

la letra menciona “un banderín de River Plate…”. Dicen<br />

que el rumor creció fogoneado por Juan Alberto Badía,<br />

fanático tanto de Spinetta como de River, pero fue el propio<br />

músico quien desmintió públicamente la historia, incluso en<br />

presencia del jugador.<br />

Ese no fue el único vínculo de Spinetta con un personaje<br />

del deporte. También fue muy amigo de Guillermo Vilas<br />

(incluso lo nombró padrino de su hijo Dante). En pleno<br />

apogeo deportivo, el tenista utilizó sus influencias para<br />

convencer a CBS (hoy Sony) para que “El Flaco” grabara un<br />

álbum en los Estados Unidos, cantando en inglés. La idea era<br />

proyectar su carrera solista en ese país. La compañía le dio<br />

un contrato y un jugoso presupuesto, con lo cual el músico<br />

argentino convocó a un destacado grupo de sesionistas,<br />

como Abraham Laboriel, Terry Bozzio, Alex Acuña<br />

y Paulinho Da Costa, además de una gran orquesta y el<br />

reconocido arreglador Torrie Zito. Sin embargo, semejante<br />

nivel de producción jugó en contra de Spinetta, que<br />

se vio sometido a una gran presión para cambiar su peculiar<br />

estilo. A medida que transcurrían las sesiones de grabación,<br />

su marca compositiva y vocal fue diluyéndose en un material<br />

que apuntaba a los estándares de la música estadounidense<br />

del momento. Ni siquiera la presencia de su admirado Gino<br />

Vannelli salvó un álbum que terminó siendo un producto<br />

híbrido, sin su impronta artística singular. El álbum se tituló<br />

Only Love Can Sustain y salió en 1980. Hoy es considerado<br />

una pieza de culto<br />

54 55


Música<br />

clásica<br />

Claude<br />

Debussy<br />

En marzo se cumplieron cien años de la muerte del gran compositor francés. En sus<br />

turbulentos 55 años transformó el mundo musical con un lenguaje nuevo y totalmente<br />

distintivo. Junto a ÍGOR STRAVINSKI y ARNOLD SCHÖNBERG, creó el sonido del siglo XX,<br />

disolviendo los límites tradicionales para elaborar una obra innovadora<br />

Claude Debussy nació el 22 de agosto de 1862 en Saint-<br />

Germain-en-Laye, cerca de París. Fue el primogénito de una<br />

familia de cinco hermanos nacidos en un hogar humilde. Su<br />

padre era dueño de una pequeña tienda de porcelanas y su<br />

madre era costurera. Cuando estalló la guerra franco-prusiana<br />

se trasladaron a Cannes. En casa de su tía, Claude comenzó<br />

a recibir las primeras lecciones de música. Su profesora,<br />

madame Mauté De Fleurville, que había sido alumna de<br />

Frédéric Chopin, lo preparó para el ingreso al Conservatorio<br />

de París en 1872.<br />

Por recomendación del profesor de piano Antoine<br />

Marmontel, Debussy fue invitado a Rusia para trabajar<br />

como profesor de música de los hijos de Nadezhda von<br />

Meck, una gran admiradora de las artes, y patrocinadora de<br />

Piotr Ilich Tchaikovsky. El joven compositor creó especialmente<br />

para ella algunos arreglos para piano del ballet<br />

El lago de los cisnes. Lo más importante de la estadía de<br />

Debussy en Rusia fue que le permitió tomar contacto con<br />

partituras que la señora von Meck había puesto a su disposición.<br />

Así, Debussy tuvo oportunidad de conocer las composiciones<br />

de Nikolái Rimski-Kórsakov, Modest<br />

Mussorgski y Aleksandr Borodín.<br />

A los 18 años, Debussy recibió su primera lección de amor<br />

con Marie-Blanche Vasnier, una soprano amateur casada<br />

con un funcionario parisino. Debussy era pianista acompañante<br />

de sus clases de canto. La diferencia de edad (ocho<br />

años) confirió cierto aire maternal a la relación. Marie-Blanche<br />

fue la fuente de inspiración de varias canciones, y<br />

también solía orientar al músico en lo referente a la elección<br />

de la ropa y a las formas de comportarse en la vida. La señora<br />

Vasnier, al igual que lo había hecho la señora von Meck,<br />

apoyó económicamente a Debussy con generosidad y por un<br />

tiempo prolongado.<br />

POR Nadia Koval<br />

En 1884 Debussy ganó el Prix de Rome con su cantata<br />

L’Enfant prodigue. En consecuencia, se instaló en Roma a<br />

principios de 1885. Allí descubrió la música de Giovanni<br />

Pierluigi da Palestrina. Tuvo también la oportunidad de<br />

conocer a Giuseppe Verdi y a Franz Liszt. Durante su<br />

estadía en la Villa Médici, Debussy se apasionó con la lectura<br />

de Charles Baudelaire, Dante Gabriel Rossetti,<br />

Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, entre otros. No<br />

compuso demasiado, pero creó un reducido número de obras<br />

que los profesores del conservatorio consideraron extrañas,<br />

incomprensibles e imposibles de ejecutar.<br />

Al cabo de dos años Debussy regresó a Francia. Con la Suite<br />

bergamasque, compuesta en 1890, alcanzó su primer éxito. En<br />

este período comenzó su relación amorosa con Gabrielle<br />

Dupont (“Gaby de ojos verdes”). “A mademoiselle Gabrielle<br />

Dupont”, dice la dedicatoria del primer acto de su ópera<br />

inconclusa Rodrigue et Chimène. Los nueve años que duró su<br />

relación se caracterizaron por la estrechez financiera. Vivían<br />

en apartamentos viejos y “Gaby” era el único sostén de la<br />

familia: trabajaba como bailarina y buscaba ocupaciones complementarias,<br />

mientras Claude se enfrascaba en sus numerosas<br />

infidelidades. El momento llegó en que Gabrielle ya no<br />

pudo ignorar la aventura de Claude con la cantante y pianista<br />

Thérèse Roger. Una carta comprometedora fue la evidencia<br />

indiscutible de esta relación, y “Gaby” trató de suicidarse<br />

mientras Claude y Thérèse se presentaban alegremente en<br />

un concierto en Bruselas.<br />

En 1899 Debussy contrajo matrimonio con Rosalie Texier,<br />

famosa mannequin de una prestigiosa casa de alta costura de<br />

París. Entre las obras orquestales de este período cabe destacar<br />

el tríptico sinfónico Nocturnes. El compositor agregó una<br />

nota introductoria en la que indicaba que “el título Nocturnos<br />

debe interpretarse en un sentido decorativo. No ha de enten-<br />

derse que hace referencia a la habitual forma de nocturno,<br />

sino más bien a todas las diversas impresiones y a los efectos<br />

especiales de luz que sugiere el término…”.<br />

En 1904 Debussy conoció a Emma Bardac, se enamoró de<br />

ella y abandonó a su esposa Rosalie. Esta última, al igual que<br />

la desdichada Gabrielle, intentó suicidarse. Se disparó en la<br />

Place de la Concorde, pero su mala puntería le salvó la vida.<br />

El incidente causó un gran escándalo en París, hasta tal punto<br />

que Debussy y Emma, que ya estaba embarazada, debieron<br />

huir en secreto a Inglaterra. Allí el músico tuvo la posibilidad<br />

de concluir su obra sinfónica La mer. En el otoño de 1905 la<br />

pareja regresó a París para dar a luz a su hija, Claude-Emma,<br />

conocida con el apodo de “Chouchou”, y a quien Debussy<br />

dedicó Children’s corner (El rincón de los niños).<br />

Al enterarse de que los alemanes habían destruido varias<br />

aldeas francesas, a principios de diciembre de 1915, Debussy<br />

escribió su pequeño y sincero Noël des enfants qui n’ont plus<br />

de maison (Navidad de los niños que ya no tienen hogar). Solo<br />

le quedaba por escribir su última obra, la Sonata para violín.<br />

Antes de ingresar al quirófano para someterse a una colostomía<br />

por cáncer de recto, el 7 de diciembre, le suplicó a Emma:<br />

“Sígueme amando a través de nuestra pequeña Chouchou”. A<br />

partir de 1916 su vida se convirtió en un largo calvario. “Está<br />

tan delgado y pálido”, escribió Emma a un amigo de la familia.<br />

El compositor Charles-Marie Widor escribió que se sentía<br />

“profundamente conmovido por su delgadez y debilidad”. Debussy<br />

murió el 25 de marzo de 1918 en París, en el momento<br />

en que el ejército alemán bombardeaba la ciudad. Precisamente<br />

a causa de la urgente situación de Francia, no se le concedió<br />

un funeral de Estado. La procesión de su ataúd se desarrolló<br />

entre las calles desiertas y destruidas por la guerra. Los restos<br />

de Debussy se encuentran en el cementerio de Passy, detrás de<br />

la Plaza del Trocadero, prácticamente al pie de la Torre Eiffel<br />

RECOMENDADOS<br />

RECOMENDADOS DE NOTA PRINCIPAL:<br />

Debussy: Préludes, Books 1 & 2<br />

Pierre-Laurent Aimard | Universal<br />

Los veinticuatro Préludes de Debussy marcaron definitivamente<br />

el pensamiento pianístico del compositor<br />

francés. Debussy eligió el nombre de sus Preludios,<br />

composiciones muy libres, en honor a los preludios de<br />

Chopin. Nunca tuvo la intención ni el deseo de reunir<br />

todas estas piezas en una misma serie, pues consideraba<br />

cada una de ellas como una obra aparte. Uno de<br />

los aspectos que los diferencian de los Preludios del<br />

polaco es que no siguen ningún orden cromático; es<br />

más, Debussy ni siquiera utilizó cinco tonalidades. Aunque<br />

estos Préludes están considerados como una de las<br />

cimas de la música impresionista, deben contemplarse<br />

como una invitación al viaje y la ensoñación más que<br />

como una pintura descriptiva.<br />

NOVEDAD:<br />

Transcendental.<br />

Daniil Trifonov plays Franz Liszt | Universal<br />

Es el nuevo lanzamiento del gran pianista Daniil<br />

Trifonov, que recibe críticas siempre excepcionales.<br />

La revista The Times resalta que “es el mejor pianista<br />

joven de nuestra época”. Tras su exitoso Rachmaninov<br />

Variations, ha grabado una nueva demostración de<br />

su creciente y extraordinaria obra. Esta vez aborda<br />

a uno de los mejores pianistas del siglo XIX: Liszt. El<br />

repertorio elegido son los Estudios completos. Estos<br />

trabajos siguen figurando como las piezas para piano<br />

más difíciles jamás compuestas, y rara vez se graban<br />

o se interpretan. Daniil Trifonov es uno de los pocos<br />

pianistas que ha grabado estas obras, lo hizo de una<br />

sola vez y en tan solo cinco días.<br />

PARA SU COLECCIÓN DE MÚSICA CLÁSICA:<br />

Schubert & Beethoven<br />

Grigory Sokolov | Universal<br />

En el mundo de la música clásica hay grandes personalidades,<br />

pero pocas que se acerquen a la altura<br />

de Grigory Sokolov. Es un artista de culto, no solo<br />

porque su concepción de cualquier música que toca es<br />

decididamente personal, sino también por su tremenda<br />

concentración. Cada nota es coloreada y ponderada;<br />

cada frase meticulosamente juzgada. Se niega a<br />

grabar en el estudio, pero Deutsche Grammophon se<br />

ha asegurado un contrato para lanzar sus conciertos<br />

en vivo. El programa de Sokolov en este CD incluye<br />

la Sonata Nº 29, op. 106, “Hammerklavier”, de Ludwig<br />

van Beethoven; e Impromptus, D899 y Tres piezas para<br />

piano, D946, de Franz Schubert.<br />

LIBRO RECOMENDADO:<br />

Cómo desarrollar el oído musical<br />

Joan Maria Martí | Robin Book<br />

El entrenamiento auditivo nos permite reconocer<br />

y distinguir un sonido, un patrón rítmico, un timbre<br />

sonoro. Pero también nos facilita entender y por tanto<br />

disfrutar más una determinada música. Este libro no<br />

es una mera exposición de audiciones, contiene tablas<br />

y ejercicios que le confieren un carácter muy práctico.<br />

Todo ello pensado para que el lector pueda observar,<br />

pensar, relacionar y, sobre todo, ejercitar su oído musical.<br />

Cómo reconocer diferentes texturas musicales,<br />

distinguir entre monodia, homofonía, contrapunto,<br />

canon y melodía acompañada. Un libro recomendable<br />

para melómanos, aficionados a la música en general<br />

y también para estudiantes, pedagogos, intérpretes y<br />

músicos aficionados o profesionales.<br />

56<br />

57


Tema de tapa<br />

seis<br />

Cine&<br />

deporte:<br />

movimiento y espíritu<br />

Lo que sucede a nivel sonoro en el inicio de La ciénaga; cualquier<br />

travelling geométrico en un film de Wes Anderson,<br />

un solitario paisaje visto por varios minutos y sin otro recurso<br />

que la composición previa y perfecta de un solo plano que<br />

abarca un todo, como sucede en el cine de James Benning,<br />

expresan un concepto general de puesta en escena; no todos<br />

los cineastas pueden transformar un recurso formal en una<br />

expresión personal. A tales cineastas los solemos llamar autores,<br />

y a eso que los diferencia, estilo.<br />

POR Roger Koza<br />

Ray Liotta y Kevin Costner. El campo de los sueños, 1989<br />

Juan Martín del Potro tiene una forma muy particular de<br />

elevarse antes del saque, tal vez una medición inconsciente<br />

de la relación entre la altura y la fuerza del golpe; Lionel<br />

Messi siente como pocos la elegancia de la diagonal, como si<br />

en ese paulatino desvío de la línea recta se cifrara el secreto<br />

dinamismo de su gambeta en velocidad; un patrón similar se<br />

podría identificar en Emanuel Ginóbili, el notable atleta<br />

cuya forma de juego resplandece sin disociarse en su indesmentible<br />

lucimiento de la prioridad de servir al conjunto. Los<br />

deportistas también tienen un estilo, aunque no se lo identifique<br />

según la noción de autor. En los dominios del cine, por<br />

otra parte, el concepto de vencedor deriva de la invención de<br />

los festivales, un añadido posterior a la consolidación del cine<br />

como arte específico del siglo XX, que puede explicarse a<br />

propósito de la invención de los Mundiales y del renacimiento<br />

de los Juegos Olímpicos, en otra clave cultural.<br />

El cine y los deportes no solamente están unidos por el<br />

estilo de sus genios, el cual no es solamente una cuestión<br />

individual, como podría desprenderse de los ejemplos<br />

citados. Al equipo holandés de fútbol de 1974 se le adjudicó<br />

un nombre para explicar su funcionamiento. Tenía un estilo<br />

bien definido, y fue así como un film de Stanley Kubrick<br />

y un libro de Anthony Burgess sirvieron para hallar un<br />

apelativo que lo identificara. Llamaron a ese equipo La<br />

Naranja Mecánica. Aquí también el tema del estilo puede<br />

desbordar al autor, a la idea del cineasta como autor que<br />

tiene una marca propia. Las hermosas películas del estudio<br />

Hammer también tenían un estilo deliberado, más allá de<br />

sus directores. El estilo, demasiado asociado al genio, no es<br />

prerrogativa de un individuo, pero es inevitable que se le<br />

dispense un vínculo unívoco.<br />

Hay otros paralelismos para advertir entre los deportes y<br />

el cine: el trabajo en equipo, el sentido del espectáculo, la<br />

división del trabajo y la distribución de las funciones; incluso,<br />

en muchos casos, los deportes y el cine coinciden en su<br />

tiempo de duración (como sucede con los 90 minutos del<br />

fútbol, una duración muy habitual en las películas). Además,<br />

desde que los deportistas se saben filmados han desarrollado<br />

métodos de interpretación que exceden el rendimiento y que<br />

tienen mucho de escuela dramática. La expresión facial de<br />

los futbolistas y de los tenistas tiene a veces reminiscencias<br />

de líneas de interpretación. La gestualidad en los futbolistas<br />

es pura ficción, un recurso destinado al énfasis que indica<br />

que ese atleta no es solamente un número, sino también un<br />

alma. Cuando el juego está teniendo lugar, el futbolista es<br />

apenas una pieza, es el costado documental del registro. Cada<br />

vez que el juego se detiene, nace el actor. Frente a esto hay<br />

que distinguir las diferencias entre las disciplinas deportivas.<br />

Ciertos deportes se desentienden de la expresión del rostro<br />

y hacen prevalecer la tensión de los músculos. La concentración<br />

total en la proeza por cumplir no tiene tiempo para el<br />

plus de ficción; la exigencia obliga a una naturalidad inconsciente.<br />

El clavadista no tiene tiempo para elegir gestos, como<br />

tampoco lo tiene el jinete que depende enteramente de la<br />

respuesta del animal al que comanda. El boxeo, en cambio,<br />

ha prodigado actores para todos los gustos. El Actors Studio<br />

podría arrogarse varios campeones.<br />

Pero ni el deporte ni el cine podrían ser lo que suponen ser<br />

si no tuvieran como condición de posibilidad el movimiento<br />

en sí. Los deportes existen en la medida en que el cuerpo<br />

de los protagonistas entra en una situación circunstancial de<br />

dinámica, la cual se desentiende de toda actitud natural. En<br />

el deporte el cuerpo entabla otra relación con el espacio. Al<br />

cine le sucede exactamente lo mismo: el movimiento define<br />

su ser. El cine es ante todo movimiento, y nació como<br />

tentativa de estudiarlo. Existió, lógicamente, una evolución.<br />

El movimiento estuvo primero en el cuadro hasta que<br />

velozmente se emancipó el registro de su inmovilidad, y así<br />

se instituyeron formas de movimiento que trastocaron los<br />

modos de mirar en el cine y más allá de él. Los primeros 30<br />

años de cine pueden ser vistos como una exploración estructural<br />

del movimiento, que en el cine soviético inicial alcanza<br />

su expresión más acabada.<br />

La relación formal y más estrecha entre el cine y los deportes<br />

reside en la televisación de los juegos. La televisación<br />

nunca es del todo televisiva. La televisión quiere informar<br />

y entretener, pero el deporte en su ejecución no informa, sí<br />

entretiene, del mismo modo que el cine puede hacerlo, estableciendo<br />

una diferencia en su status epistémico. El cine<br />

no informa, más bien forma, modela e inscribe sobre el imaginario<br />

colectivo. En efecto, la televisación de un partido de<br />

fútbol, más allá de las convenciones de la transmisión, transgrede<br />

el pacto de quietud en el registro que predomina en<br />

cualquier estudio de televisión. La televisión encuentra su<br />

dinámica en el montaje permanente y en vivo. Pero cuando<br />

se transmite un deporte, la interdicción del tiempo en el<br />

registro colisiona con la propia naturaleza de los deportes.<br />

El fútbol, como sucede en el tenis, el rugby, el boxeo y el<br />

hockey, necesita de una sintaxis de registro que es deudora<br />

del cine. El deporte como regla general de inteligibilidad<br />

impone la panorámica. El habitual recurso televisivo del<br />

plano-contraplano le es ajeno; ni siquiera un partido de<br />

tenis puede ser filmado de ese modo. No se puede fragmentar<br />

el plano, más allá del límite y la división que impone la<br />

red, porque el centro de organización del juego radica en<br />

el movimiento de la pelota de tenis, minúsculo objeto que<br />

determina la escena. Lo que importa es el seguimiento de<br />

la trayectoria de la pelota y el modo en que los golpes de raqueta<br />

eternizan los desplazamientos de aquella. En el fútbol<br />

la panorámica, el plano cenital y los travellings constituyen<br />

una magnífica poética del registro. No es muy diferente lo<br />

que pasa con otros deportes. El travelling en el atletismo y<br />

en la natación es tan hermoso como en un film de Chantal<br />

Akerman, Brian De Palma o Leonardo Favio.<br />

Todo esto nos debería llevar a repasar algunas películas<br />

felices sobre los deportes. Los títulos que se han reunido a<br />

lo largo del tiempo son tantos que la enumeración exigiría<br />

un ensayo de largo aliento. ¿Cuál elegir? ¿Las de Rocky?<br />

¿El gran éxtasis del escultor de madera Steiner? ¿Zidane,<br />

un retrato del siglo XXI? ¿Invictus? ¿Rush: pasión y gloria?<br />

¿Agua? Si hubiera que elegir una entre todas, la película<br />

más hermosa en materia deportiva sería, quizás, El campo<br />

de los sueños<br />

58 59


Entrevista<br />

siete<br />

Darío Sztajnszrajber<br />

Elogio de la<br />

incertidumbre<br />

Acaba de publicar Filosofía en 11 frases (Planeta), un libro en el que<br />

invita a los lectores a pensar sin ser subestimados y los desafía con una<br />

convicción: todos podemos hacer filosofía, aunque no lo sepamos<br />

POR Nando Varela Pagliaro<br />

A partir de 2011, cuando apareció Mentira la verdad en<br />

Canal Encuentro, Darío Sztajnszrajber (Buenos Aires,<br />

1968) se transformó en uno de los filósofos más populares<br />

de nuestro país, y sin dudas, el de apellido más difícil. Desde<br />

entonces, además de la televisión, ha llevado la disciplina a la<br />

radio, así como también a los escenarios con los espectáculos<br />

Desencajados y Salir de la caverna. Además, lleva dos libros<br />

publicados: ¿Para qué sirve la filosofía? (Planeta, 2013) y el<br />

reciente Filosofía en 11 frases. Con la excusa de la publicación<br />

de este último, nos recibió en su casa del barrio porteño<br />

de Villa Urquiza, una mañana lluviosa de mayo.<br />

–Es muy común escuchar que un chico quiere ser<br />

futbolista o artista, pero no es tan habitual que alguien<br />

quiera ser filósofo, ¿cómo surge su vocación?<br />

Lamentablemente la elección vocacional con el tiempo se<br />

fue convirtiendo en una situación traumática, por no decir<br />

trágica, donde hay una presión social importante que piensa<br />

que en la elección vocacional se juega algo de la identidad,<br />

y que entiende que la identidad es algo que tiene sentido en<br />

la medida en que uno la encuentra. Cuando en realidad uno<br />

lo puede pensar al revés, que la identidad es una búsqueda<br />

abierta, permanente, que nunca debe encontrarse a sí misma<br />

y, por lo tanto, toda elección vocacional es contingente. En<br />

mi caso, me costó mucho decidirme entre Filosofía y Letras,<br />

pero lo que para mí era un dilema existencial profundo, para<br />

la mayoría de mis allegados era una pelotudez. Vengo de un<br />

hogar de clase media baja, comerciantes, en el que la palabra<br />

filosofía sonaba a una mezcla de terrorismo y drogadicción.<br />

Entonces, fue difícil instalarlo. Aparte, pasé mi secundaria en<br />

el pasaje de la dictadura a la democracia, con lo cual salí rápidamente<br />

a consumir toda la cultura psicobolche de mediados<br />

de los 80. Por eso, cuando llegué a la elección de la carrera,<br />

sabía que iba a ser complicada la aceptación, pero si no dudé<br />

fue porque siempre me interesó el tema.<br />

–Hace poco salió una nota en La Nación en la que<br />

analizaban de qué modo la serie Merlí y su programa,<br />

Mentira la verdad, están incidiendo en la cantidad de<br />

chicos que se anotan para estudiar Filosofía. ¿Cree que<br />

con fenómenos así se alcanza a despertar el interés de<br />

los jóvenes en una carrera como esa? Desde que estrenamos<br />

Mentira la verdad en el 2011, no hay localidad de la<br />

Argentina, y ahora te agrego Uruguay y Chile, en la que no se<br />

me acerquen y me digan que con mis programas se duplica<br />

la cantidad de ingresantes a la carrera. También es cierto que<br />

siguen egresando la misma cantidad.<br />

–A eso voy, es como cuando uno era chico, veía Karate<br />

Kid y enseguida quería salir corriendo a inscribirse<br />

para hacer karate, pero a los dos meses ya no tenía<br />

más ganas de ir. Es un buen ejemplo, y tomando lo del<br />

karate es evidente que si lo estudiás, hay una cantidad de<br />

técnicas que en la película no las ves. Hay una formación que<br />

en la película no la tenés, pero también es cierto que, a diferencia<br />

del karate, lo que te puede inspirar una película como<br />

Karate Kid es a tener una relación más copada con tu cuerpo.<br />

Yo creo que la divulgación<br />

filosófica, esto es obvio, no<br />

suple un estudio universitario,<br />

pero puede inspirar<br />

a un tipo de abordaje de<br />

cuestionamiento, que en<br />

general en la vida cotidiana<br />

uno no le da pelota.<br />

Hay mucha gente que<br />

viendo nuestros programas,<br />

o los distintos espectáculos<br />

que hacemos,<br />

cambia algo en su manera<br />

de hacerse preguntas y de<br />

relacionarse con algunos<br />

fenómenos de lo diario.<br />

En la facultad no opera la<br />

misma lógica. Por eso para mí no compiten la divulgación y<br />

la academia, son idiomas distintos. Spinozeanamente te diría<br />

que son atributos distintos de la misma sustancia.<br />

–¿Le importa la mirada que tiene la academia sobre la<br />

divulgación? Me importa porque se trata de un mismo espacio,<br />

pero creo que hay un tercer actor, en estas grietas que se<br />

arman, que es la docencia. Al docente la divulgación le sirve.<br />

–Muchas veces termina hablando de la docencia y de<br />

lo importante que es inspirar a los alumnos. Desde los<br />

medios siempre se suele hablar del nivel de los estudiantes,<br />

pero es muy poco lo que se dice sobre el nivel<br />

docente. ¿Cómo lo ve? Para responderte primero deberíamos<br />

discutir qué es tener nivel, en qué tipo de proyecto<br />

educativo inscribís la categoría de nivel. Para mí lo que está<br />

en juego es el modelo educativo. Yo creo que hay una crisis<br />

escolar histórica que excede las distintas coyunturas. Tiene<br />

que ver con que siempre el alumno responde a una generación<br />

nueva con una materialidad en juego diferente a la del<br />

docente. Hoy, la mayoría de los docentes están formados en<br />

el siglo pasado y tienen que lidiar con alumnos del siglo XXI,<br />

que tienen otro tipo de herramientas y de conceptualización<br />

sobre lo que es estar adentro de un aula. Hoy el aula está<br />

deserotizada, hoy ningún chico va al aula a aprender nada<br />

porque no le interesa ese formato. No es que los chicos están<br />

deserotizados, lo encuentran por otro lado. Hoy rinde más<br />

la educación no formal que la formal. El método educativo<br />

tradicional debería dejarse impregnar por otra lógica, porque<br />

los contenidos en el aula ya son una pérdida de tiempo. Yo<br />

no puedo dar una clase de Filosofía explicando el año en<br />

que nació Aristóteles. Cualquier alumno lo googlea en<br />

dos segundos. Saberse de memoria esas fechas es casi como<br />

una destreza de circo. Creo que hace falta una reinvención<br />

permanente de la tarea que hacemos.<br />

–Desde su publicación, Filosofía en 11 frases figura<br />

entre los libros más vendidos de no ficción, ¿por qué<br />

cree que la filosofía está cada vez más cerca del consumo<br />

popular? Yo creo que hay un prejuicio que consiste en<br />

61


pensar que vivimos en una época vaciada de sentido. A mí<br />

me gusta pensarlo al revés, que está sobrepoblada de sentido.<br />

Hay recetas para todo y todo ya viene procesado, elaborado<br />

y con su manual de instrucciones para el uso y consumo cotidiano.<br />

Me parece que esa normalización industrial en la que<br />

advenimos genera una sensación de tedio. El tedio irrumpe<br />

ante la superpoblación de respuestas, no ante la ausencia.<br />

Como decía Martin Heidegger, el tedio es tedio por el<br />

todo, la angustia es angustia por la nada. Entonces, se trata de<br />

recuperar la nada frente a un sistema totalitario en el sentido<br />

existencial del término. Hay una necesidad de provocar una<br />

fisura que tiene que ver con la libertad. Lo que la filosofía de<br />

hoy te propone, a la inversa de la sociedad de consumo y de<br />

la autoayuda, es la incertidumbre, es reencontrarte con los<br />

abismos originarios, con la contingencia; reconciliarte con la<br />

idea de que todo está abierto; abrirse a la irrupción del otro,<br />

de ese que te lleva puesto y te resignifica todo el tiempo.<br />

Creo que ahí la filosofía tiene una entrada desde este discurso<br />

más escéptico, más cuestionador y que apuesta más a la apertura.<br />

Cuando el ser humano está demasiado consciente de su<br />

vértigo, busca esos fármacos que lo tranquilicen y lo fijen en<br />

ejes concretos, pero cuando está demasiado fijo en estructuras<br />

que parecen incólumes, busca sobrepasarse a sí mismo,<br />

que es lo que propone la filosofía que a mí me interesa.<br />

–Y esto de cuestionarlo todo, ¿lleva a que uno esté<br />

mejor? Es claro que la filosofía no trae felicidad, la filosofía<br />

angustia. Yo siento la paradoja de que a mí me hace feliz<br />

angustiarme, pero no en el sentido flagelante. Lo que me hace<br />

feliz es encontrar que con las preguntas puedo ir resquebrajando<br />

zonas muy macizas que encubren intereses dominantes.<br />

Es una sensación de liberación, no de libertad como algo<br />

definitivo, sino de estar liberándose permanentemente de<br />

ciertos dispositivos. A mí me hace feliz estar en movimiento,<br />

encontrarle siempre la quinta pata al gato. Obviamente, en un<br />

momento paro y voy a la cancha y grito un gol o estoy con mis<br />

hijos y les doy besos y no pienso en por qué el beso es la forma<br />

de relacionarte con el afecto, porque si no te enfermás. Yo digo<br />

siempre que, si estás veinticuatro horas haciéndote preguntas,<br />

no das un paso y te volvés un tarado, pero si no te hacés ninguna<br />

pregunta las veinticuatro horas, también te volvés un tarado.<br />

Se trata de ver qué tipo de tarado querés ser.<br />

–Uno de los grandes temas de la filosofía es el tiempo.<br />

En su caso, ¿qué relación tiene con el tiempo? Yo<br />

padezco el tiempo. Te diría que fue mi primera pregunta<br />

existencial. No entiendo la alegría de los cumpleaños, no<br />

entiendo qué se festeja. Para mí cada cumpleaños es como<br />

una mutilación de mi cuerpo. Ahora, la pregunta es: ser consciente<br />

de que el camino ineluctable es hacia la muerte, ¿es<br />

algo de lo que tenés que estar todo el tiempo pendiente? Yo<br />

creo que toda nuestra cultura fue pensada como un modo de<br />

aligerar esa consciencia. Te casás, tenés hijos y vas a la cancha<br />

para olvidarte de que te vas a morir igual. Cuando esa cultura<br />

te enajena tanto que olvidás tu condición de finitud, ahí hay<br />

que recuperarla. Como diría Heidegger “una vez por semana<br />

acordate de que te vas a morir igual”. Eso modifica el lugar<br />

desde el que te relacionás con las cosas.<br />

–¿Cuándo siente que tuvo un día productivo, que<br />

justificó su día? Depende el criterio, te diría que es casuístico.<br />

La semana pasada por ejemplo di un curso el lunes en<br />

Montevideo, el martes en el Konex y el miércoles en Rosario,<br />

y para mí el día más productivo de esa semana fue el jueves,<br />

que no hice un pomo. Me quedé en casa y me vi Intrusos<br />

entero. Me encanta ver la tele y esa clase de programas. Ahí<br />

también ejercés un tipo de pensamiento. Nadie entiende la<br />

realidad en la que vive si oculta la mitad de las cosas que pasan.<br />

Además, Intrusos tuvo virajes interesantes en los últimos<br />

meses. Por ahí pasó todo el feminismo, no solo a defender la<br />

postura feminista, sino también a hablar de la ley del aborto.<br />

–Cuando habla de lo que hace se le nota cierta pesadez.<br />

¿Piensa que toda vocación, por más pasión que uno tenga,<br />

a la larga se termina convirtiendo en un trabajo, con<br />

todo lo malo que eso implica? Me parece que hay un modelo<br />

productivo que desapasiona, pero después queda en cada<br />

uno cómo recuperar esa pasión. A mí en general siempre me<br />

pasa que cuando termino encontrándome con los estudiantes<br />

o el público y veo que de alguna manera lo que hago genera<br />

transformación, enseguida reconecto con la pasión<br />

63


Tema de tapa<br />

siete<br />

Con los tapones de punta:<br />

historia de la mujer<br />

en el deporte<br />

POR Agustina Zabaljáuregui<br />

Cada vez son más los que toman consciencia de la inmensa<br />

desigualdad que existe entre hombres y mujeres. Este despertar<br />

feminista generalizado puede ser relativamente nuevo,<br />

pero hubo miles de mujeres en la historia que allanaron el<br />

camino para que hoy se puedan cuestionar los roles que<br />

ocupan, la desigualdad en todos los ámbitos, la violencia que<br />

sufren y todo lo que conlleva ser parte del mal llamado “sexo<br />

débil”. Pero tal vez uno de los espacios donde la mujer tuvo<br />

más barreras que romper fue en el deporte, y aún le queda<br />

mucho camino por recorrer para llegar a la igualdad.<br />

Salvo en algunas regiones como México, donde las comunidades<br />

prehispánicas integraban a las mujeres de manera activa en<br />

juegos y competencias, el deporte solía ser una actividad exclusivamente<br />

masculina. Los registros de las primeras Olimpíadas<br />

datan del 776 a. C., allí las mujeres tenían prohibido participar,<br />

y únicamente las solteras podían estar entre los espectadores,<br />

las casadas podían ser castigadas con pena de muerte si osaban<br />

colarse entre el público. Los Juegos Olímpicos dejaron de<br />

practicarse en el 349 d. C., y se retomaron nuevamente en<br />

1896, organizados por el barón Pierre De Coubertin. Una<br />

vez más las mujeres estuvieron prohibidas, porque según el<br />

reglamento su participación era considerada “aberrante y contraria<br />

a la salud pública”. El organizador estimaba que el único<br />

rol de la mujer en la competencia era coronar a los vencedores.<br />

La iglesia católica estaba de acuerdo con el barón, con lo cual<br />

aquellas mujeres que tuvieran aspiraciones de competir eran<br />

además pecadoras. Médicos, entrenadores y deportistas apoyaban<br />

la exclusión de la mujer bajo la creencia de que podía<br />

sufrir enfermedades y quedar estéril si practicaba deportes, o<br />

terminar con un cuerpo masculinizado.<br />

En 1900 los Juegos Olímpicos se llevaron a cabo en París<br />

y por primera vez las mujeres pudieron participar, aunque<br />

solo en tres de las veinte disciplinas: tenis, golf y croquet.<br />

Sin embargo, la competencia femenina no era oficial. La<br />

gran ganadora fue la tenista inglesa Charlotte Cooper,<br />

considerada la primera campeona olímpica de la historia. En<br />

ese momento la apodaban “la solterona”, porque el hecho de<br />

no estar casada pesaba más que todos sus logros deportivos.<br />

Nada, ni siquiera el haber quedado sorda a los 26 años, le<br />

impidió ganar cinco veces Wimbledon, la última vez con 37<br />

años y ya habiendo sido madre de dos niños.<br />

Cansadas de estar al margen, un grupo de mujeres decidió<br />

organizar los Juegos Mundiales Femeninos, que se llevaron<br />

a cabo en 1922. Estos fueron impulsados por Alice<br />

Milliat, creadora de la Federación Deportiva Femenina<br />

Internacional, que se convirtió en la organización enemiga<br />

de la encabezada por Pierre de Coubertin. Para conseguir<br />

la integración, primero apeló a distanciarse y organizar una<br />

competencia en la que las mujeres tuvieran el lugar que se<br />

merecían. Estos Juegos tuvieron mucho éxito, y cuatro años<br />

después se repitieron en Suecia, donde las repercusiones<br />

fueron masivas. Pierre de Coubertin tuvo que dar el brazo a<br />

torcer y en 1928 permitió que las mujeres participen en atletismo.<br />

Esto dejó sabor a poco en Milliat y sus seguidoras, que<br />

continuaron organizando los Juegos Mundiales Femeninos en<br />

tres oportunidades más hasta que lograron negociar mejores<br />

condiciones en la competencia organizada por el barón.<br />

La integración de las mujeres en el deporte fue agónica: si bien<br />

iban ganando terreno de a poco, lo hacían a la fuerza y no siempre<br />

eran bienvenidas en las competencias. La discriminación<br />

Kathrine Switzer, Maratón de Boston, 1967<br />

64<br />

65


RECOMENDADOS<br />

POR MÓNICA TRACEY<br />

Kinue Hitomi<br />

Christy Martin<br />

Enriqueta Basilio<br />

Nadia Comaneci<br />

Marcela “La Tigresa” Acuña<br />

era atroz, ni hablar de las condiciones de preparación física, los<br />

sponsors y el apoyo del entorno. Además, cada paso hacia adelante<br />

solía significar cuatro para atrás. En los juegos de 1928, la<br />

atleta japonesa Kinue Hitomi compitió en los 800 metros y,<br />

como sufrió un desmayo en plena carrera, algo muy común en<br />

ese entonces también entre los hombres, se determinó que la<br />

prueba era peligrosa para las mujeres y se mantuvo restringida<br />

durante los siguientes cuarenta años.<br />

Recién en 1968 se permitió que una deportista llevara la<br />

llama y encendiera el pebetero. La encargada fue la mexicana<br />

Enriqueta Basilio, quien muchos años después se convertiría<br />

en diputada del PRI (Partido Revolucionario Institucional).<br />

Paradójicamente, a pesar de la tarea titánica que fue<br />

para las deportistas insertarse en los Juegos Olímpicos, quien<br />

recibió el primer puntaje perfecto de la historia fue una mujer,<br />

la gimnasta rumana Nadia Comaneci, en 1976.<br />

Lo cierto es que el sexo femenino nunca fue invitado en la<br />

historia del deporte, los espacios ganados fueron conseguidos<br />

gracias a mujeres que dijeron “basta” y rompieron las reglas.<br />

Así ocurrió con la presencia femenina en las maratones. En<br />

1967, Kathrine Switzer cambió la historia al inscribirse<br />

en la mítica Maratón de Boston usando solamente sus<br />

iniciales, para no ser descalificada. Pagó los tres dólares de la<br />

inscripción y se presentó con gorra y ropa holgada para pasar<br />

desapercibida. Sin embargo, en el transcurso de los 42 km,<br />

fue descubierta por el organizador, quien se metió furioso<br />

en la competencia e intentó sacarla con sus propias manos<br />

al grito de “¡Fuera de mi carrera!”. El novio de Switzer, que<br />

corría a su lado, empujó al organizador a una zanja y continuaron<br />

corriendo. Al año siguiente el formulario de inscripción<br />

aclaraba que solamente podían participar hombres, pero<br />

muchas mujeres se presentaron sin los números oficiales en<br />

las pecheras y corrieron a la par de los competidores. Este<br />

fenómeno continuó hasta que cinco años después se abrió la<br />

categoría femenina dentro de la Maratón de Boston.<br />

En Argentina hubo una historia similar, pero en el boxeo, un<br />

ámbito particularmente masculino. Las mujeres comenzaron<br />

a participar en la década del 90, al principio como una atracción<br />

casi de circo. La primera boxeadora famosa fue la estadounidense<br />

Christy Martin, que abría las veladas boxísticas<br />

de Tyson. Llegó a los ojos de Marcela “La Tigresa”<br />

Acuña, en ese entonces una jovencita formoseña que practicaba<br />

kick boxing en su provincia natal. Cuando Martin vino<br />

a la Argentina, Acuña quiso conocerla y fue al programa de<br />

televisión donde la entrevistaban. Casi como un divertimento,<br />

la hicieron hacer guantes con ella, y la argentina le aguan-<br />

tó todos los golpes sin tener ningún tipo de entrenamiento<br />

boxístico. Semanas después le llegó la invitación para repetir<br />

la pelea, de modo profesional, en Estados Unidos. Casi sin<br />

preparación, ni sponsors, ni la alimentación ni los complejos<br />

vitamínicos necesarios, “La Tigresa” viajó con su entrenador<br />

y enfrentó a Martin en diciembre de 1997. La argentina –que<br />

sabía que la única manera de visibilizar el boxeo femenino<br />

en nuestro país era presentándose a esa pelea– dio una digna<br />

batalla y terminó perdiendo por puntos. Recién en 2001 entró<br />

en vigencia el reglamento para boxeadoras. Pero mientras<br />

tanto, y a pesar de su proeza boxística en Estados Unidos, lo<br />

único que “La Tigresa” recibió fue rechazo y discriminación.<br />

Entre muchas otras cosas, no la dejaban entrar cuando quería<br />

ir a entrenar a la Federación de Box. En 2003, Acuña noqueó<br />

a la panameña Damaris Pinock Ortega en el Luna Park y<br />

se coronó Campeona Mundial Supergallo, siendo la primera<br />

mujer en cumplir un sueño que muchos hombres no pudieron<br />

conseguir.<br />

Aún hoy, en ciertos deportes como el fútbol, la brecha entre<br />

hombres y mujeres es inmensa. Partiendo de la base de que<br />

a los niños cuando nacen les regalan una pelota y a las niñas<br />

una muñeca, la lucha de las mujeres futbolistas es incansable.<br />

El pasado abril las argentinas quedaron entre los mejores<br />

cuatro equipos de la Copa América Femenina, a pesar de<br />

haber pasado 18 meses sin entrenamiento y habiendo tenido<br />

que hacer una huelga contra la AFA el año anterior, porque<br />

les adeudaban varios meses de viáticos, lo único que cobran<br />

por representar al país en ese deporte. Además, las pocas que<br />

juegan profesionalmente lo hacen en otros países, y no se les<br />

paga el pasaje para representar al suyo en los campeonatos.<br />

El equipo entero ha tenido que dormir en micros porque no<br />

se les pagaba la estadía al viajar a otros países para jugar. Este<br />

año, incluso, la AFA presentó las nuevas camisetas en esbeltas<br />

modelos, en lugar de que las vistieran las propias jugadoras<br />

que las iban a tener que transpirar en la cancha.<br />

A pesar del maltrato y de la falta de dinero, de preparación<br />

adecuada y de prensa (sus partidos no son televisados), la<br />

Selección Argentina de Fútbol Femenino se clasificó en los<br />

Juegos Panamericanos de Perú 2019, y está a un paso de representarnos<br />

en el Mundial de Francia. Resulta imposible no<br />

preguntarse hasta dónde llegarían si estuvieran en las mismas<br />

condiciones que los futbolistas masculinos.<br />

Como dijo John Lennon, la mujer es el negro del mundo,<br />

y aún hay mucho camino por recorrer para que la situación<br />

se revierta. Por eso a las chicas no les queda otra que seguir<br />

saliendo con los tapones de punta<br />

MAGNETIZADO<br />

Carlos Busqued<br />

Anagrama<br />

Cuatro taxistas asesinados en unos pocos<br />

días de 1982 en Mataderos. Semanas<br />

después, el hermano y el padre del asesino<br />

lo entregan a la policía: un muchacho de<br />

20 años que confiesa todo, da detalles, no<br />

siente nada. Busqued lo contacta en 2015 en<br />

el último de sus lugares de reclusión. Horas<br />

de grabación y un testimonio que da cuenta<br />

de una personalidad casi inclasificable, y de<br />

un sistema penitenciario tan espeluznante<br />

como el de las unidades psiquiátricas en<br />

las que recibió tratamientos atroces. La<br />

noticia se desgrana en una investigación a la<br />

manera del Nuevo Periodismo, pero el autor<br />

no elige la narración sino el testimonio, las<br />

entrevistas, como forma para un relato que<br />

no se puede soltar.<br />

SABER SER<br />

Juan Archibaldo Lanús<br />

El Ateneo<br />

El autor vuelve a las fuentes de la cultura<br />

universal para buscar las claves que siente<br />

perdidas en nuestra civilización tecnológica y<br />

mediática, que a pesar de los enormes atractivos<br />

que ofrece parece negar el camino de la<br />

felicidad. Lanús retoma las ideas de grandes<br />

pensadores del pasado, apela a la sabiduría<br />

y el conocimiento de las tradiciones de<br />

Oriente y Occidente, así como a las culturas<br />

originarias de América, como un gran espejo<br />

cuya imagen se hubiera ido degradando, para<br />

recuperarla, reconstruirla, y volver allí por<br />

respuestas.<br />

LA BRUJA<br />

Camilla Läckberg<br />

Océano<br />

La desaparición de una nena de 4 años desata<br />

la búsqueda y la trama de un doble pasado:<br />

el crimen de otra niña de la misma edad, 30<br />

años atrás, y la caza de brujas en Suecia, allá<br />

por el 1600. Una investigación suscitará la<br />

otra, y los habitantes de la villa de pescadores<br />

donde transcurre estarán ligados a ellas de<br />

una u otra manera. Un campo de refugiados<br />

sirios instalado en el pueblo agrega elementos<br />

de una nueva realidad. La escritora Erica<br />

Falck y su marido, el policía Patrik Hedström,<br />

vuelven a protagonizar esta novela de la<br />

saga Los crímenes de Fjällbacka, que lleva ya<br />

diez libros publicados y 25 millones de ejemplares<br />

vendidos en el mundo, y que ha hecho<br />

de Camilla Läckberg una de las autoras<br />

de novela negra más exitosas de Europa.<br />

ARCHIVO DICKINSON<br />

María Negroni<br />

La Bestia Equilátera<br />

La Universidad de Harvard abrió al público<br />

los papeles privados de Emily Dickinson<br />

en 2013, con un lexicón de 9000 palabras<br />

recurrentes en la obra de la poeta. Allí se<br />

gestó este “archivo” con palabras que encontraron<br />

resonancia en María Negroni.<br />

Así, la autora estadounidense del siglo XIX<br />

se recorta fantasmal en esta obra de la poeta<br />

argentina. Un extraño y vigoroso encuentro<br />

de miradas, de mundos. Un homenaje y una<br />

transustanciación. Traductora de Dickinson,<br />

fue en esas palabras que sugerían obsesiones<br />

donde Negroni encontró un camino de<br />

nuevas indagaciones propias.<br />

CUANDO FUIMOS LOS PERIPATÉTICOS.<br />

LA NOVELA DE MERLÍ | Héctor Lozano<br />

Planeta<br />

Para los seguidores de la serie Merlí, esta<br />

novela les permitirá revivir la historia y<br />

además conocer algo de su continuación en<br />

la voz de Bruno, hijo del profesor catalán,<br />

que escribe años después de la época dorada<br />

y conflictiva del bachillerato, cuando su<br />

ausente padre se apareció como irreverente<br />

profesor de Filosofía. De la mano de Merlí,<br />

la filosofía baja del pedestal para hacerse<br />

pensamiento práctico en la vida de ese<br />

grupo de adolescentes, y todo irá dándose<br />

vuelta (la relación padre e hijo, las normas<br />

del colegio) e irá abriendo en ellos un<br />

camino de inesperada libertad. Lozano es<br />

el creador, guionista y productor ejecutivo<br />

de la serie.<br />

SIGO SIENDO YO<br />

Jojo Moyes<br />

Suma de letras<br />

La escritora británica trae la tercera entrega<br />

de la serie iniciada con Yo antes de ti, que llegó<br />

a vender más de 12 millones de ejemplares<br />

y tuvo su película. Especialmente dirigida<br />

a su ansioso público cautivo, Sigo siendo yo<br />

encuentra a su heroína luego de haber dejado<br />

Londres para vivir una temporada en Nueva<br />

York, ciudad que da nuevo aire a la protagonista<br />

y a sus lectores, que encontrarán en la<br />

vida de la ciudad otro ingrediente de interés.<br />

Mientras tanto el amor, inevitable centro del<br />

género, recorre los predecibles desafíos de la<br />

distancia, los celos, los necesarios deslumbramientos<br />

de lo nuevo.<br />

66<br />

67


Historia<br />

& política<br />

Lo último de<br />

Eric Hobsbawm<br />

y Didier Fassin<br />

POR Felipe Pigna<br />

¡Viva la Revolución!, Eric Hobsbawm,<br />

edición y compilación de Leslie<br />

Bethell<br />

En su libro Rebeldes primitivos, publicado<br />

en 1959, en el que estudia las formas<br />

arcaicas de protesta social, Eric Hobsbawm<br />

no habla de América Latina. Ya en<br />

Bandidos, publicado en 1969, hay varias<br />

referencias al bandolerismo latinoamericano<br />

y las revueltas campesinas. En La<br />

era de la revolución (1789-1848) hay solo<br />

dos referencias a nuestra región y algo<br />

similar sucede con La era del imperio<br />

(1875-1914). Puede decirse entonces que<br />

hubo que esperar hasta su Historia del<br />

siglo XX, publicado en 1994, para encontrar<br />

un volumen con interesantes notas<br />

temáticas sobre nuestra historia. Allí, se<br />

refiere a la Revolución Mexicana y a la<br />

Reforma Universitaria argentina de 1918<br />

y recorre nuestro pasado con su mirada<br />

única y magistral. Este libro reúne artículos<br />

del gran historiador publicados a lo<br />

largo de su extensa carrera. En su primer<br />

viaje a la región en 1960 Eric quedó muy<br />

impresionado por la Revolución Cubana<br />

y aprovechó su visita a Brasil para escribir<br />

una excelente crónica para la revista<br />

New Statesman, en la cual tenía una columna<br />

como crítico de jazz, sobre la naciente<br />

y explosiva bossa nova. Hobsbawm<br />

se entusiasmó con el clima político de la<br />

región y escribió América Latina, no hay<br />

región más revolucionaria. Resultan muy<br />

interesantes como complemento de su<br />

libro Bandidos, los artículos “Cuando los<br />

campesinos se vuelven bandidos” y “La<br />

insurrección campesina”. Es notable su<br />

desarrollo de la histórica violencia política<br />

de Colombia y su visión en “La guerrilla<br />

en América Latina”. Finalmente, su<br />

capacidad de análisis aparece nítidamente<br />

en los artículos “Chile año uno” y “El<br />

asesinato de Chile”. Dice Hobsbawm:<br />

“El gobierno de Allende no se suicidó<br />

sino que fue asesinado. Lo que acabó<br />

con él no fueron sus errores políticos o<br />

económicos ni las crisis financieras, sino<br />

las armas y las bombas. Y a los comentaristas<br />

de la derecha que se preguntarán<br />

qué alternativas quedaban abiertas para<br />

los opositores a Allende que no fueran un<br />

golpe de Estado, la respuesta es simple,<br />

no hacer un golpe”.<br />

Por una repolitización del mundo.<br />

Las vidas descartables como desafío<br />

del siglo XXI, Didier Fassin<br />

Como Michel Foucault, Fassin se<br />

inició en el mundo de la medicina para<br />

pasar al de las ciencias sociales. En su<br />

caso a la antropología social. No está<br />

de más recordar, como lo hace el autor,<br />

que el interés de los antropólogos por la<br />

política es bastante tardío. Quizás hasta<br />

los trabajos de Pitchard en los años 40,<br />

la disciplina prefería ocuparse en lo que<br />

se denominaba por entonces “sociedades<br />

primitivas” a las que se diferenciaba<br />

de las occidentales. Fassin propone, en<br />

este panorama de evidente desencanto<br />

con la política, una redefinición de la<br />

“impolítica” desarrollada por Foucault<br />

en sus clases de 1979, poniendo el eje en<br />

la vida de la gente, y no en las instituciones.<br />

Repolitizar es entonces desplazar<br />

la mirada desde las formas clásicas de la<br />

política hacia su materia prima, la gente.<br />

Por lo tanto, un tema tan transitado como<br />

la democracia no debería ser planteado<br />

exclusivamente en términos de representantes<br />

y gobernantes sino con categorías<br />

vitales como igualdad y justicia, trato a<br />

los inmigrantes, mayorías y minorías,<br />

desempleo, pobreza y formas de violencia<br />

ejercidas por el Estado. Fassin sitúa<br />

esta antropología entre la filosofía y la<br />

etnografía para indagar sobre cuestiones<br />

tristemente actuales como los refugiados,<br />

la xenofobia, el auge de los populismos de<br />

derechas y los partidos neonazis. El autor<br />

se permite cuestionar el derecho de los<br />

poderes fácticos a decidir quiénes podrán<br />

tener una existencia digna y quienes<br />

serán condenados. La propuesta no es<br />

la antipolítica sino, a través de relecturas<br />

muy interesantes de autores como<br />

Benjamin, Foucault, Derrida y Kafka,<br />

una reelaboración que le devuelva un<br />

sentido humano que permita señalar<br />

claramente cuáles son los límites de lo<br />

tolerable y hasta dónde admiten las sociedades<br />

que se rebaje el valor de la vida<br />

OTROS RECOMENDADOS<br />

Héroes argentinos. Doce médicos que hicieron<br />

historia | Jorge Tartaglione.<br />

Astor Piazzolla | de María Susana Azzi.<br />

¡Viva Yrigoyen! ¡Viva la revolución! La lucha armada<br />

radical, 1930-1933 | Ernesto Salas.<br />

Bartolomé Mitre. Entre la nación y la historia |<br />

Eduardo Míguez.<br />

Los alemanes en la Argentina. 500 años de historia |<br />

Wilhelm Lütge, Werner Hoffmann.<br />

Historia de la vida privada (edición estuche) |<br />

Philippe Ariès.<br />

El diario del diablo. Alfred Rosenberg y los secretos<br />

robados del Tercer Reich | David Kinney y Robert K.<br />

Wittman.<br />

69


Entrevista<br />

ocho<br />

Jorge Volpi<br />

En los albores<br />

de la posverdad<br />

POR Juan Pablo Cinelli<br />

El escritor mexicano visitó la Feria del Libro<br />

de Buenos Aires para presentar Una novela<br />

criminal, su último trabajo, con el que ganó el<br />

Premio Alfaguara de Novela 2018. Se trata de<br />

un texto de no ficción al que el autor define<br />

como “novela documental” o “novela sin<br />

ficción”, pero que también puede ser visto como<br />

una extensa y poco ortodoxa crónica sobre<br />

un caso policial que desde hace más de una<br />

década divide a la opinión pública de su país<br />

De paso por Buenos Aires para presentar su nuevo libro, Una<br />

novela criminal, el escritor Jorge Volpi (Ciudad de México,<br />

1968) comenta que Operación Masacre de Rodolfo Walsh<br />

le parece un texto extraordinario, pero que por desgracia<br />

es inconseguible en su país. Lo sabe bien, porque no hace<br />

mucho dictó un taller sobre escritura de no ficción y no<br />

pudo integrar dicha obra a la lista de lecturas sugeridas pues,<br />

increíblemente, los editores mexicanos parecen desconocer<br />

su existencia. Los lazos entre ese libro de Walsh y su nuevo<br />

trabajo no son pocos: en sus más de 500 páginas Volpi reconstruye<br />

con precisión detectivesca el complejo caso Cassez-Vallarta,<br />

que conmueve y divide a la opinión pública mexicana<br />

desde su inicio, el 9 de diciembre de 2005.<br />

Israel Vallarta y quien por entonces era su pareja, la francesa<br />

Florence Cassez, fueron detenidos en la madrugada de<br />

aquel día por un escuadrón antisecuestros en el domicilio del<br />

primero, mediante un operativo de proporciones cinematográficas<br />

que fue transmitido en directo por dos canales de noticias.<br />

En ese mismo acto las fuerzas liberaron a tres víctimas<br />

de secuestros extorsivos, un hombre, una mujer y su hijo de<br />

8 años, quienes supuestamente se encontraban cautivos en la<br />

propiedad de Vallarta. Sin embargo, las irregularidades enturbiaron<br />

el procedimiento casi desde foja cero. Poco después<br />

se supo que aquella espectacular detención fue en realidad<br />

un montaje urdido por los más altos funcionarios y las fuerzas<br />

públicas, en connivencia con los medios de comunicación, y<br />

que la confesión de Vallarta fue obtenida bajo tortura. Aun<br />

así, 13 años después Vallarta sigue preso y Cassez fue liberada<br />

luego de que su caso se convirtiera en el eje del conflicto<br />

diplomático más grave en la historia de las relaciones entre<br />

México y Francia.<br />

Una novela criminal le valió a Volpi el Premio Alfaguara de<br />

Novela 2018. En sus páginas recorre cada vericueto de un<br />

caso laberíntico, apartándose deliberadamente de las formas<br />

literarias tradicionales, para adoptar el estilo de la crónica periodística,<br />

los documentos legales, los expedientes jurídicos o<br />

las declaraciones testimoniales. El resultado es una novedosa<br />

pieza de no ficción (el autor prefiere llamarla “novela sin ficción”<br />

o “novela documental”) que consigue ser tan atrapante<br />

como la mejor novela de intrigas. “Lo que a mí me parece<br />

peor no es tanto que se falsee la realidad, porque eso se ha<br />

hecho antes en muchas ocasiones”, dice Volpi, “ahora se trata<br />

de que las mentiras se revelan, se vuelven obvias, y a nadie<br />

le importa. Es decir que la revelación de la mentira no tiene<br />

ningún efecto”, concluye.<br />

–¿Pero qué le parece más grave? ¿Que la verdad deje<br />

de existir o que deje de importarnos? Que la verdad deje<br />

de existir quizás es el paso previo. Pero en el siglo XXI, con<br />

el concepto de posverdad, llegamos más allá: ya no es tanto<br />

pensar que existen varias verdades, sino que confrontados<br />

directamente ante la falsedad de la mentira la verdad ni<br />

siquiera nos importa.<br />

70 71


–En la novela usted hace referencia a Truman Capote<br />

y a A sangre fría, aunque hay mucha diferencia entre<br />

la abierta intención literaria de aquel y su voluntad de<br />

acercarse al estilo de legajos y documentos judiciales.<br />

Pero esa forma de narrar tratando de apegarse a los<br />

hechos, a la acción, también lo acerca de algún modo<br />

a lo cinematográfico. ¿Cómo trabajó ese aspecto? El<br />

proceso de escritura empezó con la lectura del expediente.<br />

Como no soy periodista mi método fue distinto. No es que<br />

hice la investigación y luego escribí el libro, sino que conforme<br />

iba investigando de inmediato lo iba integrando al<br />

archivo del libro. Entonces, a diferencia de casi todo lo que<br />

he escrito, este libro se armó como un rompecabezas, por pedazos,<br />

y luego se fue llenando. ¿Con qué? Con la información<br />

del expediente, con las entrevistas que hice, con todo lo que<br />

revisé del material previo –libros, investigaciones anteriores,<br />

el registro audiovisual– y todo se iba integrando. Hasta que<br />

tuve una primera versión del libro, de 800 páginas, escrita en<br />

tercera persona, porque en ese momento quería acercarme<br />

más a Capote. Pero al mismo tiempo trataba de dejarle al lector<br />

la impresión de que estaba solo frente a los documentos.<br />

Le entregué esa versión a mis mejores amigos, los lectores<br />

en quienes confío, y todos coincidieron en que era ilegible,<br />

imposible, aburrida. Entonces lo reescribí por completo,<br />

cambiando de perspectiva.<br />

–¿Es en ese momento donde aparece esa aproximación<br />

al policial negro en el que el propio investigador va<br />

narrando la pesquisa? Exacto, ahí introduzco la primera<br />

persona. Una primera persona discreta, porque no habla de<br />

sí misma sino que va sirviendo de guía a través de la historia,<br />

eso también demandó un ritmo de narración distinto. Me<br />

permitió nuevos recursos, más literarios o, como dices tú,<br />

más cinematográficos que estrictamente jurídicos. Me permití<br />

incluso algunos juegos temporales. Con todo eso el libro se<br />

redujo 300 páginas.<br />

–En tanto el libro puede ser visto como un informe o<br />

una crónica, puede ponerse en duda su carácter novelístico.<br />

¿Qué es lo que hace de esta obra una novela?<br />

Desde el principio he discutido esto con mis amigos, y hasta<br />

el día de hoy algunos de ellos sostienen que no es una novela<br />

sino una crónica periodística extensa. Me parece posible que<br />

se trate de periodismo narrativo, porque los límites siempre<br />

son imprecisos y arbitrarios. Yo no lo veo como periodismo,<br />

esencialmente porque no soy periodista, nunca me he formado<br />

como tal y este libro lo he escrito igual que mis demás<br />

novelas. Simplemente que aquí todos los hechos están basados<br />

en alguna fuente, pero para mí la construcción del libro<br />

es novelística y por eso la llamo “novela sin ficción” o “novela<br />

documental”, y no la llamo “crónica”.<br />

–¿Piensa que los Premios Nobel a Bob Dylan (cantante)<br />

o a Svetlana Aleksiévich (periodista) han ayudado a<br />

ganar para la literatura territorios que hasta hace poco<br />

se percibían como ajenos? Creo que tiene que ver un<br />

poco. O el Premio Cervantes a Elena Poniatowska, que es<br />

en esencia una periodista. Sí, los límites están ensanchados,<br />

pero creo que siempre lo han estado. Tal vez no en el siglo<br />

XIX, donde los géneros se hacen canónicos y entonces los límites<br />

se vuelven precisos, pero antes no lo eran, y a partir del<br />

siglo XX tampoco. Las vanguardias siempre quisieron romper<br />

los límites genéricos. Pero nosotros seguimos formados por<br />

esta especie de taxonomía decimonónica para decir “esto<br />

es un cuento, esto es una novela corta y esto es un ensayo”,<br />

cuando en realidad la mezcla literaria siempre ha estado ahí<br />

y simplemente estamos terminando por aceptar que el afán<br />

clasificatorio del siglo XIX fue solo un paréntesis.<br />

–Imagino que Una novela criminal lo habrá llevado a<br />

cuestionarse muchas cosas respecto de cómo abordar la<br />

verdad. ¿A qué conflictos personales se enfrentó? Algo<br />

que es clave en este libro, frente a otros de no ficción, como<br />

el de Capote, es que él tenía una ventaja frente a la verdad:<br />

confiaba en el sistema de justicia de su país y estaba convencido<br />

de que los sujetos sobre los que escribía eran culpables. En<br />

libros como ese no hay ninguna discusión respecto de la verdad,<br />

porque la verdad queda asumida desde el principio por la<br />

confianza en el sistema. A mí me pasó todo lo contrario, y por<br />

eso el libro es tan distinto. Por supuesto que hubiese querido<br />

acercarme más a la verdad, pero todos los personajes hacen<br />

que se vuelva imposible conocerla. En particular los acusados,<br />

lo cual es normal, pero también quienes debieron buscar la<br />

verdad –policías, ministros públicos e incluso jueces– hicieron<br />

lo imposible por destruirla, para que hubiese una verdad a<br />

priori que es la de la culpabilidad de los protagonistas.<br />

–También hay una preocupación por indagar acerca<br />

de los límites de la ética en el rol del Estado, de los<br />

medios, de la Iglesia. De la ética personal incluso. Y de<br />

la ética de la escritura.<br />

–¿Cuáles son los límites éticos para un escritor? En<br />

cualquier texto literario, en un soneto por ejemplo, es el autor<br />

quien impone los límites. Pero en un libro así las reglas no<br />

solo son estéticas sino también éticas. Una regla fue tratar de<br />

incluir las distintas versiones que pudiera haber sobre algunos<br />

puntos de la historia. Pero cuando una de ellas me parecía<br />

claramente más, no diré verdadera pero sí verosímil, siempre<br />

opté por dejarla. Ese es un movimiento ético de la escritura<br />

que refleja el punto de vista del narrador y a la vez un recurso<br />

novelístico. En general cuando uno toma la decisión de dejar o<br />

quitar algo del texto está tomando una decisión estética que se<br />

termina volviendo ética. Porque vas contando inevitablemente<br />

una versión que, por más que intente parecer objetiva, no lo<br />

es. Y ahí es donde el texto pierde la inocencia.<br />

–Es decir que ahí, cuando se aparta de la pretensión<br />

de ser objetivo, es donde el libro se aleja de lo periodístico<br />

y se convierte en novela. Exacto. Ahí es donde se<br />

encuentra el elemento literario: en la forma<br />

72


Entrevista<br />

nueve<br />

Elvira Sastre<br />

La poeta española es un boom en redes sociales. Revolucionó Buenos Aires en su corta<br />

estadía. Llenó la sala José Hernández de la Feria Internacional del Libro (con capacidad<br />

para 700 personas), junto a MAGALÍ TAJES. Brindó tres recitales de poesía en la Sala<br />

Siranush con ANDREA VALBUENA, cuyas entradas se agotaron con anticipación. Ambas<br />

firmaron ejemplares en El Ateneo Grand Splendid durante dos horas<br />

POR Andrea Stefanoni<br />

“Nadie sale<br />

indemne de un<br />

buen poema”<br />

©Andrea Abril<br />

Desde que la poeta y traductora literaria Elvira Sastre<br />

(Segovia, 1992) puso un pie en Buenos Aires no ha parado<br />

de llover. Algo así como una banda sonora melancólica la<br />

acompañó durante sus cinco presentaciones en el marco de<br />

su primera visita a la Argentina. Elvira, a sus 26 años, logra<br />

llenar teatros recitando sus poemas ante miles de jóvenes<br />

que la siguen con fervor y hacen filas de varias horas para<br />

conseguir una firma suya. Así como J. K. Rowling, autora<br />

de Harry Potter, acercó a varias generaciones a la lectura<br />

cuando todo parecía estar perdido, Elvira logró cautivar a<br />

miles de lectores con la poesía, un género un tanto olvidado<br />

o desplazado. A los 21 años publicó su primer libro: Cuarenta<br />

y tres maneras de soltarse el pelo (Lapsus Calami, 2014).<br />

Más tarde llegaron Baluarte (Valparaíso Ediciones, 2014) y<br />

Ya nadie baila (Valparaíso Ediciones, 2015), La soledad de<br />

un cuerpo acostumbrado a la herida (Visor, 2016), y su último<br />

libro, Aquella orilla nuestra (Alfaguara, 2018). Con más<br />

de 180.000 seguidores en Instagram y otro tanto en Twitter,<br />

Elvira Sastre nos demuestra que la poesía, las redes sociales<br />

y los libros pueden convivir a la perfección.<br />

–Usted es traductora, ¿existe realmente la traducción<br />

en poesía? Cuando me matriculé en el máster de traducción<br />

literaria lo primero que nos dijeron fue: “la poesía no<br />

se puede traducir”. Meses después entregué mi trabajo de<br />

fin de máster: la traducción del poemario Los hijos de Bob<br />

Dylan, de Gordon E. McNeer. Basta que me digan que<br />

algo es imposible para que yo quiera demostrar lo contrario.<br />

Por supuesto que creo que existe la traducción en la poesía.<br />

De negarlo, estaríamos negando a todos los poetas anglosajones,<br />

francófonos y un largo etcétera. Y no creo que nadie a<br />

estas alturas vaya a negar la obra de Shakespeare, Wilde,<br />

Dickinson, Bishop, Angelou… Yo he traducido varios<br />

libros de poesía, y aunque reconozco que es un camino<br />

arduo, complicado, a veces imposible, existe y está ahí. Solo<br />

hay que aprender a seguir la lucecita que se prende.<br />

– “Si leo un libro y hace que mi cuerpo entero se sienta<br />

tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, sé<br />

que eso es poesía. Si físicamente siento como si me<br />

levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía.<br />

Esta es la única manera que tengo de saberlo. ¿Hay<br />

alguna otra?”, se preguntó Emily Dickinson. ¿Hay<br />

alguna otra, Elvira Sastre? Coincido totalmente con la<br />

autora, sin duda. Un libro de poesía es ese que te responde<br />

preguntas que ni siquiera te habías formulado. Nadie sale<br />

indemne de un buen poema al leerlo, es imposible. Los<br />

versos nos van cambiando, añadiendo cosas, borrando otras.<br />

–¿Alguna vez se sintió decepcionada al conocer personalmente<br />

a un poeta que admiraba? Siempre he defendido<br />

que lo que importa realmente de un artista es su obra,<br />

y nunca él. El autor es un añadido, pero lo que realmente<br />

tiene vida, se lee, se guarda y se queda para siempre es el<br />

poema, el libro. Además, uno corre el riesgo de conocer<br />

personalidades detestables que dan a luz obras maravillosas.<br />

En ese caso, procuro no conocer a la gente que admiro si<br />

existe la más mínima posibilidad de que pueda oscurecer su<br />

trabajo. Es injusto, pero me ha pasado más de una vez, aunque<br />

también me ha ocurrido lo contrario y ha sido maravilloso.<br />

En esta época de exposición vía redes sociales, parece<br />

que la gente ha desarrollado una necesidad de ir más allá<br />

de la obra de alguien. Quieren saber más, lo que desayuna,<br />

lo que ve por la televisión, de qué modo duerme, con quién<br />

se despierta. Creo que eso es puro morbo, curiosidad. Si<br />

uno sabe hacerlo de tal modo que eso no influya en el gusto<br />

por su trabajo, adelante. Yo no sé separarlo, me cuesta, así<br />

que por eso procuro no conocer a quien creo que me puede<br />

decepcionar personalmente.<br />

75


Entrevista<br />

diez<br />

©Andrea Abril<br />

–Algunos poetas escriben con “los restos” de la emoción,<br />

una vez pasado el momento en cuestión. Otros sostienen<br />

lo contrario: escriben en los momentos más aterradores<br />

y más trágicos de su vida, o en los de mayor dolor.<br />

¿Cuándo escribe Elvira Sastre? La verdad es que no sigo<br />

una teoría definida ni me atengo a unas reglas. Solo sigo mis<br />

impulsos. Si son cosas dolorosas, al punto de temblar de solo<br />

pensarlo, dejo que pase hasta que tenga la fuerza suficiente<br />

como para enfrentarme a esa verdad.<br />

–“Lo siento, la poesía femenina en España no está a la<br />

altura de la masculina”. La declaración de Jesús García<br />

Sánchez, conocido como Chus Visor, generó un enorme<br />

revuelo en los medios españoles y en las redes sociales,<br />

ya que es considerado uno de los más prestigiosos editores<br />

de poesía. ¿Fue un exabrupto, o nos perdimos versos<br />

maravillosos de varias generaciones que no fueron publicados<br />

solo por haber sido escritos por mujeres? Fue<br />

una frase sacada totalmente de contexto. Le jugaron una mala<br />

pasada y se lo han querido cargar públicamente, pero Chus<br />

tiene algo maravilloso que es ser puro y auténtico, y quien lo<br />

conoce sabe que su pensamiento no es para nada machista. No<br />

hay más que ver su catálogo, donde firman numerosas mujeres<br />

de todas las épocas, desde los comienzos. Sin ir más lejos,<br />

me ha dado a mí la oportunidad de publicar en su editorial,<br />

y recibo un trato totalmente igualitario. Me siento muy, muy<br />

apoyada por él. Ahora bien, está claro que las mujeres han sido<br />

invisibilizadas a lo largo de la historia. Las artistas han sido<br />

convertidas en musas, las mujeres de autores han sido eso, mujeres<br />

de, y Anónimo siempre ha sido una mujer con ganas de<br />

ser respetada, y nunca han sido creídas ni valoradas, pero no<br />

solo por las editoriales, sino por la sociedad. Es muy fácil echar<br />

la culpa a los demás… Pero el problema está dentro de cada<br />

uno. Afortunadamente, eso está cambiando y cada vez hay más<br />

mujeres en puestos importantes, están siendo reconocidas y<br />

premiadas. Ansío el día en que esto no sea algo destacable.<br />

–Hay un poema de José Emilio Pacheco que se llama<br />

“Contra los recitales”, en el que dice que cuando lee<br />

sus poemas en público les quita el verdadero sentido<br />

que tiene la poesía, que es hacer que sus palabras sean<br />

la voz del otro. ¿Podrías improvisar un verso ahora<br />

mismo y refutar esta idea? La poesía es una puerta abierta<br />

/ por la que uno sale y entra / de manera distinta, como el /<br />

que entra en una casa que no conoce. / A veces uno necesita<br />

silencio / para encontrar la salida / y otras, no tantas, precisa<br />

de una voz / que le indique / en palabras de otros / cuál es la<br />

dirección correcta.<br />

–La gente hace fila en busca de entradas para escucharla<br />

recitar poemas, las entradas se agotan y, en<br />

algunos casos, se agregan nuevas fechas. ¿Cree que es<br />

un fenómeno relacionado a las redes sociales, o que<br />

sus lectores, a partir de sus poemas, se acercan a otros<br />

autores abriendo aún más el abanico y generando así<br />

nuevos futuros lectores de poesía? Yo creo que es una<br />

mezcla de todo. La verdadera revolución de la poesía que<br />

estamos viviendo, al menos en España, responde a un cambio<br />

en el canal de difusión. Los poetas no hemos inventado nada,<br />

lo que verdaderamente ha cambiado es la manera de transmitir<br />

nuestro trabajo. De repente le ha llegado poesía a gente que<br />

desconocía que le gustaba. Ha dejado de ser algo extraño para<br />

convertirse en algo que reúne a cientos y miles de personas en<br />

un lugar y que, con su silencio, escuchan lo que un poeta tiene<br />

que decir. Me parece algo maravilloso. Yo siempre animo a los<br />

lectores que me leen a que no se estanquen en mi poesía, sino<br />

que sigan leyendo, descubriendo, comprando los libros de los<br />

poetas que yo leo, de los poetas que leen los que yo leo… Y así<br />

establecer una cadena maravillosa donde todos ganamos.<br />

–¿Me nombraría tres poetas de sus favoritos, y algún<br />

verso de esos, como decíamos más arriba, que le hayan<br />

levantado la tapa de los sesos?<br />

Benjamín Prado: “Yo solo puedo estar contigo / o contra mí”.<br />

Luis García Montero:“No existe libertad que no conozca,<br />

ni humillación o miedo / a los que no me haya doblegado.<br />

Por eso sé de amor, / por eso no medito el cuerpo que te doy,<br />

por eso cuido tanto las cosas que te digo”.<br />

Idea Vilariño: “Ya no estás / en un día futuro<br />

no sabré dónde vives / con quién / ni si te acuerdas.<br />

No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca.<br />

No volveré a tocarte. / No te veré morir”<br />

Dan Wells<br />

“Podemos cambiar el mundo”<br />

Una vez más, el famoso autor estadounidense pasó por Argentina con su ya clásico sombrero. Nos<br />

encontramos con él para hablar de su reciente lanzamiento, Sobre tu cadáver (VR YA), y de paso le<br />

preguntamos por qué escribe ciencia ficción, qué le aportó a su obra el haber estudiado Filología, de dónde<br />

proviene su interés por las enfermedades mentales y, por qué no, cuáles son sus películas favoritas<br />

Dan Wells (Utah, 1977) es reconocido mundialmente<br />

por su saga John Cleaver, cuyos tomos publicados hasta el<br />

momento en nuestro país son: No soy un serial killer (V&R,<br />

2015), No soy el señor monstruo (V&R, 2016), No quiero<br />

matarte (V&R, 2016), El único amigo del demonio (VR YA,<br />

2017) y Sobre tu cadáver (VR YA, 2018). También creó otras<br />

sagas como El Mirador –de la que conocemos solamente<br />

Bluescreen (VR YA, 2017) y Unos y ceros (VR YA, 2017);<br />

además de Partials, compuesta por Partials (V&R, 2013),<br />

Fragmentos (V&R, 2014), Ruinas (V&R, 2014) y Aislados<br />

(V&R, 2015). Su público es mayormente juvenil, aunque sus<br />

historias atrapan a lectores de todas las edades. En cada visita<br />

siempre sorprende. Ahora maneja un español perfecto.<br />

–En sus libros siempre se dirime la línea que demarca<br />

lo correcto y lo incorrecto. Exacto. Para mí la pregunta<br />

POR Antonela de Alva<br />

más interesante es: ¿Dónde se encuentra esta línea? Y mirar<br />

cómo cambia. En la Saga Partials, lo que quería demostrar<br />

es que frente a un posible fin del mundo, cuando llegamos al<br />

punto de la extinción en la que van a desaparecer todos los<br />

humanos, esta línea se podría mover muchísimo. Hay cosas<br />

que jamás haríamos en cualquier otra situación pero que,<br />

en este caso, para salvar a la raza humana, necesitaríamos<br />

hacer. También aparece en John Cleaver y en El Mirador, la<br />

pregunta de qué haría usted para lograr algo bueno si la única<br />

manera de conseguirlo es haciendo algo malo. Es la pregunta<br />

que más me fascina.<br />

–En su vida cotidiana, ¿hay intentos de cruzar esa<br />

línea? En mi vida no tengo este sentido de aventura, no estoy<br />

empujando la línea. Tal vez por eso me gusta imaginar que los<br />

personajes van a empujarla. Yo no lo hago, soy muy aburrido.<br />

76<br />

77


–Sin embargo usted siempre menciona en sus libros el<br />

monstruo interno que todos llevamos dentro. ¿Cómo<br />

es el suyo? ¿Quieres saber de mi lado oscuro? Cuando mis<br />

hijos –tengo seis– hacen algo malo, ahí sale mi monstruo<br />

interno. Creo que todos tenemos este monstruo adentro,<br />

tenemos la posibilidad de hacer algo malo, algo que nunca<br />

admitiríamos, pero no sé cómo se ve mi monstruo interno.<br />

–En entrevistas anteriores ha mencionado que las<br />

nuevas distopías tienen la posibilidad de revolucionar lo<br />

establecido para generar un cambio en el mundo. ¿Cree<br />

que tenemos que ir hacia una revolución? ¿Cómo decirlo<br />

en español...? Tengo mucho enojo por el mundo tal como está<br />

hoy. Creo que hemos construido un mundo que no nos sirve y<br />

que no hace las cosas que debe. Y tenemos que reconstruirlo<br />

para que nos ayude, para que ayude a los que más lo necesitan.<br />

Y si esto requiere una revolución, entonces necesitamos<br />

una revolución. No sé qué va a pasar con el mundo, pero creo<br />

que podemos cambiarlo. Esta es una de las razones por las<br />

que escribo ciencia ficción, porque creo que este género trata<br />

específicamente de cambiar el mundo. Imaginar el futuro y lo<br />

que puede pasar nos ayuda a tomar decisiones y a dar los pasos<br />

para crear el futuro que queremos.<br />

–¿Qué cree que le aportó estudiar Filología? La estudié<br />

en la universidad y lo que me dio fue un amor por las palabras.<br />

Me encantan las palabras, cómo se escuchan, cómo se<br />

ven en la página. Por eso creo que las escojo muy específicamente.<br />

Pretendo algo muy preciso de las diferentes palabras<br />

y frases, gracias a mis estudios de filólogo.<br />

–¿Los diversos trabajos que tuvo en marketing y publicidad<br />

sumaron nuevos rumbos a su escritura? Yo creo que<br />

sí. Creo que los libros son un reflejo de quiénes somos. Todos<br />

mis libros tienen una parte de mí. La saga El Mirador –aunque<br />

no intenté hacerlo así– salió como una historia de la relación<br />

entre una joven y su papá, porque yo tengo una hija de 16<br />

años. Sin proponérmelo escribí la historia de una chica que<br />

grita mucho y que se queja de todo, y cuando llega a conocer a<br />

su papá puede entenderse mejor con él al final de la saga.<br />

–¿Era un mensaje para su hija? Lo era, pero también para<br />

el papá. Los dos están siempre gritando [risas].<br />

–¿Cómo influyó en su oficio el haber sido padre? Escribir<br />

es mi único empleo, entonces trabajo en mi casa, y cuando<br />

mi familia, mi esposa o mis hijos me necesitan, yo estoy ahí.<br />

Además, creo que ser escritor es llegar a conocer otras personalidades.<br />

Tenemos que desarrollar una empatía para escribir<br />

personajes que no somos nosotros, y esto me ayuda a ser papá.<br />

Puedo ver a mis hijos, lo que ellos escogen, y mi primer instinto<br />

es decir que han escogido algo malo. Pero, luego, pienso<br />

que necesito verlo desde su perspectiva. Necesito tener esa<br />

empatía para con ellos, para entender que están haciendo cosas<br />

que tienen sentido para ellos. Escribir me ayuda a entender<br />

a mis hijos, creo, eso espero. Y también a la humanidad.<br />

–John Cleaver es acusado de sociópata. ¿Por qué le<br />

interesan tanto las enfermedades mentales? Cuando<br />

empecé a escribir sobre estos temas lo hice porque me<br />

fascinaban. Eran algo extraño, diferente. Me fascinaba la idea<br />

de que el cerebro es un órgano que puede cambiar la perspectiva<br />

con la que alguien puede ver o entender el mundo.<br />

Después de empezar a escribir encontré estas enfermedades<br />

en mi comunidad y hasta en mi familia. Hace cuatro o cinco<br />

años mi hermano fue diagnosticado con varias enfermedades<br />

mentales, como esquizofrenia, por ejemplo. Ahora veo las<br />

cosas que pasan con él y todo lo que tiene que hacer para<br />

vivir en el mundo, para interactuar con otras personas y hasta<br />

para mantener su empleo cuando su mente no funciona bien.<br />

Las enfermedades mentales han llegado a ser algo muy importante<br />

para mí. Siempre intento hacer todo lo que puedo<br />

para echar luz sobre estas enfermedades y las necesidades<br />

que tiene la gente que las sufre. Son problemas que podemos<br />

resolver, pero necesitamos dedicar nuestro tiempo y dinero<br />

para ayudar a la gente que los padece, y hasta ahora no lo<br />

estamos haciendo.<br />

–Usted es gamer, creó una página de videojuegos y sus<br />

libros son muy visuales. ¿Qué encuentra en el juego que<br />

no encuentra en la escritura? Básicamente utilizo los juegos<br />

para recargar las pilas de mi mente. Trabajo por la mañana,<br />

y algo que encontré después de varios años es que cuando<br />

trabajo todo el día sin parar, sin jugar, escribo dos mil palabras<br />

por día. Pero si al mediodía me tomo una o dos horas para<br />

jugar, escribo cuatro mil palabras por día. Creo que la gente<br />

que tiene un empleo creativo necesita recargar. Necesitamos<br />

utilizar estas cosas para ver otras perspectivas o para animar a<br />

nuestra mente a que quiera contar historias y crear mundos y<br />

personajes. Jugar es lo que más me sirve. Estos juegos y los de<br />

mesa. Tengo una colección de 450 en mi oficina.<br />

–Sabemos que le gusta la poesía. ¿Publicará poesía en<br />

algún momento? Escribía mucho en la secundaria y en la<br />

universidad, pero desde ese entonces no lo hago. Me gustaría<br />

empezar otra vez, aunque creo que esas ganas creativas ahora<br />

las estoy llenando con novelas. De todas formas, sí, algún día<br />

voy a volver a escribir poesía, y va a ser horrible, pero lo voy a<br />

hacer [risas].<br />

–Hay algo extraño en la biografía que publicó en su<br />

web. Mary Poppins se menciona como una de sus películas<br />

favoritas, pero aparece como cine de suspenso. ¿Por<br />

qué? ¡Sí! [Risas]. Es una de mis películas favoritas. Aparece<br />

entre El silencio de los inocentes y Psycho. Para mí, Mary<br />

Poppins es una de las mejores películas sobre qué es ser un<br />

buen padre. Casi toda la película trata sobre los niños y Mary<br />

Poppins, pero la historia en realidad es sobre el papá y lo que<br />

él necesita para cambiar su actitud y su vida, para cuidar y<br />

amar a su familia. Desde que era niño esta película me encanta<br />

por el cambio que hay en ese papá. Y Mary Poppins crea un<br />

mundo entero, que existe sobre las casas y el humo… ¡Me<br />

gustan las películas que me pueden llevar a un lugar que jamás<br />

he visitado! Mary Poppins fue una de las primeras que lo logró.<br />

–¿Qué le recomendaría a alguien que quiere ser<br />

escritor? Siempre digo dos cosas: la primera es que tiene<br />

que hacerlo. Mucha gente dice que quiere, pero no lo hace.<br />

Tiene que sentarse con una lapicera o una computadora y<br />

escribir. La segunda es que tiene que permitirse escribir un<br />

libro malo. Tenemos la idea del libro perfecto, que es el que<br />

más queremos leer, y queremos escribirlo. Pero, especialmente<br />

cuando empezamos a escribir, nuestra capacidad para<br />

reconocer calidad en un libro o una historia es mucho mayor<br />

que la de escribir con esa calidad. Tenemos que permitirnos<br />

escribir un libro malo porque nos enseñará a escribir un libro<br />

un poquito mejor, y este segundo libro nos enseñará a escribir<br />

uno un poco mejor, y así. Yo escribí cinco libros malos,<br />

que jamás van a leer, antes de escribir No soy un serial killer,<br />

el primero de la serie de John Cleaver.<br />

–En la saga El Mirador la narradora es mujer. ¿Cómo<br />

fue escribir desde la perspectiva del género opuesto?<br />

Al comienzo intenté escribir desde una mujer o una chica, y<br />

lo que aprendí es que es mucho mejor escribir simplemente<br />

desde una persona, que, en este caso, es mujer, y en otros<br />

casos es hombre. Todos somos personas, y las cosas en las<br />

que cree Marisa, lo que piensa, la comida, lo que le gusta,<br />

son más importantes que si es chica o chico. Todos somos<br />

humanos, todos somos personas y todos somos más o menos<br />

iguales al fin de cuentas.<br />

–¿Qué cree que aporta la literatura en un mundo al<br />

borde de la destrucción? Escribir es entender y tener empatía<br />

con mentes y perspectivas diferentes. Y leer es igual. Una<br />

sociedad que lee, que siempre quiere explorar personalidades,<br />

personajes y vidas diferentes, es una sociedad que tiene la<br />

empatía suficiente como para entender y amar a otros<br />

78


Entrevista<br />

once<br />

Esta entrevista fue filmada.<br />

Pueden verse algunos<br />

fragmentos destacados<br />

en nuestras redes<br />

yenny.elateneo<br />

yenny_elateneo<br />

Magalí Tajes<br />

Escribir el caos<br />

POR Martina Leunda<br />

Es la autora del momento. Su cuenta en<br />

Instagram tiene 890.000 seguidores. Hace<br />

stand up y estudia psicología. Su segundo<br />

libro, Caos, agotó la primera edición en pocos<br />

días. ¿Cómo surgió la idea de jugar con<br />

textos desordenados? ¿Se trata de una obra<br />

autorreferencial? A la hora de escribir,<br />

¿se nutre más de la felicidad o del dolor?<br />

Le preguntamos todo esto... y mucho más<br />

Magalí Tajes (Buenos Aires, 1988) empezó publicando<br />

videos en Instagram para que alguna editorial le publicara<br />

su libro. Y vaya si lo logró: después de Arde la vida (Tinta<br />

Libre Ediciones, 2014) acaba de lanzar Caos (Sudamericana),<br />

tanto en versión física como en audiolibro, un formato no tan<br />

explorado en el país. Su éxito fue tal que agotó una primera<br />

edición en pocos días, obligó a la editorial a reimprimir<br />

nuevas ediciones y se convirtió en la líder indiscutida de los<br />

rankings de venta. Desde entonces la comediante no para de<br />

impresionar a todos con un libro que es una fiesta. O con una<br />

fiesta que es un libro.<br />

–¿Cómo la encuentra la publicación de Caos, su segundo<br />

libro? Bien. La verdad es que es mucho más fácil estar<br />

en este lugar que en el de la autopublicación. Ahora tengo<br />

la fuerza de Penguin, y hay un montón de gente trabajando<br />

en el libro, y me parece una locura que lo respalden tantas<br />

librerías. Si me escriben de Jujuy para preguntarme dónde lo<br />

pueden encontrar les digo “en tal lado”, lo pueden encontrar<br />

en cualquier parte del país. Eso me desligó muchísimo de un<br />

montón de cosas, por lo cual estoy contentísima.<br />

–Además de contar con el respaldo de una editorial tan<br />

grande, ¿qué otras cosas cree que cambiaron o evolucionaron<br />

entre su primer libro y este? El primer libro<br />

lo escribí cuando tenía 25 años, es como una autobiografía<br />

novelada. No es del tipo “soy una artista”, pero sí tomaba las<br />

partes de mi vida sobre las que más preguntas me había hecho,<br />

por eso se llama Arde la vida. Y este libro me encuentra<br />

con mucha más práctica de escritura, tengo cuatro años más.<br />

Caos es un libro que está muy desordenado, a propósito, entonces<br />

hubo mucho detalle en ese libro que parece un caos,<br />

donde hay colores, hay puertas, podés cambiar de página, hay<br />

partes que tenés que arrancar, partes que tenés que quemar.<br />

En todo eso hay muchísimo detalle, y además leí muchos<br />

libros en estos cuatro años que me hicieron crecer bastante<br />

como escritora, y también salió con mucha más revisión que<br />

Arde la vida, que es un libro que escribí en tres meses.<br />

–Caos es una fiesta rarísima que si tuviéramos que<br />

caracterizar podríamos decir que es un “libro de la<br />

vida”. Todo lo que pasa en la vida pasa un poco en Caos.<br />

¿Cómo surgió la idea? Creo que me gusta que la gente se<br />

haga preguntas, y qué más preguntas te puede generar algo<br />

81


que la vida cotidiana. ¿Dónde te sentís más atrapado? En tu<br />

vida cotidiana, en las tonterías de tu vida cotidiana, en una separación,<br />

en una vecina, en enamorarte o en tener un fanatismo<br />

raro por algo que todos los demás no entienden. Me gusta<br />

cuestionar a la gente que me lee, o que ellos mismos se cuestionen,<br />

y me parecía que Caos era un poco de todo. Me pregunté:<br />

¿Cómo cuestiono un poco lo social, un poco el amor? Y<br />

bueno, que sea un descontrol, y que dentro de ese descontrol<br />

haya cuerdas para que más o menos vos sepas con lo que te vas<br />

a encontrar, porque también necesitas contención, no puede<br />

ser todo un desborde. Fue básicamente eso. Salió mejor de lo<br />

que esperaba, salió distinto, en realidad. Yo me imaginaba la<br />

fiesta, pero como en toda fiesta, no sabía cómo iba a terminar.<br />

–Esa estructura se ve. Al igual que en las fiestas, hay<br />

una organización mínima. Bueno, está la puerta negra<br />

que es el baño, y en el baño es donde vomito los textos más<br />

tristes. Eso no pasa en la cocina, pasa en el baño. Ese fue<br />

un poco el orden. Hubo mucha conciencia al pensar de qué<br />

manera iba a ir cada texto. Al principio los escribí todos<br />

desordenados; después los ordené. De hecho hubo textos que<br />

me quedaron en el medio, “este puede ir a la puerta amarilla<br />

o a la roja”, y bueno, los puse en una puerta diciendo que se<br />

habían escapado de la otra. Jugué un poco con eso.<br />

–Una de las cosas más llamativas del libro es que mezcla<br />

muchos géneros: hay cuentos, hay poemas, hay relatos.<br />

¿Cómo pensó la unión de los diferentes textos? Eso salió<br />

solo, porque cada temática me propone una forma de escribir.<br />

Yo creo que no soy muy buena con la poesía, pero cada<br />

tanto alguna escena de la vida real me convoca a escribir más<br />

brevemente. Quizás también tenga que ver con que yo en esa<br />

época estaba leyendo más poesía que relatos, y por ahí cuando<br />

leo más narrativa escribo más relatadamente. Depende quién<br />

me esté influyendo en esa época en que yo estoy escribiendo el<br />

texto. Además, Caos lo escribí durante tres años, entonces hay<br />

mucha variedad de mí. Hay cosas que yo ahora no podría escribir<br />

y hay cosas que no hubiera podido escribir hace dos años.<br />

–Hay cosas que parecen más autorreferenciales, y otras<br />

que no tienen nada que ver con usted. ¿Cómo cons-<br />

truyó los personajes que más se alejan de la autorreferencialidad?<br />

Eso fue lo que más disfruté de Caos, porque<br />

yo nunca había escrito ficción. Fue una apuesta y me divirtió<br />

muchísimo. Lo bueno de un personaje es que podés decir lo<br />

que quieras. Yo hago stand up, hablo de mí, cuando escribo<br />

hablo de mí, y el hecho de no tener la obligación de ser yo<br />

misma y poder ser cualquier persona me dio disparadores<br />

para decir “bueno, si puedo ser cualquier persona entonces<br />

voy a ser la más alejada posible de mí”, y por eso hay un<br />

adolescente, un señor, una vieja y una pareja que lleva como<br />

ocho años, y yo nunca tuve eso en mi vida. Fue lindo. Estudio<br />

psicología, entonces meterme en texturas y psiquis diferentes<br />

no me cuesta. Fue muy divertido.<br />

–En una parte del libro dice que “para reírse con el<br />

alma hay que tenerla un poco rota”. ¿Es desde un alma<br />

rota de donde parte su humor? Creo que sí, que la creatividad<br />

nace de ahí. Mi analista insiste en que se puede escribir<br />

desde otros lugares que no son los dolores, pero todavía no<br />

los encontré. Sí sé que estoy un poco más evolucionada y no<br />

necesito sufrir para escribir, pero para escribir necesito convocar<br />

un lugar de dolor, aunque sea recordarlo, ir a ese lugar<br />

emocionalmente…<br />

–Aunque después no escriba sobre ese dolor en particular.<br />

Claro, algo como una picadura de mosquito, que te moleste,<br />

que te inquiete. Creo que todo lo que se hace en términos<br />

artísticos parte de una falta, de un agujero, de una rotura.<br />

–¿Cuándo empezó a escribir? ¿Qué la impulsó? Empecé<br />

a escribir a eso de los 6 o 7 años, y era mi forma de hablar con<br />

alguien. Tengo hermanos, y mis viejos laburaban mucho en esa<br />

época, y en el colegio me costaba hacerme amigas, entonces<br />

el papel era como un amigo para mí. Me gustaría conservar<br />

cosas de esa época, pero tiré todo. Tengo solamente un texto<br />

que escribí a los 15, y es muy malo, pero me causa mucha<br />

ternura leerlo porque es horrible y pregunta si tiene sentido<br />

la monogamia. O sea que a los 15 años ya estaba re quemada<br />

del bocho, todavía no había leído a ningún autor que tratara el<br />

tema, pero ya estaba quemada. Así que fue medio un escape y<br />

una forma de conversar con alguien.<br />

–¿Y cómo nació la Magalí Tajes comediante y figura de<br />

las redes sociales? Empecé a poner videos en Instagram<br />

para publicar un libro, y después fue una especie de camino<br />

inverso. Los videos terminaron explotando, y me dediqué<br />

más al stand up. Recién a los 750.000 seguidores, Penguin levantó<br />

el teléfono y me dijo “che, ¿querés publicar un libro?”.<br />

–¿Qué grado de responsabilidad cree que tiene que<br />

tener una persona como usted, con tantos seguidores,<br />

a la hora de publicar un video? Yo creo que una red social<br />

es como un canal de televisión. Entonces vos tenés que ser<br />

consciente de lo que transmitís en tu canal, y ser consciente<br />

de que un montón de gente lo mira. Hay gente que usa su<br />

canal solamente para hacer humor, y es válido. Hay gente que<br />

usa su canal para decir cosas horribles, y es válido porque es<br />

su canal. Yo en mi canal trato de hacer humor, de leer poesía<br />

y también de meterme con cuestiones sociales, que es lo que<br />

soy yo. Creo que uno hace de su canal un poco lo que uno<br />

es. Se me armó lío en varias ocasiones, pero a veces se me<br />

arma más lío porque, no sé, no me gusta la menta granizada.<br />

Causa más revuelo eso que decir que estoy a favor del aborto<br />

legal. Lo cual está bueno, porque significa que la gente que<br />

me sigue a mí no está en lucha con el aborto legal y sí con la<br />

menta granizada, que es una lucha más pequeña.<br />

–Ya tiene una base de seguidores que la entiende y que<br />

comparte las cosas fundamentales. Sí, y cuando cuestionan<br />

y discuten está buenísimo. Qué podría ser más aburrido<br />

que el hecho de que los demás piensen igual que vos en todo.<br />

–Hablando del feminismo, dijo usted en una entrevista<br />

que este es el mejor momento para ser feminista en Argentina,<br />

pero que hay mucha desinformación. ¿Qué cree<br />

que es lo que falta? Tiempo. Yo hago stand up hace seis años,<br />

y desde que arranqué dicen que el stand up es una moda. Es la<br />

moda más larga que conozco hasta ahora, porque el bordó duró<br />

tres meses. Creo que con el feminismo pasa lo mismo, no es<br />

una moda, es algo que se viene a instalar para debatir un montón<br />

de cuestiones, va a seguir estando, necesita tiempo, pero ya<br />

se ven cambios. Está por nacer mi sobrina y sé que ella no va a<br />

vivir las mismas cosas que yo, porque por lo menos ahora hay<br />

cuidado, ya sea por miedo o por confusión. No sabés por qué lo<br />

hacés, pero ya no lo hacés tanto. Y como mujer una se cuestiona<br />

un montón de cosas, y está buenísimo que pase.<br />

–¿Cómo ve el éxito hoy, en comparación a como lo veía<br />

antes de publicar y hacerse conocida? Yo me imaginaba<br />

otra cosa del éxito. Pensaba que cuando eras exitoso todo<br />

el mundo hacía cosas por vos, no tenías que encargarte ni<br />

siquiera de hacer las compras en el supermercado. Y ahora<br />

me bajo del escenario y voy al almacén. Pensé que te daba<br />

mejor calidad de vida y más tiempo, y en realidad el éxito te<br />

consume bastante y te causa mucha angustia también, porque<br />

está esa cosa de “se puede terminar” que te persigue como<br />

un fantasma, pero creo que no hay que darle bola. Pasé años<br />

de mi vida preguntándome si iba a poder vivir del arte, hasta<br />

que en un momento me dediqué a hacer arte y no lo pensé<br />

más, y las cosas se fueron dando<br />

82


RECOMENDADOS INFANTILES / JUVENILES<br />

POR MARÍA FERNANDA GUILLOT<br />

BEBÉ CAILLOU: ¡AL AGUA PATO!<br />

Pascale Morin | Ilustraciones Pierre Brignaud<br />

La Brujita de Papel<br />

Mientras se baña, un bebé juega con un<br />

libro de plástico. Lo sumerge y lo rescata.<br />

Luego, lo abre y observa las imágenes de un<br />

bebé que está por tomar un baño. Su mamá<br />

le cuenta que, como él, el bebé del libro<br />

tiene un pato amarillo.<br />

La propuesta es incorporar el libro como<br />

juguete. La intención es que, con el tiempo,<br />

la lectura sea un juego. Tal vez, el más entretenido<br />

y perdurable. Ese es el propósito<br />

del libro de plástico que tiene por protagonista<br />

a Caillou, un personaje infantil creado<br />

en 1997.<br />

CÓMO DESHACERSE DE UNA<br />

HERMANA MAYOR | María Fernanda Pichioni<br />

Ilustraciones Candela Insua | B de Blok<br />

Una youtuber teen con un deseo que se impone<br />

como una necesidad: tener una hermana.<br />

Algo que consigue de manera indirecta,<br />

cuando conoce a la hija de la novia de su<br />

papá. Del encandilamiento a la indiferencia,<br />

la relación entre las dos chicas va adoptando<br />

formas caprichosas. De pronto, ya no son<br />

pares, sino extrañas conocidas. Hasta que la<br />

historia da un giro inesperado y se convierte<br />

en una aventura en la que el hiperrealismo<br />

atraviesa lo fantástico.<br />

En clave de humor, una mirada sobre la<br />

adolescencia techie.<br />

El libro incluye stickers.<br />

SI LE DAS UNA GALLETITA A UN RATÓN<br />

Laura Joffe Numeroff | Ilust. Felicia Bond<br />

Harper Collins<br />

Alguien toca a la puerta de una casa. Es un<br />

ratón chiquito que tiene hambre. Después de<br />

comer una galletita, pide un vaso de leche.<br />

Claro que necesita un sorbete para beberla<br />

y, al terminar, una servilleta para limpiarse.<br />

Entonces, precisa un espejo para comprobar<br />

que no haya quedado leche en sus bigotes.<br />

Una acción lleva a la siguiente. La secuencia<br />

revela qué podría suceder si alguien dejara<br />

entrar a su casa (o a su vida) a un ratón<br />

entusiasta.<br />

Una historia para ser narrada en voz alta, con<br />

ilustraciones que enfatizan su encanto.<br />

MI HERMANO PERSIGUE DINOSAURIOS<br />

Giacomo Mazzariol<br />

Nube de tinta<br />

En la tapa se lee: “La historia de Gio, un<br />

niño con un cromosoma de más”. Pero<br />

también –y sobre todo– es la de Giacomo, su<br />

hermano mayor y autor del libro. Un chico<br />

que ama a Giovanni, pero que también siente<br />

vergüenza por él porque Gio tiene síndrome<br />

de Down. Es distinto. Finalmente, Giacomo<br />

se da cuenta de que eso que diferencia a su<br />

hermano de los demás lo hace único. Decide<br />

grabar ese mundo de singularidades y compartirlo<br />

en YouTube. El video se llama The<br />

Simple Interview y dio origen a este libro tan<br />

especial como su protagonista.<br />

Sin sensiblerías ni golpes bajos, se lee con<br />

una sonrisa.<br />

LA MARAVILLOSA HISTORIA DE CARAPUNTADA:<br />

UNA AVENTURA DE PIRATAS | Guy Bass<br />

Ilust. Pete Williamson | Editorial Molino RBA<br />

Hecho con retazos, zurcidos apurados y sentimientos<br />

humanos, Carapuntada es la creación<br />

de un profesor chiflado. Más que Frankenstein,<br />

parece un personaje de Tim Burton.<br />

Deambulando por el castillo en el que vive,<br />

un día descubre “El audaz diario del capitán<br />

Fogonazo”, un pirata con un ojo azul idéntico<br />

al suyo. ¿Habrá alguna relación entre ellos<br />

dos? Carapuntada decide averiguarlo.<br />

Lo que sigue es una sucesión de aventuras<br />

enhebradas por el oficio de Guy Bass, quien<br />

gusta definirse como alguien que, de pequeño,<br />

anhelaba ser un superhéroe y, cuando el<br />

traje de Spiderman le quedó chico, empezó a<br />

escribir lo que le hubiera gustado vivir.<br />

EL CLUB DE LAS ZAPATILLAS ROJAS:<br />

AMOR TAKE AWAY | Ana Punset<br />

Ilust. Paula González | Editorial Montena<br />

ZR4E (Zapatillas Rojas Forever): ese es el<br />

conjuro. Cuatro chicas fundan un club secreto<br />

con el único propósito de ser amigas<br />

para siempre. Con el tiempo, llegan a ser<br />

seis. No son superheroínas, viven situaciones<br />

ordinarias y lo hacen sin trucos bajo la<br />

manga. Cualquier preadolescente puede<br />

identificarse con ellas. Como todo libro<br />

juvenil, incluye recursos que hacen más<br />

ágil su lectura.<br />

La mega saga del Club de las Zapatillas Rojas<br />

nació bajo la premisa de sumar lectores<br />

de entre 9 y 13 años. Parece que logró su<br />

propósito: este es el noveno título que se<br />

lanza en la Argentina.<br />

85


Entrevista<br />

doce<br />

Marina Borensztein<br />

Retrato de<br />

una mujer con<br />

esperanza<br />

Siempre escribió, solo para ella, diarios y registros personales de sus vivencias; hasta que en 2012<br />

enfermó de cáncer y empezó una bitácora de ese viaje al centro de sí misma. Hoy lanza su tercer<br />

libro, Paz, amor y jugo verde (Planeta), y defiende el optimismo por sobre todas las cosas<br />

POR Fernanda Sández<br />

©Felix Busso<br />

Tiene 51 años, un padre y un marido famosos (Tato Bores<br />

y Oscar Martínez) y una profesión de escritora con la<br />

que, reconoce, nunca soñó, pero que la trajo hasta aquí y<br />

con los mejores resultados. Desde su primer libro, Enfermé<br />

para sanar (Atlántida, 2014) hasta el que acaba de salir a la<br />

venta, Paz, amor y jugo verde; pasando por Así me cuido yo<br />

(Planeta, 2016), Marina Borensztein se ha transformado<br />

en sinónimo de ventas y en una referente dentro del cuidado<br />

natural de la salud. Su comunidad de seguidores solamente<br />

en Facebook supera las 100.000 personas y la presentación<br />

de sus libros en todo el país suele ser motivo de reuniones<br />

multitudinarias. Aquí, en esta tarde de otoño, ensaya alguna<br />

explicación para este éxito que la tomó, dice, absolutamente<br />

por sorpresa y que hoy la tiene atareada y feliz.<br />

–¿Cómo es hoy su vida de escritora? Además de escribir<br />

los libros, lo que hago es el trabajo en redes, que me lleva<br />

muchísimo tiempo y que me divierte mucho. Descubrí un<br />

espacio de diversión en mi vida. A veces no puedo creer que<br />

hable tantas horas por día con gente que ni conozco. Y me<br />

encanta saber de sus vidas, saber qué les pasa, qué les duele<br />

y qué no les duele. Porque hay mucha gente que no puede<br />

acceder a un libro, y las redes sociales son muy maravillosas.<br />

–¿Y qué hace usted allí en las redes? Por supuesto que<br />

yo no paro de explicar que no les puedo dar ciertos consejos<br />

porque no soy médica ni soy nutricionista. Entonces no les<br />

puedo decir qué hacer y qué no, pero sí puedo contener. Yo<br />

estuve enferma, y sé lo que es cuando uno necesita contención<br />

y no hay nadie que te la dé. Si encontrás a alguien que<br />

te contesta y que te dice “tranquila, todo va a estar bien”, o<br />

que te dice que te concentres en ciertas cosas que son como<br />

el abc de estar enfermo (ocuparte, ir al médico y también<br />

ocuparte de tu trabajo personal), eso siempre te alivia. Yo les<br />

voy dando ese tipo de ideas, de sugerencias, para que agarren<br />

el poder de su vida y de su salud.<br />

–¿De qué manera? La idea es que se empoderen, así que<br />

les comparto médicos, nutricionistas y gente que trabaja<br />

conmigo. Personas que me hacen bien a mí, que me han<br />

ayudado y que son parte de mi equipo, porque estos libros no<br />

son un trabajo solitario. Yo tengo a mi nutricionista, que avaló<br />

toda la información, y una médica que trabaja conmigo y que<br />

también avala todo lo que les cuento. Entonces, cuando me<br />

preguntan dónde ir a meditar, yo les digo. Los oriento, hago<br />

como de puente entre ese estado tenebroso en el que puede<br />

estar la gente (yo estuve y sé lo que es) y otra cosa.<br />

–¿Y qué le dicen las personas cuando se acercan? “Estoy<br />

desesperada, me van a operar, me dicen que me quedan dos<br />

meses de vida”. Entonces yo les digo: “Pará, pará, pará, respirá<br />

hondo, no te quedan dos meses de vida porque nadie te puede<br />

decir cuánto tiempo de vida te queda”. A mí no me pasó, pero<br />

hay profesionales que dicen cosas así. Cuando el paciente<br />

quiere saber, o pregunta de una manera indirecta, y entonces<br />

se mandan y les dicen: “Te queda tanto tiempo”. Frente a eso,<br />

yo a las personas les digo: “Es una estadística. Y vos no sos un<br />

número en una estadística: sos mucho más. No sabés. Hay<br />

milagros. ¿Por qué no googleás a tal, a tal y a tal? Se estaban<br />

por morir en un día y están acá, se curaron”. Son ejemplos que<br />

yo fui encontrando en el mundo entero y, a través de los libros,<br />

casos que me fueron llegando a mí también. Me parece muy<br />

importante darle esperanza a la gente. Sobre todo porque la<br />

gente se asusta y no sabe que tiene mucho poder sobre lo que<br />

pasa en su vida y en su salud. Nosotros podemos hacer muchas<br />

cosas para mejorar. Hay mucho para hacer.<br />

–¿Por ejemplo? La gente no sabe la cantidad de remedios<br />

que tiene a la mano. Remedios que no se venden en la farmacia.<br />

¿Como cuáles? Como hacer ejercicio físico. Eso es un<br />

remedio. Yo, por ejemplo, siempre hice deporte. Antes hacía<br />

deporte para verme flaca, para que no se me cayera nada,<br />

pero ahora sé una cosa muy importante: las serotoninas, las<br />

endorfinas, la dopamina, todo lo que te cambia a nivel químico<br />

mientras hacés ejercicio físico y la alegría que te da. Es un<br />

cambio enorme, por eso yo le digo a la gente que esto es un<br />

click. Es un cambio de paradigma en la vida esto de tomar<br />

conciencia de que uno puede hacer mucho por su bienestar.<br />

Hay mucho que se puede comer para estar bien, y mucho por<br />

hacer en cuanto a la manera de pensar. Básicamente lo que nosotros<br />

no pensamos nunca es que somos energía. Nos sentimos<br />

absolutamente materia y estamos todo el tiempo agarrados a la<br />

materia, a lo que tocamos y a lo que vemos. Y no creemos en<br />

la energía y en lo que no podemos ver. Cuesta eso de entender<br />

que estamos hechos de energía. ¡El universo es energía! Y no<br />

vivimos desde ese punto de vista. Entonces, no entendemos<br />

que nosotros somos capaces de modificar la energía que somos<br />

y, por ende, modificar nuestros pensamientos. Y nuestros pensamientos<br />

son energía que impacta directamente en nuestras<br />

células. Nadie nos ha enseñado a tomar buenas decisiones.<br />

Nos enseñan mucha aritmética y dónde están los ríos, cosa que<br />

hoy nadie se acuerda. Pero nadie nos enseña a ser felices, y<br />

vamos por la vida a las trompadas. A veces la vida te pone en<br />

situaciones más delicadas, como puede ser una enfermedad, y<br />

eso puede despertarte o no. A mí la enfermedad me despertó.<br />

87


©Felix Busso<br />

–¿En qué sentido? Te doy un ejemplo: si a alguien le duele<br />

la cabeza, va a la farmacia o al botiquín y se toma una pastillita<br />

para el dolor de cabeza. Uno puede hacer eso, o bien<br />

puede cerrar los ojos y empezar a respirar, o tomarse cinco<br />

minutos, tirarse al piso y cerrar los ojos, acomodar sus huesos<br />

y ver qué es lo que lo tiene tenso. Hay a la mano muchas<br />

cosas naturales y alternativas para estar bien. Lo que pasa es<br />

que nadie nos enseñó a estar bien ni a ser felices.<br />

–¿Cómo era usted antes de la enfermedad, cuando<br />

todavía no había “despertado”? ¿Cómo era su versión<br />

anterior? Era más iracunda, más nerviosa. Era como una<br />

hoja al viento. No tenía herramientas, cuando lo cierto es que<br />

hay que tener herramientas para que las situaciones no te tomen.<br />

Desde luego que hay situaciones que son muy desesperadas,<br />

pero uno puede agrandar eso hasta el infierno, o puede<br />

apostar a la respiración, a la meditación, a tener una nutrición<br />

saludable, a controlar sus pensamientos, etc. De lo que se trata<br />

es de tener herramientas para no andar por la vida hecho<br />

un loco. Para no vivir tomados por la inconsciencia.<br />

–¿Cuál fue su primera reacción cuando supo que estaba<br />

enferma? Mirá, yo siempre cuento que tuve mi primera situación<br />

con papá. Mi papá tuvo cáncer y en ese momento –23<br />

años atrás– yo estaba terminando mis clases de actuación con<br />

Carlos Gandolfo. Fue un maestro maravilloso, y más allá<br />

de lo que aprendí para actuar en un escenario, fue quien me<br />

introdujo en el mundo de lo que se llamó la New Age. Y todo<br />

eso me apasionó. Esto de comenzar a tomar conciencia de que<br />

somos energía, de la espiritualidad, de que hay más de lo que<br />

vemos… Y cuando Gandolfo nos empezó a dar material espiritual<br />

para leer, se me abrió un mundo fascinante. Pasaron muchos<br />

años y me enfermé yo. Una vez que me operé e hice todo<br />

lo que me dijeron que tenía que hacer, vino una prima mía y<br />

me dijo: “Esto puede ser una gran oportunidad”. Me enojé,<br />

claro. Yo estaba enojada y no podía ver oportunidad alguna<br />

en ese estado. Entonces me hizo un click en la cabeza y dije:<br />

“Esta enfermedad me viene a decir algo. De algo me voy a<br />

tener que enterar con esto”. Entonces empecé a agarrar todos<br />

los libros que tenía sobre el tema y a leerlos. Los libros habían<br />

llegado 20 años atrás y yo de alguna manera los había olvidado.<br />

Pero lo que más aprendí en mi vida lo aprendí de ellos. Estos<br />

libros salvaron mi vida: leía y escribía, leía y escribía durante<br />

ese proceso de tratamiento de un año y medio. Y ahora eso me<br />

lo dicen a mí: “Me identifico, soy yo, siento que estoy adentro<br />

de tus palabras”. Y eso es muy fuerte.<br />

–¿Qué diferencias hay entre su primer libro y este<br />

último? El primer libro lo escribí sin saber que iba dirigido<br />

a un lector; era para mí, no había lector. Me hablaba a mí<br />

misma. En este libro, en cambio, le hablo directamente al<br />

lector: “Tenés que hacer esto, tenés que hacer lo otro, no me<br />

jorobes con esto, etc.”. Es mi manera de hablar, y tal vez por<br />

eso la gente después me dice: “Sos mi íntima amiga, te tengo<br />

en casa. Me hacés divertir, sos parte de la familia”. Eso no fue<br />

un plan, salió así y hoy en día acompaño a la gente a cambiar<br />

su vida diciéndole “Si yo puedo, vos podés”. Así de simple<br />

Entrevista<br />

trece<br />

Walter Riso<br />

Made in<br />

Nápoles<br />

Después de escribir más de 20 libros de divulgación, el psicólogo clínico<br />

WALTER RISO dio el gran salto a la ficción. Su novela Pizzería Vesubio<br />

(Planeta) es una revisión de los elementos que componen su identidad: raíces<br />

napolitanas, historias familiares, recetas de cocina, canzonettas y añoranzas<br />

POR María Fernanda Guillot<br />

88


Nápoles, donde nació. El barrio porteño de Balvanera, en el<br />

que se impregnó de tradiciones y deleites. La provincia de San<br />

Luis, en la que cursó Psicología y donde su familia tuvo una<br />

pizzería. Medellín, la ciudad en la que se descubrió como escritor.<br />

Barcelona, su hogar desde hace catorce años. Cada uno<br />

de esos escenarios marcó un inicio para Walter Riso. Los<br />

distintos derroteros confluyen en un profesional reconocido<br />

en su campo, autor de bestsellers de autoayuda y superación,<br />

que no se rinde fácilmente a la comodidad del éxito. Cuando<br />

todo estaba dado para sumar otro eslabón en su engranaje de<br />

aciertos literarios, él decidió tirarse a la pileta de la ficción.<br />

–¿Qué lo impulsó a escribir la novela Pizzería Vesubio?<br />

Siempre escribí con mucho cuidado y una responsabilidad<br />

enorme, porque lo que decía podía afectar la vida de otras<br />

personas. De pronto, tuve necesidad de ser irresponsable, de<br />

que lo que digan o hagan los personajes no sea trascendente<br />

más allá del relato. Además, necesitaba hacer catarsis. Le<br />

conté a mi agente literario la idea que tenía en la cabeza sobre<br />

un libro que contuviera recetas y anécdotas familiares, y<br />

él me dijo: “Me emociona. Si sos capaz de llevar a las páginas<br />

lo que me provocaste, adelante”. No me quedé conforme y<br />

también se lo comenté al director editorial, que me respondió<br />

lo mismo. Cuando terminé la novela se la di a leer a los<br />

dos, y coincidieron: “Sí, era esto”.<br />

–¿La ficción le hizo descubrir algo nuevo como autor?<br />

Sí, me sentí muy libre. Esta vez no hice escaleta, fui volcando<br />

las ideas. Volaba, cantaba, reía y me divertía mientras escribía.<br />

Yo transitaba las mismas emociones que la novela.<br />

–¿Habrá sido el efecto de escribir en primera persona?<br />

No hubiera podido contar esta historia de otra manera. En el<br />

primer párrafo descubrí la voz del personaje. Siempre tuve una<br />

película en mi cabeza, algo muy visual y sensorial. Después<br />

fueron apareciendo las escenas de la relación padre e hijo y<br />

toda esa trama del amor, del perdón, de las tribus masculinas<br />

como la que se arma en la pizzería. Todo eso es muy napolitano.<br />

Cuando terminé la novela, pensé: “Nadie va a poder<br />

decir que no la escribí yo”. Porque no se puede contar algo así<br />

sin haberlo vivido. Fui a Nápoles para conocer el lugar donde<br />

había nacido. Sabía el nombre de la calle, pero no tenía la dirección<br />

exacta. Mi tía me había dado una referencia: “Es cerca<br />

de donde filmaron L’oro di Napoli, la película de Vittorio<br />

De Sica”. No se acordaba más que eso. Yo buscaba y buscaba<br />

en Google, sin lograr ningún resultado. Hasta que, hace ocho<br />

años, una noche encontré ese lugar. Al mes siguiente fui a Nápoles<br />

para ver cómo era la casa y descubrí más de mi historia<br />

familiar. Esa experiencia emocional está en el libro. En España<br />

le pusieron como título de venta “El Macondo napolitano”,<br />

porque tiene un poco de realismo mágico.<br />

–La comida es otra gran protagonista de la novela.<br />

¿Por qué tiene tanta presencia? Es algo inherente a mi<br />

historia. Mis padres llegaron a Buenos Aires cuando yo tenía<br />

un año. Como tantos inmigrantes, vinieron a “hacerse la<br />

América”. Nos ubicamos cerca del viejo mercado Spinetto,<br />

frente a la plaza Primero de Mayo. Era un gueto de napolitanos.<br />

Mi infancia fue alegre, pero no fácil. En el barrio<br />

se usaba la palabra lotta (lucha) como sinónimo de vida. Se<br />

saludaban “¿Qué tal la lotta?”. La pobreza era enorme y todo<br />

giraba en torno a la comida, había nostalgia por los olores<br />

y sabores de la infancia. Cada mañana yo acompañaba a mi<br />

mamá al mercado, donde sus amigas tenían puestos de verduras.<br />

Observando, aprendí a cocinar.<br />

En mi novela incluí recetas de la familia. Para rememorar<br />

cómo se hacía la parmigiana de berenjenas, por ejemplo, la<br />

preparaba de verdad en mi cocina. Elegía la música, entraba<br />

en ese mundo y transcribía tal cual. No sé cómo van a reaccionar<br />

mis primos y tíos cuando se enteren. Son muy reacios<br />

a compartir secretos culinarios. Mi papá siempre daba mal las<br />

indicaciones a propósito.<br />

–En la portada de la novela se anuncia “Un libro delicioso”.<br />

¿Qué otras delicias hay en su vida? Me gusta mucho<br />

conversar con las mujeres. Participo de lo que en España se<br />

conoce como “costureros”: se juntan cuatro o cinco amigas<br />

a charlar, y me invitan. También me deleita cocinar para mis<br />

amigos. Me siento en la mesa y los miro comer, es mi gran placer.<br />

Nápoles es delicioso. Mi señora, que adora la fotografía, un<br />

día retrató a una familia en las Ramblas de Barcelona, y ellos<br />

reaccionaron como si hubieran visto al diablo. En Nápoles,<br />

cuando fotografió a unos chicos que jugaban al fútbol en la<br />

calle, un gordo se dio cuenta y vino corriendo desde la esquina.<br />

Esperamos lo peor, pero lo que él quería era que mi mujer lo<br />

fotografiara. Y después pidió una foto con su familia. Los llamaba<br />

a los gritos y ellos salían como hormigas de las casas. Eso<br />

es Nápoles. Una de mis hijas, que es cineasta, me filma cada<br />

vez que estamos allá para mostrar cómo me transformo en un<br />

hombre lobo: el pelo crece más rápido y mis ojos se ponen<br />

saltones. Empiezo a pensar, cantar y putear en napolitano.<br />

–¿Cómo es la convivencia entre el hombre lobo y el<br />

psicólogo que da conferencias y escribe libros que son<br />

traducidos a doce idiomas? En mí hay un colombiano<br />

(alguien más formal) y un napolitano (al que no le importa<br />

nada y es capaz de bailar arriba de la mesa). Para no herir<br />

sentimientos, procuro decir o hacer lo que siento. Esa es mi<br />

parte colombiana. Hace poco estuve enfermo de los riñones,<br />

y los médicos me explicaron que eso sucede cuando alguien<br />

no puede expresarse. Claro que, muchas veces, le doy espacio<br />

a mi parte napolitana. En los Estados Unidos me retiré de un<br />

programa en vivo porque no me gustaba lo que me decían.<br />

–¿Qué fue lo que le molestó? Algo que activó mi lado<br />

napolitano. Cuando era más joven trataba de resolver mis<br />

contradicciones, pero ahora convivo con ellas. Como en mi<br />

familia estoy rodeado de mujeres, tengo algo muy femenino,<br />

que se manifiesta en ciertos gustos, como la decoración y la<br />

cocina. Al mismo tiempo soy un vikingo que defiende a los<br />

suyos. Siempre fui desobediente e irreverente. En el colegio<br />

tenía notas altas, pero no era abanderado porque había<br />

quemado los baños, por ejemplo. Una vez tiré una escarapela<br />

porque para mí los símbolos patrios no significaban<br />

nada. Tendría 12 o 13 años y era anarquista. Un profesor me<br />

decía que yo era la reencarnación de Mijaíl Bakunin. Me<br />

gustaría escribir sobre la desobediencia. No necesariamente<br />

se deben respetar los modelos de autoridad o de poder, la<br />

influencia social o mediática. Es bueno ser inmune al qué<br />

dirán. Voy a hacer un ensayo sobre eso.<br />

–¿Cuál es su intención como escritor? En realidad, nunca<br />

tuve el propósito de ser escritor. Mientras cursaba Psicología<br />

en San Luis era líder universitario y militaba. Cuando vino el<br />

golpe militar, me fui a Colombia. Empecé a ser reconocido<br />

allá, era profesor universitario y atendía pacientes. Muchos<br />

venían a tratar su depresión, y empecé a escribirles pequeños<br />

textos en referencia a su problemática. Un 20 de diciembre,<br />

uno de ellos me trajo los papeles que había reunido durante<br />

un año y medio de tratamiento, y me dijo que tenía que publicar<br />

un libro con ese material. Un amigo literato me ayudó<br />

a ponerle un nombre, “Aprendiendo a quererse a sí mismo”,<br />

y con otro, que era publicista, dibujamos la portada: una sombra<br />

que se abrazaba a sí misma. Imprimí 400 ejemplares, los<br />

cargué en el coche y fui repartiéndolos de librería en librería.<br />

Al mes, se habían vendido todos. Me llamaban para pedirme<br />

más y, poco a poco, se hizo una bola de nieve. Escribía sobre<br />

el amor convencional “y otras malas costumbres”, aseguraba<br />

que algunas parejas se tenían que separar y estaba a favor del<br />

aborto. Yo era un bicho raro para Colombia, un país tradicional,<br />

pero la gente me leía, así que firmé contrato con una<br />

editorial. Y seguí escribiendo<br />

90


MUSEOS<br />

del mundo<br />

Museo de Historia<br />

de las Artes Marciales<br />

POR Martín Garrido<br />

Pequeño en sus dimensiones físicas, se ha ido convirtiendo<br />

en un verdadero museo de culto entre los crecientes seguidores<br />

de la especialidad. Emplazado en Los Ángeles (Estados<br />

Unidos), se encuentra muy próximo a las productoras de<br />

Hollywood, que alimentan su fábrica de sueños con grandes<br />

sucesos como las tres temporadas de Kung Fu en TV y la saga<br />

Karate Kid en cine.<br />

Su público es diverso, así como el enfoque de su creador,<br />

Michael Matsuda (actor y practicante de artes marciales),<br />

quien desde 1999 busca generar una experiencia educativa<br />

y cultural. En especial para los chicos que aprenden los<br />

distintos tipos de artes marciales propias de cada país de Asia<br />

(China, Japón, Corea, Tailandia, Filipinas, entre otros). Además,<br />

posee una exhibición de accesorios utilizados en famosas<br />

películas y series televisivas. Allí puede verse la vincha que<br />

Ralph Macchio se puso en Karate Kid, o el nunchaku de<br />

ardillas que usó Steve Oedekerk en Kung Pow!, además de<br />

la aterradora máscara de demonio de Revenge of the Ninja.<br />

El museo cuenta<br />

con una nutrida<br />

agenda de eventos<br />

tales como ferias<br />

de libros, demostraciones<br />

de corte con<br />

sables y estrenos de películas,<br />

hay además clases<br />

de sushi, historia, idiomas<br />

y defensa personal. Por último, es<br />

la sede del Hall de la Fama de las Artes Marciales que, entre<br />

otras personalidades, destacó al director Akira Kurosawa<br />

con el Premio Funakoshi. Gichin Funakoshi, oriundo de<br />

Okinawa (1868-1957), es considerado el padre del karate<br />

moderno o karate-do, y su libro Mi camino es un clásico que<br />

continúa agotando ediciones<br />

http://martialartsmuseum.com/<br />

93


Turismo<br />

internacional<br />

Okinawa<br />

Donde nació Karate Kid<br />

POR Horacio de Dios<br />

Al suroeste de Japón, a 1.500 km de Tokyo, está el archipiélago<br />

de Ryukyu, un conjunto de islas cercanas a Taiwán cuya<br />

pequeña superficie sumada es cinco veces inferior a nuestra<br />

provincia de Tucumán. La más conocida es Okinawa, hogar del<br />

idioma Ryukyu, que fue trascendente en la historia entre China<br />

y Japón durante cinco siglos (entre el 1400 y el 1900). Y allí<br />

nació el karate, una de las disciplinas más admiradas de las artes<br />

marciales, sobre todo desde que la saga cinematográfica Karate<br />

Kid –dirigida por John Avildsen– la popularizó. Está basada<br />

en un cuento de Kenzaburo Oé (Premio Nobel de Literatura<br />

1994), “A veces el corazón de la tortuga”, que narra la historia<br />

de Daniel, un chico en edad escolar cuya vida cambia para<br />

siempre cuando se entera de que debe mudarse a California.<br />

Una vez allí, el protagonista comienza un viaje introspectivo<br />

que lo llevará a enfrentar a un enemigo, acompañado por una<br />

antigua amiga de la primaria y un viejo japonés, su maestro y<br />

mejor amigo. Los fans de esta entrañable historia estarán de<br />

parabienes, pues pronto se transformará en una serie televisiva.<br />

Deporte y mucho más<br />

Desde su origen milenario, el karate no solo incluía defensa y<br />

ataque sin armas, sino también técnicas y tácticas coherentes<br />

con una filosofía de vida de creciente popularidad en Occidente.<br />

Se ha globalizado y será un deporte olímpico en Tokyo<br />

2020, donde competirán hombres y mujeres. Al margen de<br />

las medallas oficiales y los diferentes colores de los cinturones<br />

en las prácticas, desde el blanco inicial al negro de los maestros<br />

se calcula que hay más de cien millones de seguidores en<br />

un camino más espiritual que estrictamente físico.<br />

Paraíso sin pensar en el karate<br />

Naha, la capital de la prefectura de Okinawa, fue el centro<br />

del reino Ryukyu y conserva valiosos tesoros consagrados<br />

como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La motivación<br />

más fuerte para el turismo convencional son las riquezas<br />

naturales de su clima templado (23 grados promedio,<br />

con un enero fresco de no menos de 15 y un julio con no más<br />

de 28). También una diversidad de playas de arenas blancas<br />

y mares azules ideales para el deporte, con arrecifes de coral<br />

para bucear, colinas con bosques para practicar senderismo y<br />

costas para surcar con canoas y kayaks.<br />

Para quienes quieran disfrutar de una ciudad contemporánea<br />

con un toque exótico está la calle principal, Kokusai, que se<br />

extiende a lo largo de casi veinte cuadras con cafés, grandes<br />

hoteles y todo tipo de tiendas para salir de compras. Es un<br />

singular hipermercado con marcas famosas, desde Cartier y<br />

Burberry hasta Uniqlo, con el plus de ser libre de impuestos.<br />

Es un oasis para las tarjetas de crédito.<br />

Como siempre, lo más importante es lo que no tiene precio.<br />

El gran mercado público de Makishi, con puesteras (anma)<br />

que vocean a gritos su mercadería, entre la que hay pescado<br />

de todos colores, que uno puede adquirir y luego llevar al<br />

piso superior para que lo cocinen. Más fresco imposible.<br />

En otro barrio céntrico, Tsuboya, hay un museo de cerámica<br />

con artesanos trabajando en sus hornos, y no falta un fabricante<br />

especializado en hacer estatuas león (Shisa, divinidad<br />

protectora de Okinawa).<br />

Ikigai: salud, divino tesoro<br />

Los japoneses gozan de una esperanza de vida que figura<br />

entre las más largas del mundo: 85,9 años promedio para las<br />

mujeres y 79,44 los hombres. Y Okinawa es especialmente<br />

famosa porque encabeza el ranking de las cinco zonas azules<br />

del planeta, por sus numerosos habitantes centenarios y por<br />

su calidad de vida. La vejez no es una etapa para alojarse<br />

en un geriátrico sino para mantenerse activo dentro de la<br />

comunidad donde se es respetado como par entre iguales.<br />

Según el autor Dan Buettner, el mantra para agregar vida<br />

a los años y no estar pensando solamente en el almanaque es<br />

“morir joven siendo lo más viejo posible”.<br />

Vale la pena aproximarse a esta isla que no tiene secretos para<br />

quien respete el Ikigai (la razón de ser), para quien no está<br />

esperando los “beneficios del retiro” sino que se mantiene<br />

trabajando sin esperar la jubilación. Aquí no se aspira a “desenchufarse”,<br />

sino a aprovechar el día, desde la mañana hasta la<br />

noche, cultivando la huerta, caminando y ascendiendo colinas,<br />

compartiendo los mejores platos de las abuelas sin perder contacto<br />

con familiares y amigos para comer bien y sanamente.<br />

En Okinawa creen que “la alimentación es la medicina de la<br />

vida”. No solo por la calidad de los productos naturales, sino<br />

por la riqueza y surtido de su extraordinaria gastronomía.<br />

Entre sus comidas típicas se encuentran el chanpuru (mezcla<br />

de verduras fritas) y el soba (sopa de fideos parecida al ramen).<br />

Son muy populares la mayoría de los platos preparados a fuego<br />

lento, sin olvidarse del tofu y, por supuesto, de la abundancia<br />

de distintos tipos de carne. Comen sin privarse de nada y de<br />

manera abundante e inteligente, porque no engordan. Los<br />

turistas pueden saborear un desayuno de 20 platos, elaborados<br />

con 55 alimentos diferentes sin superar las 585 calorías.<br />

No están obsesionados con la moda de la salud, sino que se<br />

mantienen en forma sin necesidad de regímenes ni gimnasios.<br />

Muchos saben dónde están los dojos (espacios para aprender y<br />

practicar artes marciales), pero no hay carteles ni propaganda.<br />

Los habitantes de la isla poseen una rutina de ejercicio, sin<br />

personal trainer, se ejercitan con tareas domésticas tales<br />

como armar el futón, un colchón con funda que se apoya<br />

sobre un tatami que puede plegarse cada vez que no se use y<br />

que, aunque es bajo (no más de 5 centímetros), pesa bastante<br />

y requiere cierta energía para manipularlo.<br />

Cerca del G7 y lejos de Argentina<br />

El clima cálido de las islas del sur de Japón permite asimismo<br />

el cultivo de una gran variedad de frutas. La región es la mayor<br />

exportadora de piñas, mangos, pitaya (fruto del dragón),<br />

plátanos y papayas del país.<br />

Viajar al archipiélago de Ryukyu no es tan simple desde Argentina.<br />

Estamos a unos 19.000 km de Tokyo y se necesitan al<br />

menos dos o tres escalas para llegar, después de casi 40 horas<br />

de viaje. Una vez en Tokyo, resta un trayecto de 1.500 km<br />

hasta aterrizar en Okinawa.<br />

Esto no es un obstáculo para las reuniones realmente trascendentes.<br />

En el año 2000 fue la sede del G7, y en el 2007<br />

del Banco Interamericano de Desarrollo, con la asistencia de<br />

Templo Ryukyu<br />

Playa de Okinawa<br />

5000 personas. Los emigrantes okinawenses tienen una comunidad<br />

en ultramar de no menos de 300.000 descendientes,<br />

de ellos 200.000 en América Latina y también en Argentina.<br />

Son muchos los aportes culturales de Okinawa: desde el<br />

arte de los tambores (Taiko) hasta distintos tipos de danzas y<br />

canciones. Ya hablamos de su gastronomía, pero el karate es<br />

su legado más importante, tal como se refleja en el cine, la<br />

televisión y la literatura.<br />

“Por ser Okinawa la cuna del karate, es la Meca de todos los<br />

practicantes de este Arte de las Manos Vacías”, dijo el embajador<br />

José. R. Sanchis Muñoz al recordar a los diecisiete<br />

pioneros que llegaron como inmigrantes a nuestro país en<br />

1908 y formaron gran parte de la descendencia local de la<br />

colectividad japonesa<br />

TESTIMONIO PERSONAL<br />

Horacio de Dios<br />

KARATE KID<br />

ES KARATE GIRL<br />

Desde 1984, la historia de Karate Kid tuvo varios cambios.<br />

Aunque en mi memoria cinematográfica se mantenían solo los<br />

íconos del estreno: Daniel, un adolescente recién mudado a<br />

California, y el señor Miyagi, el sensei maduro que lo introducirá<br />

en el mundo de las artes marciales.<br />

En ese momento no tenía PC ni existía Internet. No imaginaba que<br />

en un momento de mi vida iría a conocer a Sophie Wong a través<br />

de YouTube. Esta niña de 3 años, cuyo primer video practicando<br />

karate se volvió viral, reemplazaría con una perspectiva femenina<br />

lo que recordaba de la película. En el nuevo imaginario colectivo<br />

han cambiado las edades y los géneros, para ser… Karate Girl.<br />

En Internet podemos seguir la secuencia fotográfica con su<br />

maestra karateca y hasta un eventual combate con un chico de<br />

su edad. No es fantasía. Y a partir de sus imágenes, ya no me<br />

sorprende que esta práctica haya trascendido el deporte, que<br />

será olímpico en el 2020, y comience a ser elegida por muchas<br />

familias en todo el mundo para que sus hijos e hijas se preparen<br />

para la vida “con las manos vacías”, es decir sin armas, a<br />

pura fuerza de carácter y buen comportamiento.<br />

Entre una gran variedad de cursos y talleres que dicta el Centro<br />

Okinawense en su gran edificio de San Juan 2651, se encuentran<br />

cursos de idioma japonés, bordado, pintura, ikebana, origami<br />

y artes marciales infantiles (karate, aikido y judo) para niños<br />

y niñas a partir de los 6 años. También se dan clases de tango.<br />

En realidad, no es un dato tan extraño teniendo en cuenta que<br />

están en el barrio de San Cristóbal, allí donde nació Francisco<br />

Canaro, que además llevó su orquesta a Japón.<br />

+ Info: www.okiren.org.ar<br />

Mercado público de Makishi<br />

94<br />

95


VIDA GOURMET<br />

LA EDICIÓN DEFINITIVA Y DE LUJO DE<br />

El Libro de Doña Petrona<br />

Internarse en los caminos de la edición 123 de esta biblia<br />

gastronómica es revisitar historias personales de infancia, de<br />

cumpleaños con tortas como esculturas, de una cocina que<br />

era el centro de la casa, tanto como descubrir a una mujer<br />

excepcional en su tiempo a través del entusiasta relato de la<br />

coordinadora de la edición, Laura Vilariño<br />

–¿En qué consistió su trabajo como coordinadora de<br />

esta edición? Por un lado, el recetario, y por otro, la investigación<br />

histórica sobre el libro mismo. Una lectura atenta<br />

sobre el recetario permitió detectar que desde 1989, año en<br />

que Petrona vendió sus derechos, el libro sufrió cierta desidia,<br />

ya que por ejemplo aparecían recetas que remitían a fotos<br />

que no habían sido incluidas y que sí existían en la versión<br />

original. Con las imágenes de las primeras ediciones reconstruimos<br />

en palabras un trabajo de montaje de las piezas de<br />

las tortas. También se le dio un orden racional y práctico a la<br />

estructura. Por otro lado, registramos por lo menos tres voces<br />

narradoras diferentes. Con Marcela Massut dedujimos<br />

que cada secretaria de Petrona tipeaba las recetas según su<br />

gusto “literario”. Para ver cuál era la voz de Petrona recurrimos<br />

a sus cuadernos de recetas manuscritas y comprobamos<br />

que su estilo es el más liso y llano, y con ese estilo unificamos<br />

el libro. Planeta cumplió con su función editorial. Le ofreció<br />

a Doña Petrona Carrizo de Gandulfo un servicio editorial<br />

que nunca había tenido pero que siempre necesitó.<br />

–¿Por qué emprendieron una edición que contara con<br />

una investigación? Porque el libro se lo merecía. El significado<br />

simbólico que alcanzó en la sociedad argentina lo colocó<br />

como un referente cultural, social, estético y hasta económico de<br />

la vida doméstica desde los años 30 hasta bien entrados los 80.<br />

–¿Qué encontró en su investigación? Es un libro apasionante,<br />

su primera edición es de 1934, a pulmón, con Petrona<br />

POR Mónica Tracey<br />

llevando bajo el brazo una colección de recetas a una imprenta.<br />

Con las 122 ediciones anteriores en nuestras manos<br />

pudimos ver el paso del tiempo en el diseño de tapa y de<br />

interior. La tapa entelada original cambió por una ilustrada<br />

recién en la edición número 50. La calidad del papel cambiaba<br />

según los tiempos, las ediciones que aparecieron durante<br />

la Segunda Guerra eran más rústicas. El seguimiento de los<br />

prólogos a través del tiempo mostró en qué medida Petrona<br />

estaba compenetrada con los temas sociales y políticos de<br />

cada momento. Los prólogos son además un tratado de moda<br />

y estética, especialmente en los años 50 y 60. Cómo combinar<br />

manteles con cortinas y hasta con el delantal de la mucama.<br />

–¿Esta tarea le permitió un acercamiento a Doña<br />

Petrona? Sí, claro. Vi una Petrona pionera en un tema hoy<br />

candente: su capacidad para autogestionarse. Trabajadora<br />

incansable, valiente, capaz de salir a pedir dinero prestado<br />

para su primera edición porque confiaba plenamente en su<br />

proyecto. La primera edición de 3000 ejemplares la vendió<br />

personalmente en su departamento de la calle Viamonte<br />

1342. Costaba 7 pesos y no quiso pagar comisión a los<br />

libreros. La cola para comprar bajaba la escalera, salía a la<br />

calle y doblaba la esquina. ¡Y tenía 35 años! Petrona apelaba<br />

a una lectora supuestamente “ama de casa”, pero al mismo<br />

tiempo se pintaba, trabajaba en sus propios proyectos y de<br />

eso vivía toda la familia. Corría desde la radio a la imprenta,<br />

de las revistas a la tele, dirigía su oficina, era una trabajadora<br />

que escribía para una burguesía. Petrona era una empresa en<br />

sí misma. También impacta su trascendencia. Una gran comunicadora,<br />

una imagen en blanco y negro omnipresente en<br />

las casas, un recuerdo imborrable para varias generaciones.<br />

Desde ese lugar fue tomada como un símbolo de época por<br />

artistas como Alfredo Arias y Alejandra Radano. Hasta<br />

Pablo Ramírez trabajó sobre su vestuario.<br />

–Como mujer, ¿su mensaje era contradictorio? Para<br />

nada. Una cosa es ella y otra su público. Petrona no era una<br />

ortodoxa ama de casa. Era vanguardia pura en ese momento.<br />

–¿Qué le impactó de su cocina? La espectacularidad, la<br />

apelación a lo visual. Un huevo duro no se lleva a la mesa si<br />

no tiene aspecto de chinitos o sapitos. Prepara un áspic con<br />

forma de aro, rellena el hueco con pequeños sándwiches de<br />

miga redondos y sigue sumando sandwichitos hasta alcanzar<br />

una altura de 30 cm, los baña en mayonesa y aplica encima<br />

un rombito de zanahoria, llega a la mesa un candelabro. Yo<br />

no sé si lo comería con gusto, pero seguro le sacaría una foto.<br />

Para mí el éxito de Doña Petrona estaba más en el espectáculo<br />

que en el sabor. Arias lo dijo: fue surrealista sin saberlo.<br />

–Las recetas de Petrona, ¿son un espejo de otro tiempo<br />

o pueden dialogar con la cocina de hoy? Son de otra<br />

época, porque demandan mucho tiempo de elaboración,<br />

muchos ingredientes, muchas calorías, lapsos de digestión<br />

prolongados. Pero dialoga perfectamente con las sucesivas<br />

generaciones. Blanca Cotta tomó mucho de ella y cocinó<br />

sus platos para la generación siguiente. Narda Lepes tuvo<br />

su programa en Utilísima cocinando las recetas de Petrona.<br />

Hoy, una prestigiosa cocinera como Patricia Courtois<br />

hace festivales cocinando como ella. Ada Cóncaro, considerada<br />

quizás la mejor cocinera del país, contaba que cuando<br />

se casó, salió de su casa con el libro de Doña Petrona bajo<br />

el brazo, y ella reconocía el alto impacto de sus recetas en el<br />

paladar de los argentinos en cuanto a la cocina doméstica. Petrona<br />

te enseña a hacer un bife a la plancha, un huevo duro,<br />

unos buñuelos de acelga y también una langosta Thermidor.<br />

Hay recetas que son imbatibles, como los huevos rellenos, el<br />

flan, los panqueques. Pero, por sobre todo, reconozco en el<br />

libro de Doña Petrona un libro objeto, para mirar, para curiosear,<br />

para dejar volar los recuerdos y la imaginación<br />

El recuerdo de su nieta<br />

Marcela Massut vivió su infancia muy cerca de su<br />

abuela, Petrona C. de Gandulfo, en cuya casa de Olivos<br />

pasaba gran parte del tiempo. Ya de más grande,<br />

cocinó varios años con ella. Ahora es quien se ocupa<br />

de su legado; tal es así que colaboró con la edición de<br />

este libro.<br />

“Mi abuela y todo en su casa era lo mejor que le podía<br />

pasar a un niño. La casa llena de amor para esos<br />

dos nietos, mi hermano y yo, donde teníamos nuestros<br />

mejores juguetes, siempre estaba preparado nuestro<br />

postre preferido y el mejor abrazo de bienvenida; esas<br />

salidas a lugares raros... ir a buscar las pelucas de Petro<br />

a Pozzi, pasar por la modista a buscar delantales<br />

nuevos…. Cocinar con mi abuela era el amor de una<br />

maestra que transmitía con absoluta seriedad lo que<br />

tenía que enseñar, había algo de humor, pero mucho<br />

respeto en la cocina. Era una persona siempre abierta a<br />

los cambios, porque quería saber de todo. Experimentaba<br />

permanentemente, dejó más de mil recetas que<br />

nunca publicó. Todo era probado y corregido antes de<br />

darlo a sus seguidoras/alumnas. Mi abuela comía de<br />

todo, podía disfrutar de unos tallarines caseros cortados<br />

a cuchillo, de unas patitas de centolla o de sus<br />

famosas empanadas santiagueñas, con la misma cara<br />

de placer. Tenía un postre preferido que se llama Egg<br />

Nog, que es un batido de huevos, azúcar, whisky y nuez<br />

moscada. Como era batido espumoso, se levantaba de<br />

la mesa para armarlo. La cocina era el lugar donde se<br />

compartían muchas vivencias, estudiar, charlar, se hacía<br />

alguna manualidad, estaba la gran mesa de planchar.<br />

Siempre había algún delicioso aroma... salsas,<br />

café, bizcochuelo. Recuerdo a mi abuela hablando con<br />

su loro Juanito, a mi abuelo preocupado por las bebidas<br />

del almuerzo y nosotros revoloteando entre risas y<br />

olores. Y allí estaba Juanita, ella fue la mano derecha<br />

de mi abuela, estaba al mando de la casa. Si queríamos<br />

ir después de la escuela, le pedíamos permiso a Juanita.<br />

Mi abuela dejó muchas marcas en mí: la tenacidad,<br />

la amistad, el trabajo y la pasión, la alegría, el respeto,<br />

la unión, el amor a compartir y a la familia, y el placer”.<br />

96<br />

97


Cocina<br />

Malbec, malbec, malbec,<br />

¡cada día te quiero más!<br />

Tener una cepa insignia es un privilegio que se debe agradecer primero<br />

a la naturaleza y luego al esfuerzo de una hinchada incondicional,<br />

que ha hecho de este varietal una bandera y una pasión nacional<br />

POR Marina García<br />

Hace ya un tiempo que, en el mundo,<br />

hablar de malbec es hablar de la Argentina.<br />

No porque sea una cepa nativa,<br />

sino porque –al igual que con muchas<br />

personas– encontró en nuestro suelo su<br />

“lugar en el mundo”; y nos devolvió el<br />

gesto con una uva sin igual, capaz de<br />

apasionar a enólogos y críticos con la<br />

emoción de un gol de “Maradó”.<br />

Cuenta la leyenda que un 17 de abril<br />

de 1853, Michel Aimé Pouget tomó<br />

a su cargo la Quinta Agronómica de<br />

Mendoza (algo así como el Jardín Botánico<br />

cuyano) donde realizó las primeras<br />

pruebas con esta cepa que mandó traer<br />

de Francia. Con el pasar de los años la<br />

variedad se fue difundiendo, pero hubo<br />

que esperar al principio de este siglo<br />

para que el malbec cambiara el rumbo<br />

no solo de la vitivinicultura local, sino<br />

también mundial. Para ese momento<br />

nuestra forma de elaborar, guardar y<br />

distribuir el vino había ganado calidad,<br />

y junto a la creciente tendencia de consumo<br />

de varietales se abrió un carril<br />

dorado (de esos que solo ven Lionel<br />

Messi o Cristiano Ronaldo) para<br />

convertir un gol histórico con los primeros<br />

premios en certámenes internacionales,<br />

en los que todos comenzaron<br />

a mirar hacia el sur mientras degustaban<br />

el rojo elixir de estos terruños.<br />

Ya con el malbec como estandarte, y<br />

aprovechando a pleno las herramientas<br />

del marketing, los productores nacionales<br />

(y los que se “hicieron locales” a<br />

partir de este boom) desarrollaron el<br />

Día del Malbec (17 de abril), que este<br />

año se extendió a toda una semana de<br />

festejos y acciones que se pueden ver<br />

en www.lasemanadelmalbec.com.<br />

Junto con la apertura internacional<br />

llegó la oportunidad de realizar concursos,<br />

lo cual otorga prestigio y ubica aun<br />

mejor a nuestros productores y vinos en<br />

el plano mundial. Su máxima expresión<br />

se pudo disfrutar del 12 al 17 de mayo<br />

en Mendoza con un dos en uno de lujo:<br />

Vinandino y Malbec al Mundo, dos certámenes<br />

locales de gran reputación que<br />

cuentan con el auspicio y la normativa<br />

de la Organización Internacional de la<br />

Viña y el Vino (OIV) y la Unión Internacional<br />

de Enólogos (UIOE).<br />

¿Cuál será la selección ganadora?<br />

Dicen que no nos gusta perder “ni a<br />

la bolita”, ¡y menos cuando tenemos<br />

a un Messi en versión tinto! Esperemos<br />

que la suerte vaya de la mano del<br />

esfuerzo, el trabajo y la dedicación<br />

de cada ingeniero agrónomo, cada vendimiador,<br />

cada bodega, cada enólogo,<br />

cada agencia, cada distribuidor y cada<br />

sommelier, que hacen posible esta<br />

maravilla que gana con cada botella su<br />

propia copa<br />

Por estos días el entrañable artista y<br />

humorista gráfico Tute (Juan Matías<br />

Loiseau) estará llegando a las góndolas con<br />

su malbec, al que bautizó y decoró con su<br />

cálido arte, y que realizó junto al enólogo<br />

Marcelo Pelleriti (bodega Monteviejo). Ideal<br />

para brindar los goles.<br />

El vino en zapatillas<br />

Sabrina Cuculiansky | Albatros<br />

El mundo del vino es un ámbito más bien<br />

tradicional, donde innovar es una tarea de<br />

próceres; por eso esta edición merece una<br />

ovación. La autora encara el clásico libro<br />

de vinos con una óptica diferente, haciendo<br />

foco en los avances y novedades, que<br />

serán un gancho tentador para los nuevos<br />

consumidores y un desafío para los vinófilos<br />

de siempre. Cuenta con excelentes<br />

fotos de Marcelo Aguilar.<br />

Oro en los viñedos<br />

Laura Catena | Catapulta<br />

Otro libro distinto, para deleitarse con<br />

historias y leyendas del vino. En este<br />

caso integralmente ilustrado por Fernando<br />

Adorneti (Caveman), cada página es<br />

una obra de arte gráfico que acompaña<br />

lujosamente los relatos –muchas veces<br />

épicos– que se esconden en los terruños,<br />

en las bodegas e incluso en las botellas.<br />

Barrilete cósmico.<br />

98


Dossier<br />

literatura<br />

©Eugenio Mazzinghi<br />

Eduardo Galeano<br />

Mendigo<br />

de buen fútbol<br />

De chico, Eduardo Galeano quería ser santo o futbolista. Dejó la escuela<br />

secundaria y siguió aprendiendo en los cafés de Montevideo. A los 19 años<br />

intentó suicidarse; al salir de la clínica decidió que iba a escribir. En el<br />

primer año, Las venas abiertas de América Latina solo vendió 400 ejemplares.<br />

Hoy, el libro lleva 70 ediciones y su autor es uno de los escritores más<br />

reconocidos de América Latina. Se definía como un “mendigo de buen<br />

fútbol”. Iba por el mundo, sombrero en mano, suplicando en los estadios<br />

“una linda jugadita, por amor de Dios”<br />

POR Federico Bianchini<br />

99


De chico, Eduardo Galeano tenía la imagen de Jesús y varias fotos de jugadores del Club<br />

Nacional pegadas en la pared detrás de su cama. Quería ser santo o futbolista. Estaba seguro<br />

de que, en principio, estudiaría el seminario para convertirse en cura. A veces, cuando todos<br />

dormían, como forma de penitencia, se ponía a rezar sobre unas pequeñas piedras.<br />

Escribe: “Al despertar, no bien caminaba un par de pasos y pateaba alguna piedrita en la vereda,<br />

ya confirmaba que el fútbol no era lo mío”. Al parecer, la santidad tampoco.<br />

Mientras practicaba sus dibujos, trabajó como obrero de una fábrica de insecticidas y como<br />

mecanógrafo. A los 14 años, aprendiz de banquero, se encargaba de preparar el café a los<br />

directivos. En algunos casos lo hervía dos, tres o más veces para provocarles diarrea: el café<br />

como condición necesaria de la lucha de clases.<br />

Su padre, Eduardo Hughes Roosen, funcionario del Ministerio de Ganadería, era bisnieto<br />

de un inglés dueño de una estancia de 15.000 hectáreas en Paysandú. Su madre, Licia<br />

Esther Galeano Muñoz, era descendiente del primer presidente uruguayo, Fructuoso<br />

Rivera, a quien Galeano criticaba por la matanza de indígenas en la encerrona del arroyo<br />

Salsipuedes en 1831. Los privilegios de hijo único solo le duraron dos años; en 1942 nació su<br />

hermano Guillermo y, en 1944, su hermana Matilde. Vivían en una casona del barrio de<br />

Pocitos, a pocas cuadras del zoológico de la ciudad.<br />

Galeano cursó hasta segundo año en la escuela británica Erwy School. Luego, abandonó la<br />

educación formal, aunque siguió aprendiendo de manera autodidacta. Algunas noches las pasaba<br />

debatiendo sobre política, escuchando en silencio o argumentando vehementemente, en la casa de<br />

Vivian Trías, maestro de jóvenes socialistas. Algunas mañanas las ocupaba en charlas de café; en<br />

el Sorocabana de la Plaza Libertad, lugar de encuentro de los republicanos españoles, o en la barra<br />

del Tupi Nambá entre políticos y teatreros, aunque casi siempre en El Brasilero, histórico desde<br />

1877, en una mesa junto a la ventana, sentado en una silla Thonet, mirando la esquina, intentando<br />

decir de la manera más simple, convencido de que la certeza termina siendo el motor de la vida,<br />

y que la vida y la historia humana podrían pensarse como una suerte de contradicción. Pedía café<br />

con leche y medialunas. Se quedaba sentado por horas mirando la ventana, de a ratos sonreía.<br />

Cuando el sol se escondía detrás de los edificios, sacaba el diario de un portafolio gris y leía, de<br />

atrás hacia delante. Los fines de semana, estudiaba con Enrique Broken, un abogado argentino<br />

y socialista, que le daba clases particulares. A los 17 años, Galeano había leído la Biblia y El capital.<br />

Se decía hijo de los cafés de Montevideo, de los tiempos en que había tiempo para perder el<br />

tiempo. Decía que allí, entre ruidos de cucharas chocando contra la porcelana de los platos,<br />

conversaciones cruzadas y palabras sueltas que venían de otras mesas pero, sobre todo, de las<br />

discusiones y charlas con periodistas, escritores, o uruguayos en general, había aprendido lo<br />

que sabía. Decía que los cafés habían sido su única universidad.<br />

En los cafés había entendido que para ser capaces de decir, antes, tenemos que ser capaces<br />

de escuchar.<br />

En 1964, a los 14 años, se acercó al Partido Socialista de Uruguay. La militancia, contaría años<br />

más tarde, reemplazó a la fe religiosa. Ese año publicó su primer dibujo en el semanario socialista<br />

El sol. Su nombre, Eduardo Germán María Hughes Galeano, era demasiado largo para<br />

escribirlo entero al pie de la viñeta. Así, como firma, solo puso “Giús”.<br />

Con dos leyendas uruguayas: el<br />

escritor Juan Carlos Onetti y el<br />

cantautor Alfredo Zitarrosa.<br />

Postal de una visita al Carnaval<br />

de Río de Janeiro, junto a su<br />

mujer Helena Villagra.<br />

Empezó bocetando caricaturas y rápido pasó a escribir algunas notas sobre teatro, noticias<br />

sindicales y política.<br />

Luego de un intento de suicidio a los 19 años, se despertó en la cama del hospital Maciel de<br />

Montevideo. Había pasado varios días en coma. “Por fuera estaba destrozado, culpa del ácido<br />

de las meadas y la mierda que el cuerpo había seguido echando por su cuenta, mientras yo<br />

dormía mi muerte en el hotel”, escribe. No se acordaba de la cantidad de sedantes que había<br />

tomado. “El cuerpo nunca me perdonó. Me quedaron las cicatrices: la piel de cebolla que<br />

ahora me impide andar a caballo en pelo, como quisiera, porque se abre y sangra, y en las<br />

piernas las marcas de las heridas que llegaron hasta el hueso. Todas las mañanas las veo, cuando<br />

me levanto y me pongo las medias”.<br />

Cuando se recuperó de las secuelas, decidió que iba a escribir. Y empezó a firmar, a secas,<br />

Eduardo Galeano. “Fue, desde fines de 1959, una manera de decir: soy otro, soy un recién<br />

nacido, he nacido de nuevo”.<br />

Ese año renunció al banco y cruzó el Río de la Plata con destino a Buenos Aires. Durante<br />

seis meses trabajó en la revista Che, financiada por el Partido Comunista Argentino pero que<br />

reunía a distintos sectores del progresismo.<br />

A los 20 años, ya de vuelta en Montevideo, asumió como secretario de redacción del semanario<br />

Marcha, dirigido por Carlos Quijano. En palabras de Galeano, una publicación que se<br />

dedicaba a “cuestionar certezas, arrancar máscaras, alborotar avisperos y ayudar a que mañana<br />

no fuera otro nombre de hoy”.<br />

Dos años después, a ese trabajo sumó otro como responsable del área de publicaciones de la<br />

Universidad de la República. Cuenta Galeano que en aquella época aprendió mucho de Juan<br />

Carlos Onetti, que en su casa, cara al techo, fumando, le enseñaba “con silencios o mentiras,<br />

porque disfrutaba dando prestigio a sus palabras”.<br />

En una de esas noches calladas, cigarrillos y vino de cirrosis instantánea, Onetti estaba, como<br />

siempre, acostado. Galeano sentado al lado. El tiempo pasaba sin hacerles el menor caso.<br />

Hasta que en un momento, Onetti habló de un proverbio chino. Galeano sospechó que el proverbio<br />

no era chino sino inventado e incluso lo chicaneó (“¿Será chino u oriental nomás el que<br />

dice eso?”), pero de todos modos nunca olvidó que “Las únicas palabras que merecen existir<br />

son las palabras mejores que el silencio”.<br />

Entre agosto y diciembre de 1962 escribió su primer libro y única novela corta, Los días siguientes,<br />

que publicó un año después por la editorial Alfa. Unos años más tarde, cuenta el periodista<br />

Fabián Kovacic en una biografía no autorizada, en el prólogo de la segunda edición Galeano<br />

escribió: “No es que me arrepienta de haberla escrito, no, simplemente ocurre que la descubro,<br />

ahora, inmadura y vulnerable, despojada de algunas de las virtudes que le atribuí al hacerla. Pero,<br />

¿por qué no?, me sigue gustando. Pecado de infancia, quizás, pero querido pecado de infancia”.<br />

En octubre de 1963, Galeano viajó a China. Al volver, escribió su primer libro de no ficción:<br />

China 1964, crónica de un desafío, que comienza preguntándose: “¿Qué se propone Mao?<br />

¿Qué hondas razones mueven a China, símbolo agresivo de la rebelión de los pobres, a enfrentar<br />

a la Unión Soviética?”.<br />

El 21 de agosto de 1964, día en el que Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Cuba bajo<br />

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las presiones de Washington para aislar a la isla del resto de América Latina, entrevistó a<br />

Ernesto “Che” Guevara.<br />

Cuando el argentino abrió la puerta del despacho y preguntó “¿Los uruguayos?”, Galeano se adelantó.<br />

Le mostró un ejemplar del diario cubano Granma. En la portada, con jeans, remera y gorra,<br />

aparecía Guevara con un bate de béisbol, esperando que le tiraran la pelota. La única palabra que<br />

dijo Galeano, la mirada seria, fue “traidor”. El argentino quedó desconcertado. Luego, al principio<br />

de a poco y después de manera estentórea, empezó a reírse. Le dio un abrazo al desenfadado periodista<br />

uruguayo y le dijo: “Te entiendo”. Siguió riéndose. Solo cuando terminó de hacerlo, ya con<br />

la voz más seria, comentó: “Es la primera vez que alguien me llama traidor y sigue vivo”.<br />

Luego, hablaron. Galeano preguntó, Guevara respondía. Le dijo, entre muchas otras cosas,<br />

que cuando era presidente del Banco Central había firmado los billetes con la palabra Che,<br />

para burlarse, y le dijo que el dinero, “fetiche de mierda”, debía ser feo.<br />

Pensaba Galeano que se delataba, como nos delatamos todos, por los ojos. Recordaba su mirada<br />

limpia, como recién amanecida; esa manera de mirar de los hombres que creen.<br />

Después de cuatro años investigando, leyendo y recopilando información, en las últimas noventa<br />

noches de 1970 (“con mucho café”) escribió Las venas abiertas de América Latina, que definió<br />

como un ensayo económico político: “Para difundir ideas ajenas y experiencias propias que<br />

quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar los interrogantes que nos persiguen<br />

desde siempre: ¿es América Latina una región destinada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada<br />

por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un producto de<br />

la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha?”.<br />

El libro lo publicó Arnaldo Orfila en México. Un año y medio después del lanzamiento,<br />

solo se habían vendido cuatrocientos ejemplares. Orfila creyó conveniente llamar por teléfono<br />

al autor. “No se desaliente”, le dijo: “Estas son tierras difíciles. Siga escribiendo”.<br />

El boca en boca y los comentarios hicieron que el libro se fuera conociendo a lo largo del<br />

continente. La prohibición, años después, por parte de las dictaduras de Uruguay, Argentina y<br />

Chile le dieron una publicidad abisal. En abril de 2009, en la Quinta Cumbre de las Américas<br />

en Trinidad y Tobago, frente a las cámaras, el presidente venezolano Hugo Chávez le entregó<br />

al estadounidense Barack Obama un ejemplar del libro. Este claro hecho político, ya que<br />

el libro estaba en castellano y Obama no iba a entenderlo, hizo que pocas horas después el<br />

libro se convirtiera en un éxito de ventas en Internet.<br />

Las venas abiertas de América Latina superó las setenta ediciones: ya lleva más de dos millones<br />

de ejemplares vendidos y existe el mito, entre los libreros de la Ciudad de Buenos Aires,<br />

de que es el libro con más ejemplares robados en la historia.<br />

En abril de 2014, Galeano viajó a Brasilia invitado a dar el discurso de apertura de la Segunda<br />

Bienal del Libro y la Lectura. En una charla comentó: “No volvería a leer Las venas abiertas<br />

de América Latina. No sería capaz de hacerlo, caería desmayado. Para mí, esa prosa de<br />

la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital.<br />

Intentó ser una obra de economía política, solo que yo no tenía la formación necesaria. No me<br />

arrepiento de haberlo escrito, pero ya es una etapa para mí superada”.<br />

Encuentro con Fidel Castro. En<br />

su libro Espejos. Una historia casi<br />

universal (Siglo XXI), dijo sobre la<br />

revolución cubana: “Es lo que pudo<br />

ser y no lo que quiso ser”.<br />

Encuentro con los músicos<br />

españoles Joaquín Sabina y Joan<br />

Manuel Serrat, con quienes forjó<br />

una amistad.<br />

Con el poeta argentino Juan<br />

Gelman. Cuando este murió,<br />

le rindió un sentido homenaje<br />

en su columna de Página/12:<br />

“Nunca encontraremos palabras<br />

que expresen nuestra gratitud al<br />

hombre que fue muchos, al que fue<br />

nosotros y nosotros seguirá siendo<br />

en las palabras que nos dejó”.<br />

Al día siguiente, los diarios interpretaron las declaraciones: “Galeano renegó de Las venas...”,<br />

tituló Infobae. “El libro que Galeano rechazó”, simplificaría El Cronista.<br />

Podría preguntarse uno qué autor releería sus propios libros. Y, luego, investigar en algunas<br />

declaraciones de Galeano que, quizás, enmarcan y explican un poco más esos comentarios<br />

de un autor que en esa época ya había publicado más de cuarenta libros y cuyo estilo había<br />

cambiado, alejándose de estadísticas y procesos históricos contados en capítulos para centrarse<br />

en la narración de anécdotas mínimas, en pocos caracteres y con un registro más cercano lo<br />

poético, y que podían reflejar un concepto o un hecho de manera más contundente: “A través<br />

de historias chicas se revela la historia grande”.<br />

En abril de 2012, en una entrevista publicada en la revista Ñ, comentó: “Para mí es una<br />

satisfacción enorme haber escrito un libro que sobrevivió a más de una generación y que<br />

sigue estando vigente, pero a la vez me genera una enorme tristeza porque el mundo<br />

no ha cambiado en nada. Para mí sería mejor que ese libro estuviera en un museo de<br />

arqueología junto a las momias egipcias, pero no es así. La gente, no toda pero mucha,<br />

me identifica con ese libro y eso es como si me invitaran a morir. Es como si no hubiese<br />

escrito nada más desde la década de 1970. Y no es así, después de eso escribí mucho y<br />

cambié mucho”.<br />

Años después dirá que el libro fue escrito con la intención de divulgar ciertos hechos que la<br />

historia oficial, historia contada por los vencedores, esconde o tergiversa. Confesará que sabe<br />

que pudo resultar sacrílego que ese manual de divulgación hablara de economía política en el<br />

estilo de una novela de amor o de piratas, pero dirá: “No hay vanidad en la alegría de comprobar,<br />

al cabo del tiempo, que este no ha sido un libro mudo”.<br />

Con el golpe de Estado en Uruguay del 27 de junio de 1973, Galeano fue apresado y obligado a<br />

abandonar el país. Viajó a la Argentina, eligió para vivir un departamento sobre la calle Montevideo<br />

casi llegando a la Avenida Corrientes. Una amiga le presentó a Federico Vogelius, que<br />

le propuso dirigir la revista Crisis, en la que escribirían Juan Gelman, Rodolfo Walsh,<br />

Mario Benedetti y Gabriel García Márquez, entre otros.<br />

A partir de 1974, durante diez años su nombre no se publicó en ningún medio uruguayo y sus<br />

libros estuvieron prohibidos.<br />

En noviembre de 1975, cuenta en Días y noches de amor y de guerra (que definía como “una<br />

conversación con mi propia memoria”), sonó el teléfono de la redacción de Crisis. Miró el reloj.<br />

Nueve y media de la noche. ¿Atendía? ¿No atendía? Atendió. Era el comando José Rucci,<br />

de la Alianza Anticomunista Argentina.<br />

–A ustedes los vamos a matar, hijos de puta –dijo.<br />

–El horario de amenaza, señor –contestó Galeano–, es de seis a ocho.<br />

Colgó y se felicitó. Estaba orgulloso de sí mismo. Pero quiso levantarse y no pudo. Las piernas<br />

de trapo, intentó encender un cigarrillo.<br />

Escribió Galeano bajo el título de “Sueños”: “Querías fuego y los fósforos no se encendían.<br />

Ningún fósforo te daba fuego. Todos los fósforos estaban decapitados o mojados”.<br />

Por orden del Gobierno, desde abril de 1976, luego de imprimirla y antes de que saliese al<br />

102<br />

103


©Nauro Junior<br />

público, Galeano y Vicente Zito Lema debían llevar los ejemplares a la Casa Rosada para<br />

que un censor los leyera.<br />

Ese año, en un asado, conoció a Helena Villagra, que sería su mujer durante el resto de su<br />

vida (adoptando a Mariana, la hija de ella, a quien en sus libros llamaría “La Pulga”). Ya se había<br />

casado dos veces: la primera, con Silvia Brando, con quien tuvo a Verónica Hughes Brando.<br />

Luego, con Graciela Berro Rovira, madre de Florencia y Claudio Hughes Berro.<br />

El 4 de mayo secuestraron a Haroldo Conti. Una semana después, Galeano escribió: “Hoy<br />

hace una semana que se lo llevaron y yo ya no tengo cómo decirle que lo quiero y que nunca<br />

se lo dije por la vergüenza o la pereza que me daba”.<br />

En julio de 1976, a cuatro meses de haberse instalado la dictadura en la Argentina, Galeano<br />

decidió volverse a exiliar. Esta vez en Barcelona, España. “Por no estar preso me tuve que ir<br />

de Uruguay. Por no estar muerto me tuve que ir de Argentina”, diría después. En agosto salió<br />

el último número de la revista Crisis.<br />

Dos años más tarde, publicó Días y noches de amor y de guerra, texto que marca su partida de<br />

Buenos Aires y en el que resume esos días agónicos. En 1982, ya en el exilio español, con Memoria<br />

del fuego: Los nacimientos, inició una trilogía que cuenta la historia de América “pero<br />

con un modo de narración ligado a un mundo más íntimo” y que se completa con El libro de<br />

los abrazos (1989) y Las palabras andantes (1993).<br />

Le dieron dos veces el Premio Casa de las Américas: la primera en 1975 por la novela La canción<br />

de nosotros; la segunda tres años después por Días y noches de amor y de guerra. Recibió<br />

el American Book Award de la Universidad de Washington por la trilogía Memoria del fuego y<br />

el Stig Dagerman, uno de los más prestigiosos galardones de la literatura sueca, por el conjunto<br />

de su obra; fue el “primer ciudadano ilustre” elegido por los países del Mercosur y, en 2011,<br />

estuvo nominado al Premio Cervantes que finalmente ganó el chileno Nicanor Parra.<br />

El 27 de marzo de 1984, el semanario uruguayo Aquí publicó una entrevista telefónica que<br />

Galeano respondió desde Barcelona. El periodista le preguntó si el exilio lo había cambiado<br />

mucho. Galeano dijo que creía en el exilio como un desafío. “Empieza siendo un tiempo de<br />

penitencia, nacido de una impotencia o de una derrota, y se precisan humildades y paciencias<br />

para convertirlo en tiempo de creación y para asumirlo como un frente más de lucha.<br />

Entonces uno mira hacia delante y descubre que la nostalgia es buena, tirón de tierra, señal<br />

de que uno no ha nacido de una nube, pero la esperanza es mejor. El exilio me confirmó que<br />

la identidad no es una cuestión de domicilio ni de documentos: soy uruguayo viva donde viva<br />

y aunque me nieguen el pasaporte. Y en estos diez años, que ya van para once, perdí el pelo<br />

pero nada más: se me han multiplicado la pasión solidaria, el impulso incesante de crear y de<br />

amar y la capacidad de indignación ante la injusticia”.<br />

En 1985, con la democracia, volvió a Uruguay. Junto a Mario Benedetti fundó el semanario<br />

Brecha. Hasta su fallecimiento, trabajó como figura del consejo asesor y escribía notas, que<br />

se publicaron en simultáneo con los diarios Página/12 de Argentina y La Jornada de México.<br />

Los libros de Galeano, publicados en América Latina por Siglo XXI Editores, fueron traducidos<br />

a 29 idiomas. El poeta y editor uruguayo Roberto López Belloso escribe en un texto publi-<br />

En la puerta de su casa durante un<br />

Mundial. Serrat contaba que durante<br />

ese tipo de eventos, su amigo se<br />

quedaba encerrado un mes. “Más<br />

que mirar los partidos, los vigilaba”.<br />

Algunos de sus más recordados<br />

libros, publicados por Siglo XXI.<br />

cado en el libro Eduardo Galeano, un ilegal en el paraíso (Siglo XXI) que algunos de sus amigos<br />

guaraníes le decían “mago de la palabra”. Los saharauis del norte de África lo llamaban “hermano<br />

perseguidor de nubes”. Los indígenas de Chiapas, “el recogedor de la palabra de abajo”.<br />

Y así era. Galeano recogía las palabras, como si la escritura fuera cosa de artesanos. Decía que<br />

había aprendido de Onetti el placer de escribir a mano.<br />

Galeano trabajaba cada página, en unas libretitas mínimas, diminutas, apenas mayores que<br />

el tamaño de una mano. Ahí anotaba las ideas, comentarios o descubrimientos que, luego,<br />

podrían terminar en una historia. La primera libretita había sido un regalo de su esposa,<br />

Helena Villagra, que la consiguió en una librería de Venecia, ciudad a la que habían ido para<br />

casarse. A ella le gustó que pudiera caber en cualquier bolsillo y estuviera lista para ser escrita.<br />

Después, algún amigo que viajaba a Italia le traía varias; o los admiradores o conocidos que<br />

lo habían visto escribir dentro de esas miniaturas también se las compraban si las veían. Su<br />

trabajo era minucioso, palabra tras palabra, hasta que pasaba en limpio, en la computadora, la<br />

última versión, que solía ser la penúltima.<br />

Se decía devoto de William Faulkner; influido por Cesare Pavese (al punto de intentar<br />

copiarlo) y por los grandes poetas españoles como Pedro Salinas (“tus sueños / son verdaderos<br />

sueños / cuando se desensueñan / y en material mortal encarnan”), por los versos ásperos y<br />

vigorosos de Miguel Hernández (“Que mi voz suba a los montes / y baje a la tierra y truene<br />

/ eso pide mi garganta / desde ahora y desde siempre”); por la fina capacidad de síntesis de<br />

Antonio Machado (“El tren camina y camina / y la máquina resuella / y tose con tos ferina /<br />

¡Vamos en una centella!”). Pero su maestro en el estilo fue su amigo Juan Rulfo. Decía Rulfo,<br />

repetía Galeano: “Hay que escribir como se escribía con esos lápices de antes, que tienen<br />

de un lado el grafo y del otro la goma de borrar, porque se escribe más con el culo que con la<br />

cara, más borrando que poniendo”.<br />

En una entrevista con la uruguaya María Esther Gilio contó que su experiencia como<br />

periodista había sido fundamental en su formación como escritor. “El periodismo obliga al escritor<br />

a olvidar su propio ombligo, por más que este lo sumerja en éxtasis, y mirar los ombligos<br />

de los demás”. Y definió: “El periodismo es la mejor escuela para quien quiere escribir”.<br />

Galeano creía en los libros que cambian a la gente. Creía que la prueba de que la palabra<br />

humana funciona está en quien la recibe, no en quien la da. Un texto, decía, es bueno cuando<br />

cambia a quien lo lee, cuando lo transfigura.<br />

En 2008, fue a tomarse un café al Brasilero y encontró la persiana baja. Se impresionó. Se<br />

sentó en el cordón de la vereda sin entender por qué le habían sacado el café, sin saber dónde<br />

habrían dejado sus recuerdos. Empezó a preguntar y como nadie supo decirle, se contactó con<br />

amigos periodistas que trabajaban en diarios y televisión. La noticia se publicó. El café había<br />

cambiado de propietario. El nuevo dueño fue a la televisión y le pidió disculpas de manera<br />

pública. Se comprometió a abrirlo.<br />

Ese mismo año, Galeano presentó su libro Espejos (Siglo XXI) en ese café. En el lugar no<br />

entraban más de setenta personas, y aunque sabía que mucha gente iría a verlo, no le importó.<br />

Quería estar allí, en su segunda casa.<br />

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Como todos los uruguayos, “toditos” decía, él también había nacido gritando gol. Al patear las<br />

piedritas en la vereda se daba cuenta de que no jugaba bien al fútbol. Aunque un rato antes<br />

fuera el mejor de todos: “Pero solo de noche, mientras dormía”.<br />

Se definía como “un mendigo de buen fútbol”. Decía ir por el mundo, sombrero en mano,<br />

suplicando en los estadios “una linda jugadita, por amor de Dios”. En 1995 publicó Fútbol a<br />

sol y sombra y en 2014 condujo el programa Fútbol pasión donde revisaba mitos, pasiones y<br />

tragedias.<br />

Escribe Joan Manuel Serrat que desde que los partidos del Mundial empezaron a ser televisados,<br />

Galeano se quedaba el mes entero encerrado en su casa. “Más que mirar los partidos,<br />

los vigilaba”. “Eran unos días sagrados en los que todos sabíamos dónde estaba, pero en los<br />

que si se quería dar con él había que esperar las pausas entre partido y partido. En horario<br />

balompédico no atendía”.<br />

“He renacido muchas veces”, dijo Galeano en la última entrevista que le dio al diario La Nación,<br />

“Uno está reducido a ver la muerte como una especie de pasaje. Y no es así, en realidad<br />

uno se muere muchas veces, y renace otras tantas”.<br />

Las enumera en Días y noches de amor y de guerra. La primera, el intento de suicidio a los<br />

19 años.<br />

La segunda, en Venezuela: en las minas de diamante de la selva del Guaniamo, donde contrajo<br />

paludismo dos veces en un mes. “Ahora yo sabía que un mosquito puede ser peor que<br />

una serpiente y también sabía que sería perseguido, hasta el fin de mis días, por el pánico a la<br />

vuelta del incendio y el hielo de aquella fiebre”.<br />

En un viaje que hizo con su esposa Helena Villagra a Grecia en 2003 le apareció la primera<br />

señal del cáncer de pulmón. Recorrían la ruta de Ulises en la Odisea, de Homero. Llegó a<br />

Ítaca con fiebre.<br />

Seis años después, su perro Morgan (“Se llama así por sus costumbres de pirata, y las víctimas<br />

no lo consideran tan admirable. Brincón y ladrón, a Morgan lo persigue el sol y también lo<br />

persigue el propietario de una pelota de tenis o sándwich o zapatilla o prenda íntima que él ha<br />

usurpado para hundirse en el agua con el botín entre los dientes. Nunca supo ajuiciarse. Hasta<br />

ahora, que se sepa, nunca nadie lo ha visto quieto, ni ha mostrado nunca el menor indicio de<br />

cansancio o arrepentimiento”) también tuvo cáncer.<br />

Escribió el cantor español y su amigo Joan Manuel Serrat: “Aquel ser hermoso y dulce al que,<br />

como un mal presagio, también consumió el dragón del mal”.<br />

Porque si bien los médicos pudieron controlarla al principio, unos años después la enfermedad<br />

volvió. En los mails, Galeano se refería a ella como “el gato negro”; solo de vez en cuando<br />

mencionaba la quimioterapia.<br />

En abril de 2015, una semana antes de fallecer, les dijo a los enfermeros que lo bajaban de la<br />

ambulancia que más que un oncólogo lo que precisaba era un almólogo.<br />

En la última edición de El cazador de historias, el editor de Siglo XXI, Carlos E. Díaz,<br />

cuenta que en sus últimos meses, Eduardo Galeano “siguió haciendo una de las cosas que más<br />

le gustaba hacer, que era escribir y pulir los textos una y otra vez. Había empezado una nueva<br />

obra, de la que dejó escritas unas cuantas historias (…). Varias de ellas tenían como tema la<br />

muerte. Eduardo siempre fue un hombre sobrio, quizás haciendo honor a sus genes galeses<br />

de los que tanto renegaba, y no solía hablar en tono grave de sus enfermedades o dolencias, ni<br />

siquiera en sus últimos tiempos”.<br />

En uno de esos textos, Galeano contaba que cuando una gitana se le acercaba y le atrapaba<br />

una mano para leer su destino, él le pagaba el doble para que lo dejara en paz: no conocía su<br />

destino, ni quería conocerlo.<br />

Decía que vivía, y sobrevivía, por curiosidad. Lo mejor de su futuro era que no lo conocía.<br />

En otro de esos textos: “El sol nos ofrece un adiós siempre asombroso, que jamás repite el<br />

crepúsculo de ayer ni el de mañana. Es el único que se marcha de tan prodigiosa manera”.<br />

Pensaba Galeano: sería una injusticia morir y ya no verlo.<br />

Sus cenizas fueron esparcidas en el Río de la Plata<br />

Bibliografía:<br />

Eduardo Galeano, un ilegal en el<br />

paraíso, Roberto López Belloso<br />

(editor), Siglo XXI Editores.<br />

Galeano, apuntes para una biografía,<br />

Fabián Kovacic, Ediciones B.<br />

El cazador de historias, Eduardo<br />

Galeano, Siglo XXI Editores.<br />

Bocas del tiempo, Eduardo Galeano,<br />

Siglo XXI Editores.<br />

Días y noches de amor y de guerra,<br />

Eduardo Galeano, Siglo XXI<br />

Editores.<br />

Las venas abiertas de América<br />

Latina, Eduardo Galeano,<br />

Siglo XXI Editores.<br />

Memoria del Fuego I: Los<br />

nacimientos, Eduardo Galeano,<br />

Siglo XXI Editores.<br />

Cerrado por fútbol, Eduardo<br />

Galeano, Siglo XXI Editores.<br />

Diarios, revistas y links:<br />

“Aprendí a desconfiar de la palabra<br />

éxito”, Camilo Sánchez, revista Ñ,<br />

suplemento Cultura de Clarín, 21<br />

de mayo de 2005.<br />

“Las libretitas de Galeano”,<br />

Miguel Russo, revista Veintitrés,<br />

noviembre de 2008.<br />

“Manual del alumno rioplatense”,<br />

Andrew Graham-Yooll, Radar<br />

Libros, 21 de febrero de 1999.<br />

https://elpais.com/<br />

cultura/2014/05/05/<br />

actualidad/1399248604_150153.<br />

html<br />

https://www.infobae.<br />

com/2015/04/13/1721977-el-diaque-eduardo-galeano-renego-lasvenas-abiertas-america-latina/<br />

https://www.cronista.com/<br />

economiapolitica/Las-venasabiertas-el-libro-que-Galeanorechazo-y-eje-de-una-pelea-de-<br />

Chavez-y-Obama-20150413-0072.<br />

html<br />

https://www.lanacion.com.<br />

ar/1784034-la-ultima-entrevistade-eduardo-galeano-con-la-nacion<br />

Fotos: Gentileza Siglo XXI Editores<br />

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